El desapego desde el amor.

A veces pasamos buena parte de nuestro tiempo peleándonos con la realidad cuando se trata de ciertas personas y situaciones en nuestra vida. Nos desgastamos intentando que alguien nos ame de determinada manera cuando esta persona no puede hacer otra cosa que amarnos a través de la persona que es. Al final o desde el principio, cada uno ama según su tipo de personalidad que determina cómo interpreta la realidad, piensa, siente y actúa. Sabemos cuánta frustración, enojo y dolor nos produce esperar algo de alguien que sencillamente no te lo puede dar.

Cuando las personas que amamos actúan y se comportan de manera diferente a cómo quisiéramos o nos gustaría, casi siempre reaccionamos desde nuestra frustración, dolor y enojo ante esta situación. El otro también reacciona movido por sentimientos similares, el problema crece y el conflicto se hace cada vez mayor. Nos consumimos y agotamos en el drama.

Este es el momento para comenzar a practicar el desapego. Eso no significa que dejemos de querer a esa persona, si no que hemos comenzado a mirar y aceptar la realidad tal y cómo es, no como nos gustaría que fuese.  Le permitimos a esa persona ser quien realmente es y dejamos de desgastarnos en el intento infructuoso de que sea alguien diferente.

Validamos nuestros sentimientos e iniciamos los primeros pasos en el camino del desapego para dejar de participar de una dinámica que nos produce infelicidad y mucho dolor.  Se trata de aprender a amar y a relacionarnos con los otros tomando en cuenta la realidad y aceptando cómo es la otra persona. Los otros casi siempre nos dicen cómo son, somos nosotros los que nos empeñamos en no verlo. A través de sus decisiones, comentarios, acciones, respuestas, cómo nos tratan y cómo se comportan en la relación, los otros nos están diciendo cómo son y qué quieren, se están definiendo a ellos mismos y esto nada tiene que ver con quién o cómo eres tú. Cómo son los otros es algo que no depende de ti. Intentar que el otro cambie es un desgaste inútil porque no tenemos ese poder. Las personas cambian, pero nadie cambia por otro. Cambiar es un acto de decisión personal.

En el proceso de desapego desde el amor se abre la oportunidad de replantearnos nuestras relaciones sobre nuevas bases, tomando en cuenta quiénes somos, cómo somos, cuáles son nuestras necesidades y lo que queremos, redefiniendo que es importante para nosotros en la relación, abriendo nuestras manos para dejar ir y dejar ser. Se trata de regresar la atención hacia uno mismo para restablecer el vínculo contigo y reducir el impacto emocional que nos producen las acciones de los otros, para lograr que te afecte cada vez menos, para construir una dinámica más sana donde tu bienestar y felicidad dependa principalmente de ti mismo.

De este modo, asumimos la responsabilidad con nosotros de querernos, atendernos y cuidarnos. Le entregamos al otro la libertad y la posibilidad de ser quien es del mismo modo que recibimos nuestra libertad y nuestra vida de vuelta. Podemos decidir qué tipo de relación queremos establecer y cómo vamos a participar en ella, tomando en cuenta la realidad y todo aquello qué es importante para nosotros.

En el proceso de desapego validamos nuestros sentimientos y reconocemos que detrás del apego está el miedo. Miedo a la separación, a la pérdida, a sentirnos solos, a contactar con nuestro vacío interior y demás, lo cual nos hace sentir ansiosos, depender y necesitar al otro. Para comprender nuestros miedos y llenar nuestro vacío, es importante comenzar a confiar en nosotros mismos, desarrollar el amor propio y entender que en esta vida todo es temporal, lo cual me conduce a apreciar y disfrutar el presente y todo lo que tengo, con la certeza de que dada esta dinámica de temporalidad todo circula y nada se termina, solamente se trasforma. Cada uno tiene su camino y somos compañeros de ruta por lo que dure el trayecto.

