De ti depende.

Aunque a veces nos resulte difícil de aceptar, cada quien tiene la vida que ha elegido, porque incluso cuando optas por no decidir, estás eligiendo no hacerlo. Se trata de asumir nuestra responsabilidad por las decisiones que hemos tomado a lo largo del camino. Si no estás a gusto, no te parece o quieres tu vida sea diferente, de ti depende que esto suceda. Son tus acciones y decisiones el puente que conecta tus deseos con la realidad. No es suficiente con comprenderlo e imaginar como sería, hay que hacerlo. Tus decisiones y tus acciones son el camino para construir la vida que quieres vivir.

También es muy cierto que uno a veces no elige lo que sucede en nuestra vida, pero siempre tiene el poder de elegir cómo responder a esto que ha ocurrido. La regla del 90/10. El 10 % es lo que ocurre en el mundo exterior y el 90% indica cómo nos relacionamos con esto, representa nuestra actitud. Aún en las situaciones más difíciles, uno siempre puede elegir aprender de esa experiencia. Es lo que le da valor y significado para nuestra vida.

En la sociedad actual la soledad es algo que se evita de diferentes maneras, pero en verdad puede significar una oportunidad para el autoconocimiento, la meditación y la reflexión; y a partir de aquí, para el cambio y el crecimiento personal. Conocerse a uno mismo, es el punto de partida para comprender cómo eres, qué quieres, cuáles son tus necesidades predominantes, los miedos asociados, tus recursos y talentos, tus creencias y pensamientos limitantes. Es importante saber cómo soy para llegar a ser cómo quiero.

No estamos determinados a ser de una única manera, tenemos el poder de cambiar nuestro comportamiento, desarrollar habilidades, aprender y evolucionar hacia un nuevo nivel de conciencia. A la par, debemos desaprender los viejos programas que nos limitan para poder crear y practicar los nuevos, esos que suman y contribuyen a nuestro bienestar y lo que deseamos lograr. Darse cuenta y hacerlo consiente es el primer y más importante paso para cambiar.

Todos tenemos modelos mentales que representan aquello que creemos y en base a los cuales nos comportamos y conducimos por la vida. Porque todos actuamos según aquello que creemos. No está ni bien ni mal tener modelos mentales, se trata de hacerlos consiente para evitar que estos dirijan y determinen nuestra existencia. Parte de este proceso consiste en hacer una pausa para dejar de reaccionar en automático y decidir nuestra respuesta tomando en cuenta aquello que deseamos lograr. Comenzar con el final en mente, evaluar las diferentes opciones y soluciones que se nos presentan a fin de tomar la mejor decisión. De este modo, podrás conseguir que tus sueños se hagan realidad a través de tus acciones.

Es simple, se trata de saber qué quieres y qué no quieres, para ti, en tu vida y en tus relaciones. Nótese que dije simple y no fácil, porque no lo es. Nos equivocamos cuando interpretamos lo simple como algo fácil, nada más alejado de la realidad. Simple y fácil no son sinónimos, al menos cuando se trata de cambiar y crear la mejor vida posible para uno. Casi siempre, hacerlo simple lleva implícito transitar todo un arduo camino de aprendizaje y crecimiento personal para llegar a ese nivel de conciencia que te permita saberlo, sentirlo y actuarlo, para que se convierta en tu realidad. De este modo, lograr aquello que deseas y crear la vida que quieres, será el resultado de tus acciones y tus decisiones, tomadas esta vez de manera consciente. Porque somos los arquitectos de nuestra vida y los creadores de nuestro destino.

Hacer que se pueda.

