Los sentimientos no son ni buenos ni malos por sí mismos, si no con relación al impacto que tienen en nuestro bienestar y en quienes nos rodean. No son nuestros sentimientos si no las acciones y el comportamiento que se deriva de estos, los que podrían ser catalogados como beneficiosos o perjudiciales en base a las consecuencias que tienen para nosotros y los demás.
No debemos sentirnos mal, culpables o avergonzados por lo que sentimos pues en muchas ocasiones uno no decide lo que quiere sentir, no mandamos en nuestros sentimientos. Cuando se trata de lo que sentimos podemos reconocerlo, aceptarlo, aprender de ello, actuarlo, negarlo o reprimirlo. Esto último sería lo menos recomendable. Nuestras represiones se convierten en nuestras sombras, aquello que rechazamos en nosotros y en los otros. Ese rechazo tiene un impacto en nuestro bienestar porque lo que resistes, persiste. Se trata entonces de hacer consciente todo lo que nos permite sanar y cuidar de nuestra salud emocional.
Cuando rechazas un sentimiento estas experimentando el rechazo a nivel emocional lo cual provoca una reacción en tu cerebro donde se liberan principalmente dos neurotransmisores: cortisol y adrenalina. La presencia de estas sustancias en nuestro cerebro de manera prolongada tiene un impacto perjudicial para nuestra salud emocional y física. Es por ello que resulta crucial darnos permiso para experimentar todos los sentimientos sin rechazarlos ni juzgarnos. Hay que saber que no es lo mismo sentir que actuar. No tienes por qué actuar en automático todo lo que sientes.
Tenemos la capacidad de decidir cuáles sentimientos o emociones queremos actuar y cómo hacerlo. No estas obligado actuar todo lo que sientes, tienes el inmenso poder de hacer una pausa y desde ahí, decidir tu respuesta, elegir cuál sentimiento deseas actuar y cómo hacerlo. Se trata de usar la pausa para dejar de reaccionar y comenzar a responder. En la vida todo lo que hacemos tiene consecuencias. Somos responsables de nuestras decisiones y acciones, así como de las consecuencias que se derivan de las mismas. Procuremos entonces antes de actuar, hacer uso de esa pausa que nos permite tomar en cuenta los resultados que podrían derivarse de nuestras acciones y de este modo evitar hacernos daño o lastimarnos, a nosotros o a quienes nos rodean.
Se trata de aceptar lo que sentimos sin juzgarnos porque constituye una parte muy importante de quienes somos. Escuchar a nuestros sentimientos es una manera muy saludable de reconocernos y aceptarnos, es una parte fundamental del proceso de autoconocimiento y crecimiento interior. La aceptación, la compasión, la comprensión, el perdón, la gratitud y el amor realmente cobran total plenitud y toda su validez cuando nos incluimos, sólo están completos cuando comenzamos por nosotros mismos. Y tú eres la persona más importante a quien debes hablarle sobre tus sentimientos.