Felicidad y pensamiento mágico.

Existe en nosotros el pensamiento realista, es decir, la capacidad de analizar de manera objetiva la realidad, con sus variables y cuánto acontece en ella, considerar los hechos tal y como son, sin interpretaciones, juicios, ni preferencias.  Y de igual manera también contamos con nuestro pensamiento mágico.

El pensamiento mágico representa nuestro mundo ideal o nuestra idealización de la realidad, situaciones, circunstancias, las relaciones y personas que conforman nuestro entorno afectivo. La estructura de pensamiento mágico para las relaciones afectivas condiciona las definiciones que tenemos sobre cómo deberían ser las personas, en especial aquellas con las cuales mantenemos relaciones afectivas.

Cuando en nuestras relaciones ponemos a competir a la persona ideal que existe en nuestro pensamiento mágico con la persona real, esta última casi siempre sale bastante desfavorecida. Así sucede cuando, por ejemplo, sin darnos cuenta, ponemos a competir a nuestro hijo ideal con el real, donde el segunda casi de seguro saldrá perdiendo. Además de llevarse consigo la tremenda carga de no sentirse visto ni aceptado. En las relaciones humanas y en especial con nuestros hijos, el reconocimiento y la aceptación del otro resulta crucial para la constitución y mantenimiento de un vínculo afectivo sano y determina la calidad de nuestra relación con ellos. Es parte de nuestra responsabilidad como padres mantener, cuidar y cultivar el vínculo con nuestros hijos, en especial cuando ellos aún no son adultos.  Es muy necesario expresar nuestro amor a través de una mirada apreciativa hacia ellos, valorándolos por la persona que son, mirando al alma, mirando adentro.

Por ello resulta tan importante que veas a tus hijos, tus padres, tu pareja y a todos los que quieres como ellos son, con profunda aceptación y gratitud porque ellos están en nuestra vida para entregarnos las lecciones que necesitamos aprender y crecer, para evolucionar como personas, mirando, escuchando y queriendo desde el alma. Siempre digo que cada relación en mi vida es una escuela y cada persona que participa de esa relación conmigo, un maestro.

La distancia entre nuestro pensamiento mágico y la realidad es lo que a menudo nos provoca sufrimiento, insatisfacción o desilusiones. Nuestro pensamiento mágico se expresa a través nuestras expectativas sobre los otros, las situaciones y circunstancias de la vida, por demás muy poco realistas. Esta insatisfacción muchas veces se traduce en forma de desilusión, en el “si, pero”, “casi”… en concentrar nuestra atención en aquello que nos falta y lo que nos gustaría que fuera.  Ese mal hábito de buscar el grano oscuro en el arroz produce mucha infelicidad, desear lo que no es o lo que no se tiene.

En nuestras relaciones cuando comparamos a nuestra pareja idea con la real, esta última casi siempre pierde porque es muy poco probable que el otro, el real, tenga la capacidad sobrenatural de adivinar por arte de magia lo que pienso y quiero para poder cumplir con las expectativas de mi pensamiento mágico. Porque además y con frecuencia, ni siquiera nosotros mismos sabemos a ciencia cierta lo que queremos. Que tremendo reto le pasamos al otro para adivinar y atinarle a lo que incluso ni nosotros mismos sabemos.

Cuando pretendemos que al otro le nazca hacer y entregar lo que esperamos de él, esto casi siempre nos traerá frustración garantizada, porque estamos poniendo al otro a adivinar y atinarle a nuestro pensamiento mágico. Cuando quieras algo, dilo, enséñales a los otros cómo tú quieres que te quieran.  El que no habla Dios no lo oye, cuando quieras algo, pídelo.

Ya lo sé, cuántas veces he escuchado decir: pero no es igual si se lo pido porque se supone que debería nacer del otro sin que yo se lo diga. El acto de amor está en que el otro me escuche y tome en cuenta lo que le pido, y no está en que adivine mi pensamiento mágico. Porque no tenemos una bola de cristal para mirar cada mañana y saber cuál es el pensamiento mágico de mi pareja, de mis hijos o las personas que viven conmigo para poder realizarle sus deseos y demostrarles así cuanto los amo.

Como muchas veces digo, la bola de cristal se me rompió, prefiero que me digas lo que quieres, lo que esperas, lo que te gustaría que hiciera y no me pongas a adivinar e interpretar tu pensamiento mágico. Hagamos de la relación un acto de amor y confianza donde podamos hablar con la certeza de que el acto de amor radica en que el otro escuche lo que le estoy diciendo, pidiendo o comentando. El gesto de amor es que el otro me tome en cuenta, valore y actué según aquello que le he compartido que es importante para mí.

Ese mal hábito de comparar mi mundo mágico con mi mundo real, casi siempre se expresa en forma de queja, disgusto y reclamo. Cuando en realidad lo que tenemos es casi siempre mucho más que lo que nos falta, lo que pasa es que no lo vemos. El pensamiento mágico nos lleva irremediablemente a fijarnos en lo que nos falta, nos impide valorar y disfrutar lo que tenemos.

Aprovechemos la oportunidad para enseñarle a nuestros hijos tolerancia la frustración, porque en la vida uno no siempre tiene lo que quiere y, aun así, sigue siendo buena. Esto no impide que seas feliz porque la vida es cómo uno quiere mirarla y vivirla, tú decides cómo quieres estar y cómo lo quieres pasar: bien o mal, feliz o insatisfecho. Tú decides.

La persona más feliz no es la que más tiene si no aquella que disfruta todo lo que tiene. Porque cuando no eres feliz con todo lo que tienes, no lo serás con lo que te falta. La felicidad es un acto de decisión personal, uno decide ser feliz cada día. La felicidad es una actitud ante la vida. Uno decide cómo actuar, interpretar y responder aquello que acontece cada día. Tú decides si quieres amargarte, quejarte y pensar que todo está mal o por el contrario, si quieres verlo como una valiosa oportunidad para observar y observarte, darte tiempo para decidir cómo quieres actuar, valorar cuáles son tus opciones, qué quieres hacer para ser y estar lo mejor posible dadas las circunstancia, para aprender y crecer con cada situación que se nos presenta.

La vida se trata de elegir. Igual que decides la ropa que te pones en la mañana, lo que te preparas para desayunar y el camino que tomarás para llevar a tus hijos a la escuela o llegar al trabajo. Uno tiene la posibilidad de decidir cómo quiere vivir su día. Tú eliges.

La felicidad es un tema del alma que poco tiene que ver con lo que pasa afuera o las cosas que tenemos. Se trata de reconocer, disfrutar y agradecer cuánto tenemos y vivimos. Se puede ser permanentemente feliz lo cual no significa que estemos siempre contentos. Se trata de mirarnos al alma, de mirar adentro. Hagamos de nuestra vida un acto de amor y de nuestras relaciones el mejor espacio donde compartirlo.

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