No estás obligado a actuar todo lo que sientes.

Cuando se termina una relación de pareja porque la otra persona decidió salirse de ella sin decírnoslo con palabras, pero demostrando a través de sus acciones que no le interesa continuar, nos toca asumir esa realidad y salirnos también de allí. Intentar mantener la relación sólo nos producirá más frustración y sufrimiento al pelearnos con la realidad, por no aceptar que al otro ya no le interesa seguir. Fue su decisión terminar y te lo hizo saber a través de sus acciones. Te toca reconocer esa realidad y continuar tu camino.

También es sabido que uno no deja de querer al otro a pesar de sus acciones y de que la relación se haya terminado. Uno puede seguir amando a ese otro que decidió terminar con hechos la relación, pero entiende que sentir y actuar no es lo mismo. No estamos obligados a actuar todo lo que sentimos. Lo que sentimos es involuntario uno no lo decide, sino que lo reconoce, lo nombra y lo transita. Tenemos el poder de decidir qué sentimientos y emociones queremos actuar. Entre sentir y actuar hay un espacio, ahí se encuentra nuestro nivel de conciencia.

Se necesita hacer acopio de mucha voluntad y compromiso con uno mismo para a pesar de querer y seguir enamorados de ese otro que se ha marchado, decidir no actuar lo que sentimos porque comprendemos que cualquier paso dado en esa dirección para acercarnos al otro, sólo nos traerá más sufrimiento. 

Después de una separación, uno tiende a idealizar al otro y a la relación, sientes un vacío interior que relacionas con quien antes ocupaba ese espacio en tu vida. Es importante darse cuenta de que esa idealización no se corresponde con la realidad. El otro te demostró con acciones que no le interesa seguir en la relación y negarte a aceptar esta realidad sólo te producirá más frustración, decepción y sufrimiento.

Alejarte de las relaciones y las personas que te hacen daño es uno de los mayores actos de amor propio que puedes hacer por ti. Desgraciadamente uno no deja de amar cuando ha sido ese otro quien se marchó de la relación y hay que hacer un esfuerzo consciente para evitar acercarse, buscarlo o tener cualquier contacto con él o ella, pues representa un retroceso en tu recuperación y se trata de evitar hacer eso que te hace daño. 

No intentes olvidar o rechazar el recuerdo y las emociones vinculadas a esa otra persona porque lo que resiste persiste. No se trata de rechazar lo que sentimos sino de aprender a transitarlo. Hay que sentir para poder sanar. Respira para transitar tus emociones: inhalo siento, exhalo suelto, y así varias veces hasta que te sientas mejor. 

La neurociencia nos enseña que nuestro cerebro no sabe olvidar sólo sabe sustituir. Hay que crear nuevas carreteras neuronales, hábitos y prácticas, para recuperar nuestro bienestar. Debemos hacernos de una rutina que favorezca todas esas actividades y estímulos que ayudan a nuestro cerebro a producir los neurotransmisores de la felicidad, los llamados cuatro fantásticos: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. 

Muévete, sal con tus amigos, camina, medita, lee, abraza, baila, escucha música que te anime, viaja, regálate comidas sabrosas, pasea, cumple tus antojos y busca ayuda profesional si así lo consideras. 

Es en los momentos más duros de nuestra vida cuando desarrollamos el músculo de la resiliencia. Esa cualidad tan necesaria para superar los desafíos de la vida y salir fortalecidos como resultado de todo lo que aprendemos en el proceso. De esta etapa se sale con mucho amor propio y responsabilidad emocional. La responsabilidad es capacidad para responder, estarás mejor preparada para continuar el viaje sin depender, conociéndote mejor, conectada con tus necesidades y reconociendo tus miedos, para tomar decisiones basadas en lo que quieres, aquello que es importante para ti y que suma a tu bienestar.

Tú sabías cómo estar y sentirte bien antes de que esa persona llegara a tu vida. Recuerda todo lo que te gustaba de ti y de tu vida antes de él o ella. 

Una de mis mayores certezas de vida es que no estoy sola porque estoy conmigo, me tengo a mi. Es liberador aprender a disfrutar de la propia compañía pues así las relaciones son cuestión de elección y no de necesidad. Y cuando uno elige ya no depende. Esa es la meta para poder superar la dependencia emocional y continuar avanzando en el camino del bienestar.

¿Desde dónde nos relacionamos?

En las sociedades occidentales aprendimos a relacionarnos desde la carencia, buscando afuera lo que creemos nos falta. Así nos creímos el cuento de la media naranja, donde un otro nos completa. Nos lo enseñaron las películas, las novelas, las series de televisión, las canciones y baladas que romantizan la dependencia emocional. Nos hicieron creer que la felicidad viene de afuera y hasta soñamos con el príncipe azul.

