Entre tu ideal amoroso y lo real: ¿qué depende de ti?

Casi todos tenemos una idea de cómo nos gustaría que fuera nuestra pareja y nuestra relación. Este ideal del amor lo creamos y proyectamos de manera inconsciente en nuestra relación de pareja, y lo usamos como una especie de brújula que nos indica el camino para vivir lo que creemos es el amor.

Durante la primera etapa de la relación amorosa, la etapa del enamoramiento es muy probable que el vínculo de la pareja se construya buscando satisfacer ese ideal. Estamos tan convencidos y cautivados con nuestra idea del amor que casi todo lo que ocurre lo percibimos a través de los lentes de nuestros deseos. Actuamos y vemos todo lo que deseamos que sea, cada paso, cada gesto se produce sin esfuerzo y de manera espontánea en la relación. Tenemos la sensación de que la unión de pareja se construye por sí sola, de manera natural, pareciera que el otro y la relación coincide en una suerte de milagro con nuestro ideal del amor. Nos seduce y fascina la coincidencia mágica entre la realidad y nuestro ideal amoroso. Cobran vida como en un cuento de hadas nuestras expectativas sobre amor en el mundo real, lo cual nos produce inmensa satisfacción y nos lleva a un estado de profundo enamoramiento.

El tiempo no se detiene y del mismo modo continua el decursar natural de la relación. Cada día nos relacionarnos más con la persona real y un poco menos con el ideal que tenemos del otro y del amor. Ambos miembros de la pareja son cada día más reales, más verdaderos y menos idealizados, Comienza así un proceso de separación entre ese ideal creado por nuestra mente a partir de nuestros deseos y expectativas; y la persona real que es y con quien mantenemos nuestra relación de pareja.

A veces y como resultado de este paso del enamoramiento al amor, es posible que nos demos cuenta de que se ha creado una separación entre lo que nos gustaría que fuera, lo que habíamos imaginado, nuestro ideal por una parte y por la otra, la persona real que es y con la que estamos. Esta diferencia entre nuestros deseos y la realidad tiene un impacto emocional significativo en nosotros.

Y es así como a golpe de realidad y con el consiguiente costo emocional, vamos descubriendo que estamos a mitad de camino entre la relación que deseamos vivir y la relación que en realidad tenemos, con el consiguiente saldo desfavorable de insatisfacción que se manifiesta de diferentes maneras. Comenzamos a vivir sin darnos cuenta y de manera cíclica ese la dinámica que nos lleva desde la ilusión, los deseos y la esperanza hacia la cuesta descendente de frustración, enojo, malestar, tristeza o desilusión. Y así sucesivamente, otra vez vuelta a empezar en este círculo vicioso con su cuota de infelicidad. Todo lo anterior, nos conduce de manera inevitable a plantearnos decisiones importantes en nuestra relación de pareja.

Si llegados a este punto deseamos encontrar soluciones dentro de la relación, debes comenzar por hacerle saber al otro cómo te sientes, decir aquello que quieres y qué es importante para ti. De esta manera saber si será posible vivir y satisfacer dentro de esa relación aquello que es importante para ti. Una relación se construye en base acuerdos que nos permiten crear ese lugar común donde encontrarse, para realizar y compartir aquello que si es posible para los dos en la relación de pareja.

El paso del enamoramiento al amor es todo un desafío para cualquier relación de pareja. Inevitablemente comenzamos a relacionarnos con la persona real y el amor ya no solo es un sentimiento sino también es una decisión, tomada desde la claridad y la comprensión mutua, de manera consciente. Se trata de poder ver al otro, a uno mismo y a la relación como realmente son en lugar de mirarla distorsionada a través de nuestros deseos y lo que queremos que sea. En la etapa del amor, el vínculo se mantiene de igual manera por el deseo y también por la voluntad de querer estar presente, compartir y crecer juntos en la relación. Viviendo el amor como un proceso, donde el destino final es el camino y viceversa, donde cada instante es una oportunidad para construir el vínculo que deseamos.

