Finales y comienzos.

Las relaciones casi siempre se terminan un tiempo antes de que alguno de los dos que conforman la pareja sea quien lo diga. A su vez, no siempre a quien le toca decirlo es la parte que ha decidido terminar la relación, si no quien se ha visto obligado a expresarlo dado que el otro de manera pasiva lo ha conducido por ese camino tortuoso en el que ya uno no puede más con la situación de infelicidad que está viviendo. Siempre estamos comunicando, aun sin decir una palabra. Hablamos a través de nuestras acciones o por la falta de estas.

A raíz de la separación, comienza un período de transformación interior para adecuarnos a la nueva realidad. Recuerda que los principios casi siempre llegan disfrazados de finales.

Lo que nadie nos dice después de una separación es que vas a vivir una etapa muy dura y difícil, donde para ser feliz hay que obligarse, tendrás que realizar un esfuerzo deliberado y consciente para intentar estar bien. Es como cuando tenemos que pasar un largo periodo de recuperación a consecuencia de una enfermedad y tenemos que obligarnos para hacer la terapia física y la tanda ejercicios que nos han recetado, para poder recuperar completamente la movilidad o sentirnos como antes. La enfermedad de la cual hay que recuperase en esta ocasión se llama desamor, es devastadora y asola al corazón.

Al principio es posible que tengamos nuestra percepción distorsionada y recordemos nuestro pasado, la relación y al otro como algo muy lindo, casi perfecto y maravilloso. No te engañes. El otro es real y por tanto de seguro hay más de una manera de comportarse o algunos rasgos de su personalidad que en realidad no te gustaban. Lo que extrañas es la sensación de ser amado, el estar en pareja, la rutina creada entre los dos y lo que duele es el vacío. Por tanto asocias el vacío con la persona que antes estaba ahí.

La buena noticia es que vas a salir de esta. Y créelo porque es así. Se trata ahora de poner tu energía y toda tu atención en tu proceso personal para recuperar la autoestima, tu integridad, capitalizar la experiencia aprendiendo del pasado y caminar hacia el futuro. Comenzar a ocuparte de ti, hacer consiente tus necesidades y encargarte de satisfacerlas. Iniciar el camino de la autodependencia.

En esta etapa de recuperación, comienza por hacer cosas que te gusten, actividades placenteras, comparte con tus amigos. Identifica las diferentes áreas que conforman tu vida y comienza a participar de ellas buscando satisfacer en cada una alguna de tus necesidades. Fortalece tu observador para darte cuenta cuando tus pensamientos te llevan de regreso al pasado, cancela los pensamientos negativos y evita mirar hacia atrás.

En esta etapa pueden ocurrir dos cosas. La primera es que intentes demostrarle al otro que te estas recuperando. No lo hagas, eso es mirar hacia atrás. Aunque sea para que el otro vea que estas bien, le estas dando importancia a lo que él o ella piensa de ti y eso ya no te debe interesar. Mira hacia adelante.

Lo segundo que pudiera suceder es que el otro quiera volver. Acá tienes que saber que no es que de repente y por arte de magia el otro se ha vuelto a enamorar de ti, lo que sucede es que también esta sintiendo el vacío y lo relaciona contigo. Busca su alimento afectivo donde lo encontraba antes. Las personas se quieren a partir de lo que conocen del otro, lo que comparten, el tiempo de convivencia, presencia, cariño, atenciones. El amor no crece desde la ausencia y la separación, lo que intenta evitar es el vacío y es muy probable que por eso el otro se ha acercado otra vez.

Es importante que retomes tu vida sin depender de alguien más para ser feliz. Una vez que hayas sanado, será el momento de considerar si el otro posee las cualidades, tipo de personalidad y manera de mirar la vida que para ti son importantes en la persona que deseas sea tu compañero de viaje para la vida.

Sanar es una elección que solo depende de ti, a partir de comprender y vivir nuestro duelo. Se ha cerrado una etapa de tu vida e inicia otra. De ti depende como quieres que sea y ponerte a trabajar para construirla.

De ti depende.

Aunque a veces nos resulte difícil de aceptar, cada quien tiene la vida que ha elegido, porque incluso cuando optas por no decidir, estás eligiendo no hacerlo. Se trata de asumir nuestra responsabilidad por las decisiones que hemos tomado a lo largo del camino. Si no estás a gusto, no te parece o quieres tu vida sea diferente, de ti depende que esto suceda. Son tus acciones y decisiones el puente que conecta tus deseos con la realidad. No es suficiente con comprenderlo e imaginar como sería, hay que hacerlo. Tus decisiones y tus acciones son el camino para construir la vida que quieres vivir.

También es muy cierto que uno a veces no elige lo que sucede en nuestra vida, pero siempre tiene el poder de elegir cómo responder a esto que ha ocurrido. La regla del 90/10. El 10 % es lo que ocurre en el mundo exterior y el 90% indica cómo nos relacionamos con esto, representa nuestra actitud. Aún en las situaciones más difíciles, uno siempre puede elegir aprender de esa experiencia. Es lo que le da valor y significado para nuestra vida.