Cuando nos relacionamos desde la carencia, de igual manera se instaura en nuestra vida el miedo permanente a perder eso que hemos decidido creer es la fuente de nuestro bienestar. De este modo, nuestros vínculos se construyen desde el apego que según señalan los budistas es la principal fuente de sufrimiento.

Se trata de redefinir nuestros vínculos desde la certeza de que el amor es un espacio para crecer y compartir, que construimos desde la libertad de elegir y no desde la necesidad y la dependencia a otro. Porque cuando uno necesita ya no elige y el miedo a perder esa felicidad que has puesto afuera de ti, en tu pareja, es una carga muy pesada de sostener y nos causa mucho sufrimiento.

Debemos recordar que una relación siempre es de dos por lo que una sola parte nunca será la responsable del estado de la relación. Lo que el otro decida hacer con su mitad del puente para bien o para mal no es nuestra responsabilidad. Sólo somos responsables de lo que hacemos nosotros. Si el otro decide alejarse, ausentarse, enojarse, mentir o salirse de la relación, esa es su decisión y no somos responsables de los actos de los demás, únicamente de los propios. Hay que aprender a dejar de sentirnos culpables por lo que hace otro.

En realidad, uno nunca pierde a nada ni a nadie en esta vida pues nada se termina solamente se transforma. Cuando asumimos el sentido de temporalidad de todo en esta vida, aprendemos a vivir en el presente, valorando y agradeciendo lo que es. Se acrecienta el disfrute en el ahora y siempre podemos elegir aprender, aún en las peores circustancias.

Se trata de reconocer que uno se relaciona desde la plenitud y el disfrute, para compartir todo lo que somos sin necesitar que otro me complete o me entregue aquello que necesito. Porque me reconozco capaz, quiero y puedo entregármelo yo, porque me asumo protagonista de mi vida y creadora de mi felicidad.

El apego y las expectativas nos generan mucho sufrimiento, ambos parten de creencias erróneas y limitantes que sabotean nuestro bienestar y nuestra autoestima. Acá aparece ese concepto imprescindible que es la pareja interna. Para ello debemos observar y reconocer cómo es la relación que tengo conmigo, cómo me hablo, qué me digo, si me critico, me juzgo, me saboteo; o me acepto, me felicito, me cuido y me mimo. Se trata de hacer consciente mi diálogo interior y su impacto en mi bienestar.

A partir de este nuevo espacio de conciencia, vamos a reconstruir el vínculo con nosotros mismos desde la aceptación de todo lo que me gusta y no me gusta de mí. Sin juicios y con profunda compasión que no es otra cosa que comprendernos sin juzgar. Reconocer mis necesidades y elegir cómo, cuándo y con quién voy a satisfacerlas. Aprender a transitar las emociones y gestionar mis vacíos desde la certeza del “yo puedo” que es la base de la autoestima. El “yo puedo” tiene diferentes dimensiones: yo puedo sola, yo puedo aprender, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar. Comenzar a hacer uso de todas sus variantes porque desde el “yo puedo” me siento capaz y se cultiva la confianza básica que es una cualidad imprescindible para caminar por la vida.

Una vez que hemos creado la pareja interna, nos relacionamos con el mundo desde la plenitud y con la libertad de elegir. Aprendemos a disfrutar de la propia compañía y dejamos de depender. Ya no nos sentimos solos. Asumimos que somos creadores de nuestro bienestar y nuestra felicidad comprendiendo que nadie me va a querer cómo me quiero yo, que nadie me va a cuidar cómo me cuido yo, que nadie me va a respetar cómo me respeto yo, que nadie me va a mimar cómo me mimo yo. Porque esa es mi primera responsabilidad.

Y si todo lo anterior viniese también de afuera pues será dos veces bueno, sabiendo que tengo la garantía de que me lo he entregado primero yo. Recibo el amor, el cuidado, el apoyo, el mimo y la compañía que viene de afuera con gratitud y sin depender de esto para sentirme bien, simplemente reconociendo que suma a mi bienestar.

Se trata de salir al mundo a comer sin hambre, eligiendo alimentarme de lo que me hace bien. Uno tiene el poder de elegir de qué se quiere nutrir. Elige alimentarte de todo lo que sume a tu luz y tu bienestar, evita aquello que sabotea tu paz. El autocuidado parte por observar para luego poder elegir cómo me quiero nutrir, todo aquello que incorporo a mi vida a través de los sentidos y los lentes con los que miro e interpreto lo que ocurre afuera.

Es importante reconocer nuestras creencias limitantes, los condicionamientos familiares y sociales y aquellos mandatos externos que sabotean nuestro bienestar. Procuremos construir vínculos sanos reconociéndonos completos y capaces, con el propósito de compartir y nunca desde la carencia. Aprendamos a relacionarnos por placer y por disfrute para compartir sin depender. Liberarnos de la dependencia emocional es uno de los mejores regalos que podemos hacernos en esta vida, para viajar más ligeros y ser un poco más felices.