Ya conozco de todas esas verdades tan ciertas. Que la diferencia entre un día malo y uno bueno depende de nuestra actitud. Lo que hace extraordinario a lo ordinario es ese “extra” que está del lado de la voluntad. Que no controlamos lo que sucede afuera, pero podemos decidir cómo queremos responder a esto. Porque lo único que controlamos es nuestra actitud. Que la vida y cuanto en ella acontece es cómo uno quiera mirarla, uno tiene el poder de elegir los lentes que usa para mirar y participar de la vida. Que construimos nuestra realidad a través de los pensamientos que hemos decidido creernos. Porque como pensamos, sentimos y como sentimos, actuamos. Elige pensar aquello que suma a tu proceso y te acerca a tu bienestar. Que somos los únicos responsables de nuestra felicidad y nuestro bienestar, lo cual más que un derecho y una responsabilidad, es un gran privilegio, saber que estás a cargo de tu vida. Eres el protagonista de tu historia. Que poseemos el poder de decidir cómo queremos estar y cómo nos queremos sentir.

Cuantas certezas entendidas y asumidas. Y, aun así, permanece ese deseo primario de dejarse caer, de contar con alguien, un espacio, un lugar, un instante, unos brazos donde simplemente descansar, abandonarse, sentir que has llegado a casa y todo está bien. La ilusión de compartir el viaje. Para acompañarnos y apoyarnos.

Que todo lo que sabemos, sentimos y deseamos deje de ser excluyente, que encontremos la manera de hacerlo compatible, para crear un lugar común donde puedan coexistir verdades y deseos, donde ambos sean posibles y realizables.

Entre tu ideal amoroso y lo real: ¿qué depende de ti?

Casi todos tenemos una idea de cómo nos gustaría que fuera nuestra pareja y nuestra relación. Este ideal del amor lo creamos y proyectamos de manera inconsciente en nuestra relación de pareja, y lo usamos como una especie de brújula que nos indica el camino para vivir lo que creemos es el amor.

Durante la primera etapa de la relación amorosa, la etapa del enamoramiento es muy probable que el vínculo de la pareja se construya buscando satisfacer ese ideal. Estamos tan convencidos y cautivados con nuestra idea del amor que casi todo lo que ocurre lo percibimos a través de los lentes de nuestros deseos. Actuamos y vemos todo lo que deseamos que sea, cada paso, cada gesto se produce sin esfuerzo y de manera espontánea en la relación. Tenemos la sensación de que la unión de pareja se construye por sí sola, de manera natural, pareciera que el otro y la relación coincide en una suerte de milagro con nuestro ideal del amor. Nos seduce y fascina la coincidencia mágica entre la realidad y nuestro ideal amoroso. Cobran vida como en un cuento de hadas nuestras expectativas sobre amor en el mundo real, lo cual nos produce inmensa satisfacción y nos lleva a un estado de profundo enamoramiento.

El tiempo no se detiene y del mismo modo continua el decursar natural de la relación. Cada día nos relacionarnos más con la persona real y un poco menos con el ideal que tenemos del otro y del amor. Ambos miembros de la pareja son cada día más reales, más verdaderos y menos idealizados, Comienza así un proceso de separación entre ese ideal creado por nuestra mente a partir de nuestros deseos y expectativas; y la persona real que es y con quien mantenemos nuestra relación de pareja.

A veces y como resultado de este paso del enamoramiento al amor, es posible que nos demos cuenta de que se ha creado una separación entre lo que nos gustaría que fuera, lo que habíamos imaginado, nuestro ideal por una parte y por la otra, la persona real que es y con la que estamos. Esta diferencia entre nuestros deseos y la realidad tiene un impacto emocional significativo en nosotros.

Y es así como a golpe de realidad y con el consiguiente costo emocional, vamos descubriendo que estamos a mitad de camino entre la relación que deseamos vivir y la relación que en realidad tenemos, con el consiguiente saldo desfavorable de insatisfacción que se manifiesta de diferentes maneras. Comenzamos a vivir sin darnos cuenta y de manera cíclica ese la dinámica que nos lleva desde la ilusión, los deseos y la esperanza hacia la cuesta descendente de frustración, enojo, malestar, tristeza o desilusión. Y así sucesivamente, otra vez vuelta a empezar en este círculo vicioso con su cuota de infelicidad. Todo lo anterior, nos conduce de manera inevitable a plantearnos decisiones importantes en nuestra relación de pareja.