En la sociedad actual la soledad es algo que se evita de diferentes maneras, pero en verdad puede significar una oportunidad para el autoconocimiento, la meditación y la reflexión; y a partir de aquí, para el cambio y el crecimiento personal. Conocerse a uno mismo, es el punto de partida para comprender cómo eres, qué quieres, cuáles son tus necesidades predominantes, los miedos asociados, tus recursos y talentos, tus creencias y pensamientos limitantes. Es importante saber cómo soy para llegar a ser cómo quiero.

No estamos determinados a ser de una única manera, tenemos el poder de cambiar nuestro comportamiento, desarrollar habilidades, aprender y evolucionar hacia un nuevo nivel de conciencia. A la par, debemos desaprender los viejos programas que nos limitan para poder crear y practicar los nuevos, esos que suman y contribuyen a nuestro bienestar y lo que deseamos lograr. Darse cuenta y hacerlo consiente es el primer y más importante paso para cambiar.

Todos tenemos modelos mentales que representan aquello que creemos y en base a los cuales nos comportamos y conducimos por la vida. Porque todos actuamos según aquello que creemos. No está ni bien ni mal tener modelos mentales, se trata de hacerlos consiente para evitar que estos dirijan y determinen nuestra existencia. Parte de este proceso consiste en hacer una pausa para dejar de reaccionar en automático y decidir nuestra respuesta tomando en cuenta aquello que deseamos lograr. Comenzar con el final en mente, evaluar las diferentes opciones y soluciones que se nos presentan a fin de tomar la mejor decisión. De este modo, podrás conseguir que tus sueños se hagan realidad a través de tus acciones.

Es simple, se trata de saber qué quieres y qué no quieres, para ti, en tu vida y en tus relaciones. Nótese que dije simple y no fácil, porque no lo es. Nos equivocamos cuando interpretamos lo simple como algo fácil, nada más alejado de la realidad. Simple y fácil no son sinónimos, al menos cuando se trata de cambiar y crear la mejor vida posible para uno. Casi siempre, hacerlo simple lleva implícito transitar todo un arduo camino de aprendizaje y crecimiento personal para llegar a ese nivel de conciencia que te permita saberlo, sentirlo y actuarlo, para que se convierta en tu realidad. De este modo, lograr aquello que deseas y crear la vida que quieres, será el resultado de tus acciones y tus decisiones, tomadas esta vez de manera consciente. Porque somos los arquitectos de nuestra vida y los creadores de nuestro destino.

Primero lo primero: dos enfoques al inicio de una relación de pareja.

Casi todos tenemos un ideal amoroso, seamos conscientes del mismo o no. Este ideal amoroso está relacionado a nuestro concepto del amor que se conformó durante la infancia a través de la relación que tuvimos con nuestros pilares afectivos y en especial con la figura materna. A partir del tipo de relación que tuvimos con nuestra madre, conformamos nuestra idea de qué es el amor y luego como adulto actuamos basado en esto que creemos.

La importancia de ser conscientes de nuestro ideal amoroso es evitar que el inconsciente mande en nuestra decisión de pareja.  De este modo, nos asumimos protagonistas para decidir desde un nuevo espacio de conciencia cómo, cuándo y con quién participar en el área de pareja. Ejercemos así nuestra libertad y derecho a ser, decidir y actuar tomando en cuenta cómo queremos que sea la persona con la que deseamos formar una pareja.

Este ideal amoroso expresa cómo somos y lo que queremos, cuáles son nuestras necesidades y todo aquello que nos gustaría vivir, sentir, experimentar en nuestra relación de pareja. Una relación es un acuerdo de convivencia, un espacio para crecer y compartir.

En la etapa inicial de una relación amorosa, suelen aparecer dos maneras de abordar la misma. La primera es considerar desde el primer instante que esa persona será con quien realizaremos nuestro ideal amoroso, y la segunda es tomarnos el tiempo que sea necesario para conocer al otro y de este modo saber si es o no, la persona con quien será posible realizar nuestra idea del amor.

En el primer caso iniciamos la relación idealizando casi por completo al otro y a la relación, ponemos casi toda nuestra atención en realizar nuestro ideal amoroso sin alcanzar a ver a la persona real con la cual estamos participando de la relación. Suele ocurrir que por más energía que le entregamos a nuestra idealización, la realidad termina por imponerse. Y es en ese momento cuando nos damos cuenta de que nos encontramos a mitad de camino entre la relación que deseamos tener y la relación que en realidad tenemos.

La distancia y espacio entre nuestro ideal amoroso y la realidad se llena de tristeza e insatisfacción, sin darnos cuenta comenzamos a pelearnos con la realidad, a intentar cambiar al otro y a aquello que no depende de nosotros, porque cada uno se relaciona a través de la persona que es. Las personas cambian, pero nadie cambia por otro, para cambiar hay que querer cambiar y esa es una decisión que sólo puede tomar uno mismo, de manera personal e intransferible. Una relación es de dos y sin importar cuánto te desvivas, si la otra parte no está presente en la relación desde la voluntad y el deseo genuino de construir y cultivar el vínculo, es muy difícil que la relación se mantenga porque ningún puente se sostiene de un sólo lado.