Qué es la espiritualidad?

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Cuando me preguntan qué es para mí la espiritualidad, la respuesta se me presenta en una palabra: conexión.

La espiritualidad es ese vínculo interior que descubrimos y vivimos con uno mismo, con los otros, en nuestro entorno y con aquello en lo que crees; llámese la fuente, Dios, inteligencia divina, poder supremo entre muchas otras y variadas denominaciones.

Representa la conexión interior, profunda e infinita que trasciende al mundo de las formas y la apariencia, que nos conecta a la esencia de lo que somos y todo lo que existe. Una vez constatada nuestra experiencia en el mundo material, nuestra sabiduría interior logra traspasar esta dimensión física, reconociendo una esencia común que nos permite vivir la experiencia del mundo espiritual, unidos en la esencia de todo lo que existe. Es por ello que nada se termina y todo se transforma. Del mismo modo que todo cambia en el mundo material y la dimensión física de la existencia; en la dimensión espiritual de la vida todo es eterno y para siempre, porque la esencia es permanente e infinita.

Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Se trata de creer para poderlo ver. Se mira con los ojos pero se ve con el alma. Esto es la espiritualidad. Reconocer y vivir nuestra esencia divina. Encuentra tu luz interior que te conecta a la fuente infinita de amor, paz, sabiduría y energía, para que puedas verte, a ti y a los otros, para recorrer desde la luminosidad este camino de aprendizaje llamado vida.

Una vez que descubres este vínculo interior con tu Ser y esencia, cambia la manera en que percibes todo lo que te rodea y cuanto acontece, estrenas lentes nuevos para mirar la vida, te reconoces en otra forma de pensar y sentir. Como resultado de esta evolución hacia otro nivel de conciencia, se modifica para bien nuestro comportamiento. Y bajo la nueva luz de la existencia, creas tu experiencia de vida desde el vínculo con tu esencia que representa la extensión de la fuente espiritual, desde donde tu verdadera naturaleza nace, se nutre y vive.

Las bondades de la neuroplasticidad.

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Nuestra vida transcurre como una sucesión de eventos, situaciones, circunstancias y experiencias en sus diferentes ámbitos: personal, familiar, de pareja, con amigos, profesional, entre otros. A lo largo de la misma transitamos diferentes etapas : infancia, adolescencia, juventud y como adultos. Y en este fluir continuo, cada uno de nosotros va creando su experiencia de vida a través de sus acciones y decisiones.

Cada quien interpreta y procesa las experiencias vividas de acuerdo a su tipo de personalidad y su nivel de conciencia, lo cual determina cómo percibimos y reaccionamos ante nuestro entorno y lo que acontece. Esa manera única y personal de interpretar la realidad y cuanto sucede en ella, conforma nuestros pensamientos, modelos mentales y creencias, los cuales a su vez nos provocan emociones y sentimientos,  del mismo modo que determinan nuestro comportamiento.

Cada quien tiene, según su tipo de personalidad y su nivel de conciencia, una manera propia de pensar, sentir y actuar, a partir de la cual crea su experiencia de vida. A su vez, cada uno hace uso, ya sea de manera consciente o aún no, de las diferentes cualidades, habilidades y conocimientos para satisfacer sus necesidades y lograr lo que desea en cada una de la etapas por las cuales transcurre su vida.

Todos poseemos cualidades que practicamos a diario de manera espontánea y casi por instinto, sin detenernos a pensar en ellas porque son rasgos intrínsecos de nuestro tipo de personalidad y expresan cómo somos. Sin embargo, también hay cualidades necesarias e importantes para la vida que nos damos cuenta que no aún no hemos desarrollado y nos gustaría contar con ellas.

Las cualidades y habilidades son como un músculo y las puedes desarrollar si así lo decides, sólo necesitas identificarlas, proponértelo y practicarlas cada día y en cada oportunidad que la vida te ofrece para hacerlo. Se trata de estar atento cuando se presente esa oportunidad en la cual puedes practicar la cualidad que deseas desarrollar. Practicar y practicar hasta que lo logres.

Cualidades hay muchas y de muchos tipos: la empatía, la paciencia, la perseverancia, la concentración, la generosidad, la atención, la autoestima, el entusiasmo, la compasión, la buena memoria, escuchar, observar, la consideración, la gratitud, el sentido del humor, sólo por mencionar alguna de ellas.

Que no hayamos desarrollado de manera natural una cualidad no nos condena de por vida a carecer de ella. A raíz del desarrollo de las neurociencias, se ha demostrado que no únicamente nuestro cerebro determina cómo somos, si no que nosotros podemos modificar al cerebro, creando las conexiones y circuitos neuronales que nos permiten desarrollar esas cualidades y habilidades que deseamos poseer, para actuar de la manera que elijas ante determinadas situaciones.

