No estás obligado a actuar todo lo que sientes.

Cuando se termina una relación de pareja porque la otra persona decidió salirse de ella sin decírnoslo con palabras, pero demostrando a través de sus acciones que no le interesa continuar, nos toca asumir esa realidad y salirnos también de allí. Intentar mantener la relación sólo nos producirá más frustración y sufrimiento al pelearnos con la realidad, por no aceptar que al otro ya no le interesa seguir. Fue su decisión terminar y te lo hizo saber a través de sus acciones. Te toca reconocer esa realidad y continuar tu camino.

También es sabido que uno no deja de querer al otro a pesar de sus acciones y de que la relación se haya terminado. Uno puede seguir amando a ese otro que decidió terminar con hechos la relación, pero entiende que sentir y actuar no es lo mismo. No estamos obligados a actuar todo lo que sentimos. Lo que sentimos es involuntario uno no lo decide, sino que lo reconoce, lo nombra y lo transita. Tenemos el poder de decidir qué sentimientos y emociones queremos actuar. Entre sentir y actuar hay un espacio, ahí se encuentra nuestro nivel de conciencia.

Se necesita hacer acopio de mucha voluntad y compromiso con uno mismo para a pesar de querer y seguir enamorados de ese otro que se ha marchado, decidir no actuar lo que sentimos porque comprendemos que cualquier paso dado en esa dirección para acercarnos al otro, sólo nos traerá más sufrimiento. 

Después de una separación, uno tiende a idealizar al otro y a la relación, sientes un vacío interior que relacionas con quien antes ocupaba ese espacio en tu vida. Es importante darse cuenta de que esa idealización no se corresponde con la realidad. El otro te demostró con acciones que no le interesa seguir en la relación y negarte a aceptar esta realidad sólo te producirá más frustración, decepción y sufrimiento.

Alejarte de las relaciones y las personas que te hacen daño es uno de los mayores actos de amor propio que puedes hacer por ti. Desgraciadamente uno no deja de amar cuando ha sido ese otro quien se marchó de la relación y hay que hacer un esfuerzo consciente para evitar acercarse, buscarlo o tener cualquier contacto con él o ella, pues representa un retroceso en tu recuperación y se trata de evitar hacer eso que te hace daño. 

No intentes olvidar o rechazar el recuerdo y las emociones vinculadas a esa otra persona porque lo que resiste persiste. No se trata de rechazar lo que sentimos sino de aprender a transitarlo. Hay que sentir para poder sanar. Respira para transitar tus emociones: inhalo siento, exhalo suelto, y así varias veces hasta que te sientas mejor. 

La neurociencia nos enseña que nuestro cerebro no sabe olvidar sólo sabe sustituir. Hay que crear nuevas carreteras neuronales, hábitos y prácticas, para recuperar nuestro bienestar. Debemos hacernos de una rutina que favorezca todas esas actividades y estímulos que ayudan a nuestro cerebro a producir los neurotransmisores de la felicidad, los llamados cuatro fantásticos: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. 

Muévete, sal con tus amigos, camina, medita, lee, abraza, baila, escucha música que te anime, viaja, regálate comidas sabrosas, pasea, cumple tus antojos y busca ayuda profesional si así lo consideras. 

Es en los momentos más duros de nuestra vida cuando desarrollamos el músculo de la resiliencia. Esa cualidad tan necesaria para superar los desafíos de la vida y salir fortalecidos como resultado de todo lo que aprendemos en el proceso. De esta etapa se sale con mucho amor propio y responsabilidad emocional. La responsabilidad es capacidad para responder, estarás mejor preparada para continuar el viaje sin depender, conociéndote mejor, conectada con tus necesidades y reconociendo tus miedos, para tomar decisiones basadas en lo que quieres, aquello que es importante para ti y que suma a tu bienestar.

Tú sabías cómo estar y sentirte bien antes de que esa persona llegara a tu vida. Recuerda todo lo que te gustaba de ti y de tu vida antes de él o ella. 

Una de mis mayores certezas de vida es que no estoy sola porque estoy conmigo, me tengo a mi. Es liberador aprender a disfrutar de la propia compañía pues así las relaciones son cuestión de elección y no de necesidad. Y cuando uno elige ya no depende. Esa es la meta para poder superar la dependencia emocional y continuar avanzando en el camino del bienestar.

¿Desde dónde nos relacionamos?

En las sociedades occidentales aprendimos a relacionarnos desde la carencia, buscando afuera lo que creemos nos falta. Así nos creímos el cuento de la media naranja, donde un otro nos completa. Nos lo enseñaron las películas, las novelas, las series de televisión, las canciones y baladas que romantizan la dependencia emocional. Nos hicieron creer que la felicidad viene de afuera y hasta soñamos con el príncipe azul.

Cuando nos relacionamos desde la carencia, de igual manera se instaura en nuestra vida el miedo permanente a perder eso que hemos decidido creer es la fuente de nuestro bienestar. De este modo, nuestros vínculos se construyen desde el apego que según señalan los budistas es la principal fuente de sufrimiento.

Se trata de redefinir nuestros vínculos desde la certeza de que el amor es un espacio para crecer y compartir, que construimos desde la libertad de elegir y no desde la necesidad y la dependencia a otro. Porque cuando uno necesita ya no elige y el miedo a perder esa felicidad que has puesto afuera de ti, en tu pareja, es una carga muy pesada de sostener y nos causa mucho sufrimiento.

Debemos recordar que una relación siempre es de dos por lo que una sola parte nunca será la responsable del estado de la relación. Lo que el otro decida hacer con su mitad del puente para bien o para mal no es nuestra responsabilidad. Sólo somos responsables de lo que hacemos nosotros. Si el otro decide alejarse, ausentarse, enojarse, mentir o salirse de la relación, esa es su decisión y no somos responsables de los actos de los demás, únicamente de los propios. Hay que aprender a dejar de sentirnos culpables por lo que hace otro.

En realidad, uno nunca pierde a nada ni a nadie en esta vida pues nada se termina solamente se transforma. Cuando asumimos el sentido de temporalidad de todo en esta vida, aprendemos a vivir en el presente, valorando y agradeciendo lo que es. Se acrecienta el disfrute en el ahora y siempre podemos elegir aprender, aún en las peores circustancias.

