¿Qué puedo hacer con el miedo?

El miedo es tan inherente a nuestra naturaleza humana como cualquier otra emoción o sentimiento. Todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida y de seguro más de una vez, lo que es sentir miedo. El miedo biológico es importante y necesario, porque nos ha permitido sobrevivir como especie hasta nuestros días. Nos alerta y prepara para responder ante un peligro real y salir airosos de la situación. Ahora hablaremos del miedo psicológico que no necesariamente se corresponde a una situación real de peligro sino es el resultado de aquello que hemos decidido creernos, nuestras interpretaciones o pensamientos cargados de futuro, donde casi todo es incierto.

Tener cierto grado de temor resulta saludable cuando nos desarrolla sentido de autocuidado y nos previene de situaciones potencialmente peligrosas o no deseadas.  Sin embargo, el miedo pasa a ser una barrera cuando nos detiene y nos impide avanzar en el camino hacia la realización de nuestras metas, cuando se convierte en la limitación mental que nos paraliza y separa de lo que deseamos lograr.

El miedo, como todas nuestras emociones, es el resultado de un pensamiento que hemos decidido creernos, casi siempre sin darnos cuenta. Nuestros pensamientos provocan aquello que sentimos. Como piensas, sientes y como sientes, actúas. El tema es que los pensamientos viajan tan de prisa que muchas veces nos resulta muy difícil reconocer que aquello que sentimos ha sido originado en nuestra mente.

Los pensamientos asociados al miedo suelen estar cargados de pasado o de futuro. En el primer caso, cuando hemos vivido una experiencia traumática en el pasado y nos da temor que esta se pueda repetir. En el segundo caso, cuando el miedo es provocado por pensamientos cargados de futuro, anticipamos posibles escenarios adversos y situaciones no deseadas que pudieran presentarse. En ambos casos se trata de darnos cuenta de que el miedo es la consecuencia de que nuestra mente y nuestros pensamientos no están en el momento presente. Es nuestra mente, atada a pensamientos que temen se repitan experiencias traumáticas del pasado o cargado de incertidumbre sobre situaciones futuras, la que nos provoca el miedo que sentimos.

Es cierto que existen situaciones no deseadas del pasado que se pueden repetir. La posibilidad de que estas ocurran nuevamente está directamente relacionada a si aprendimos o no las lecciones que nos fueron entregadas a través de lo ocurrido. Si aprendiste de la experiencia, si llevas contigo la lección, es muy poco probable que se repita esa situación que no deseas. Pasa a ser asignatura superada y en este nuevo nivel de consciencia, estás mejor preparado para responder asertivamente y evitar que vuelva a ocurrir.

El futuro por definición es incierto, por lo cual resulta crucial desarrollar tolerancia a la incertidumbre. Aprender a vivir con ella como parte de la vida. Para ello es importante practicar mucho y casi todo el tiempo, la confianza en uno mismo y en el proceso de la vida. Se trata de construir la confianza básica que nade de creer en ti. La confianza en uno mismo se construye desde la plena conciencia del “yo puedo”. Existen diferentes modalidades del “yo puedo”: yo puedo solo, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar, yo puedo aprender. Esta nueva conciencia te permite creer en ti y en lo que percibes, desarrollar habilidades y cualidades que necesitas para responder a lo que pudiera acontecer afuera.

En ambos casos hablamos de traer nuestra atención y nuestra energía al aquí y al ahora. En el momento presente no hay nada que temer. Una vez que somos conscientes de esto, se trata de conectarnos con el presente y practicarlo todas las veces que nos sea posible, en especial cuando sentimos miedo. Para esto hay varias maneras, la más común es poner toda tu atención en la respiración y permanecer allí por un rato, concentrados únicamente en inhalar y exhalar. También puedes realizar cualquier otra actividad que has descubierto te conecta con el aquí y ahora, te permite salir de tu mente y dejar de entregarle tu energía al pensamiento que te provoca el miedo que estas sintiendo.