Se trata de asumir la relación como un proceso para reafirmarnos en la decisión de querer estar con el otro, con el real y a partir de allí, realizar aquello que deseas vivir con tu pareja. Es importante aprender de uno mismo y del otro a través de todas las situaciones que se van presentando cada día. Porque es a través de esta convivencia diaria que tenemos la oprtunidad de aprender cómo somos y cómo no somos, nosotros y el otro.

Una relación es un espacio para crecer a través de este aprendizaje mutuo, continuo y dinámico. También el sitio para compartir todo cuanto sea posible en las distintas dimensiones de la relación de pareja. Es el lugar donde se establece la conexión con el otro para crear el vínculo interior que nos sustenta.

No somos responsables de cumplir con el ideal que se ha creado el otro en su mente porque este ideal es fruto de su fantasía, allí fue concebido y no es posible meternos en la mente de otro para poder realizar exactamente los deseos de su imaginación.  Además, este ideal es eso, únicamente pensamientos y una persona es un ser vivo, real y multidimensional por lo que nunca podrá ser reducido a un pensamiento. Resulta mucho más sano y positivo, querer y poder vernos cómo realmente somos, mirar a la persona real para desde allí construir nuestra relación de pareja.

Puede ocurrir que en esta nueva etapa en la que nos relacionamos cada vez más con la persona real, nos demos cuenta de que esta no sea con quien quieres compartir tu vida, no es tu compañero de viaje. Llega el momento de continuar el viaje por tu cuenta, agradeciendo al otro y a la relación por todo lo vivido y aprendido.

También puede suceder que si quieres continuar en la relación y sin embrago esto no es posible, porque una relación siempre es de dos, no será suficiente con que tú lo quieras, la otra parte también tiene que estar presente y participar. El bote necesita que los dos remos se muevan a la par, pues cuando es sólo uno de los dos el que rema, este se queda dando vueltas en el mismo lugar sin lograr avanzar hacia ninguna parte. La energía y la ilusión de la parte que rema y realiza todo el esfuerzo por mantener a flote la relación se consume irremediablemente.

Se trata de hacer una pausa y detenernos a observar, para poder reconocer todo lo que ocurre dentro y fuera de ti. Poner atención para saber qué quieres y descubrir si esto será posible o no en esa relación y con esa persona.

Tener un ideal amoroso, expectativas, ilusiones, necesidades, deseos, pedir aquello que quieres en la relación, es parte consustancial a nuestra naturaleza humana, expresa la persona que somos. Se trata de darse cuenta si esto es posible de realizar en la relación de pareja que tenemos, si podrás vivir eso que es importante para ti junto a esa persona. Porque no todos queremos lo mismo en el amor, cada uno tiene necesidades diferentes y ama a través de la persona que es y cómo es.

Cada uno es responsable de decidir qué hacer y cómo conducirse con relación a su ideal del amor porque desde el principio este ha sido creado por uno mismo, fuimos nosotros quienes decidimos creer en él y tomarlo como guía en el amor. No hemos venido a este mundo para satisfacer el ideal amoroso o las expectativas que tienen los otros sobre cómo somos o cómo deberíamos ser. Y esto va de ida y vuelta, los otros tampoco son responsables de cumplir con nuestras expectativas e idealizaciones. Se trata de poder vernos, amarnos y aceptarnos cómo somos y en base a esto tomar nuestras decisiones de pareja.

Escucha a tu guía interior para saber qué quieres, qué es importante para ti y qué es posible en esa relación de pareja. Confiar en uno y en el proceso de la vida. Porque en esta vida todo sucede a su debido tiempo, ni antes ni después. Todo cuanto vivimos guarda un propósito y puedes estar seguro de que allí hay lecciones de vida importantes para ti. Para llegar a ese estado de paz interior que alcanzamos cuando podemos ver y comprender lo positivo que nos ha sido entregado a través de cada experiencia y cada relación. La felicidad pasa a través de amar la realidad y querer lo que es.