En el camino hacia el desapego asumimos nuestra responsabilidad con nuestro bienestar atendiendo a nuestras necesidades afectivas y emocionales, participando en las diferentes áreas de nuestra vida donde existen otras fuentes de bienestar y cariño. Aceptamos la realidad y cómo es el otro porque aquello que no somos capaces de aceptar es la fuente primaria de nuestro sufrimiento. Buscamos llegar a ese espacio de compasión y gratitud donde dejamos ser al otro, al mismo tiempo que nos liberamos a nosotros mismos de toda la energía negativa inherente a la situación.

No somos responsable de lo que hacen y deciden los demás. Si la otra persona le dedica la mayor parte de su tiempo y atención al trabajo, a sus amigos, a su familia, a cierto hobby, a su grupo religioso, a su negatividad, a su necesidad de control, a su insatisfacción permanente, a algún tipo de adicción, a su inseguridad o cualquiera que sea el tema en su vida; sacamos nuestras manos y nuestros corazones de allí. Tomamos distancia emocional para apartarnos de esa dinámica practicando el desapego, nos apartamos emocionalmente para hacernos responsables de nuestro proceso. Elegimos una manera más sana de relacionarnos con la realidad.

Al principio, la idea del desapego puede resultarnos cuestionable y difícil de aceptar porque podría interpretarse como que el otro o los otros no nos importan. Hemos vivido toda una vida y hasta hoy, en la creencia errónea de que, a través de nuestra conducta apegada y dependiente, centrada en el otro y sintiéndonos responsables de su bienestar, demostramos cuánto amamos y cuánto nos importan los demás. Hemos confundido apoyar, ayudar, escuchar y acompañar con sentirnos responsables y hacernos cargo de la felicidad o infelicidad del otro. Hemos construido nuestras relaciones a partir de la creencia equivocada de que es mi responsabilidad que los otros estén bien, y por tanto soy responsable del estado de la relación.

Amar sin depender significa que queremos y nos importa mucho: los otros, nosotros y la relación, por lo que deseamos lograr que esta resulte lo más saludable posible para ambas partes. Porque cuando uno depende, ya no elige y cuando no tienes la posibilidad de elegir, no hay libertad y sin libertad no puede haber amor.

Aceptamos nuestra dependencia emocional porque dentro de nosotros vive el niño o la niña que alguna vez y por muchos años fuimos y nuestro niño es dependiente porque es un niño y esa es su naturaleza. El camino del desapego implica reconocer y aceptar nuestra dependencia para encontrar los caminos y las maneras de ocuparnos de ella, para satisfacer y procurarnos aquello que necesitamos y queremos desde la persona que soy hoy.  Desarrollar eso que se conoce como pareja interna, donde elijo a ocuparme de mi y mis necesidades practicando el amor propio.

La esencia del desapego desde el amor consiste en amar a los otros y en amarte también a ti. En griego amar se dice agapi que significa “dejar ser”. El desapego como acto de amor es justo esto, dejar ser al otro al mismo tiempo que nos permitimos ser a nosotros mismos, incluyéndonos en el amor.

Dejar de pedir peras al olmo.

Existen diversos estudios, libros, conferencias, pruebas de campo, artículos especializados que avalan y fundamentan las diferencias físicas, neurológicas y bioquímicas entre hombres y mujeres. Conocer nuestras diferencias nos ayuda a acercarnos y comprendernos, con el propósito de entendernos sin juzgar, aceptar la realidad y dejar de esperar del otro aquello que sencillamente no puede ser o entregar. Se trata de evitar interpretar lo que sucede como algo personal y comprender que sencillamente el otro es así. Dejar de pedir peras al olmo para construir y compartir todo aquello que si es posible en nuestras relaciones. Porque de la mano de nuestras expectativas casi siempre llega la desilusión, por lo que resulta muy recomendable tener expectativas un poco más realistas para ser un poco más felices.

Hace un tiempo llegó a mi uno de esos libros donde tan bien se explica y fundamentan las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a su estructura cerebral y su manera de interpretar la realidad, lo cual condiciona su comportamiento. En este libro se plantea que hombres y mujeres tenemos diferencias neurofisiológicas y bioquímica, es decir, diferentes conexiones neuronales, actividad cerebral y composición hormonal. Estas diferencias son innegables y de muchas maneras determinan porque hombres y mujeres pensamos, sentimos y nos comportamos de manera diferente. Del mismo modo, considero imprescindible para cualquier análisis tomar en cuenta los tipos de personalidad y no únicamente la diferencia entre lo femenino o masculino, en aras de evitar darle un enfoque eminentemente sexista y simplista al tema.