Existen diferentes tipos de miedo: el miedo al fracaso, el miedo al abandono, el miedo a la pérdida, el miedo a sufrir, miedo al rechazo, miedo a lo desconocido, entre muchos otros. Todos los tipos de miedos se pueden agrupar en dos grandes miedos. El miedo a la muerte, al final, a que algo se termine; y el miedo a la ausencia amor, a no sentirme querido, valorado, reconocido, aceptado. Como casi todos los temas, se trata de una cuestión de conceptos y definiciones.

A lo que llamas muerte o final es también un nuevo comienzo, es inicio y oportunidad. Nada se termina, todo se transforma. La esencia de todo lo que existe es energía y como seguramente escuchaste en alguna clase de física, la energía ni se crea ni se destruye solamente se transforma. La muerte o el final llega porque nos ha sido entregado todo lo que había allí para nosotros. Cuando nos aferramos a lo anterior, entramos en estado de estancamiento, estoy impidiendo que lo nuevo que me trae la vida llegue, estoy saboteando mi evolución y mi desarrollo.

El miedo a la ausencia de amor, que se manifiesta como miedo al abandono, al rechazo, a que no me valoren, a que no me vean, a que no me quieran entre muchas otras y diversas formas, surge del hecho de no estar amándome y aceptándome. Cuanto más me esfuerzo en que tú me ames, menos me estoy amando, menos me tomo en cuenta, más me estoy abandonando y más miedo tengo de que dejes de amarme. Hemos realizado una cesión de poder y como consecuencia, uno comienza a depender del exterior, a necesitar recibir de afuera aquello que dejamos de entregarnos y hacer por nosotros. Nos hemos abandonado, dejamos de estar en la relación con uno mismo, perdimos la conexión interior a nuestro Ser y fuente primaria de amor. El miedo al desamor dejará de existir cuando te tomes en cuenta, cuando seas tú el punto de partida y parte fundamental de ese amor, validación y aceptación que estas buscando afuera. Porque el amor sólo está completo cuando nos incluimos.

En muchas ocasiones el miedo al final y a la ausencia de amor se presentan al mismo tiempo y entrelazado, como las dos caras de una misma moneda. Por ejemplo, en el miedo a perder el trabajo, aparece el miedo a que algo se termine, al final, junto al miedo a la ausencia de amor, manifestada en el ámbito laboral como falta de reconocimiento, valoración o rechazo de mis jefes o la persona que me podría despedir.

Lo más importante es tomar conciencia que somos seres de luz y almas valientes viviendo esta aventura humana. Que nuestra transformación personal para convertirnos en la persona que queremos ser pasa por hacer consciente lo que deseamos cambiar.

Aquello que la vida me ofrece, cuanto acontece en mi vida, es lo que necesito para mi evolución personal hacia un nuevo nivel de conciencia. Incluso en las circunstancias más duras y difíciles, somos capaces de aprender y descubrir quiénes somos y cómo somos. Se trata de darnos permiso para recibir lo que la vida nos entrega cada día. ¿Cuál es el regalo? ¿Cuál es la lección? Asumir cada amanecer como una oportunidad para vivir la mejor versión de uno mismo, para ser mi mejor manifestación. Y dar el siguiente paso para recibir lo que está por venir.

La vida es un camino de amor por y para cada uno de nosotros desde la libertad de elegir nuestra actitud que es lo que crea y define nuestra existencia. Nos otorgamos los permisos de ser y actuar, todos los permisos que el miedo nos quita.  La seguridad proviene de creer en ti, en tus capacidades y recursos interiores, reconociendo que todo lo que sucede tiene un propósito de aprendizaje en tu vida. Tener fe no significa que todo va a ser como yo quiero, si no la certeza de que voy a encontrar la manera de estar bien independientemente de lo que pueda ocurrir allá afuera.

Recordemos que las emociones y sentimientos por sí solos no son ni buenos ni malos, son humanos. Su connotación positiva o negativa deriva del impacto que tienen en nuestro bienestar y nuestra salud, tomando en cuenta si contribuyen a que puedas lograr aquello que deseas en tu vida, o por el contrario son el obstáculo que te lo impide.