Está en tus manos y de ti depende, asegurarte de que exista al menos una persona en este mundo para quien lo que tú quieres en el amor sea importante, que lo tome en cuenta y haga cuanto sea posible por hacerlo realidad.

Esa persona eres tú…

Dejar de pedir peras al olmo.

Existen diversos estudios, libros, conferencias, pruebas de campo, artículos especializados que avalan y fundamentan las diferencias físicas, neurológicas y bioquímicas entre hombres y mujeres. Conocer nuestras diferencias nos ayuda a acercarnos y comprendernos, con el propósito de entendernos sin juzgar, aceptar la realidad y dejar de esperar del otro aquello que sencillamente no puede ser o entregar. Se trata de evitar interpretar lo que sucede como algo personal y comprender que sencillamente el otro es así. Dejar de pedir peras al olmo para construir y compartir todo aquello que si es posible en nuestras relaciones. Porque de la mano de nuestras expectativas casi siempre llega la desilusión, por lo que resulta muy recomendable tener expectativas un poco más realistas para ser un poco más felices.

Hace un tiempo llegó a mi uno de esos libros donde tan bien se explica y fundamentan las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a su estructura cerebral y su manera de interpretar la realidad, lo cual condiciona su comportamiento. En este libro se plantea que hombres y mujeres tenemos diferencias neurofisiológicas y bioquímica, es decir, diferentes conexiones neuronales, actividad cerebral y composición hormonal. Estas diferencias son innegables y de muchas maneras determinan porque hombres y mujeres pensamos, sentimos y nos comportamos de manera diferente. Del mismo modo, considero imprescindible para cualquier análisis tomar en cuenta los tipos de personalidad y no únicamente la diferencia entre lo femenino o masculino, en aras de evitar darle un enfoque eminentemente sexista y simplista al tema.

Según lo explicado en este libro, lo masculino se maneja en la vida en función a objetivos y lo femenino se enfoca en el proceso. Un mismo hecho lo masculino lo entiende y aborda como un objetivo a cumplir y lo femenino como un proceso a vivir, tomando la experiencia momento por momento en el trayecto. Incorporando este criterio a los diferentes tipos de personalidad, mi manera de entenderlo y compartirlo sería que hay tipos de personalidad que viven la vida y cuanto acontece en ella como objetivos a cumplir y otras como procesos a transitar. Los primeros están enfocados hacia la meta y los segundos le dan más importancia al trayecto.

Esta manera de considerar la experiencia de vida como objetivo específico y concreto a cumplir, está ligada a la necesidad de sentir que avanzas en la vida, lograr metas y aquello que te propones. Las acciones están orientadas al resultado y encontrar soluciones, suele estar vinculado a la mentalidad de hacer. Las metas constituyen la principal fuente de motivación y encuentran gran satisfacción cuando logran poner la palomita de hecho o cumplido. El objetivo a cumplir es casi siempre más importante que el trayecto o proceso. Su mirada está puesta en el resultado.

Por su parte, los tipos de personalidad que viven y entienden la vida y sus situaciones como un proceso, la satisfacción y motivación suele estar vinculada a ser, vivir y sentir cada momento del camino, en lugar de lograr algo en específico, llegar a alguna meta o destino predeterminado. Vive la experiencia del trayecto, el proceso es tan importante como la meta a alcanzar.

Sucede también que las personalidades orientadas a metas y objetivos suelen tener su mente dividida en gavetas o cajones que se corresponden con cada rol o actividad que desempeñan en su vida. Su mente está compartimentada y sólo son capaces de abrir un cajón a la vez.  Cada gaveta se corresponde con un rol o área de su vida, por ejemplo: trabajo, esposo, padre, amigo, hijo, sobrino, pareja, tiempo libre, tele, hobby, deporte etc.