Si llegados a este punto deseamos encontrar soluciones dentro de la relación, debes comenzar por hacerle saber al otro cómo te sientes, decir aquello que quieres y qué es importante para ti. De esta manera saber si será posible vivir y satisfacer dentro de esa relación aquello que es importante para ti. Una relación se construye en base acuerdos que nos permiten crear ese lugar común donde encontrarse, para realizar y compartir aquello que si es posible para los dos en la relación de pareja.

El paso del enamoramiento al amor es todo un desafío para cualquier relación de pareja. Inevitablemente comenzamos a relacionarnos con la persona real y el amor ya no solo es un sentimiento sino también es una decisión, tomada desde la claridad y la comprensión mutua, de manera consciente. Se trata de poder ver al otro, a uno mismo y a la relación como realmente son en lugar de mirarla distorsionada a través de nuestros deseos y lo que queremos que sea. En la etapa del amor, el vínculo se mantiene de igual manera por el deseo y también por la voluntad de querer estar presente, compartir y crecer juntos en la relación. Viviendo el amor como un proceso, donde el destino final es el camino y viceversa, donde cada instante es una oportunidad para construir el vínculo que deseamos.

Se trata de asumir la relación como un proceso para reafirmarnos en la decisión de querer estar con el otro, con el real y a partir de allí, realizar aquello que deseas vivir con tu pareja. Es importante aprender de uno mismo y del otro a través de todas las situaciones que se van presentando cada día. Porque es a través de esta convivencia diaria que tenemos la oprtunidad de aprender cómo somos y cómo no somos, nosotros y el otro.

Una relación es un espacio para crecer a través de este aprendizaje mutuo, continuo y dinámico. También el sitio para compartir todo cuanto sea posible en las distintas dimensiones de la relación de pareja. Es el lugar donde se establece la conexión con el otro para crear el vínculo interior que nos sustenta.

No somos responsables de cumplir con el ideal que se ha creado el otro en su mente porque este ideal es fruto de su fantasía, allí fue concebido y no es posible meternos en la mente de otro para poder realizar exactamente los deseos de su imaginación.  Además, este ideal es eso, únicamente pensamientos y una persona es un ser vivo, real y multidimensional por lo que nunca podrá ser reducido a un pensamiento. Resulta mucho más sano y positivo, querer y poder vernos cómo realmente somos, mirar a la persona real para desde allí construir nuestra relación de pareja.

Puede ocurrir que en esta nueva etapa en la que nos relacionamos cada vez más con la persona real, nos demos cuenta de que esta no sea con quien quieres compartir tu vida, no es tu compañero de viaje. Llega el momento de continuar el viaje por tu cuenta, agradeciendo al otro y a la relación por todo lo vivido y aprendido.

También puede suceder que si quieres continuar en la relación y sin embrago esto no es posible, porque una relación siempre es de dos, no será suficiente con que tú lo quieras, la otra parte también tiene que estar presente y participar. El bote necesita que los dos remos se muevan a la par, pues cuando es sólo uno de los dos el que rema, este se queda dando vueltas en el mismo lugar sin lograr avanzar hacia ninguna parte. La energía y la ilusión de la parte que rema y realiza todo el esfuerzo por mantener a flote la relación se consume irremediablemente.

Se trata de hacer una pausa y detenernos a observar, para poder reconocer todo lo que ocurre dentro y fuera de ti. Poner atención para saber qué quieres y descubrir si esto será posible o no en esa relación y con esa persona.

Tener un ideal amoroso, expectativas, ilusiones, necesidades, deseos, pedir aquello que quieres en la relación, es parte consustancial a nuestra naturaleza humana, expresa la persona que somos. Se trata de darse cuenta si esto es posible de realizar en la relación de pareja que tenemos, si podrás vivir eso que es importante para ti junto a esa persona. Porque no todos queremos lo mismo en el amor, cada uno tiene necesidades diferentes y ama a través de la persona que es y cómo es.