Según lo explicado en este libro, lo masculino se maneja en la vida en función a objetivos y lo femenino se enfoca en el proceso. Un mismo hecho lo masculino lo entiende y aborda como un objetivo a cumplir y lo femenino como un proceso a vivir, tomando la experiencia momento por momento en el trayecto. Incorporando este criterio a los diferentes tipos de personalidad, mi manera de entenderlo y compartirlo sería que hay tipos de personalidad que viven la vida y cuanto acontece en ella como objetivos a cumplir y otras como procesos a transitar. Los primeros están enfocados hacia la meta y los segundos le dan más importancia al trayecto.

Esta manera de considerar la experiencia de vida como objetivo específico y concreto a cumplir, está ligada a la necesidad de sentir que avanzas en la vida, lograr metas y aquello que te propones. Las acciones están orientadas al resultado y encontrar soluciones, suele estar vinculado a la mentalidad de hacer. Las metas constituyen la principal fuente de motivación y encuentran gran satisfacción cuando logran poner la palomita de hecho o cumplido. El objetivo a cumplir es casi siempre más importante que el trayecto o proceso. Su mirada está puesta en el resultado.

Por su parte, los tipos de personalidad que viven y entienden la vida y sus situaciones como un proceso, la satisfacción y motivación suele estar vinculada a ser, vivir y sentir cada momento del camino, en lugar de lograr algo en específico, llegar a alguna meta o destino predeterminado. Vive la experiencia del trayecto, el proceso es tan importante como la meta a alcanzar.

Sucede también que las personalidades orientadas a metas y objetivos suelen tener su mente dividida en gavetas o cajones que se corresponden con cada rol o actividad que desempeñan en su vida. Su mente está compartimentada y sólo son capaces de abrir un cajón a la vez.  Cada gaveta se corresponde con un rol o área de su vida, por ejemplo: trabajo, esposo, padre, amigo, hijo, sobrino, pareja, tiempo libre, tele, hobby, deporte etc.

Por su parte, los tipos de personalidad que viven enfocadas al proceso suelen estar muy integradas, es decir, son todo el tiempo y a la vez, todos aquellos roles que desempeñan en su vida, por lo que cada área de su vida se encuentra interconectada.  Es por esto que determinado nivel de insatisfacción o infelicidad en un área de su vida influye y repercute de manera significativa en las demás.

Lo más importante será encontrar el equilibro en aras de nuestro bienestar y la armonía en nuestras relaciones, para acercarnos y comprendernos. De este modo, las personalidades en extremo compartimentadas deberán avanzar hacia la integración e interrelación de roles, afectos y áreas en su vida para incorporar y considerar a los otros, poder abrir más de una gaveta a la vez. Se trata de aprender a vincular los afectos, emociones y personas en las diferentes áreas de su vida. Del mismo modo que las personalidades completamente integradas, aprenderán a separar aquellas áreas de su vida que si funcionan y donde están bien, sin dejarse arrastrar y abatir por aquella única área en su vida donde experimenta un bajo nivel de satisfacción. Poder mirar lo que si funciona y está bien en nuestra vida y agradecerlo. Porque la gratitud es uno de los caminos más cortos hacia la felicidad.

De la diferencia entre los tipos de personalidades orientadas a objetivos y de estructura mental compartimentada y por el otro lado, aquellas centradas en el proceso e integradas, se desprenden una serie de actitudes y comportamientos muy diferenciados.  Todo lo cual suele ocurrir de manera casi siempre inconsciente.