Creer en ti hace toda la diferencia en tu vida, esa confianza básica es el pilar sobre el que se construye tu bienestar. El miedo es el síntoma, la consecuencia de una creencia errónea o un pensamiento limitante que lo origina. Para transformarlo, debemos hacer consciente ese pensamiento que lo provoca y cuestionárnoslo. Cada pensamiento es una propuesta y uno decide si se sube o no a ese tren. Porque siempre hay otras opciones, otras propuestas y otras maneras de interpretar lo que acontece. Se trata de parar para responder en lugar de reaccionar. Desde esa pausa se abre un nuevo espacio de conciencia para cambiar aquello que sabotea nuestro bienestar.

El siguiente paso.

En la vida no existen errores, sólo lecciones. Y las lecciones se repiten hasta que nos las aprendemos. Así vamos, por fortuna, aprobando asignaturas pendientes en este camino de aprendizaje al que llamamos vida. Uno recibe beneficios por igual de las equivocaciones como de los aciertos, e incluso me atrevería a afirmar que a veces se aprende más de aquello que no resultó como esperábamos o cómo nos habría gustado que fuera.

Cada experiencia, situación y relación en nuestra vida guarda un propósito. Todos los caminos son válidos y los llamados “errores” están en tu vida para entregarte lecciones aún no aprendidas e importantes para ti, decisivas para tu evolución personal hacia un nuevo espacio de conciencia.

Todos estamos evolucionando. Evolucionar trae implícito la posibilidad de equivocarnos. Perdona y perdónate. De muchas maneras todos somos instrumentos para contribuir y ayudar a la evolución personal de nosotros y los otros. Se trata de aprender, crecer y compartir en este camino hacia un nuevo nivel de conciencia.

Esas experiencias que has vivido están ahí para que despiertes y regreses a ti, al encuentro contigo adentro, a la esencia de quién eres. Una vez allí, desde tu Ser podrás decidir cuál es el siguiente paso, tan sólo eso: un paso… No es necesario tener el plan completo, sólo identificar el siguiente paso.

Se trata de aprender a vivir en el presente, un día a la vez y a veces, un instante a la vez. Practicar de manera consiente el observar y estar completamente presentes. Para comenzar, pon toda tu atención en tu respiración, aunque sea por 1 minuto al día, esto te llevará al presente, a conectarte contigo adentro, aquí y ahora. Cada vez que percibas en ti un estado emocional que te supera, pensamientos rumiantes que provocan agotamiento y desanimo, haz una pausa para regresar a ti, a tu Ser, al ahora.

Dedica tu atención, tu energía y tus pensamientos a la solución en lugar de consumirte en el problema. Evita victimizarte adjudicando la culpa a otros o las circunstancias. No eres víctima, eres el protagonista de la película de tu vida. Cuando buscas depositar la culpa afuera de ti, te estas privando de la posibilidad de aprender la lección que tiene para ti esa situación o esa relación. Culpar a otros y victimizarse nos impide aprender. Y aquello que no aprendes, es casi seguro que la vida se encargará de que vuelva a suceder, porque las lecciones se repiten hasta que te las aprendes.

Es importante trasladar nuestra atención del problema hacia la solución. Comenzando con el final en mente, eso que deseas lograr, explora cuáles son los caminos, opciones y acciones que te llevarán a alcanzar tu objetivo. Del mismo modo reconoce que te lo impide, se honesto contigo. Identifica qué es posible y qué depende de ti. Ocúpate de lo que está en tus manos, la parte que te toca para hacer realidad lo que quieres.

El primer paso es el más importante porque aun cuando no te lleve a donde deseas llegar, te saca de donde estabas y te permite avanzar en la dirección que tú elijas. No siempre se necesita tener el plan completo para lograr aquello que deseas en tu vida. A veces sólo necesitas hacer una pausa, detenerte por un instante para respirar, confiar y dejar ir. Observar qué ocurre dentro y fuera de ti, en ti y en los otros.

Y entonces, desde tu guía interior decidir cuál es el siguiente paso.

Como las nubes en el cielo.