Se trata de reconocer que uno se relaciona desde la plenitud y el disfrute, para compartir todo lo que somos sin necesitar que otro me complete o me entregue aquello que necesito. Porque me reconozco capaz, quiero y puedo entregármelo yo, porque me asumo protagonista de mi vida y creadora de mi felicidad.

El apego y las expectativas nos generan mucho sufrimiento, ambos parten de creencias erróneas y limitantes que sabotean nuestro bienestar y nuestra autoestima. Acá aparece ese concepto imprescindible que es la pareja interna. Para ello debemos observar y reconocer cómo es la relación que tengo conmigo, cómo me hablo, qué me digo, si me critico, me juzgo, me saboteo; o me acepto, me felicito, me cuido y me mimo. Se trata de hacer consciente mi diálogo interior y su impacto en mi bienestar.

A partir de este nuevo espacio de conciencia, vamos a reconstruir el vínculo con nosotros mismos desde la aceptación de todo lo que me gusta y no me gusta de mí. Sin juicios y con profunda compasión que no es otra cosa que comprendernos sin juzgar. Reconocer mis necesidades y elegir cómo, cuándo y con quién voy a satisfacerlas. Aprender a transitar las emociones y gestionar mis vacíos desde la certeza del “yo puedo” que es la base de la autoestima. El “yo puedo” tiene diferentes dimensiones: yo puedo sola, yo puedo aprender, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar. Comenzar a hacer uso de todas sus variantes porque desde el “yo puedo” me siento capaz y se cultiva la confianza básica que es una cualidad imprescindible para caminar por la vida.

Una vez que hemos creado la pareja interna, nos relacionamos con el mundo desde la plenitud y con la libertad de elegir. Aprendemos a disfrutar de la propia compañía y dejamos de depender. Ya no nos sentimos solos. Asumimos que somos creadores de nuestro bienestar y nuestra felicidad comprendiendo que nadie me va a querer cómo me quiero yo, que nadie me va a cuidar cómo me cuido yo, que nadie me va a respetar cómo me respeto yo, que nadie me va a mimar cómo me mimo yo. Porque esa es mi primera responsabilidad.

Y si todo lo anterior viniese también de afuera pues será dos veces bueno, sabiendo que tengo la garantía de que me lo he entregado primero yo. Recibo el amor, el cuidado, el apoyo, el mimo y la compañía que viene de afuera con gratitud y sin depender de esto para sentirme bien, simplemente reconociendo que suma a mi bienestar.

Se trata de salir al mundo a comer sin hambre, eligiendo alimentarme de lo que me hace bien. Uno tiene el poder de elegir de qué se quiere nutrir. Elige alimentarte de todo lo que sume a tu luz y tu bienestar, evita aquello que sabotea tu paz. El autocuidado parte por observar para luego poder elegir cómo me quiero nutrir, todo aquello que incorporo a mi vida a través de los sentidos y los lentes con los que miro e interpreto lo que ocurre afuera.

Es importante reconocer nuestras creencias limitantes, los condicionamientos familiares y sociales y aquellos mandatos externos que sabotean nuestro bienestar. Procuremos construir vínculos sanos reconociéndonos completos y capaces, con el propósito de compartir y nunca desde la carencia. Aprendamos a relacionarnos por placer y por disfrute para compartir sin depender. Liberarnos de la dependencia emocional es uno de los mejores regalos que podemos hacernos en esta vida, para viajar más ligeros y ser un poco más felices.

Finales y comienzos.

Las relaciones casi siempre se terminan un tiempo antes de que alguno de los dos que conforman la pareja sea quien lo diga. A su vez, no siempre a quien le toca decirlo es la parte que ha decidido terminar la relación, si no quien se ha visto obligado a expresarlo dado que el otro de manera pasiva lo ha conducido por ese camino tortuoso en el que ya uno no puede más con la situación de infelicidad que está viviendo. Siempre estamos comunicando, aun sin decir una palabra. Hablamos a través de nuestras acciones o por la falta de estas.

A raíz de la separación, comienza un período de transformación interior para adecuarnos a la nueva realidad. Recuerda que los principios casi siempre llegan disfrazados de finales.

Lo que nadie nos dice después de una separación es que vas a vivir una etapa muy dura y difícil, donde para ser feliz hay que obligarse, tendrás que realizar un esfuerzo deliberado y consciente para intentar estar bien. Es como cuando tenemos que pasar un largo periodo de recuperación a consecuencia de una enfermedad y tenemos que obligarnos para hacer la terapia física y la tanda ejercicios que nos han recetado, para poder recuperar completamente la movilidad o sentirnos como antes. La enfermedad de la cual hay que recuperase en esta ocasión se llama desamor, es devastadora y asola al corazón.

Al principio es posible que tengamos nuestra percepción distorsionada y recordemos nuestro pasado, la relación y al otro como algo muy lindo, casi perfecto y maravilloso. No te engañes. El otro es real y por tanto de seguro hay más de una manera de comportarse o algunos rasgos de su personalidad que en realidad no te gustaban. Lo que extrañas es la sensación de ser amado, el estar en pareja, la rutina creada entre los dos y lo que duele es el vacío. Por tanto asocias el vacío con la persona que antes estaba ahí.

La buena noticia es que vas a salir de esta. Y créelo porque es así. Se trata ahora de poner tu energía y toda tu atención en tu proceso personal para recuperar la autoestima, tu integridad, capitalizar la experiencia aprendiendo del pasado y caminar hacia el futuro. Comenzar a ocuparte de ti, hacer consiente tus necesidades y encargarte de satisfacerlas. Iniciar el camino de la autodependencia.

En esta etapa de recuperación, comienza por hacer cosas que te gusten, actividades placenteras, comparte con tus amigos. Identifica las diferentes áreas que conforman tu vida y comienza a participar de ellas buscando satisfacer en cada una alguna de tus necesidades. Fortalece tu observador para darte cuenta cuando tus pensamientos te llevan de regreso al pasado, cancela los pensamientos negativos y evita mirar hacia atrás.

En esta etapa pueden ocurrir dos cosas. La primera es que intentes demostrarle al otro que te estas recuperando. No lo hagas, eso es mirar hacia atrás. Aunque sea para que el otro vea que estas bien, le estas dando importancia a lo que él o ella piensa de ti y eso ya no te debe interesar. Mira hacia adelante.