Por su parte, los tipos de personalidad que viven enfocadas al proceso suelen estar muy integradas, es decir, son todo el tiempo y a la vez, todos aquellos roles que desempeñan en su vida, por lo que cada área de su vida se encuentra interconectada.  Es por esto que determinado nivel de insatisfacción o infelicidad en un área de su vida influye y repercute de manera significativa en las demás.

Lo más importante será encontrar el equilibro en aras de nuestro bienestar y la armonía en nuestras relaciones, para acercarnos y comprendernos. De este modo, las personalidades en extremo compartimentadas deberán avanzar hacia la integración e interrelación de roles, afectos y áreas en su vida para incorporar y considerar a los otros, poder abrir más de una gaveta a la vez. Se trata de aprender a vincular los afectos, emociones y personas en las diferentes áreas de su vida. Del mismo modo que las personalidades completamente integradas, aprenderán a separar aquellas áreas de su vida que si funcionan y donde están bien, sin dejarse arrastrar y abatir por aquella única área en su vida donde experimenta un bajo nivel de satisfacción. Poder mirar lo que si funciona y está bien en nuestra vida y agradecerlo. Porque la gratitud es uno de los caminos más cortos hacia la felicidad.

De la diferencia entre los tipos de personalidades orientadas a objetivos y de estructura mental compartimentada y por el otro lado, aquellas centradas en el proceso e integradas, se desprenden una serie de actitudes y comportamientos muy diferenciados.  Todo lo cual suele ocurrir de manera casi siempre inconsciente.

El tipo de personalidad orientada a objetivos satisface la necesidad de sentir que avanza en la vida marcando como cumplido aquello que logra, olvida con facilidad porque vive la situación, marca “checked” y da vuelta a la página.  Por lo mismo, no suele disculparse ni sentirse culpable porque olvida para sentir que avanza, termina las discusiones antes, supera el tema y continúa hacia adelante. Necesita desprenderse para avanzar. Tiene la capacidad de separar las diferentes áreas de su vida y encontrar satisfacción en cada una de ellas por separado. Por lo mismo tienden a ser mono-focales y concretos, se concentra en una cosa a la vez.  Suelen ser mucho más visuales, reciben y procesan la información del mundo a través de aquello que ven.  En el tema felicidad suelen internalizarlo y son felices en la medida que logran aquellos objetivos que se proponen.

Este tipo de personalidad deberá aprender a dedicar tiempo y atención a aquellos a quienes ama, cuidar sus afectos y relaciones, estando presente y compartiendo lo que sienten.

Por su parte, las personalidades orientadas al proceso, como ya hemos mencionado, viven de manera completamente integrada todas las áreas y actividades de su vida. Son al mismo tiempo madres, esposas, profesionales, hijas, amigas, pareja, ama de casa, etc. Este tipo de personalidad por lo mismo de estar emocional y mentalmente centrada en el proceso suele se retentiva, no olvida con facilidad, se queda atada al problema y queda la huella profunda en su interior. Su tarea es aprender a soltar aquello que le hace sentir mal. Desprenderse del principio de sentirse necesitada y reconocida que moviliza su conducta y por lo cual suele hacerse cargo de casi todo y todos a su alrededor. Tiende a externalizar su idea de la felicidad, su bienestar depende de que las personas que están a su alrededor estén bien, por eso suele ocuparse de los otros y del bienestar de los otros de manera natural y espontánea. Esto con la contraparte de que entonces su infelicidad también depende de los otros o de lo que ocurra fuera. En gran medida depende del exterior y de los otros para sentirse bien.

Este tipo de personalidad orientada al proceso recibe la información del mundo de manera auditiva y a través de sus sensaciones…. siente y escucha. De ahí surge la intuición, la sabiduría interior, la visión de los ciegos que pueden percibir realidades por aumento de la sensibilidad. Por eso tiene tanta importancia para este tipo de personalidad la comunicación como pilar del proceso.