Cada uno es responsable de decidir qué hacer y cómo conducirse con relación a su ideal del amor porque desde el principio este ha sido creado por uno mismo, fuimos nosotros quienes decidimos creer en él y tomarlo como guía en el amor. No hemos venido a este mundo para satisfacer el ideal amoroso o las expectativas que tienen los otros sobre cómo somos o cómo deberíamos ser. Y esto va de ida y vuelta, los otros tampoco son responsables de cumplir con nuestras expectativas e idealizaciones. Se trata de poder vernos, amarnos y aceptarnos cómo somos y en base a esto tomar nuestras decisiones de pareja.

Escucha a tu guía interior para saber qué quieres, qué es importante para ti y qué es posible en esa relación de pareja. Confiar en uno y en el proceso de la vida. Porque en esta vida todo sucede a su debido tiempo, ni antes ni después. Todo cuanto vivimos guarda un propósito y puedes estar seguro de que allí hay lecciones de vida importantes para ti. Para llegar a ese estado de paz interior que alcanzamos cuando podemos ver y comprender lo positivo que nos ha sido entregado a través de cada experiencia y cada relación. La felicidad pasa a través de amar la realidad y querer lo que es.

Está en tus manos y de ti depende, asegurarte de que exista al menos una persona en este mundo para quien lo que tú quieres en el amor sea importante, que lo tome en cuenta y haga cuanto sea posible por hacerlo realidad.

Esa persona eres tú…

El desapego desde el amor.

A veces pasamos buena parte de nuestro tiempo peleándonos con la realidad cuando se trata de ciertas personas y situaciones en nuestra vida. Nos desgastamos intentando que alguien nos ame de determinada manera cuando esta persona no puede hacer otra cosa que amarnos a través de la persona que es. Al final o desde el principio, cada uno ama según su tipo de personalidad que determina cómo interpreta la realidad, piensa, siente y actúa. Sabemos cuánta frustración, enojo y dolor nos produce esperar algo de alguien que sencillamente no te lo puede dar.

Cuando las personas que amamos actúan y se comportan de manera diferente a cómo quisiéramos o nos gustaría, casi siempre reaccionamos desde nuestra frustración, dolor y enojo ante esta situación. El otro también reacciona movido por sentimientos similares, el problema crece y el conflicto se hace cada vez mayor. Nos consumimos y agotamos en el drama.

Este es el momento para comenzar a practicar el desapego. Eso no significa que dejemos de querer a esa persona, si no que hemos comenzado a mirar y aceptar la realidad tal y cómo es, no como nos gustaría que fuese.  Le permitimos a esa persona ser quien realmente es y dejamos de desgastarnos en el intento infructuoso de que sea alguien diferente.

Validamos nuestros sentimientos e iniciamos los primeros pasos en el camino del desapego para dejar de participar de una dinámica que nos produce infelicidad y mucho dolor.  Se trata de aprender a amar y a relacionarnos con los otros tomando en cuenta la realidad y aceptando cómo es la otra persona. Los otros casi siempre nos dicen cómo son, somos nosotros los que nos empeñamos en no verlo. A través de sus decisiones, comentarios, acciones, respuestas, cómo nos tratan y cómo se comportan en la relación, los otros nos están diciendo cómo son y qué quieren, se están definiendo a ellos mismos y esto nada tiene que ver con quién o cómo eres tú. Cómo son los otros es algo que no depende de ti. Intentar que el otro cambie es un desgaste inútil porque no tenemos ese poder. Las personas cambian, pero nadie cambia por otro. Cambiar es un acto de decisión personal.

En el proceso de desapego desde el amor se abre la oportunidad de replantearnos nuestras relaciones sobre nuevas bases, tomando en cuenta quiénes somos, cómo somos, cuáles son nuestras necesidades y lo que queremos, redefiniendo que es importante para nosotros en la relación, abriendo nuestras manos para dejar ir y dejar ser. Se trata de regresar la atención hacia uno mismo para restablecer el vínculo contigo y reducir el impacto emocional que nos producen las acciones de los otros, para lograr que te afecte cada vez menos, para construir una dinámica más sana donde tu bienestar y felicidad dependa principalmente de ti mismo.