Lo segundo que pudiera suceder es que el otro quiera volver. Acá tienes que saber que no es que de repente y por arte de magia el otro se ha vuelto a enamorar de ti, lo que sucede es que también esta sintiendo el vacío y lo relaciona contigo. Busca su alimento afectivo donde lo encontraba antes. Las personas se quieren a partir de lo que conocen del otro, lo que comparten, el tiempo de convivencia, presencia, cariño, atenciones. El amor no crece desde la ausencia y la separación, lo que intenta evitar es el vacío y es muy probable que por eso el otro se ha acercado otra vez.

Es importante que retomes tu vida sin depender de alguien más para ser feliz. Una vez que hayas sanado, será el momento de considerar si el otro posee las cualidades, tipo de personalidad y manera de mirar la vida que para ti son importantes en la persona que deseas sea tu compañero de viaje para la vida.

Sanar es una elección que solo depende de ti, a partir de comprender y vivir nuestro duelo. Se ha cerrado una etapa de tu vida e inicia otra. De ti depende como quieres que sea y ponerte a trabajar para construirla.

Primero lo primero: dos enfoques al inicio de una relación de pareja.

Casi todos tenemos un ideal amoroso, seamos conscientes del mismo o no. Este ideal amoroso está relacionado a nuestro concepto del amor que se conformó durante la infancia a través de la relación que tuvimos con nuestros pilares afectivos y en especial con la figura materna. A partir del tipo de relación que tuvimos con nuestra madre, conformamos nuestra idea de qué es el amor y luego como adulto actuamos basado en esto que creemos.

La importancia de ser conscientes de nuestro ideal amoroso es evitar que el inconsciente mande en nuestra decisión de pareja.  De este modo, nos asumimos protagonistas para decidir desde un nuevo espacio de conciencia cómo, cuándo y con quién participar en el área de pareja. Ejercemos así nuestra libertad y derecho a ser, decidir y actuar tomando en cuenta cómo queremos que sea la persona con la que deseamos formar una pareja.

Este ideal amoroso expresa cómo somos y lo que queremos, cuáles son nuestras necesidades y todo aquello que nos gustaría vivir, sentir, experimentar en nuestra relación de pareja. Una relación es un acuerdo de convivencia, un espacio para crecer y compartir.

En la etapa inicial de una relación amorosa, suelen aparecer dos maneras de abordar la misma. La primera es considerar desde el primer instante que esa persona será con quien realizaremos nuestro ideal amoroso, y la segunda es tomarnos el tiempo que sea necesario para conocer al otro y de este modo saber si es o no, la persona con quien será posible realizar nuestra idea del amor.

En el primer caso iniciamos la relación idealizando casi por completo al otro y a la relación, ponemos casi toda nuestra atención en realizar nuestro ideal amoroso sin alcanzar a ver a la persona real con la cual estamos participando de la relación. Suele ocurrir que por más energía que le entregamos a nuestra idealización, la realidad termina por imponerse. Y es en ese momento cuando nos damos cuenta de que nos encontramos a mitad de camino entre la relación que deseamos tener y la relación que en realidad tenemos.

La distancia y espacio entre nuestro ideal amoroso y la realidad se llena de tristeza e insatisfacción, sin darnos cuenta comenzamos a pelearnos con la realidad, a intentar cambiar al otro y a aquello que no depende de nosotros, porque cada uno se relaciona a través de la persona que es. Las personas cambian, pero nadie cambia por otro, para cambiar hay que querer cambiar y esa es una decisión que sólo puede tomar uno mismo, de manera personal e intransferible. Una relación es de dos y sin importar cuánto te desvivas, si la otra parte no está presente en la relación desde la voluntad y el deseo genuino de construir y cultivar el vínculo, es muy difícil que la relación se mantenga porque ningún puente se sostiene de un sólo lado.

Cuando comenzamos nuestra relación desde la idealización, intentando contra viento y marea realizar nuestro ideal amoroso sin conocer al otro, nos adentramos sin darnos cuenta en un espiral descendente de desilusión y frustraciones cada vez que el otro desde su real y a través de sus acciones o por la falta de estas, se distancia de nuestro ideal amoroso. Esta separación entre la relación que quiero tener, lo que es importante para mí vivir en ella y la relación real en la que estoy, es fuente de muchas insatisfacciones y sufrimiento.

La causa de nuestro sufrimiento está en aquello que no queremos aceptar. Una vez que asumimos la realidad tal y cómo es, nos encontramos hasta la encomiable labor de transformarnos nosotros mismos.

La segunda manera de iniciar la relación de pareja es comenzar la misma regalándonos todo el tiempo que sea necesario para conocer al otro, para saber cómo es, observando y relacionándonos con la persona real. Primero te conozco y después decido si eres o no, la persona con quien quiero construir mi relación de pareja. Conocer a una persona es un proceso y lleva tiempo. Las personas se conocen por sus acciones y los otros casi siempre nos dicen cómo son. Se trata de detenernos a observar y escuchar, con el deseo genuino de ver la realidad, para en base a esto saber si con esta persona es posible realizar mi ideal amoroso, crear la relación que quiero.

Cada uno podrá hacer un recorrido por su historia sentimental y reconocer cuál de las dos maneras de iniciar una relación de pareja hemos experimientado y a partir de ahora ser consciente de qué queremos y qué podemos hacer para conseguirlo. Comenzar por el principio significa darnos tiempo para conocer al otro. Para eso son los primeros dos años de una relación, para conocerse y saber si es esta  la persona con la que será posible construir el vínculo de amor que deseo en mi relación de pareja.

Darse cuenta es el primer paso para cambiar. Tomando en cuenta esa frase tan sabia que nos recuerda, no esperes resultados diferentes si sigues haciendo lo mismo. Es ahora el momento para ser consciente si decidimos realizar nuestro ideal amoroso desde el instante primero en que nos sentimos atraídos por alguien, o por el contrario te regalas el tiempo que consideres necesario para conocer al otro. Sólo entonces sabrás si es posible o no realizar tu ideal amoroso con esa persona. A esta conclusión se llega de manera progresiva y representa la evolución natural de una relación.

Esa luz al final del túnel: superar la dependencia emocional.