Se trata de poder ver y entender que si tu pareja tiene su mente dividida en gavetas, evita meterte en el cajón que no te corresponde, donde no te podrá entregar la atención que deseas, para de este modo dejar engancharte e interpretar su actitud como desamor, desatención o rechazo.  El típico ejemplo de que llamas a tu esposo al trabajo y él va directo al asunto, siendo poco cariñoso o atento. En ese momento él está en la gaveta con la etiqueta “Trabajo”, por lo que todo lo demás que intente introducirse en este cajón, al cual no pertenecen, recibirá muy bajo nivel de atención. Una vez que entiendes esto es muy probable que dejes de interpretar este evento de manera personal y por lo mismo dejará de afectarte.

Antes de terminar voy a detenerme un instante para aclarar que no pretendo realizar un análisis categórico sobre las diferencias entre hombres y mujeres. A la vez, no es menos cierto que por su estructura neurofisiológica y modelo mental, resulta mucho más común identificar en lo masculino el tipo de personalidad orientada a objetivos y mentalidad compartimentada; y en lo femenino, la personalidad orientada a procesos e integrada en todos sus roles. Que la mayoría de los hombres se comporten de cierta manera y la mayoría de las mujeres de otra, no significa que todos los hombres sean iguales y suceda otro tanto de lo mismo entre las mujeres. Las generalizaciones siempre son injustas.

A su vez y para enriquecer el análisis, los tipos de personalidad son dinámicos por lo que oscilan en diferentes niveles de salud o bienestar psicológico y emocional a lo largo del día y en las distintas etapas de la vida. Cada tipo de personalidad podrá encontrarse en su estado más extremo donde todos sus rasgos se acentúan, o por el contrario acercarse al punto de encuentro con el otro tipo de personalidad, moviéndose hacia el equilibrio.

Se trata de entender que una relación siempre es un proceso y nunca es un objetivo cumplido. El camino es el destino, para mantenernos enamorados y viviendo desde el amor toda la vida.

Felicidad y pensamiento mágico.

Existe en nosotros el pensamiento realista, es decir, la capacidad de analizar de manera objetiva la realidad, con sus variables y cuánto acontece en ella, considerar los hechos tal y como son, sin interpretaciones, juicios, ni preferencias.  Y de igual manera también contamos con nuestro pensamiento mágico.

El pensamiento mágico representa nuestro mundo ideal o nuestra idealización de la realidad, situaciones, circunstancias, las relaciones y personas que conforman nuestro entorno afectivo. La estructura de pensamiento mágico para las relaciones afectivas condiciona las definiciones que tenemos sobre cómo deberían ser las personas, en especial aquellas con las cuales mantenemos relaciones afectivas.

Cuando en nuestras relaciones ponemos a competir a la persona ideal que existe en nuestro pensamiento mágico con la persona real, esta última casi siempre sale bastante desfavorecida. Así sucede cuando, por ejemplo, sin darnos cuenta, ponemos a competir a nuestro hijo ideal con el real, donde el segunda casi de seguro saldrá perdiendo. Además de llevarse consigo la tremenda carga de no sentirse visto ni aceptado. En las relaciones humanas y en especial con nuestros hijos, el reconocimiento y la aceptación del otro resulta crucial para la constitución y mantenimiento de un vínculo afectivo sano y determina la calidad de nuestra relación con ellos. Es parte de nuestra responsabilidad como padres mantener, cuidar y cultivar el vínculo con nuestros hijos, en especial cuando ellos aún no son adultos.  Es muy necesario expresar nuestro amor a través de una mirada apreciativa hacia ellos, valorándolos por la persona que son, mirando al alma, mirando adentro.

Por ello resulta tan importante que veas a tus hijos, tus padres, tu pareja y a todos los que quieres como ellos son, con profunda aceptación y gratitud porque ellos están en nuestra vida para entregarnos las lecciones que necesitamos aprender y crecer, para evolucionar como personas, mirando, escuchando y queriendo desde el alma. Siempre digo que cada relación en mi vida es una escuela y cada persona que participa de esa relación conmigo, un maestro.