Cuando comenzamos nuestra relación desde la idealización, intentando contra viento y marea realizar nuestro ideal amoroso sin conocer al otro, nos adentramos sin darnos cuenta en un espiral descendente de desilusión y frustraciones cada vez que el otro desde su real y a través de sus acciones o por la falta de estas, se distancia de nuestro ideal amoroso. Esta separación entre la relación que quiero tener, lo que es importante para mí vivir en ella y la relación real en la que estoy, es fuente de muchas insatisfacciones y sufrimiento.

La causa de nuestro sufrimiento está en aquello que no queremos aceptar. Una vez que asumimos la realidad tal y cómo es, nos encontramos hasta la encomiable labor de transformarnos nosotros mismos.

La segunda manera de iniciar la relación de pareja es comenzar la misma regalándonos todo el tiempo que sea necesario para conocer al otro, para saber cómo es, observando y relacionándonos con la persona real. Primero te conozco y después decido si eres o no, la persona con quien quiero construir mi relación de pareja. Conocer a una persona es un proceso y lleva tiempo. Las personas se conocen por sus acciones y los otros casi siempre nos dicen cómo son. Se trata de detenernos a observar y escuchar, con el deseo genuino de ver la realidad, para en base a esto saber si con esta persona es posible realizar mi ideal amoroso, crear la relación que quiero.

Cada uno podrá hacer un recorrido por su historia sentimental y reconocer cuál de las dos maneras de iniciar una relación de pareja hemos experimientado y a partir de ahora ser consciente de qué queremos y qué podemos hacer para conseguirlo. Comenzar por el principio significa darnos tiempo para conocer al otro. Para eso son los primeros dos años de una relación, para conocerse y saber si es esta  la persona con la que será posible construir el vínculo de amor que deseo en mi relación de pareja.

Darse cuenta es el primer paso para cambiar. Tomando en cuenta esa frase tan sabia que nos recuerda, no esperes resultados diferentes si sigues haciendo lo mismo. Es ahora el momento para ser consciente si decidimos realizar nuestro ideal amoroso desde el instante primero en que nos sentimos atraídos por alguien, o por el contrario te regalas el tiempo que consideres necesario para conocer al otro. Sólo entonces sabrás si es posible o no realizar tu ideal amoroso con esa persona. A esta conclusión se llega de manera progresiva y representa la evolución natural de una relación.

Esa luz al final del túnel: superar la dependencia emocional.

Podemos considerar que tenemos una condición dependiente cuando nuestro bienestar está determinado por la presencia de otra persona en nuestra vida. Esta condición surge como resultado de creer que para estar y sentirnos bien necesitamos de esa persona y por lo tanto sólo seremos felices si estamos con él o ella. Podemos llegar a tal grado, de estar completamente convencidos de que sin esa persona no podremos vivir, cuando la realidad es que, si podemos y más aún, debemos, por salud mental y emocional, apelando al sentido más básico de supervivencia y amor propio.

Cuando tu bienestar o felicidad está condicionado por la presencia de otra persona o una relación, tal vez sea el momento de darse cuenta de que estás desarrollando un trastorno dependiente. Esto no es algo fácil de reconocer y está en tus manos pasar de ser una persona emocionalmente dependiente a convertirte en una persona emocionalmente responsable de tu vida y tu felicidad.

El comportamiento dependiente tiene su origen en la infancia. Los niños son dependientes por naturaleza. Necesitan del amor, cuidado, presencia y atención de un adulto que se ocupe de ellos para su supervivencia, bienestar y desarrollo. Ese estado dependiente que vivimos durante la infancia es posible que aún se manifieste en nosotros bajo determinadas circunstancias y con algunas personas, en especial con nuestra pareja. La buena noticia es que afortunadamente ese niño dependiente que alguna vez fuimos cuenta hoy con el adulto que eres tú ahora, quien podrá hacerse cargo de atender y satisfacer sus necesidades emocionales y afectivas, lo cual además de ser un privilegio, constituye el primer paso para lograr que tu bienestar dependa de ti.

La dependencia emocional en adultos está considerada como un tipo de adicción, de las denominadas adicciones sin sustancias. Sus características son similares a las de cualquier otro tipo de adicción, por lo que para poder superar esta condición se recomiendan métodos similares al manejo de adicciones. Hay personas que nos disparan la propensión a desarrollar este comportamiento. Lo que seguramente alguna vez habrás escuchado como “alguien que saca lo peor de mí”. Al hacerlo, esta persona te está mostrando aquella parte tuya que aún debes sanar, esa asignatura pendiente en la escuela de la vida que debemos superar para nuestra evolución y crecimiento personal.

Cuando estamos en una relación de dependencia nos llenamos de miedos e inseguridades, comenzamos a vivir una versión insana y desconocida de nosotros mismos que nos provoca angustias, ansiedad y alta dosis de sufrimiento. Vivimos en una montaña rusa con picos emocionales donde pasamos de sentirnos eufóricos y felices, a un estado de profunda frustración, temor y enojo. Estos picos emocionales acentúan y favorecen el comportamiento dependiente pues mantienen viva la ilusión de que el otro va a cambiar, motivados por recuerdo de cómo nos sentimos cuando estamos super felices en la cresta de la ola. Pero no sucede así, la ola baja y nosotros junto con ella, otra vez vuelta a empezar en ese ciclo dependiente que tiene un costo emocional demasiado alto. La vida es muy corta y valiosa para ser otra cosa que no sea felices. Procuremos que nuestras relaciones sean un espacio para crecer y compartir, donde podamos vivenciar nuestra mejor versión, aquellas cualidades que más nos gustan de nosotros mismos y cómo deseamos ser.