Podemos considerar que tenemos una condición dependiente cuando nuestro bienestar está determinado por la presencia de otra persona en nuestra vida. Esta condición surge como resultado de creer que para estar y sentirnos bien necesitamos de esa persona y por lo tanto sólo seremos felices si estamos con él o ella. Podemos llegar a tal grado, de estar completamente convencidos de que sin esa persona no podremos vivir, cuando la realidad es que, si podemos y más aún, debemos, por salud mental y emocional, apelando al sentido más básico de supervivencia y amor propio.

Cuando tu bienestar o felicidad está condicionado por la presencia de otra persona o una relación, tal vez sea el momento de darse cuenta de que estás desarrollando un trastorno dependiente. Esto no es algo fácil de reconocer y está en tus manos pasar de ser una persona emocionalmente dependiente a convertirte en una persona emocionalmente responsable de tu vida y tu felicidad.

El comportamiento dependiente tiene su origen en la infancia. Los niños son dependientes por naturaleza. Necesitan del amor, cuidado, presencia y atención de un adulto que se ocupe de ellos para su supervivencia, bienestar y desarrollo. Ese estado dependiente que vivimos durante la infancia es posible que aún se manifieste en nosotros bajo determinadas circunstancias y con algunas personas, en especial con nuestra pareja. La buena noticia es que afortunadamente ese niño dependiente que alguna vez fuimos cuenta hoy con el adulto que eres tú ahora, quien podrá hacerse cargo de atender y satisfacer sus necesidades emocionales y afectivas, lo cual además de ser un privilegio, constituye el primer paso para lograr que tu bienestar dependa de ti.

La dependencia emocional en adultos está considerada como un tipo de adicción, de las denominadas adicciones sin sustancias. Sus características son similares a las de cualquier otro tipo de adicción, por lo que para poder superar esta condición se recomiendan métodos similares al manejo de adicciones. Hay personas que nos disparan la propensión a desarrollar este comportamiento. Lo que seguramente alguna vez habrás escuchado como “alguien que saca lo peor de mí”. Al hacerlo, esta persona te está mostrando aquella parte tuya que aún debes sanar, esa asignatura pendiente en la escuela de la vida que debemos superar para nuestra evolución y crecimiento personal.

Cuando estamos en una relación de dependencia nos llenamos de miedos e inseguridades, comenzamos a vivir una versión insana y desconocida de nosotros mismos que nos provoca angustias, ansiedad y alta dosis de sufrimiento. Vivimos en una montaña rusa con picos emocionales donde pasamos de sentirnos eufóricos y felices, a un estado de profunda frustración, temor y enojo. Estos picos emocionales acentúan y favorecen el comportamiento dependiente pues mantienen viva la ilusión de que el otro va a cambiar, motivados por recuerdo de cómo nos sentimos cuando estamos super felices en la cresta de la ola. Pero no sucede así, la ola baja y nosotros junto con ella, otra vez vuelta a empezar en ese ciclo dependiente que tiene un costo emocional demasiado alto. La vida es muy corta y valiosa para ser otra cosa que no sea felices. Procuremos que nuestras relaciones sean un espacio para crecer y compartir, donde podamos vivenciar nuestra mejor versión, aquellas cualidades que más nos gustan de nosotros mismos y cómo deseamos ser.

Se necesita ser valiente para reconocer la dependencia emocional y hacer cuanto sea necesario para superarla, para tomar el control de nuestra vida y sentir que somos libres de la carga tan dura de depender de alguien más para ser felices.

Lo primero es darse cuenta. Hacer consciente nuestro comportamiento dependiente para poder cambiar. Un indicador simple y efectivo para reconocer la dependencia emocional, es cuando podríamos describir nuestra relación con la frase: mal contigo y peor sin ti. Puedes reconocer que no eres feliz en esa relación, todo el sufrimiento que te ocasiona y, sin embargo, hay algo que no comprendes y que pareciera ser más fuerte que uno mismo que te impide terminarla. Se trata de comprender el origen del comportamiento dependiente y cuestionarnos el pensamiento o creencia errónea que lo origina. ¿Qué te hace creer que tu bienestar o supervivencia depende de alguien más? ¿Es esto cierto? ¿Qué pasa cuando decides creer este pensamiento? ¿Cómo serías tú sin ese pensamiento? ¿Cuál es el enganche?  ¿Cómo te quieres sentir?  ¿Qué puedes hacer que dependa de ti para estar bien?

Para tomar conciencia, es decir, darnos cuenta de lo que ocurre en nosotros y afuera, debemos fortalecer nuestro observador e identificar el pensamiento o creencia que está provocando lo que sientes, en especial cuando esta emoción tiene un impacto negativo en tu bienestar.

Es importante evitar actuar desde nuestro cuerpo emocional pues este siempre reacciona, porque esa es su naturaleza. Es muy probable que las acciones originadas desde la emoción que nos rebasa nos alejen de lo que deseamos lograr y nos encontramos haciendo más de lo mismo, repitiéndonos en el comportamiento  dependiente. Para ello debemos hacer una pausa que nos permita salirnos de nuestro cuerpo emocional, de este modo dejar de reaccionar y comenzar a responder, evitar actuar en automático el viejo programa dependiente. Esta pausa te permite tomar tiempo y distancia para decidir tu respuesta y tus acciones. Porque cuando uno decide, ya no depende. Y ahora tú eliges qué, cómo y cuándo responder.

Por lo general, uno casi nunca decide qué sentir, uno descubre lo que está sintiendo. Los sentimientos y las emociones se producen de manera involuntaria y a veces a pesar de nosotros mismos. Cuántas veces nos gustaría sentir diferente, poder provocar o alejar un sentimiento o una emoción. Lo que si podemos hacer es elegir aquellos sentimientos que deseamos actuar. Es precisamente los sentimientos y emociones que decidimos actuar y cómo lo hacemos lo que nos define.

Una vez que reconozco lo que siento, decido si voy a actuar o no eso que estoy sintiendo, hacer la pausa para decidir mis respuestas, tomando en cuenta lo que quiero para mí y para mi vida. Dicho de otro modo, los sentimientos son involuntarios pero nuestras acciones son voluntarias. Hay una gran diferencia entre sentir y actuar, un espacio en el cual practicar la pausa que te permite elegir tu respuesta. No estás obligado a actuar en automático todo lo que sientes. Tienes el poder de elegir tu respuesta y tus acciones.