La distancia entre nuestro pensamiento mágico y la realidad es lo que a menudo nos provoca sufrimiento, insatisfacción o desilusiones. Nuestro pensamiento mágico se expresa a través nuestras expectativas sobre los otros, las situaciones y circunstancias de la vida, por demás muy poco realistas. Esta insatisfacción muchas veces se traduce en forma de desilusión, en el “si, pero”, “casi”… en concentrar nuestra atención en aquello que nos falta y lo que nos gustaría que fuera.  Ese mal hábito de buscar el grano oscuro en el arroz produce mucha infelicidad, desear lo que no es o lo que no se tiene.

En nuestras relaciones cuando comparamos a nuestra pareja idea con la real, esta última casi siempre pierde porque es muy poco probable que el otro, el real, tenga la capacidad sobrenatural de adivinar por arte de magia lo que pienso y quiero para poder cumplir con las expectativas de mi pensamiento mágico. Porque además y con frecuencia, ni siquiera nosotros mismos sabemos a ciencia cierta lo que queremos. Que tremendo reto le pasamos al otro para adivinar y atinarle a lo que incluso ni nosotros mismos sabemos.

Cuando pretendemos que al otro le nazca hacer y entregar lo que esperamos de él, esto casi siempre nos traerá frustración garantizada, porque estamos poniendo al otro a adivinar y atinarle a nuestro pensamiento mágico. Cuando quieras algo, dilo, enséñales a los otros cómo tú quieres que te quieran.  El que no habla Dios no lo oye, cuando quieras algo, pídelo.

Ya lo sé, cuántas veces he escuchado decir: pero no es igual si se lo pido porque se supone que debería nacer del otro sin que yo se lo diga. El acto de amor está en que el otro me escuche y tome en cuenta lo que le pido, y no está en que adivine mi pensamiento mágico. Porque no tenemos una bola de cristal para mirar cada mañana y saber cuál es el pensamiento mágico de mi pareja, de mis hijos o las personas que viven conmigo para poder realizarle sus deseos y demostrarles así cuanto los amo.

Como muchas veces digo, la bola de cristal se me rompió, prefiero que me digas lo que quieres, lo que esperas, lo que te gustaría que hiciera y no me pongas a adivinar e interpretar tu pensamiento mágico. Hagamos de la relación un acto de amor y confianza donde podamos hablar con la certeza de que el acto de amor radica en que el otro escuche lo que le estoy diciendo, pidiendo o comentando. El gesto de amor es que el otro me tome en cuenta, valore y actué según aquello que le he compartido que es importante para mí.

Ese mal hábito de comparar mi mundo mágico con mi mundo real, casi siempre se expresa en forma de queja, disgusto y reclamo. Cuando en realidad lo que tenemos es casi siempre mucho más que lo que nos falta, lo que pasa es que no lo vemos. El pensamiento mágico nos lleva irremediablemente a fijarnos en lo que nos falta, nos impide valorar y disfrutar lo que tenemos.

Aprovechemos la oportunidad para enseñarle a nuestros hijos tolerancia la frustración, porque en la vida uno no siempre tiene lo que quiere y, aun así, sigue siendo buena. Esto no impide que seas feliz porque la vida es cómo uno quiere mirarla y vivirla, tú decides cómo quieres estar y cómo lo quieres pasar: bien o mal, feliz o insatisfecho. Tú decides.

La persona más feliz no es la que más tiene si no aquella que disfruta todo lo que tiene. Porque cuando no eres feliz con todo lo que tienes, no lo serás con lo que te falta. La felicidad es un acto de decisión personal, uno decide ser feliz cada día. La felicidad es una actitud ante la vida. Uno decide cómo actuar, interpretar y responder aquello que acontece cada día. Tú decides si quieres amargarte, quejarte y pensar que todo está mal o por el contrario, si quieres verlo como una valiosa oportunidad para observar y observarte, darte tiempo para decidir cómo quieres actuar, valorar cuáles son tus opciones, qué quieres hacer para ser y estar lo mejor posible dadas las circunstancia, para aprender y crecer con cada situación que se nos presenta.