De este modo, asumimos la responsabilidad con nosotros de querernos, atendernos y cuidarnos. Le entregamos al otro la libertad y la posibilidad de ser quien es del mismo modo que recibimos nuestra libertad y nuestra vida de vuelta. Podemos decidir qué tipo de relación queremos establecer y cómo vamos a participar en ella, tomando en cuenta la realidad y todo aquello qué es importante para nosotros.

En el proceso de desapego validamos nuestros sentimientos y reconocemos que detrás del apego está el miedo. Miedo a la separación, a la pérdida, a sentirnos solos, a contactar con nuestro vacío interior y demás, lo cual nos hace sentir ansiosos, depender y necesitar al otro. Para comprender nuestros miedos y llenar nuestro vacío, es importante comenzar a confiar en nosotros mismos, desarrollar el amor propio y entender que en esta vida todo es temporal, lo cual me conduce a apreciar y disfrutar el presente y todo lo que tengo, con la certeza de que dada esta dinámica de temporalidad todo circula y nada se termina, solamente se trasforma. Cada uno tiene su camino y somos compañeros de ruta por lo que dure el trayecto.

En el camino hacia el desapego asumimos nuestra responsabilidad con nuestro bienestar atendiendo a nuestras necesidades afectivas y emocionales, participando en las diferentes áreas de nuestra vida donde existen otras fuentes de bienestar y cariño. Aceptamos la realidad y cómo es el otro porque aquello que no somos capaces de aceptar es la fuente primaria de nuestro sufrimiento. Buscamos llegar a ese espacio de compasión y gratitud donde dejamos ser al otro, al mismo tiempo que nos liberamos a nosotros mismos de toda la energía negativa inherente a la situación.

No somos responsable de lo que hacen y deciden los demás. Si la otra persona le dedica la mayor parte de su tiempo y atención al trabajo, a sus amigos, a su familia, a cierto hobby, a su grupo religioso, a su negatividad, a su necesidad de control, a su insatisfacción permanente, a algún tipo de adicción, a su inseguridad o cualquiera que sea el tema en su vida; sacamos nuestras manos y nuestros corazones de allí. Tomamos distancia emocional para apartarnos de esa dinámica practicando el desapego, nos apartamos emocionalmente para hacernos responsables de nuestro proceso. Elegimos una manera más sana de relacionarnos con la realidad.

Al principio, la idea del desapego puede resultarnos cuestionable y difícil de aceptar porque podría interpretarse como que el otro o los otros no nos importan. Hemos vivido toda una vida y hasta hoy, en la creencia errónea de que, a través de nuestra conducta apegada y dependiente, centrada en el otro y sintiéndonos responsables de su bienestar, demostramos cuánto amamos y cuánto nos importan los demás. Hemos confundido apoyar, ayudar, escuchar y acompañar con sentirnos responsables y hacernos cargo de la felicidad o infelicidad del otro. Hemos construido nuestras relaciones a partir de la creencia equivocada de que es mi responsabilidad que los otros estén bien, y por tanto soy responsable del estado de la relación.

Amar sin depender significa que queremos y nos importa mucho: los otros, nosotros y la relación, por lo que deseamos lograr que esta resulte lo más saludable posible para ambas partes. Porque cuando uno depende, ya no elige y cuando no tienes la posibilidad de elegir, no hay libertad y sin libertad no puede haber amor.

Aceptamos nuestra dependencia emocional porque dentro de nosotros vive el niño o la niña que alguna vez y por muchos años fuimos y nuestro niño es dependiente porque es un niño y esa es su naturaleza. El camino del desapego implica reconocer y aceptar nuestra dependencia para encontrar los caminos y las maneras de ocuparnos de ella, para satisfacer y procurarnos aquello que necesitamos y queremos desde la persona que soy hoy.  Desarrollar eso que se conoce como pareja interna, donde elijo a ocuparme de mi y mis necesidades practicando el amor propio.