Las personas emocionalmente dependientes buscan en su pareja el amor, reconocimiento y valoración que por alguna razón han dejado de entregarse a sí mismos. Se trata de recordar que tu valía radica en la persona que eres. Eres valioso por ser tú y todo lo que necesitas está dentro de ti ahora. Se trata de descubrirlo y usarlo para disfrutar de la vida sin depender de la validación de otro. Estrenar una mirada apreciativa y amorosa para nosotros mismos, sin juicios.

Es importante que seas consciente del sufrimiento que has vivido como resultado de la dependencia emocional. El costo emocional tan elevado que ha tenido para ti. Piensa en todo el dolor que te ha provocado ese comportamiento y esa relación, de esta manera reforzarás tus deseos para cambiar y superar la condición dependiente.

Nuestro bienestar se crea y nutre a través de las múltiples áreas en las que participamos de la vida y las cuales se corresponden con los diferentes roles que desempeñamos. Uno debe aprender a disfrutar de la vida sin pareja porque antes de ser pareja somos personas, debemos dedicar nuestra atención a esa área tan importante que es la relación con uno mismo. Conócete y esfuérzate en saber qué quieres y realiza acciones conscientes para conseguirlo. Se trata de aprender a estar bien con uno mismo y disfrutar de la propia compañía. Hay infinidad de cosas que puedes hacer. Recuerda cómo eras antes de conocer a esa persona y todo aquello que te gustaba hacer. Quizás sea ahora el momento para retomarlo. Desarrolla tus habilidades, identifica las otras áreas de tu vida donde satisfacer tus necesidades, dedica tiempo a tus hobbies, frecuenta a tus amigos, nutre tus afectos con otras fuentes de cariño, viaja, mira a tu alrededor para disfrutar de las pequeñas cosas y sobre todo cuídate y ámate como tú te lo mereces.

¿Qué puedo hacer con el miedo?

El miedo es tan inherente a nuestra naturaleza humana como cualquier otra emoción o sentimiento. Todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida y de seguro más de una vez, lo que es sentir miedo. El miedo biológico es importante y necesario, porque nos ha permitido sobrevivir como especie hasta nuestros días. Nos alerta y prepara para responder ante un peligro real y salir airosos de la situación. Ahora hablaremos del miedo psicológico que no necesariamente se corresponde a una situación real de peligro sino es el resultado de aquello que hemos decidido creernos, nuestras interpretaciones o pensamientos cargados de futuro, donde casi todo es incierto.

Tener cierto grado de temor resulta saludable cuando nos desarrolla sentido de autocuidado y nos previene de situaciones potencialmente peligrosas o no deseadas.  Sin embargo, el miedo pasa a ser una barrera cuando nos detiene y nos impide avanzar en el camino hacia la realización de nuestras metas, cuando se convierte en la limitación mental que nos paraliza y separa de lo que deseamos lograr.

El miedo, como todas nuestras emociones, es el resultado de un pensamiento que hemos decidido creernos, casi siempre sin darnos cuenta. Nuestros pensamientos provocan aquello que sentimos. Como piensas, sientes y como sientes, actúas. El tema es que los pensamientos viajan tan de prisa que muchas veces nos resulta muy difícil reconocer que aquello que sentimos ha sido originado en nuestra mente.

Los pensamientos asociados al miedo suelen estar cargados de pasado o de futuro. En el primer caso, cuando hemos vivido una experiencia traumática en el pasado y nos da temor que esta se pueda repetir. En el segundo caso, cuando el miedo es provocado por pensamientos cargados de futuro, anticipamos posibles escenarios adversos y situaciones no deseadas que pudieran presentarse. En ambos casos se trata de darnos cuenta de que el miedo es la consecuencia de que nuestra mente y nuestros pensamientos no están en el momento presente. Es nuestra mente, atada a pensamientos que temen se repitan experiencias traumáticas del pasado o cargado de incertidumbre sobre situaciones futuras, la que nos provoca el miedo que sentimos.

Es cierto que existen situaciones no deseadas del pasado que se pueden repetir. La posibilidad de que estas ocurran nuevamente está directamente relacionada a si aprendimos o no las lecciones que nos fueron entregadas a través de lo ocurrido. Si aprendiste de la experiencia, si llevas contigo la lección, es muy poco probable que se repita esa situación que no deseas. Pasa a ser asignatura superada y en este nuevo nivel de consciencia, estás mejor preparado para responder asertivamente y evitar que vuelva a ocurrir.

El futuro por definición es incierto, por lo cual resulta crucial desarrollar tolerancia a la incertidumbre. Aprender a vivir con ella como parte de la vida. Para ello es importante practicar mucho y casi todo el tiempo, la confianza en uno mismo y en el proceso de la vida. Se trata de construir la confianza básica que nade de creer en ti. La confianza en uno mismo se construye desde la plena conciencia del “yo puedo”. Existen diferentes modalidades del “yo puedo”: yo puedo solo, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar, yo puedo aprender. Esta nueva conciencia te permite creer en ti y en lo que percibes, desarrollar habilidades y cualidades que necesitas para responder a lo que pudiera acontecer afuera.

En ambos casos hablamos de traer nuestra atención y nuestra energía al aquí y al ahora. En el momento presente no hay nada que temer. Una vez que somos conscientes de esto, se trata de conectarnos con el presente y practicarlo todas las veces que nos sea posible, en especial cuando sentimos miedo. Para esto hay varias maneras, la más común es poner toda tu atención en la respiración y permanecer allí por un rato, concentrados únicamente en inhalar y exhalar. También puedes realizar cualquier otra actividad que has descubierto te conecta con el aquí y ahora, te permite salir de tu mente y dejar de entregarle tu energía al pensamiento que te provoca el miedo que estas sintiendo.

Existen diferentes tipos de miedo: el miedo al fracaso, el miedo al abandono, el miedo a la pérdida, el miedo a sufrir, miedo al rechazo, miedo a lo desconocido, entre muchos otros. Todos los tipos de miedos se pueden agrupar en dos grandes miedos. El miedo a la muerte, al final, a que algo se termine; y el miedo a la ausencia amor, a no sentirme querido, valorado, reconocido, aceptado. Como casi todos los temas, se trata de una cuestión de conceptos y definiciones.