La vida se trata de elegir. Igual que decides la ropa que te pones en la mañana, lo que te preparas para desayunar y el camino que tomarás para llevar a tus hijos a la escuela o llegar al trabajo. Uno tiene la posibilidad de decidir cómo quiere vivir su día. Tú eliges.

La felicidad es un tema del alma que poco tiene que ver con lo que pasa afuera o las cosas que tenemos. Se trata de reconocer, disfrutar y agradecer cuánto tenemos y vivimos. Se puede ser permanentemente feliz lo cual no significa que estemos siempre contentos. Se trata de mirarnos al alma, de mirar adentro. Hagamos de nuestra vida un acto de amor y de nuestras relaciones el mejor espacio donde compartirlo.

Enamoramiento y Amor. ¿Por qué nos enganchamos?

El enamoramiento es la etapa previa al amor. Cuando nos enamoramos nos relacionamos con el ideal, con esa persona idealizada que hemos creado en nuestra imaginación. Todo resulta natural y sin esfuerzo, nos enamoramos de manera espontánea porque la persona con la que estamos posee aquellas cualidades que nos atraen y alguna de las cuales a veces ni tan siquiera somos conscientes.  En esta etapa de idealización del otro, predominan la atracción física y química, los deseos, los sueños y nuestra idea del amor. Mucho más profundo yacen necesidades emocionales y afectivas, así como carencias del mismo tipo, de las cuales no somos conscientes y que de alguna manera marcaron nuestras relaciones afectivas en el pasado, iniciando en nuestra infancia.

El enamoramiento es la primera etapa de una relación y suele durar por lo general año y medio, aunque sabemos que para las relaciones no hay recetas y casi nada es absoluto ni definitivo. Cada pareja es un mundo y funciona a su manera. Durante la etapa del enamoramiento nos relacionamos casi siempre y mucho más con la persona idealizada, aquella que deseamos que sea y no tanto con la persona que en realidad es. Vemos al otro a través de los lentes de nuestros mejores deseos y muchas veces proyectamos en el otro cualidades que nos atraen y que no necesariamente están allí, sino que son un reflejo de nosotros mismos. Vemos en el otro aquello que nos gusta de nosotros mismos. Por supuesto que no todo en esta etapa es producto de nuestra imaginación ni está distorsionado por nuestros deseos, es también muy cierto que el otro tiene cualidades, actitudes y detalles que nos enamoran y nos hacen sentir muy bien en su compañía.

Sin embargo, ni tú ni el otro son muy reales en esta etapa pues ambos están haciendo su mejor y mayor esfuerzo por cumplir con las expectativas del otro en el arte de enamorar. Nos convertimos de manera natural y espontánea en aquello que vemos en los ojos de quienes deseamos. Modificamos nuestra conducta para enamorar al otro, con la genuina ilusión de que la relación funcione y ambos seamos lo que el otro ha buscado y espera en el amor. Realmente queremos ser su pareja.

Pasado el enamoramiento este cede el paso a la etapa del amor. En esta segunda etapa de la relación nos relacionamos cada día más con la persona real a medida que transcurre el tiempo. Cada día tú y el otro son más reales y menos idealizados.

Este paso del enamoramiento al amor es uno de los retos más grandes para la relación. Lo que antes nacía de manera espontánea y sin mayor esfuerzo comienza a hacerse cansino o rutinario, aparecen los primeros conflictos, las interpretaciones, los vacíos en la comunicación y las incomprensiones de una y otra parte. Vivimos un proceso de reajuste donde nos enojamos, nos contentamos, nos mal interpretamos, nos aclaramos, nos reconciliamos, en medio de un torbellino de dudas y sentimientos de todo tipo que crean confusión, frustración, contaminan la relación y debilitan el vínculo.