Esta capacidad del cerebro para cambiar constantemente, crecer y desarrollarse a lo largo de toda la vida, es lo que se conoce como la neuroplasticidad. Nuestro cerebro el moldeable, en constante evolución y capaz de regenerarse y re-crearse ante estímulos externos e internos para hacer frente a nueva información y situaciones.

Uno tiene el poder de entrenar a su cerebro, modificar su estructura y crear nuevos circuitos, es lo que también conocemos como crear un hábito. Esto se logra a través de la práctica y haciéndolo consciente, ejercitando la pausa para desarrollar aquellas cualidades que nos permitan ofrecer la respuesta que deseamos. Para dejar de reaccionar y comenzar a responder.

Resulta maravilloso y muy esperanzador saber que no tenemos que resignarnos a repetirnos en comportamientos que nos alejan de nuestro bienestar y nos impiden que logremos aquello que deseamos. No estamos condenados a ser de una única manera. Tan importante o más que saber cómo eres, es saber cómo quieres ser, para convertirte en la persona que tú elijas ser. Cuentas con ese poder dentro ti, úsalo. Tienes el poder de cambiar para ser cómo tú lo decidas y desarrollar aquellas cualidades que deseas tener para vivir mejor.

Cómo saber que necesitas desarrollar determinada cualidad? Cuando ante una situación recurrente no has logrado el resultado que deseas, puedes evaluar cómo has contribuido tú a esa situación o al resultado obtenido. Comienza por preguntarte: qué podría haber hecho diferente? Qué cualidad o habilidad me ayudaría a lograr aquello que deseo? Qué debo tomar en cuenta para lograrlo? Qué depende de mi? Qué es posible? Si no tienes las respuestas no te preocupes, la vida se encargará de que las recibas a su debido tiempo.

Tan importante como tener las respuestas es el proceso de reflexión que se desencadena una vez que te has planteado la pregunta. Cuando tengas contigo las preguntas, regálate tiempo y observa, dentro de ti y en tu entorno, pues a partir de ese momento se abre la puerta que te permitirá descubrir y comprender aquello que necesitas saber y desarrollar en aras de tu bienestar.

Las lecciones llegan cuando el alumno está listo, las descubrirás dentro de ti cuando sea el momento indicado. Dentro de ti habitan todas posibilidades para convertirte en la persona que elijas ser y de ti depende desarrollar el potencial con el que cuentas. Llegaste a este mundo con las capacidades que necesitas, se trata de poder verlas para desarrollarlas y utilizarlas, ponerlas en práctica para crear tu vida.

De ti depende.

Aunque a veces nos resulte difícil de aceptar, cada quien tiene la vida que ha elegido, porque incluso cuando optas por no decidir, estás eligiendo no hacerlo. Se trata de asumir nuestra responsabilidad por las decisiones que hemos tomado a lo largo del camino. Si no estás a gusto, no te parece o quieres tu vida sea diferente, de ti depende que esto suceda. Son tus acciones y decisiones el puente que conecta tus deseos con la realidad. No es suficiente con comprenderlo e imaginar como sería, hay que hacerlo. Tus decisiones y tus acciones son el camino para construir la vida que quieres vivir.

También es muy cierto que uno a veces no elige lo que sucede en nuestra vida, pero siempre tiene el poder de elegir cómo responder a esto que ha ocurrido. La regla del 90/10. El 10 % es lo que ocurre en el mundo exterior y el 90% indica cómo nos relacionamos con esto, representa nuestra actitud. Aún en las situaciones más difíciles, uno siempre puede elegir aprender de esa experiencia. Es lo que le da valor y significado para nuestra vida.

En la sociedad actual la soledad es algo que se evita de diferentes maneras, pero en verdad puede significar una oportunidad para el autoconocimiento, la meditación y la reflexión; y a partir de aquí, para el cambio y el crecimiento personal. Conocerse a uno mismo, es el punto de partida para comprender cómo eres, qué quieres, cuáles son tus necesidades predominantes, los miedos asociados, tus recursos y talentos, tus creencias y pensamientos limitantes. Es importante saber cómo soy para llegar a ser cómo quiero.

No estamos determinados a ser de una única manera, tenemos el poder de cambiar nuestro comportamiento, desarrollar habilidades, aprender y evolucionar hacia un nuevo nivel de conciencia. A la par, debemos desaprender los viejos programas que nos limitan para poder crear y practicar los nuevos, esos que suman y contribuyen a nuestro bienestar y lo que deseamos lograr. Darse cuenta y hacerlo consiente es el primer y más importante paso para cambiar.