Se necesita ser valiente para reconocer la dependencia emocional y hacer cuanto sea necesario para superarla, para tomar el control de nuestra vida y sentir que somos libres de la carga tan dura de depender de alguien más para ser felices.

Lo primero es darse cuenta. Hacer consciente nuestro comportamiento dependiente para poder cambiar. Un indicador simple y efectivo para reconocer la dependencia emocional, es cuando podríamos describir nuestra relación con la frase: mal contigo y peor sin ti. Puedes reconocer que no eres feliz en esa relación, todo el sufrimiento que te ocasiona y, sin embargo, hay algo que no comprendes y que pareciera ser más fuerte que uno mismo que te impide terminarla. Se trata de comprender el origen del comportamiento dependiente y cuestionarnos el pensamiento o creencia errónea que lo origina. ¿Qué te hace creer que tu bienestar o supervivencia depende de alguien más? ¿Es esto cierto? ¿Qué pasa cuando decides creer este pensamiento? ¿Cómo serías tú sin ese pensamiento? ¿Cuál es el enganche?  ¿Cómo te quieres sentir?  ¿Qué puedes hacer que dependa de ti para estar bien?

Para tomar conciencia, es decir, darnos cuenta de lo que ocurre en nosotros y afuera, debemos fortalecer nuestro observador e identificar el pensamiento o creencia que está provocando lo que sientes, en especial cuando esta emoción tiene un impacto negativo en tu bienestar.

Es importante evitar actuar desde nuestro cuerpo emocional pues este siempre reacciona, porque esa es su naturaleza. Es muy probable que las acciones originadas desde la emoción que nos rebasa nos alejen de lo que deseamos lograr y nos encontramos haciendo más de lo mismo, repitiéndonos en el comportamiento  dependiente. Para ello debemos hacer una pausa que nos permita salirnos de nuestro cuerpo emocional, de este modo dejar de reaccionar y comenzar a responder, evitar actuar en automático el viejo programa dependiente. Esta pausa te permite tomar tiempo y distancia para decidir tu respuesta y tus acciones. Porque cuando uno decide, ya no depende. Y ahora tú eliges qué, cómo y cuándo responder.

Por lo general, uno casi nunca decide qué sentir, uno descubre lo que está sintiendo. Los sentimientos y las emociones se producen de manera involuntaria y a veces a pesar de nosotros mismos. Cuántas veces nos gustaría sentir diferente, poder provocar o alejar un sentimiento o una emoción. Lo que si podemos hacer es elegir aquellos sentimientos que deseamos actuar. Es precisamente los sentimientos y emociones que decidimos actuar y cómo lo hacemos lo que nos define.

Una vez que reconozco lo que siento, decido si voy a actuar o no eso que estoy sintiendo, hacer la pausa para decidir mis respuestas, tomando en cuenta lo que quiero para mí y para mi vida. Dicho de otro modo, los sentimientos son involuntarios pero nuestras acciones son voluntarias. Hay una gran diferencia entre sentir y actuar, un espacio en el cual practicar la pausa que te permite elegir tu respuesta. No estás obligado a actuar en automático todo lo que sientes. Tienes el poder de elegir tu respuesta y tus acciones.

Las personas emocionalmente dependientes buscan en su pareja el amor, reconocimiento y valoración que por alguna razón han dejado de entregarse a sí mismos. Se trata de recordar que tu valía radica en la persona que eres. Eres valioso por ser tú y todo lo que necesitas está dentro de ti ahora. Se trata de descubrirlo y usarlo para disfrutar de la vida sin depender de la validación de otro. Estrenar una mirada apreciativa y amorosa para nosotros mismos, sin juicios.

Es importante que seas consciente del sufrimiento que has vivido como resultado de la dependencia emocional. El costo emocional tan elevado que ha tenido para ti. Piensa en todo el dolor que te ha provocado ese comportamiento y esa relación, de esta manera reforzarás tus deseos para cambiar y superar la condición dependiente.

Nuestro bienestar se crea y nutre a través de las múltiples áreas en las que participamos de la vida y las cuales se corresponden con los diferentes roles que desempeñamos. Uno debe aprender a disfrutar de la vida sin pareja porque antes de ser pareja somos personas, debemos dedicar nuestra atención a esa área tan importante que es la relación con uno mismo. Conócete y esfuérzate en saber qué quieres y realiza acciones conscientes para conseguirlo. Se trata de aprender a estar bien con uno mismo y disfrutar de la propia compañía. Hay infinidad de cosas que puedes hacer. Recuerda cómo eras antes de conocer a esa persona y todo aquello que te gustaba hacer. Quizás sea ahora el momento para retomarlo. Desarrolla tus habilidades, identifica las otras áreas de tu vida donde satisfacer tus necesidades, dedica tiempo a tus hobbies, frecuenta a tus amigos, nutre tus afectos con otras fuentes de cariño, viaja, mira a tu alrededor para disfrutar de las pequeñas cosas y sobre todo cuídate y ámate como tú te lo mereces.