La esencia del desapego desde el amor consiste en amar a los otros y en amarte también a ti. En griego amar se dice agapi que significa “dejar ser”. El desapego como acto de amor es justo esto, dejar ser al otro al mismo tiempo que nos permitimos ser a nosotros mismos, incluyéndonos en el amor.

La vida que tú elijas.

Nuestras acciones son el puente que conectan nuestros sueños con la realidad. Es a través de aquello que hacemos que podemos realizar y vivir lo que deseamos en esta vida y en este mundo. Nuestras acciones definen el camino para llegar a donde queremos estar en cuerpo y alma.  Cualquiera que sea la meta en tu vida, llegarás allí a través de lo que hagas en el momento presente.  Son tus acciones las que te llevaran a lograr aquello que deseas.  Cuando digo acciones, considero un muy amplio espectro de estas que va desde el Hacer más concreto y físico, hasta el Ser más introspectivo y espiritual. Tus acciones estarán dirigidas hacia aquellos espacios en ti y de tu vida en los que quieras crecer, cambiar, avanzar, aprender y compartir. Para encontrar el deseado equilibrio entre Ser y Hacer.

Tus pensamientos son muy importantes porque constituyen el detonador de tus acciones y los responsables directos de cada una de tus emociones y tu proceder. Detrás de cada emoción hay un pensamiento que la provoca, sólo que estos viajan tan de prisa y son tan poco explícitos, que nos cuesta trabajo reconocerlos e identificarlos. Los pensamientos juegan un papel fundamental en la realidad que nos creamos; escoge los buenos, los mejores, aquellos que te permitan avanzar en la dirección que elijas, para alcanzar y realizar aquello que deseas lograr en tu vida. Los pensamientos condicionan nuestra actitud para recorrer el camino de la vida, rigen nuestro sentir y nuestra conducta en cada situación. Recuerda que la calidad de tus pensamientos determina la calidad de tu vida.

Del mismo modo que el camino más corto hacia la felicidad es la gratitud, el camino más corto y directo para sentirnos muy infelices es quejarnos, compararnos y asumir el papel de víctima de las circunstancias y/o con los que nos rodean. En realidad, las cosas no “te” pasan, las cosas pasan, uno decide cómo interpretarlo y a partir de ahí eliges tu respuesta, cómo te vas a relacionar con lo sucedido. Las situaciones se nos presentan como una escuela para nuestro aprendizaje y crecimiento personal, para que salga a la luz lo mejor de nosotros mismos. Para superar asignaturas pendientes en el camino de la vida. Nos ofrecen la oportunidad de reconocer y utilizar todos nuestros talentos, capacidades y recursos interiores para encontrar soluciones y lograr lo que deseamos.

Se trata de darse cuenta, para cambiar la actitud de juzgar, quejarnos y compararnos por la de aprender de la situación, de la relación, de las personas y de nuestras circunstancias. Dejar de lamentarnos y encontrar otra manera de mirar la realidad para aprender de ella, para quedarnos con lo más valioso detrás de cada experiencia: la lección que nos regala.

Nuestra vida se construye en base a las decisiones que hemos ido tomando a lo largo del camino. Porque siempre elegimos, aun cuando no lo hacemos también estamos eligiendo. Es cierto que no todas nuestras decisiones son o han sido conscientes y que no haya sido no significa que no pueda ser. Se trata de hacer del proceso de toma de decisiones un acto consciente para regresar a ti el poder de elegir tus respuestas y tu actitud, la manera en que te relacionas con la realidad. Para dejar de reaccionar y comenzar a responder practicando la pausa, ese espacio de sabiduría que media entre lo que ocurre afuera y cómo respondemos.