Casi todo el tiempo estamos pensando de manera involuntaria, del mismo modo que respiramos y realizamos muchas otras funciones vitales sin apenas notarlo. Nuestra mente produce pensamientos que nacen, crecen, se acumulan, se repiten y cambian de forma como las nubes en el cielo. Es importante aprender que todos esos pensamientos que generamos de manera espontánea no representan lo que somos y al igual que las nubes en el cielo, no son el cielo. Nuestro Ser, la esencia de lo que somos, en cualquier caso, sería el cielo mas no sus nubes. Los pensamientos forman parte de lo que somos, pero no definen quienes somos.

La mente es un instrumento muy valioso e imprescindible para recorrer el camino de la vida. Y es sólo eso, un instrumento que utilizamos y nos servimos de ella para lograr nuestros propósitos y objetivos en la vida. Su valor reside en que somos nosotros quienes la utilizamos, nos servimos de ella y no a la inversa. Cuando es la mente quien manda, quien lleva el control y determina nuestra vida, entonces le hemos entregado nuestro poder para convertirnos en su subordinado suyo y sufrir las consecuencias. Comenzamos a tener una mente tirana que nos juzga, critica, exige y domina hasta dejarnos agotados y exhaustos.

Hacer consciente nuestros pensamientos nos ayuda a conocer cómo somos y aquellos comportamientos que repetimos en automático, los cuales muchas veces se convierten en saboteadores de nuestro bienestar.

Los pensamientos traen asociados de manera espontánea emociones y muchas veces resulta más fácil reconocer cómo nos sentimos que el pensamiento que lo origina. Podemos constatar y percibir con mayor facilidad las emociones y sentimientos que nos provocan nuestros pensamientos. Se trata de fortalecer nuestro observador interior para poder identificar cuál es el pensamiento que nos produce malestar, inseguridad, tristeza, ansiedad, sorpresa, disgusto, enojo o miedo. ¿Cuáles pensamientos son la causa, los responsables de cómo nos sentimos?

Por lo general, cuando descubrimos que tenemos una marcada tendencia a vivir preocupados o anticipar mentalmente situaciones y escenarios negativos, esto nos provocan inseguridad y ansiedad y lo más probable será que nuestros pensamientos están volcados hacia el futuro. El futuro por definición es incierto porque hay múltiples variables que escapan de nuestro control y otras tantas que son impredecibles. Al vivir angustiados por lo que pueda suceder, esto incrementa la sensación de inseguridad y nos pasamos la mayor parte del nuestras vidas agobiados y rebasados por nuestras angustias y preocupaciones.

Del mismo modo, cuando identificamos que la tristeza es el sentimiento que predomina en nuestro estado de ánimo, es casi seguro que los pensamientos asociados a esta emoción estén anclados en el pasado y por lo general cargados de mucha nostalgia. Llevado de la mano de tus pensamientos, revives de manera inconsciente emociones vinculadas a situaciones anteriores que dejaron en ti la sensación de soledad, carencias, desamparo, abandono y pérdida que experimentaste en el pasado. En esta nueva situación te has enganchado de manera inconsciente al pensamiento que te lleva directa e irremediablemente a sentirte de manera muy similar a lo que sentiste en esas otras experiencias del pasado.

Se trata de darnos cuenta de que detrás de nuestros sentimientos y emociones hay siempre un pensamiento que lo provoca, intentar identificarlo, reconocer cuál es el pensamiento al que nos hemos enganchado para cuestionárnoslos. Podemos preguntarnos: ¿Es esto que estoy pensando cierto? Puedo estar completamente seguro de que es así, ¿Qué es verdad? ¿Qué pasa cuando decido creer este pensamiento? ¿Cómo me sentiría si decido dejar de creer este pensamiento?

Cuando nos identificamos con nuestros pensamientos, sin darnos cuenta pasamos a otorgarle la máxima credibilidad y nos cerramos a otras opciones y posibilidades, nos negamos la oportunidad de considerar otra mirada y otras maneras de interpretar la situación. Al observar nuestros pasamientos podremos darnos cuenta si vivimos aún anclados al pasado y a situaciones de entonces que aún nos producen dolor, nostalgia y tristeza; o si por el contrario estamos viviendo un paso adelante de la vida, volcados hacia el futuro y anticipando escenarios adversos.