¿Qué puedo hacer con el miedo?

El miedo es tan inherente a nuestra naturaleza humana como cualquier otra emoción o sentimiento. Todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida y de seguro más de una vez, lo que es sentir miedo. El miedo biológico es importante y necesario, porque nos ha permitido sobrevivir como especie hasta nuestros días. Nos alerta y prepara para responder ante un peligro real y salir airosos de la situación. Ahora hablaremos del miedo psicológico que no necesariamente se corresponde a una situación real de peligro sino es el resultado de aquello que hemos decidido creernos, nuestras interpretaciones o pensamientos cargados de futuro, donde casi todo es incierto.

Tener cierto grado de temor resulta saludable cuando nos desarrolla sentido de autocuidado y nos previene de situaciones potencialmente peligrosas o no deseadas.  Sin embargo, el miedo pasa a ser una barrera cuando nos detiene y nos impide avanzar en el camino hacia la realización de nuestras metas, cuando se convierte en la limitación mental que nos paraliza y separa de lo que deseamos lograr.

El miedo, como todas nuestras emociones, es el resultado de un pensamiento que hemos decidido creernos, casi siempre sin darnos cuenta. Nuestros pensamientos provocan aquello que sentimos. Como piensas, sientes y como sientes, actúas. El tema es que los pensamientos viajan tan de prisa que muchas veces nos resulta muy difícil reconocer que aquello que sentimos ha sido originado en nuestra mente.

Los pensamientos asociados al miedo suelen estar cargados de pasado o de futuro. En el primer caso, cuando hemos vivido una experiencia traumática en el pasado y nos da temor que esta se pueda repetir. En el segundo caso, cuando el miedo es provocado por pensamientos cargados de futuro, anticipamos posibles escenarios adversos y situaciones no deseadas que pudieran presentarse. En ambos casos se trata de darnos cuenta de que el miedo es la consecuencia de que nuestra mente y nuestros pensamientos no están en el momento presente. Es nuestra mente, atada a pensamientos que temen se repitan experiencias traumáticas del pasado o cargado de incertidumbre sobre situaciones futuras, la que nos provoca el miedo que sentimos.

Es cierto que existen situaciones no deseadas del pasado que se pueden repetir. La posibilidad de que estas ocurran nuevamente está directamente relacionada a si aprendimos o no las lecciones que nos fueron entregadas a través de lo ocurrido. Si aprendiste de la experiencia, si llevas contigo la lección, es muy poco probable que se repita esa situación que no deseas. Pasa a ser asignatura superada y en este nuevo nivel de consciencia, estás mejor preparado para responder asertivamente y evitar que vuelva a ocurrir.

El futuro por definición es incierto, por lo cual resulta crucial desarrollar tolerancia a la incertidumbre. Aprender a vivir con ella como parte de la vida. Para ello es importante practicar mucho y casi todo el tiempo, la confianza en uno mismo y en el proceso de la vida. Se trata de construir la confianza básica que nade de creer en ti. La confianza en uno mismo se construye desde la plena conciencia del “yo puedo”. Existen diferentes modalidades del “yo puedo”: yo puedo solo, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar, yo puedo aprender. Esta nueva conciencia te permite creer en ti y en lo que percibes, desarrollar habilidades y cualidades que necesitas para responder a lo que pudiera acontecer afuera.

En ambos casos hablamos de traer nuestra atención y nuestra energía al aquí y al ahora. En el momento presente no hay nada que temer. Una vez que somos conscientes de esto, se trata de conectarnos con el presente y practicarlo todas las veces que nos sea posible, en especial cuando sentimos miedo. Para esto hay varias maneras, la más común es poner toda tu atención en la respiración y permanecer allí por un rato, concentrados únicamente en inhalar y exhalar. También puedes realizar cualquier otra actividad que has descubierto te conecta con el aquí y ahora, te permite salir de tu mente y dejar de entregarle tu energía al pensamiento que te provoca el miedo que estas sintiendo.

Existen diferentes tipos de miedo: el miedo al fracaso, el miedo al abandono, el miedo a la pérdida, el miedo a sufrir, miedo al rechazo, miedo a lo desconocido, entre muchos otros. Todos los tipos de miedos se pueden agrupar en dos grandes miedos. El miedo a la muerte, al final, a que algo se termine; y el miedo a la ausencia amor, a no sentirme querido, valorado, reconocido, aceptado. Como casi todos los temas, se trata de una cuestión de conceptos y definiciones.

A lo que llamas muerte o final es también un nuevo comienzo, es inicio y oportunidad. Nada se termina, todo se transforma. La esencia de todo lo que existe es energía y como seguramente escuchaste en alguna clase de física, la energía ni se crea ni se destruye solamente se transforma. La muerte o el final llega porque nos ha sido entregado todo lo que había allí para nosotros. Cuando nos aferramos a lo anterior, entramos en estado de estancamiento, estoy impidiendo que lo nuevo que me trae la vida llegue, estoy saboteando mi evolución y mi desarrollo.