A lo que llamas muerte o final es también un nuevo comienzo, es inicio y oportunidad. Nada se termina, todo se transforma. La esencia de todo lo que existe es energía y como seguramente escuchaste en alguna clase de física, la energía ni se crea ni se destruye solamente se transforma. La muerte o el final llega porque nos ha sido entregado todo lo que había allí para nosotros. Cuando nos aferramos a lo anterior, entramos en estado de estancamiento, estoy impidiendo que lo nuevo que me trae la vida llegue, estoy saboteando mi evolución y mi desarrollo.

El miedo a la ausencia de amor, que se manifiesta como miedo al abandono, al rechazo, a que no me valoren, a que no me vean, a que no me quieran entre muchas otras y diversas formas, surge del hecho de no estar amándome y aceptándome. Cuanto más me esfuerzo en que tú me ames, menos me estoy amando, menos me tomo en cuenta, más me estoy abandonando y más miedo tengo de que dejes de amarme. Hemos realizado una cesión de poder y como consecuencia, uno comienza a depender del exterior, a necesitar recibir de afuera aquello que dejamos de entregarnos y hacer por nosotros. Nos hemos abandonado, dejamos de estar en la relación con uno mismo, perdimos la conexión interior a nuestro Ser y fuente primaria de amor. El miedo al desamor dejará de existir cuando te tomes en cuenta, cuando seas tú el punto de partida y parte fundamental de ese amor, validación y aceptación que estas buscando afuera. Porque el amor sólo está completo cuando nos incluimos.

En muchas ocasiones el miedo al final y a la ausencia de amor se presentan al mismo tiempo y entrelazado, como las dos caras de una misma moneda. Por ejemplo, en el miedo a perder el trabajo, aparece el miedo a que algo se termine, al final, junto al miedo a la ausencia de amor, manifestada en el ámbito laboral como falta de reconocimiento, valoración o rechazo de mis jefes o la persona que me podría despedir.

Lo más importante es tomar conciencia que somos seres de luz y almas valientes viviendo esta aventura humana. Que nuestra transformación personal para convertirnos en la persona que queremos ser pasa por hacer consciente lo que deseamos cambiar.

Aquello que la vida me ofrece, cuanto acontece en mi vida, es lo que necesito para mi evolución personal hacia un nuevo nivel de conciencia. Incluso en las circunstancias más duras y difíciles, somos capaces de aprender y descubrir quiénes somos y cómo somos. Se trata de darnos permiso para recibir lo que la vida nos entrega cada día. ¿Cuál es el regalo? ¿Cuál es la lección? Asumir cada amanecer como una oportunidad para vivir la mejor versión de uno mismo, para ser mi mejor manifestación. Y dar el siguiente paso para recibir lo que está por venir.

La vida es un camino de amor por y para cada uno de nosotros desde la libertad de elegir nuestra actitud que es lo que crea y define nuestra existencia. Nos otorgamos los permisos de ser y actuar, todos los permisos que el miedo nos quita.  La seguridad proviene de creer en ti, en tus capacidades y recursos interiores, reconociendo que todo lo que sucede tiene un propósito de aprendizaje en tu vida. Tener fe no significa que todo va a ser como yo quiero, si no la certeza de que voy a encontrar la manera de estar bien independientemente de lo que pueda ocurrir allá afuera.

Recordemos que las emociones y sentimientos por sí solos no son ni buenos ni malos, son humanos. Su connotación positiva o negativa deriva del impacto que tienen en nuestro bienestar y nuestra salud, tomando en cuenta si contribuyen a que puedas lograr aquello que deseas en tu vida, o por el contrario son el obstáculo que te lo impide.

Creer en ti hace toda la diferencia en tu vida, esa confianza básica es el pilar sobre el que se construye tu bienestar. El miedo es el síntoma, la consecuencia de una creencia errónea o un pensamiento limitante que lo origina. Para transformarlo, debemos hacer consciente ese pensamiento que lo provoca y cuestionárnoslo. Cada pensamiento es una propuesta y uno decide si se sube o no a ese tren. Porque siempre hay otras opciones, otras propuestas y otras maneras de interpretar lo que acontece. Se trata de parar para responder en lugar de reaccionar. Desde esa pausa se abre un nuevo espacio de conciencia para cambiar aquello que sabotea nuestro bienestar.

Obra de todos.

Este espacio cobra vida a través de la presencia de ustedes. Es mi deseo más sincero hacerles llegar a todos y cada uno, mi más profundo agradecimiento por estar aquí y acompañarme en esta experiencia, por ofrecerme la oportunidad de compartir con ustedes enseñanzas y lecciones de vida, lo que aprendemos y desaprendemos en el camino.

Gracias por sus comentarios, visitas y todas sus contribuciones, por hacer suyas y hacer llegar a otros las semillas que aquí voy entregando. Su compañía es mi mejor y mayor inspiración. Me llena de gratitud saber que de alguna manera por pequeña que sea, han hecho suyas las reflexiones, historias y lecciones aquí compartidas, que cada quien sabrá cultivar a su manera y a su debido tiempo. Gracias a todos por el deseo compartido de ser un canal de bendiciones en este mundo.

Viaja hacia ustedes un abrazo muy fuerte con mis mejores deseos para el año que recién se estrena. Para que reciban todo cuanto necesiten, alegrías, paz, amor y todas las bendiciones para este nuevo año pleno de posibilidades.

Con amor y gratitud….

Betti Zanetti

Comenzar de nuevo.

Hay etapas en la vida que para ser feliz hay que obligarse. Empieza por poner tu atención en todo aquello que contribuye de alguna manera a tu bienestar, te hace sentir bien, por pequeño o rutinario que te parezca, intenta retener esa sensación agradable momentánea y todo lo que moviliza dentro de ti. Practica la gratitud, identifica todo lo que te gusta, funciona, está bien y es bueno para ti en tu vida. Y recuerda que la gratitud es el camino más corto hacia la felicidad. Las personas agradecidas casi siempre son más felices.

En etapas como esas, en las que no queda de otra que continuar y reinventarse, evita mirar hacia atrás. Deja de creer en los delirios y las trampas de la mente que casi siempre nos cuenta la historia distorsionada por nuestros deseos o aquellos pensamientos que decidimos creernos. Mira hacia adelante, en el camino, al encuentro contigo… un día a la vez.