El tipo de personalidad orientada a objetivos satisface la necesidad de sentir que avanza en la vida marcando como cumplido aquello que logra, olvida con facilidad porque vive la situación, marca “checked” y da vuelta a la página.  Por lo mismo, no suele disculparse ni sentirse culpable porque olvida para sentir que avanza, termina las discusiones antes, supera el tema y continúa hacia adelante. Necesita desprenderse para avanzar. Tiene la capacidad de separar las diferentes áreas de su vida y encontrar satisfacción en cada una de ellas por separado. Por lo mismo tienden a ser mono-focales y concretos, se concentra en una cosa a la vez.  Suelen ser mucho más visuales, reciben y procesan la información del mundo a través de aquello que ven.  En el tema felicidad suelen internalizarlo y son felices en la medida que logran aquellos objetivos que se proponen.

Este tipo de personalidad deberá aprender a dedicar tiempo y atención a aquellos a quienes ama, cuidar sus afectos y relaciones, estando presente y compartiendo lo que sienten.

Por su parte, las personalidades orientadas al proceso, como ya hemos mencionado, viven de manera completamente integrada todas las áreas y actividades de su vida. Son al mismo tiempo madres, esposas, profesionales, hijas, amigas, pareja, ama de casa, etc. Este tipo de personalidad por lo mismo de estar emocional y mentalmente centrada en el proceso suele se retentiva, no olvida con facilidad, se queda atada al problema y queda la huella profunda en su interior. Su tarea es aprender a soltar aquello que le hace sentir mal. Desprenderse del principio de sentirse necesitada y reconocida que moviliza su conducta y por lo cual suele hacerse cargo de casi todo y todos a su alrededor. Tiende a externalizar su idea de la felicidad, su bienestar depende de que las personas que están a su alrededor estén bien, por eso suele ocuparse de los otros y del bienestar de los otros de manera natural y espontánea. Esto con la contraparte de que entonces su infelicidad también depende de los otros o de lo que ocurra fuera. En gran medida depende del exterior y de los otros para sentirse bien.

Este tipo de personalidad orientada al proceso recibe la información del mundo de manera auditiva y a través de sus sensaciones…. siente y escucha. De ahí surge la intuición, la sabiduría interior, la visión de los ciegos que pueden percibir realidades por aumento de la sensibilidad. Por eso tiene tanta importancia para este tipo de personalidad la comunicación como pilar del proceso.

Se trata de poder ver y entender que si tu pareja tiene su mente dividida en gavetas, evita meterte en el cajón que no te corresponde, donde no te podrá entregar la atención que deseas, para de este modo dejar engancharte e interpretar su actitud como desamor, desatención o rechazo.  El típico ejemplo de que llamas a tu esposo al trabajo y él va directo al asunto, siendo poco cariñoso o atento. En ese momento él está en la gaveta con la etiqueta “Trabajo”, por lo que todo lo demás que intente introducirse en este cajón, al cual no pertenecen, recibirá muy bajo nivel de atención. Una vez que entiendes esto es muy probable que dejes de interpretar este evento de manera personal y por lo mismo dejará de afectarte.

Antes de terminar voy a detenerme un instante para aclarar que no pretendo realizar un análisis categórico sobre las diferencias entre hombres y mujeres. A la vez, no es menos cierto que por su estructura neurofisiológica y modelo mental, resulta mucho más común identificar en lo masculino el tipo de personalidad orientada a objetivos y mentalidad compartimentada; y en lo femenino, la personalidad orientada a procesos e integrada en todos sus roles. Que la mayoría de los hombres se comporten de cierta manera y la mayoría de las mujeres de otra, no significa que todos los hombres sean iguales y suceda otro tanto de lo mismo entre las mujeres. Las generalizaciones siempre son injustas.

A su vez y para enriquecer el análisis, los tipos de personalidad son dinámicos por lo que oscilan en diferentes niveles de salud o bienestar psicológico y emocional a lo largo del día y en las distintas etapas de la vida. Cada tipo de personalidad podrá encontrarse en su estado más extremo donde todos sus rasgos se acentúan, o por el contrario acercarse al punto de encuentro con el otro tipo de personalidad, moviéndose hacia el equilibrio.

Se trata de entender que una relación siempre es un proceso y nunca es un objetivo cumplido. El camino es el destino, para mantenernos enamorados y viviendo desde el amor toda la vida.