Aquello que no queremos aceptar es nuestra principal causa de sufrimiento. Aceptar la realidad no significa resignarse. Resignarse es una actitud conformista y pasiva que alimenta el resentimiento y la desesperanza. La aceptación es dejar de pelearnos con la realidad para sacar el mejor provecho de la situación incluso cuando no estemos de acuerdo, ni aprobemos lo sucedido. Es la capacidad de aprender de la experiencia, la relación y tus circunstancias para evolucionar hacia un nuevo nivel de conciencia e implica un arduo trabajo personal, de mucha voluntad y compromiso con nuestro bienestar. Lo más fácil es resignarse pues es un acto pasivo que no representa ningún esfuerzo, me victimizo o busco culpables afuera o las dos cosas; mientras que la aceptación implica asumir nuestra responsabilidad para desarrollar la resiliencia, aprender, crecer y sacar el mejor provecho de la realidad.

Resulta decisivo para crear nuestra mejor experiencia de vida, conectarse con uno mismo adentro, con ese espacio de paz, luz y amor dentro de ti, tu esencia, tu verdadera naturaleza que además te vincula con aquello en lo que crees.  En tu Ser se encuentra la esencia de vida y energía que unifica y conecta a todo lo que existe en el universo.  Esa conexión profunda e interior con nuestro centro y esencia, será lo que nos permita trascender para formar parte de todo, para vivir y actuar desde tu verdadero Ser de paz, amor, luz y sabiduría. Para crear la vida que tú elijas.

Felicidad y pensamiento mágico.

Existe en nosotros el pensamiento realista, es decir, la capacidad de analizar de manera objetiva la realidad, con sus variables y cuánto acontece en ella, considerar los hechos tal y como son, sin interpretaciones, juicios, ni preferencias.  Y de igual manera también contamos con nuestro pensamiento mágico.

El pensamiento mágico representa nuestro mundo ideal o nuestra idealización de la realidad, situaciones, circunstancias, las relaciones y personas que conforman nuestro entorno afectivo. La estructura de pensamiento mágico para las relaciones afectivas condiciona las definiciones que tenemos sobre cómo deberían ser las personas, en especial aquellas con las cuales mantenemos relaciones afectivas.

Cuando en nuestras relaciones ponemos a competir a la persona ideal que existe en nuestro pensamiento mágico con la persona real, esta última casi siempre sale bastante desfavorecida. Así sucede cuando, por ejemplo, sin darnos cuenta, ponemos a competir a nuestro hijo ideal con el real, donde el segunda casi de seguro saldrá perdiendo. Además de llevarse consigo la tremenda carga de no sentirse visto ni aceptado. En las relaciones humanas y en especial con nuestros hijos, el reconocimiento y la aceptación del otro resulta crucial para la constitución y mantenimiento de un vínculo afectivo sano y determina la calidad de nuestra relación con ellos. Es parte de nuestra responsabilidad como padres mantener, cuidar y cultivar el vínculo con nuestros hijos, en especial cuando ellos aún no son adultos.  Es muy necesario expresar nuestro amor a través de una mirada apreciativa hacia ellos, valorándolos por la persona que son, mirando al alma, mirando adentro.

Por ello resulta tan importante que veas a tus hijos, tus padres, tu pareja y a todos los que quieres como ellos son, con profunda aceptación y gratitud porque ellos están en nuestra vida para entregarnos las lecciones que necesitamos aprender y crecer, para evolucionar como personas, mirando, escuchando y queriendo desde el alma. Siempre digo que cada relación en mi vida es una escuela y cada persona que participa de esa relación conmigo, un maestro.

La distancia entre nuestro pensamiento mágico y la realidad es lo que a menudo nos provoca sufrimiento, insatisfacción o desilusiones. Nuestro pensamiento mágico se expresa a través nuestras expectativas sobre los otros, las situaciones y circunstancias de la vida, por demás muy poco realistas. Esta insatisfacción muchas veces se traduce en forma de desilusión, en el “si, pero”, “casi”… en concentrar nuestra atención en aquello que nos falta y lo que nos gustaría que fuera.  Ese mal hábito de buscar el grano oscuro en el arroz produce mucha infelicidad, desear lo que no es o lo que no se tiene.