Ser humanos implica reconocer que tenemos necesidades afectivas y emocionales que no podemos ignorar. Resulta lo más normal y común que busquemos satisfacer estas necesidades a través de nuestras relaciones.  Cuando nuestras necesidades de amor no son satisfechas en nuestra relación de pareja, se produce una sensación de vacío interior, por lo que sentimos frustración, enojo o tristeza. Son esas ocasiones en la cuales estando aún acompañados, nos sentimos solos. Como alguna vez escuché decir, no hay peor soledad que la que se siente cuando estás acompañado. También sucede cuando hemos terminado una relación y el dolor que te produce el vacío que sientes lo asocias a la persona con quien solías llenarlo. Situaciones hay muchas, se trata de estrenar y crear nuevas maneras personales para satisfacer nuestras necesidades y llenar nuestros vacíos, en especial poniendo la atención en nosotros, observando y participando como testigos del mundo exterior, descubriendo aquello que resuena contigo y te hace sentir bien. Se trata de procurarnos y entregarnos aquello que nos permite satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales, sin depender de otro para estar bien. Asumir nuestra responsabilidad con nuestro bienestar y nuestra felicidad.

Cada noche piensa en tres cosas buenas que hayan pasado ese día y las razones por las que consideras han sido buenas para ti. Si puedes escribirlas, mejor aún. Regálate un cuaderno donde puedas anotarlas, el “cuaderno de las cosas buenas” (que no siempre son cosas). Hazlo al menos durante 21 días que según la ciencia es lo que tardamos en crear un hábito. Transcurrido ese tiempo, evalúa el resultado, qué impacto ha tenido en ti.

No tenemos el control de lo que ocurre en nuestra vida, lo único que controlamos es nuestra actitud, cómo nos relacionamos y respondemos a aquello que ocurre afuera.  En el mundo exterior a diario se presentan situaciones e imprevistos que escapan a nuestro dominio y comprensión. Sin embargo, tenemos el poder de elegir cómo queremos responder a lo que ocurre afuera. Despierta a ese poder y úsalo. Desde tu observador puedes hacer una pausa y elegir tus acciones o respuestas.  Es importante entrenarnos y practicar para dejar de reaccionar y comenzar a responder como deseas hacerlo. Practica la pausa, regálate tiempo antes de responder. Recuerda que entre el estímulo la respuesta hay un espacio, donde se muestra tu nivel de conciencia y tu capacidad para hacer esa pausa que te permite dejar de reaccionar, para crear tu experiencia de vida a través de tus respuestas, decisiones, acciones.

Ser feliz es un acto de decisión personal, uno elige ser feliz y para ello, el primer paso es retomar la relación con uno mismo: saber quién eres, cómo eres, qué quieres y qué es importante para ti. La relación contigo es la más importante de tu vida, no sólo por el hecho innegable de que eres la única persona que estará contigo por el resto de tu vida, sino porque todo lo que construyas y vivas en ella será lo que puedas entregar y compartir con los demás.

Entre tu ideal amoroso y lo real: ¿qué depende de ti?

Casi todos tenemos una idea de cómo nos gustaría que fuera nuestra pareja y nuestra relación. Este ideal del amor lo creamos y proyectamos de manera inconsciente en nuestra relación de pareja, y lo usamos como una especie de brújula que nos indica el camino para vivir lo que creemos es el amor.

Durante la primera etapa de la relación amorosa, la etapa del enamoramiento es muy probable que el vínculo de la pareja se construya buscando satisfacer ese ideal. Estamos tan convencidos y cautivados con nuestra idea del amor que casi todo lo que ocurre lo percibimos a través de los lentes de nuestros deseos. Actuamos y vemos todo lo que deseamos que sea, cada paso, cada gesto se produce sin esfuerzo y de manera espontánea en la relación. Tenemos la sensación de que la unión de pareja se construye por sí sola, de manera natural, pareciera que el otro y la relación coincide en una suerte de milagro con nuestro ideal del amor. Nos seduce y fascina la coincidencia mágica entre la realidad y nuestro ideal amoroso. Cobran vida como en un cuento de hadas nuestras expectativas sobre amor en el mundo real, lo cual nos produce inmensa satisfacción y nos lleva a un estado de profundo enamoramiento.

El tiempo no se detiene y del mismo modo continua el decursar natural de la relación. Cada día nos relacionarnos más con la persona real y un poco menos con el ideal que tenemos del otro y del amor. Ambos miembros de la pareja son cada día más reales, más verdaderos y menos idealizados, Comienza así un proceso de separación entre ese ideal creado por nuestra mente a partir de nuestros deseos y expectativas; y la persona real que es y con quien mantenemos nuestra relación de pareja.

A veces y como resultado de este paso del enamoramiento al amor, es posible que nos demos cuenta de que se ha creado una separación entre lo que nos gustaría que fuera, lo que habíamos imaginado, nuestro ideal por una parte y por la otra, la persona real que es y con la que estamos. Esta diferencia entre nuestros deseos y la realidad tiene un impacto emocional significativo en nosotros.

Y es así como a golpe de realidad y con el consiguiente costo emocional, vamos descubriendo que estamos a mitad de camino entre la relación que deseamos vivir y la relación que en realidad tenemos, con el consiguiente saldo desfavorable de insatisfacción que se manifiesta de diferentes maneras. Comenzamos a vivir sin darnos cuenta y de manera cíclica ese la dinámica que nos lleva desde la ilusión, los deseos y la esperanza hacia la cuesta descendente de frustración, enojo, malestar, tristeza o desilusión. Y así sucesivamente, otra vez vuelta a empezar en este círculo vicioso con su cuota de infelicidad. Todo lo anterior, nos conduce de manera inevitable a plantearnos decisiones importantes en nuestra relación de pareja.

Si llegados a este punto deseamos encontrar soluciones dentro de la relación, debes comenzar por hacerle saber al otro cómo te sientes, decir aquello que quieres y qué es importante para ti. De esta manera saber si será posible vivir y satisfacer dentro de esa relación aquello que es importante para ti. Una relación se construye en base acuerdos que nos permiten crear ese lugar común donde encontrarse, para realizar y compartir aquello que si es posible para los dos en la relación de pareja.

El paso del enamoramiento al amor es todo un desafío para cualquier relación de pareja. Inevitablemente comenzamos a relacionarnos con la persona real y el amor ya no solo es un sentimiento sino también es una decisión, tomada desde la claridad y la comprensión mutua, de manera consciente. Se trata de poder ver al otro, a uno mismo y a la relación como realmente son en lugar de mirarla distorsionada a través de nuestros deseos y lo que queremos que sea. En la etapa del amor, el vínculo se mantiene de igual manera por el deseo y también por la voluntad de querer estar presente, compartir y crecer juntos en la relación. Viviendo el amor como un proceso, donde el destino final es el camino y viceversa, donde cada instante es una oportunidad para construir el vínculo que deseamos.