Todos tenemos modelos mentales que representan aquello que creemos y en base a los cuales nos comportamos y conducimos por la vida. Porque todos actuamos según aquello que creemos. No está ni bien ni mal tener modelos mentales, se trata de hacerlos consiente para evitar que estos dirijan y determinen nuestra existencia. Parte de este proceso consiste en hacer una pausa para dejar de reaccionar en automático y decidir nuestra respuesta tomando en cuenta aquello que deseamos lograr. Comenzar con el final en mente, evaluar las diferentes opciones y soluciones que se nos presentan a fin de tomar la mejor decisión. De este modo, podrás conseguir que tus sueños se hagan realidad a través de tus acciones.

Es simple, se trata de saber qué quieres y qué no quieres, para ti, en tu vida y en tus relaciones. Nótese que dije simple y no fácil, porque no lo es. Nos equivocamos cuando interpretamos lo simple como algo fácil, nada más alejado de la realidad. Simple y fácil no son sinónimos, al menos cuando se trata de cambiar y crear la mejor vida posible para uno. Casi siempre, hacerlo simple lleva implícito transitar todo un arduo camino de aprendizaje y crecimiento personal para llegar a ese nivel de conciencia que te permita saberlo, sentirlo y actuarlo, para que se convierta en tu realidad. De este modo, lograr aquello que deseas y crear la vida que quieres, será el resultado de tus acciones y tus decisiones, tomadas esta vez de manera consciente. Porque somos los arquitectos de nuestra vida y los creadores de nuestro destino.

Entre dos mundos: la relación con uno mismo y su impacto en nuestra vida.

Las respuestas que buscamos afuera están desde siempre dentro de nosotros. Vinimos a este mundo con las capacidades necesarias para vivir en él de la mejor manera posible. Además, contamos en nuestro interior, con el mejor maestro y nuestros sanadores. Es a través de la relación con uno mismo que puedes conectar con tu guía interior, tu sabiduría, tus capacidades y recursos, para aprender a navegar en el rio de la vida.

Estamos vivos pero a veces no estamos viviendo, no somos consientes de la vida que se manifiesta desde nuestro interior para participar a plenitud del mundo exterior. Se trata de tomar conciencia, mover la luz hacia nuestro interior, para poder escuchar a nuestra guía interna y reconocer todos los recursos que poseemos con la finalidad última de comenzar a usarlos. Porque no sólo se trata de saber, si no de hacer, de practicar lo aprendido para lograr aquello que deseas y hacer realidad tus sueños.

Aprender a vivir implica la aceptación total de quien soy y cómo soy. Comenzar a comprendernos y dejar de juzgarnos. Es muy importante el trabajo interior para cambiar comportamientos, actitudes y respuestas, comenzar cuestionarios nuestros modelos mentales. Esto traerá como resultado poder evolucionar hacia otro nivel de conciencia, fortaleciendo al observador dentro de cada uno. Nuestro comportamiento está determinado por nuestro tipo de personalidad, el entorno en el que crecimos y el nivel de conciencia que poseemos. Somos los arquitectos de nuestra vida, la cual se construye a partir de nuestro comportamiento, acciones, actitudes y decisiones. Será desde la relación contigo que podrás evolucionar hacia ese nivel de conciencia que te permita crear la vida que tú quieres.

Contrario a lo que pareciera, es a través de la relación con uno mismo que podemos participar más plenamente del mundo exterior. Todo aquello que seas capaz de construir y desarrollar en tu interior, será lo que te permita conectar con el mundo que te rodea y participar de la vida a plenitud. Es en esta relación personal e interior con uno mismo donde se desarrolla la sensibilidad, la capacidad de percepción, las habilidades que necesitas y el entendimiento profundo, para apreciar todo lo que acontece en nuestro entorno, vivirlo y experimentarlo en la amplia gama de las posibilidades que la vida nos ofrece. Todo aquello que descubrimos y construimos en nuestro interior, será lo que podremos compartir y entregar a los que nos rodean. Tú eres el vínculo que articula y expresa la relación entre ambas dimensiones de la existencia: tu mundo interior y tu entorno.

Tan importante como saber cómo eres, es saber cómo quieres llegar a ser. A través de la relación con uno mismo, se abre el camino hacia la evolución personal, para ser tu mejor manifestación y vivir mejor. De este modo, uno decide asumirse como autor y protagonista de un proceso de transformación interior, donde despertar a un nuevo nivel de conciencia que te permitirá lograr aquello que deseas en cualquier área de tu vida. Se trata de que tu vida sea el mejor reflejo de todo lo que has aprendido y evolucionado en tu interior, en la relación contigo mismo.

¿Qué puedo hacer con el miedo?

El miedo es tan inherente a nuestra naturaleza humana como cualquier otra emoción o sentimiento. Todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida y de seguro más de una vez, lo que es sentir miedo. El miedo biológico es importante y necesario, porque nos ha permitido sobrevivir como especie hasta nuestros días. Nos alerta y prepara para responder ante un peligro real y salir airosos de la situación. Ahora hablaremos del miedo psicológico que no necesariamente se corresponde a una situación real de peligro sino es el resultado de aquello que hemos decidido creernos, nuestras interpretaciones o pensamientos cargados de futuro, donde casi todo es incierto.