En nuestras relaciones cuando comparamos a nuestra pareja idea con la real, esta última casi siempre pierde porque es muy poco probable que el otro, el real, tenga la capacidad sobrenatural de adivinar por arte de magia lo que pienso y quiero para poder cumplir con las expectativas de mi pensamiento mágico. Porque además y con frecuencia, ni siquiera nosotros mismos sabemos a ciencia cierta lo que queremos. Que tremendo reto le pasamos al otro para adivinar y atinarle a lo que incluso ni nosotros mismos sabemos.

Cuando pretendemos que al otro le nazca hacer y entregar lo que esperamos de él, esto casi siempre nos traerá frustración garantizada, porque estamos poniendo al otro a adivinar y atinarle a nuestro pensamiento mágico. Cuando quieras algo, dilo, enséñales a los otros cómo tú quieres que te quieran.  El que no habla Dios no lo oye, cuando quieras algo, pídelo.

Ya lo sé, cuántas veces he escuchado decir: pero no es igual si se lo pido porque se supone que debería nacer del otro sin que yo se lo diga. El acto de amor está en que el otro me escuche y tome en cuenta lo que le pido, y no está en que adivine mi pensamiento mágico. Porque no tenemos una bola de cristal para mirar cada mañana y saber cuál es el pensamiento mágico de mi pareja, de mis hijos o las personas que viven conmigo para poder realizarle sus deseos y demostrarles así cuanto los amo.

Como muchas veces digo, la bola de cristal se me rompió, prefiero que me digas lo que quieres, lo que esperas, lo que te gustaría que hiciera y no me pongas a adivinar e interpretar tu pensamiento mágico. Hagamos de la relación un acto de amor y confianza donde podamos hablar con la certeza de que el acto de amor radica en que el otro escuche lo que le estoy diciendo, pidiendo o comentando. El gesto de amor es que el otro me tome en cuenta, valore y actué según aquello que le he compartido que es importante para mí.

Ese mal hábito de comparar mi mundo mágico con mi mundo real, casi siempre se expresa en forma de queja, disgusto y reclamo. Cuando en realidad lo que tenemos es casi siempre mucho más que lo que nos falta, lo que pasa es que no lo vemos. El pensamiento mágico nos lleva irremediablemente a fijarnos en lo que nos falta, nos impide valorar y disfrutar lo que tenemos.

Aprovechemos la oportunidad para enseñarle a nuestros hijos tolerancia la frustración, porque en la vida uno no siempre tiene lo que quiere y, aun así, sigue siendo buena. Esto no impide que seas feliz porque la vida es cómo uno quiere mirarla y vivirla, tú decides cómo quieres estar y cómo lo quieres pasar: bien o mal, feliz o insatisfecho. Tú decides.

La persona más feliz no es la que más tiene si no aquella que disfruta todo lo que tiene. Porque cuando no eres feliz con todo lo que tienes, no lo serás con lo que te falta. La felicidad es un acto de decisión personal, uno decide ser feliz cada día. La felicidad es una actitud ante la vida. Uno decide cómo actuar, interpretar y responder aquello que acontece cada día. Tú decides si quieres amargarte, quejarte y pensar que todo está mal o por el contrario, si quieres verlo como una valiosa oportunidad para observar y observarte, darte tiempo para decidir cómo quieres actuar, valorar cuáles son tus opciones, qué quieres hacer para ser y estar lo mejor posible dadas las circunstancia, para aprender y crecer con cada situación que se nos presenta.

La vida se trata de elegir. Igual que decides la ropa que te pones en la mañana, lo que te preparas para desayunar y el camino que tomarás para llevar a tus hijos a la escuela o llegar al trabajo. Uno tiene la posibilidad de decidir cómo quiere vivir su día. Tú eliges.

La felicidad es un tema del alma que poco tiene que ver con lo que pasa afuera o las cosas que tenemos. Se trata de reconocer, disfrutar y agradecer cuánto tenemos y vivimos. Se puede ser permanentemente feliz lo cual no significa que estemos siempre contentos. Se trata de mirarnos al alma, de mirar adentro. Hagamos de nuestra vida un acto de amor y de nuestras relaciones el mejor espacio donde compartirlo.