El miedo a la ausencia de amor, que se manifiesta como miedo al abandono, al rechazo, a que no me valoren, a que no me vean, a que no me quieran entre muchas otras y diversas formas, surge del hecho de no estar amándome y aceptándome. Cuanto más me esfuerzo en que tú me ames, menos me estoy amando, menos me tomo en cuenta, más me estoy abandonando y más miedo tengo de que dejes de amarme. Hemos realizado una cesión de poder y como consecuencia, uno comienza a depender del exterior, a necesitar recibir de afuera aquello que dejamos de entregarnos y hacer por nosotros. Nos hemos abandonado, dejamos de estar en la relación con uno mismo, perdimos la conexión interior a nuestro Ser y fuente primaria de amor. El miedo al desamor dejará de existir cuando te tomes en cuenta, cuando seas tú el punto de partida y parte fundamental de ese amor, validación y aceptación que estas buscando afuera. Porque el amor sólo está completo cuando nos incluimos.

En muchas ocasiones el miedo al final y a la ausencia de amor se presentan al mismo tiempo y entrelazado, como las dos caras de una misma moneda. Por ejemplo, en el miedo a perder el trabajo, aparece el miedo a que algo se termine, al final, junto al miedo a la ausencia de amor, manifestada en el ámbito laboral como falta de reconocimiento, valoración o rechazo de mis jefes o la persona que me podría despedir.

Lo más importante es tomar conciencia que somos seres de luz y almas valientes viviendo esta aventura humana. Que nuestra transformación personal para convertirnos en la persona que queremos ser pasa por hacer consciente lo que deseamos cambiar.

Aquello que la vida me ofrece, cuanto acontece en mi vida, es lo que necesito para mi evolución personal hacia un nuevo nivel de conciencia. Incluso en las circunstancias más duras y difíciles, somos capaces de aprender y descubrir quiénes somos y cómo somos. Se trata de darnos permiso para recibir lo que la vida nos entrega cada día. ¿Cuál es el regalo? ¿Cuál es la lección? Asumir cada amanecer como una oportunidad para vivir la mejor versión de uno mismo, para ser mi mejor manifestación. Y dar el siguiente paso para recibir lo que está por venir.

La vida es un camino de amor por y para cada uno de nosotros desde la libertad de elegir nuestra actitud que es lo que crea y define nuestra existencia. Nos otorgamos los permisos de ser y actuar, todos los permisos que el miedo nos quita.  La seguridad proviene de creer en ti, en tus capacidades y recursos interiores, reconociendo que todo lo que sucede tiene un propósito de aprendizaje en tu vida. Tener fe no significa que todo va a ser como yo quiero, si no la certeza de que voy a encontrar la manera de estar bien independientemente de lo que pueda ocurrir allá afuera.

Recordemos que las emociones y sentimientos por sí solos no son ni buenos ni malos, son humanos. Su connotación positiva o negativa deriva del impacto que tienen en nuestro bienestar y nuestra salud, tomando en cuenta si contribuyen a que puedas lograr aquello que deseas en tu vida, o por el contrario son el obstáculo que te lo impide.

Creer en ti hace toda la diferencia en tu vida, esa confianza básica es el pilar sobre el que se construye tu bienestar. El miedo es el síntoma, la consecuencia de una creencia errónea o un pensamiento limitante que lo origina. Para transformarlo, debemos hacer consciente ese pensamiento que lo provoca y cuestionárnoslo. Cada pensamiento es una propuesta y uno decide si se sube o no a ese tren. Porque siempre hay otras opciones, otras propuestas y otras maneras de interpretar lo que acontece. Se trata de parar para responder en lugar de reaccionar. Desde esa pausa se abre un nuevo espacio de conciencia para cambiar aquello que sabotea nuestro bienestar.

Del Ego al Ser.

Existe una voluntad más fuerte que la del Ego, es la voluntad del Ser. El Ego siempre busca y no encuentra, sus hallazgos son efímeros, traen implícito fecha de caducidad y están predestinado a la desilusión o el desencanto. Porque en la mente todo es temporal, cambiante y pasajero, cargado de expectativas e idealizaciones.

El ego duda, jerarquiza, clasifica, compara, juzga, manipula, se defiende, se atrinchera, quiere tener el control y resulta agotador. Nos drena la energía, sabotea nuestro bienestar y nos conduce al egotamiento. Ese cansancio o hartazgo que resulta de vivir con pensamientos rumiantes cargados de miedos, juicios, quejas e insatisfacciones que nos impiden apreciar y disfrutar de todo lo bueno que la vida nos ofrece.

Las idealizaciones son un mecanismo de escape más que utilizamos cuando no tenemos la capacidad psicológica y emocional de lidiar con la realidad que vivimos. Estas fantasías se desvanecen en el tiempo porque tus temas no resueltos no desaparecen ni se solucionan por más que no los quieras ver, los niegues o los disfraces, en ese intento infructuoso por huir de ti. Por mucho que corras nunca podrás escapar de ti mismo.  La realidad siempre nos alcanza porque su propósito es el de enseñarnos, es nuestra aliada y maestra. A través de ella recibimos las lecciones que necesitamos para pasar esas asignaturas pendientes en el camino de la vida.