Tener cierto grado de temor resulta saludable cuando nos desarrolla sentido de autocuidado y nos previene de situaciones potencialmente peligrosas o no deseadas.  Sin embargo, el miedo pasa a ser una barrera cuando nos detiene y nos impide avanzar en el camino hacia la realización de nuestras metas, cuando se convierte en la limitación mental que nos paraliza y separa de lo que deseamos lograr.

El miedo, como todas nuestras emociones, es el resultado de un pensamiento que hemos decidido creernos, casi siempre sin darnos cuenta. Nuestros pensamientos provocan aquello que sentimos. Como piensas, sientes y como sientes, actúas. El tema es que los pensamientos viajan tan de prisa que muchas veces nos resulta muy difícil reconocer que aquello que sentimos ha sido originado en nuestra mente.

Los pensamientos asociados al miedo suelen estar cargados de pasado o de futuro. En el primer caso, cuando hemos vivido una experiencia traumática en el pasado y nos da temor que esta se pueda repetir. En el segundo caso, cuando el miedo es provocado por pensamientos cargados de futuro, anticipamos posibles escenarios adversos y situaciones no deseadas que pudieran presentarse. En ambos casos se trata de darnos cuenta de que el miedo es la consecuencia de que nuestra mente y nuestros pensamientos no están en el momento presente. Es nuestra mente, atada a pensamientos que temen se repitan experiencias traumáticas del pasado o cargado de incertidumbre sobre situaciones futuras, la que nos provoca el miedo que sentimos.

Es cierto que existen situaciones no deseadas del pasado que se pueden repetir. La posibilidad de que estas ocurran nuevamente está directamente relacionada a si aprendimos o no las lecciones que nos fueron entregadas a través de lo ocurrido. Si aprendiste de la experiencia, si llevas contigo la lección, es muy poco probable que se repita esa situación que no deseas. Pasa a ser asignatura superada y en este nuevo nivel de consciencia, estás mejor preparado para responder asertivamente y evitar que vuelva a ocurrir.

El futuro por definición es incierto, por lo cual resulta crucial desarrollar tolerancia a la incertidumbre. Aprender a vivir con ella como parte de la vida. Para ello es importante practicar mucho y casi todo el tiempo, la confianza en uno mismo y en el proceso de la vida. Se trata de construir la confianza básica que nade de creer en ti. La confianza en uno mismo se construye desde la plena conciencia del “yo puedo”. Existen diferentes modalidades del “yo puedo”: yo puedo solo, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar, yo puedo aprender. Esta nueva conciencia te permite creer en ti y en lo que percibes, desarrollar habilidades y cualidades que necesitas para responder a lo que pudiera acontecer afuera.

En ambos casos hablamos de traer nuestra atención y nuestra energía al aquí y al ahora. En el momento presente no hay nada que temer. Una vez que somos conscientes de esto, se trata de conectarnos con el presente y practicarlo todas las veces que nos sea posible, en especial cuando sentimos miedo. Para esto hay varias maneras, la más común es poner toda tu atención en la respiración y permanecer allí por un rato, concentrados únicamente en inhalar y exhalar. También puedes realizar cualquier otra actividad que has descubierto te conecta con el aquí y ahora, te permite salir de tu mente y dejar de entregarle tu energía al pensamiento que te provoca el miedo que estas sintiendo.

Existen diferentes tipos de miedo: el miedo al fracaso, el miedo al abandono, el miedo a la pérdida, el miedo a sufrir, miedo al rechazo, miedo a lo desconocido, entre muchos otros. Todos los tipos de miedos se pueden agrupar en dos grandes miedos. El miedo a la muerte, al final, a que algo se termine; y el miedo a la ausencia amor, a no sentirme querido, valorado, reconocido, aceptado. Como casi todos los temas, se trata de una cuestión de conceptos y definiciones.

A lo que llamas muerte o final es también un nuevo comienzo, es inicio y oportunidad. Nada se termina, todo se transforma. La esencia de todo lo que existe es energía y como seguramente escuchaste en alguna clase de física, la energía ni se crea ni se destruye solamente se transforma. La muerte o el final llega porque nos ha sido entregado todo lo que había allí para nosotros. Cuando nos aferramos a lo anterior, entramos en estado de estancamiento, estoy impidiendo que lo nuevo que me trae la vida llegue, estoy saboteando mi evolución y mi desarrollo.