Se trata de asumir la relación como un proceso para reafirmarnos en la decisión de querer estar con el otro, con el real y a partir de allí, realizar aquello que deseas vivir con tu pareja. Es importante aprender de uno mismo y del otro a través de todas las situaciones que se van presentando cada día. Porque es a través de esta convivencia diaria que tenemos la oprtunidad de aprender cómo somos y cómo no somos, nosotros y el otro.

Una relación es un espacio para crecer a través de este aprendizaje mutuo, continuo y dinámico. También el sitio para compartir todo cuanto sea posible en las distintas dimensiones de la relación de pareja. Es el lugar donde se establece la conexión con el otro para crear el vínculo interior que nos sustenta.

No somos responsables de cumplir con el ideal que se ha creado el otro en su mente porque este ideal es fruto de su fantasía, allí fue concebido y no es posible meternos en la mente de otro para poder realizar exactamente los deseos de su imaginación.  Además, este ideal es eso, únicamente pensamientos y una persona es un ser vivo, real y multidimensional por lo que nunca podrá ser reducido a un pensamiento. Resulta mucho más sano y positivo, querer y poder vernos cómo realmente somos, mirar a la persona real para desde allí construir nuestra relación de pareja.

Puede ocurrir que en esta nueva etapa en la que nos relacionamos cada vez más con la persona real, nos demos cuenta de que esta no sea con quien quieres compartir tu vida, no es tu compañero de viaje. Llega el momento de continuar el viaje por tu cuenta, agradeciendo al otro y a la relación por todo lo vivido y aprendido.

También puede suceder que si quieres continuar en la relación y sin embrago esto no es posible, porque una relación siempre es de dos, no será suficiente con que tú lo quieras, la otra parte también tiene que estar presente y participar. El bote necesita que los dos remos se muevan a la par, pues cuando es sólo uno de los dos el que rema, este se queda dando vueltas en el mismo lugar sin lograr avanzar hacia ninguna parte. La energía y la ilusión de la parte que rema y realiza todo el esfuerzo por mantener a flote la relación se consume irremediablemente.

Se trata de hacer una pausa y detenernos a observar, para poder reconocer todo lo que ocurre dentro y fuera de ti. Poner atención para saber qué quieres y descubrir si esto será posible o no en esa relación y con esa persona.

Tener un ideal amoroso, expectativas, ilusiones, necesidades, deseos, pedir aquello que quieres en la relación, es parte consustancial a nuestra naturaleza humana, expresa la persona que somos. Se trata de darse cuenta si esto es posible de realizar en la relación de pareja que tenemos, si podrás vivir eso que es importante para ti junto a esa persona. Porque no todos queremos lo mismo en el amor, cada uno tiene necesidades diferentes y ama a través de la persona que es y cómo es.

Cada uno es responsable de decidir qué hacer y cómo conducirse con relación a su ideal del amor porque desde el principio este ha sido creado por uno mismo, fuimos nosotros quienes decidimos creer en él y tomarlo como guía en el amor. No hemos venido a este mundo para satisfacer el ideal amoroso o las expectativas que tienen los otros sobre cómo somos o cómo deberíamos ser. Y esto va de ida y vuelta, los otros tampoco son responsables de cumplir con nuestras expectativas e idealizaciones. Se trata de poder vernos, amarnos y aceptarnos cómo somos y en base a esto tomar nuestras decisiones de pareja.

Escucha a tu guía interior para saber qué quieres, qué es importante para ti y qué es posible en esa relación de pareja. Confiar en uno y en el proceso de la vida. Porque en esta vida todo sucede a su debido tiempo, ni antes ni después. Todo cuanto vivimos guarda un propósito y puedes estar seguro de que allí hay lecciones de vida importantes para ti. Para llegar a ese estado de paz interior que alcanzamos cuando podemos ver y comprender lo positivo que nos ha sido entregado a través de cada experiencia y cada relación. La felicidad pasa a través de amar la realidad y querer lo que es.

Está en tus manos y de ti depende, asegurarte de que exista al menos una persona en este mundo para quien lo que tú quieres en el amor sea importante, que lo tome en cuenta y haga cuanto sea posible por hacerlo realidad.

Esa persona eres tú…

En la comunión de las almas.

A Gabriel García Márquez

Nadie como tú para navegar con absoluta libertad en los mares desconocidos de la palabra, para fluir a tu antojo en aguas inexploradas, hilvanando frases mágicas y reales donde narrar lo indescriptible. El universo de las palabras puesto al servicio de los sentimientos, en ese acierto tan tuyo, único y personal de traducir lo que habita en el alma para expresar lo indecible. Eres la transfiguración del milagro y el talento, la huella eterna de lo divino en este mundo. La esperanza de la vida y la certeza del amor infinito como amuleto irreverente desafiando a la soledad.

Leerte siempre será un deleite superior donde encontrarle sentido a esta existencia, para resonar con lo mejor de nosotros mismos, en ese recinto interior donde confluye en armonía lo humano y lo divino, donde constatar nuestro sentido de pertenencia e identidad. Compartir la travesía en cada una de tus historias, fue la prueba irrefutable de la existencia del alma. Tus libros crearon ese espacio sin tiempo donde encontrarnos y comulgar, desde la esencia del Ser.

El opuesto de morir no es vivir, en realidad lo contrario de morir es nacer. La muerte es un paso más en el camino de la vida y su verdadero significado es transformación, para continuar el viaje esta vez desde otra dimensión y quedarnos por siempre habitando en el amor y luz, en la memoria perenne y lo infinito. En el corazón de quienes nos acompañaron en el camino.

Hubo un antes y un después cuando llegaste a mi vida. Creció mi mundo, esta vez hacia adentro y para siempre, me llevaste de la mano en un viaje sin retorno hacia la plenitud de mi alma. Gracias por enseñarme a volar, por iluminar con historias mi espacio interior, por llevarme a vivir en el universo real de los sueños y mantenerme por siempre fiel a la magia de los sentimientos.  Me quedo en tu paz.