Las dudas aparecen y crecen, nos preguntamos ante cada tropiezo: ¿estoy con la persona que en realidad quiero que sea mi pareja?  La espontaneidad y los deseos van cediendo a la rutina y a veces al cansancio. Y es aquí el momento para tocar base contigo y regresar a ti. Saber quién eres y qué quieres, en especial de la relación y de tu pareja. Muchas veces tenemos mucho más claro lo que no queremos en nuestra relación y ese también es un camino muy válido para acercarnos a lo que queremos. Se trata de aprender a conocer y entender sin juicios, a mí y al otro.  Ser conscientes sobre qué quiero y qué necesito en mi relación, qué es importante para mí, para sentirme y estar bien en esa relación.

En la etapa del amor descubrimos que el amor no sólo es un sentimiento si no es también una decisión. Las parejas que están juntas es porque así lo han decidido. De este modo uno decide poner su atención en lo que si funciona, me gusta y está bien en el otro y en la relación. Se crea un espacio de tolerancia y entendimiento para hacer más llevadero lo que te gustaría fuera diferente. Es el momento de hablar para crear acuerdos sobre los temas que nos afectan. Donde pones tu atención crece. Las relaciones se construyen a través de la comunicación, llegando acuerdos a través de los cuales crear la relación que ambos desean.

En aquellas ocasiones en las cuales nos enganchamos en relaciones complicadas que nos producen mucha confusión e inestabilidad, podría ser que el otro de alguna manera nos recuerda, dado que se asemeja en su tipo de personalidad, a aquella figura afectiva inmediata, materna o paterna o hermanos, con la cual tuvimos una relación en el pasado marcada por conflictos emocionales no resueltos. De manera inconsciente buscamos solucionarlos en esta nueva relación. Ahora como adultos intentamos reescribir la historia para que esta vez si sea como nos habría gustado que fuera. Para recibir aquello que tanto necesitamos y añoramos de nuestra figura afectiva inmediata en esa etapa de la vida y que por alguna razón no nos fue entregado. Todo esto es un proceso completamente inconsciente, a través del cual y sin darnos cuenta intentamos solucionar conflictos emocionales no resueltos en el pasado con nuestras figuras afectivas inmediatas.

Sucede que esa semejanza en los tipos de personalidad entre aquella figura afectiva fundamental de nuestra infancia y esta otra persona en mi relación, condiciona y limita la posibilidad real de que esta vez logre recibir del otro lo que siempre he querido. Entre otras cosas porque cada quien se relaciona desde y a través de su tipo de personalidad y es muy probable que recibas y carezcas de lo mismo si ambos tienen un tipo de personalidad muy similar. Cada uno ama y expresa su amor a través de su tipo de personalidad. No recibirás peras del olmo por más que lo intentes, ames, te entregues y te desvivas en la relación.

La transición del enamoramiento al amor es una etapa muy importante de aprendizaje sobre mí y sobre el otro, de reconocimiento y aceptación de nuestro tipo de personalidad y la del otro, nuestra manera de vivir y de amar, lo que cada quien puede dar y recibir en la relación, saber que necesitamos y que podemos esperar. Es importante que podamos hacerlo sin juzgar para evitar contaminar el proceso y nuestra alma con la energía negativa del Ego, para evitar darle espacio a ese invento tan poco generoso que es la culpa, la crítica, las interpretaciones, lo que consideramos defectos, aquello que me molesta. Se trata de vivir este proceso desde nuestro Ser, para dedicar nuestra energía a lo positivo que hay mí, en el otro y en la relación, ese espacio de encuentro donde tú, el otro y la relación es posible y realizable.

Resulta importante identificar aquello que queremos en el amor y confirmarnos en nuestras decisiones. En este proceso aprendemos sobre nosotros mismos y sobre el otro, para crecer juntos y compartir el camino sin juzgarnos, reconociendo y creando ese espacio común donde lo positivo de ambos sea posible.

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