El miedo a la ausencia de amor, que se manifiesta como miedo al abandono, al rechazo, a que no me valoren, a que no me vean, a que no me quieran entre muchas otras y diversas formas, surge del hecho de no estar amándome y aceptándome. Cuanto más me esfuerzo en que tú me ames, menos me estoy amando, menos me tomo en cuenta, más me estoy abandonando y más miedo tengo de que dejes de amarme. Hemos realizado una cesión de poder y como consecuencia, uno comienza a depender del exterior, a necesitar recibir de afuera aquello que dejamos de entregarnos y hacer por nosotros. Nos hemos abandonado, dejamos de estar en la relación con uno mismo, perdimos la conexión interior a nuestro Ser y fuente primaria de amor. El miedo al desamor dejará de existir cuando te tomes en cuenta, cuando seas tú el punto de partida y parte fundamental de ese amor, validación y aceptación que estas buscando afuera. Porque el amor sólo está completo cuando nos incluimos.

En muchas ocasiones el miedo al final y a la ausencia de amor se presentan al mismo tiempo y entrelazado, como las dos caras de una misma moneda. Por ejemplo, en el miedo a perder el trabajo, aparece el miedo a que algo se termine, al final, junto al miedo a la ausencia de amor, manifestada en el ámbito laboral como falta de reconocimiento, valoración o rechazo de mis jefes o la persona que me podría despedir.

Lo más importante es tomar conciencia que somos seres de luz y almas valientes viviendo esta aventura humana. Que nuestra transformación personal para convertirnos en la persona que queremos ser pasa por hacer consciente lo que deseamos cambiar.

Aquello que la vida me ofrece, cuanto acontece en mi vida, es lo que necesito para mi evolución personal hacia un nuevo nivel de conciencia. Incluso en las circunstancias más duras y difíciles, somos capaces de aprender y descubrir quiénes somos y cómo somos. Se trata de darnos permiso para recibir lo que la vida nos entrega cada día. ¿Cuál es el regalo? ¿Cuál es la lección? Asumir cada amanecer como una oportunidad para vivir la mejor versión de uno mismo, para ser mi mejor manifestación. Y dar el siguiente paso para recibir lo que está por venir.

La vida es un camino de amor por y para cada uno de nosotros desde la libertad de elegir nuestra actitud que es lo que crea y define nuestra existencia. Nos otorgamos los permisos de ser y actuar, todos los permisos que el miedo nos quita.  La seguridad proviene de creer en ti, en tus capacidades y recursos interiores, reconociendo que todo lo que sucede tiene un propósito de aprendizaje en tu vida. Tener fe no significa que todo va a ser como yo quiero, si no la certeza de que voy a encontrar la manera de estar bien independientemente de lo que pueda ocurrir allá afuera.

Recordemos que las emociones y sentimientos por sí solos no son ni buenos ni malos, son humanos. Su connotación positiva o negativa deriva del impacto que tienen en nuestro bienestar y nuestra salud, tomando en cuenta si contribuyen a que puedas lograr aquello que deseas en tu vida, o por el contrario son el obstáculo que te lo impide.

Creer en ti hace toda la diferencia en tu vida, esa confianza básica es el pilar sobre el que se construye tu bienestar. El miedo es el síntoma, la consecuencia de una creencia errónea o un pensamiento limitante que lo origina. Para transformarlo, debemos hacer consciente ese pensamiento que lo provoca y cuestionárnoslo. Cada pensamiento es una propuesta y uno decide si se sube o no a ese tren. Porque siempre hay otras opciones, otras propuestas y otras maneras de interpretar lo que acontece. Se trata de parar para responder en lugar de reaccionar. Desde esa pausa se abre un nuevo espacio de conciencia para cambiar aquello que sabotea nuestro bienestar.

Hacer que se pueda.

Ya conozco de todas esas verdades tan ciertas. Que la diferencia entre un día malo y uno bueno depende de nuestra actitud. Lo que hace extraordinario a lo ordinario es ese “extra” que está del lado de la voluntad. Que no controlamos lo que sucede afuera, pero podemos decidir cómo queremos responder a esto. Porque lo único que controlamos es nuestra actitud. Que la vida y cuanto en ella acontece es cómo uno quiera mirarla, uno tiene el poder de elegir los lentes que usa para mirar y participar de la vida. Que construimos nuestra realidad a través de los pensamientos que hemos decidido creernos. Porque como pensamos, sentimos y como sentimos, actuamos. Elige pensar aquello que suma a tu proceso y te acerca a tu bienestar. Que somos los únicos responsables de nuestra felicidad y nuestro bienestar, lo cual más que un derecho y una responsabilidad, es un gran privilegio, saber que estás a cargo de tu vida. Eres el protagonista de tu historia. Que poseemos el poder de decidir cómo queremos estar y cómo nos queremos sentir.

Cuantas certezas entendidas y asumidas. Y, aun así, permanece ese deseo primario de dejarse caer, de contar con alguien, un espacio, un lugar, un instante, unos brazos donde simplemente descansar, abandonarse, sentir que has llegado a casa y todo está bien. La ilusión de compartir el viaje. Para acompañarnos y apoyarnos.