El Ser, sin buscar, siempre encuentra porque descubre aquello que vibra en su misma frecuencia, la energía que nos conecta, nos acerca y nos une. Los vínculos que se sostienen desde el alma, transcienden todas las dimensiones de la existencia, el tiempo y el espacio. Es por eso que el amor es una fuerza tan poderosa, porque nace y se alimenta desde el Ser, para llevarnos a trascender y tocar lo infinito. Como también es muy cierto que en ocasiones le ponemos el nombre de amor a lo que no lo es.

La voluntad del Ser conoce cuáles son los caminos, sabe para qué estás aquí y cuál es el mejor paso para ti. Ábrete completamente para recibir todo lo que la vida tiene para ofrecerte. Dedica un tiempo y un espacio en tu vida para la relación contigo, para conectar con tu guía interior, para escuchar la voz de tu intuición. Ahí encontrarás las respuestas. Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora, regálate la oportunidad de descubrirlo, reconocerlo y usarlo.

Establece una rutina para cultivar tu bienestar. Cada mañana inicia tu día agradeciendo y declarando una intención, aquella cualidad, habilidad o manera de ser o estar que deseas practicar y sentir dentro de ti durante ese día. Presta atención a todas esas ocasiones que se te presenten durante ese día y te brindan la oportunidad de practicar tu intención.

Sonríe, de preferencia cada vez que pases por un espejo. Tu cerebro leerá esa sonrisa como verdadera aun cuando sea fingida y se producirá una descarga de endorfinas y serotoninas, los neurotransmisores responsables de la sensación de felicidad y bienestar.

Crea en tu día el momento para estar completamente presente y contigo, aquí y ahora, la puerta para conectar con tu Ser y recibir todo lo que estás buscando afuera. Haz al menos una pausa al día, concéntrate en tu respiración por la longitud de tiempo que te sea posible, puedes comenzar con 1 minuto, será el minuto transformador de tu vida. Repite esta pausa las veces que te sea posible e intenta añadirle tiempo y disfrute a ese espacio de paz interior que has creado para conectar contigo descansando de la mente. Será un muy buen inicio en este camino de bienestar y plenitud desde el alma.

El año de la integración.

Este será un año de integración, para reflexionar, asimilar y poner en práctica todo lo que hemos aprendido en el camino de la vida hasta el día de hoy. Un tiempo para hacer propias y conscientes las lecciones recibidas a través de las personas, relaciones y experiencias vividas. De esta manera, podremos conformar nuestro núcleo de sabiduría y guía interior, integrando todas esas lecciones que nos han sido entregadas.

Se trata de armonizar nuestros cuerpos: mental, emocional, físico, espiritual y energético, para alcanzar el equilibro. Porque todo lo que está en equilibro está bien, se siente bien y nos hace bien. Aporta a nuestro proceso y nuestro bienestar. Lograr el equilibro es la meta.

En este proceso de integración, vamos a darnos permiso de sentir también esas emociones que nos producen malestar e incomodidad y que por lo mismo casi siempre negamos o rechazamos, sin darnos cuenta de que aquello que resistes, persiste. Cuando pones resistencia, estás entregando tu energía a lo que intentas evitar y por lo mismo permanece. Cuando lo reconoces y aceptas sin juicios ni críticas, se deshace solo porque ya no recibe la energía que lo sustenta.

Se trata de aprender a transitar las emociones para aprender de ellas. Las emociones son mensajeros que nos vienen a mostrar aquello que aún necesitamos comprender y aprender para evolucionar a un nuevo nivel de consciencia. Es importante recordar que sentir no es lo mismo que actuar. No estas obligado a actuar todo lo que sientes. Tienes al poder de hacer una pausa para decidir qué emociones y sentimientos deseas actuar y de qué manera. Se trata de reconocer nuestras emociones y sentimientos, darnos el permiso de sentir para sanar y aprender las lecciones que nos son entregadas. Cancelemos las palabras de controlar, enfrentar y manejar por el de transitar las emociones, escuchar el mensaje que viene a entregarnos. Desde la pausa podemos controlar y decidir nuestras acciones y nuestra actitud, no las emociones. Las emociones no son ni buenas ni malas, son humanas y nos hacen completos.

Esa emoción que rechazas es un maestro y tiene un propósito en tu vida, está ahí para enseñarte algo, para ayudarte a pasar una asignatura pendiente. Escucha lo que te viene a decir, escucha su mensaje porque es importante para ti, para crecer adentro y vivir mejor. Para evolucionar hacia un nuevo espacio de conciencia.

Procuremos también, integrar nuestro ego, porque representa integrar nuestra mente. La mente es una herramienta muy poderosa e imprescindible para crear nuestra experiencia de vida y nuestra realidad. Es un instrumento súper valioso para ser usado en nuestro beneficio, de la manera que mejor te sirva. Eres tú quien la utiliza para lograr lo que deseas, para hacer realidad tus sueños.

Se trata de mover nuestra energía del Ego y sus representaciones e identificaciones mentales a nuestro Ser, a nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, para vivir y actuar desde allí. Para crear desde nuestro Ser la vida que deseamos vivir, desde allí comunicarnos y compartir en nuestras relaciones. El Ser nos conecta con los otros, desde allí se establece el vínculo interior de afecto y empatía que nos permite hacer contacto con los otros. Para poder ver al otro. Porque mirar es diferente a ver, se mira con los ojos y se ve con el alma.

Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora: descúbrelo, reconócelo y úsalo. ¡Bienvenidos al viaje interior!

Obra de todos.

Este espacio cobra vida a través de la presencia de ustedes. Es mi deseo más sincero hacerles llegar a todos y cada uno, mi más profundo agradecimiento por estar aquí y acompañarme en esta experiencia, por ofrecerme la oportunidad de compartir con ustedes enseñanzas y lecciones de vida, lo que aprendemos y desaprendemos en el camino.

Gracias por sus comentarios, visitas y todas sus contribuciones, por hacer suyas y hacer llegar a otros las semillas que aquí voy entregando. Su compañía es mi mejor y mayor inspiración. Me llena de gratitud saber que de alguna manera por pequeña que sea, han hecho suyas las reflexiones, historias y lecciones aquí compartidas, que cada quien sabrá cultivar a su manera y a su debido tiempo. Gracias a todos por el deseo compartido de ser un canal de bendiciones en este mundo.

Viaja hacia ustedes un abrazo muy fuerte con mis mejores deseos para el año que recién se estrena. Para que reciban todo cuanto necesiten, alegrías, paz, amor y todas las bendiciones para este nuevo año pleno de posibilidades.

Con amor y gratitud….

Betti Zanetti

Comenzar de nuevo.

Hay etapas en la vida que para ser feliz hay que obligarse. Empieza por poner tu atención en todo aquello que contribuye de alguna manera a tu bienestar, te hace sentir bien, por pequeño o rutinario que te parezca, intenta retener esa sensación agradable momentánea y todo lo que moviliza dentro de ti. Practica la gratitud, identifica todo lo que te gusta, funciona, está bien y es bueno para ti en tu vida. Y recuerda que la gratitud es el camino más corto hacia la felicidad. Las personas agradecidas casi siempre son más felices.

En etapas como esas, en las que no queda de otra que continuar y reinventarse, evita mirar hacia atrás. Deja de creer en los delirios y las trampas de la mente que casi siempre nos cuenta la historia distorsionada por nuestros deseos o aquellos pensamientos que decidimos creernos. Mira hacia adelante, en el camino, al encuentro contigo… un día a la vez.

Ser humanos implica reconocer que tenemos necesidades afectivas y emocionales que no podemos ignorar. Resulta lo más normal y común que busquemos satisfacer estas necesidades a través de nuestras relaciones.  Cuando nuestras necesidades de amor no son satisfechas en nuestra relación de pareja, se produce una sensación de vacío interior, por lo que sentimos frustración, enojo o tristeza. Son esas ocasiones en la cuales estando aún acompañados, nos sentimos solos. Como alguna vez escuché decir, no hay peor soledad que la que se siente cuando estás acompañado. También sucede cuando hemos terminado una relación y el dolor que te produce el vacío que sientes lo asocias a la persona con quien solías llenarlo. Situaciones hay muchas, se trata de estrenar y crear nuevas maneras personales para satisfacer nuestras necesidades y llenar nuestros vacíos, en especial poniendo la atención en nosotros, observando y participando como testigos del mundo exterior, descubriendo aquello que resuena contigo y te hace sentir bien. Se trata de procurarnos y entregarnos aquello que nos permite satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales, sin depender de otro para estar bien. Asumir nuestra responsabilidad con nuestro bienestar y nuestra felicidad.

Cada noche piensa en tres cosas buenas que hayan pasado ese día y las razones por las que consideras han sido buenas para ti. Si puedes escribirlas, mejor aún. Regálate un cuaderno donde puedas anotarlas, el “cuaderno de las cosas buenas” (que no siempre son cosas). Hazlo al menos durante 21 días que según la ciencia es lo que tardamos en crear un hábito. Transcurrido ese tiempo, evalúa el resultado, qué impacto ha tenido en ti.

No tenemos el control de lo que ocurre en nuestra vida, lo único que controlamos es nuestra actitud, cómo nos relacionamos y respondemos a aquello que ocurre afuera.  En el mundo exterior a diario se presentan situaciones e imprevistos que escapan a nuestro dominio y comprensión. Sin embargo, tenemos el poder de elegir cómo queremos responder a lo que ocurre afuera. Despierta a ese poder y úsalo. Desde tu observador puedes hacer una pausa y elegir tus acciones o respuestas.  Es importante entrenarnos y practicar para dejar de reaccionar y comenzar a responder como deseas hacerlo. Practica la pausa, regálate tiempo antes de responder. Recuerda que entre el estímulo la respuesta hay un espacio, donde se muestra tu nivel de conciencia y tu capacidad para hacer esa pausa que te permite dejar de reaccionar, para crear tu experiencia de vida a través de tus respuestas, decisiones, acciones.

Ser feliz es un acto de decisión personal, uno elige ser feliz y para ello, el primer paso es retomar la relación con uno mismo: saber quién eres, cómo eres, qué quieres y qué es importante para ti. La relación contigo es la más importante de tu vida, no sólo por el hecho innegable de que eres la única persona que estará contigo por el resto de tu vida, sino porque todo lo que construyas y vivas en ella será lo que puedas entregar y compartir con los demás.