Que todo lo que sabemos, sentimos y deseamos deje de ser excluyente, que encontremos la manera de hacerlo compatible, para crear un lugar común donde puedan coexistir verdades y deseos, donde ambos sean posibles y realizables.

El año de la integración.

Este será un año de integración, para reflexionar, asimilar y poner en práctica todo lo que hemos aprendido en el camino de la vida hasta el día de hoy. Un tiempo para hacer propias y conscientes las lecciones recibidas a través de las personas, relaciones y experiencias vividas. De esta manera, podremos conformar nuestro núcleo de sabiduría y guía interior, integrando todas esas lecciones que nos han sido entregadas.

Se trata de armonizar nuestros cuerpos: mental, emocional, físico, espiritual y energético, para alcanzar el equilibro. Porque todo lo que está en equilibro está bien, se siente bien y nos hace bien. Aporta a nuestro proceso y nuestro bienestar. Lograr el equilibro es la meta.

En este proceso de integración, vamos a darnos permiso de sentir también esas emociones que nos producen malestar e incomodidad y que por lo mismo casi siempre negamos o rechazamos, sin darnos cuenta de que aquello que resistes, persiste. Cuando pones resistencia, estás entregando tu energía a lo que intentas evitar y por lo mismo permanece. Cuando lo reconoces y aceptas sin juicios ni críticas, se deshace solo porque ya no recibe la energía que lo sustenta.

Se trata de aprender a transitar las emociones para aprender de ellas. Las emociones son mensajeros que nos vienen a mostrar aquello que aún necesitamos comprender y aprender para evolucionar a un nuevo nivel de consciencia. Es importante recordar que sentir no es lo mismo que actuar. No estas obligado a actuar todo lo que sientes. Tienes al poder de hacer una pausa para decidir qué emociones y sentimientos deseas actuar y de qué manera. Se trata de reconocer nuestras emociones y sentimientos, darnos el permiso de sentir para sanar y aprender las lecciones que nos son entregadas. Cancelemos las palabras de controlar, enfrentar y manejar por el de transitar las emociones, escuchar el mensaje que viene a entregarnos. Desde la pausa podemos controlar y decidir nuestras acciones y nuestra actitud, no las emociones. Las emociones no son ni buenas ni malas, son humanas y nos hacen completos.

Esa emoción que rechazas es un maestro y tiene un propósito en tu vida, está ahí para enseñarte algo, para ayudarte a pasar una asignatura pendiente. Escucha lo que te viene a decir, escucha su mensaje porque es importante para ti, para crecer adentro y vivir mejor. Para evolucionar hacia un nuevo espacio de conciencia.

Procuremos también, integrar nuestro ego, porque representa integrar nuestra mente. La mente es una herramienta muy poderosa e imprescindible para crear nuestra experiencia de vida y nuestra realidad. Es un instrumento súper valioso para ser usado en nuestro beneficio, de la manera que mejor te sirva. Eres tú quien la utiliza para lograr lo que deseas, para hacer realidad tus sueños.

Se trata de mover nuestra energía del Ego y sus representaciones e identificaciones mentales a nuestro Ser, a nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, para vivir y actuar desde allí. Para crear desde nuestro Ser la vida que deseamos vivir, desde allí comunicarnos y compartir en nuestras relaciones. El Ser nos conecta con los otros, desde allí se establece el vínculo interior de afecto y empatía que nos permite hacer contacto con los otros. Para poder ver al otro. Porque mirar es diferente a ver, se mira con los ojos y se ve con el alma.

Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora: descúbrelo, reconócelo y úsalo. ¡Bienvenidos al viaje interior!

Obra de todos.

Este espacio cobra vida a través de la presencia de ustedes. Es mi deseo más sincero hacerles llegar a todos y cada uno, mi más profundo agradecimiento por estar aquí y acompañarme en esta experiencia, por ofrecerme la oportunidad de compartir con ustedes enseñanzas y lecciones de vida, lo que aprendemos y desaprendemos en el camino.

Gracias por sus comentarios, visitas y todas sus contribuciones, por hacer suyas y hacer llegar a otros las semillas que aquí voy entregando. Su compañía es mi mejor y mayor inspiración. Me llena de gratitud saber que de alguna manera por pequeña que sea, han hecho suyas las reflexiones, historias y lecciones aquí compartidas, que cada quien sabrá cultivar a su manera y a su debido tiempo. Gracias a todos por el deseo compartido de ser un canal de bendiciones en este mundo.

Viaja hacia ustedes un abrazo muy fuerte con mis mejores deseos para el año que recién se estrena. Para que reciban todo cuanto necesiten, alegrías, paz, amor y todas las bendiciones para este nuevo año pleno de posibilidades.

Con amor y gratitud….

Betti Zanetti