La solución inmediata será aprender a centrarnos en el momento presente, poniendo toda nuestra atención en el ahora y desarrollar estrategias personales que nos permitan desconectarnos de aquellos pensamientos vinculados al pasado o al futuro que tienen un impacto emocional negativo en nosotros y seguramente en quienes nos rodean.

Todo lo que sentimos está asociado a un pensamiento que lo origina. Por lo general, la ansiedad es el resultado de pensamientos con exceso de futuro, del mismo modo que la tristeza suele ser producto de pensamientos cargados de pasado. Se trata de hacer consciente que tienes el poder de elegir tus pensamientos. No eres lo que piensas y la calidad de tus pensamientos determina la calidad de tu vida. Usa tu poder. Elige qué pensar.

Como nos lo anticipaba Carl Jung, todo que no hagas consciente seguirá dirigiendo tu vida y lo llamarás destino. Por eso es tan valioso identificar los pensamientos responsables de nuestros estados emocionales para poder hacer consciente todo aquello que nos ayude a implementar estrategias y acciones que nos regresen hacia el camino de la salud y el bienestar. Fortalecer nuestro observador para cuestionar nuestros pensamientos, reconocerlos, saber que están ahí, aceptarlos y dejarlos ir, que sigan su camino… como las nubes en el cielo.

Nota: Las preguntas relacionadas con la práctica de cuestionarnos nuestros pensamientos como método para dejar de identificarnos con ellos y recuperar nuestro bienestar emocional, han sido recreadas a partir de la teoría denominada The Work de Byron Katie en su libro, Loving what is.

Foto: Jorge A. Calderón

¿Por qué sufrimos?

Todo aquello que no somos capaces de aceptar es la principal fuente de nuestro sufrimiento. Nos peleamos con la realidad, ponemos resistencia y comenzamos a pasarla mal. Los hechos por lo general son neutros. Son nuestras interpretaciones a lo que ocurre fuera lo que nos provocan malestar, sufrimiento o insatisfacción. Resulta importante poder separar la interpretación de los hechos, de lo sucedido. No se trata de negar lo que ha sucedido si no de evitar que esto tenga un efecto emocional negativo en nuestro bienestar e impedir que pueda sabotear nuestra felicidad.

El sufrimiento es opcional porque uno tiene el poder de elegir aquello que quiere creer, uno decide a cuál pensamiento se ata y dónde pone su atención. Es cierto que en muchas ocasiones esta decisión es completamente inconsciente por lo que se trata de hacerla consciente, de darnos cuenta para identificar aquel pensamiento que hemos decidido creernos y que nos provoca la emoción que sentimos. Cada emoción que experimentamos es provocada por un pensamiento asociado a esta. Sucede que los pensamientos viajan demasiado rápido y casi nunca solos, por lo que resulta difícil reconocerlos e identificar cuál es el pensamiento específico que nos provoca determinada emoción.

El primer paso para dejar ir a los pensamientos que nos hacen sentir mal es darnos cuenta, reconociendo la historia que nos hemos decidido creer. Hacer consciente el cuento que me cuento. Como historia me refiero a la secuencia de pensamientos asociados a esa situación, persona o relación. Se trata de identificar cuál es el o los pensamientos que decidimos creernos y que nos habla a través de nuestro sufrimiento.

Una vez que hayamos identificado cuál es el pensamiento que nos provoca la emoción que sentimos, la interpretación que asumimos como cierta y qué resulta la causa de nuestro malestar, lo siguiente será comenzar a cuestionarlo: ¿Es esto verdad? ¿Es este pensamiento cierto? ¿Cómo puedo estar completamente segura de que ese pensamiento es cierto? ¿Cómo reacciono, qué pasa cuando creo en ese pensamiento? ¿Cómo me comporto, cómo trato al otro o los otros cuando creo en ese pensamiento? ¿Cómo sería yo sin ese pensamiento? ¿Cómo sería este momento sin ese pensamiento? ¿Dónde quiero poner mi atención? Son algunas de las preguntas que podemos hacernos es este proceso de cuestionarnos aquello que decidimos creer que nos hace daño y por lo cual sufrimos.

Se trata de observar nuestros pensamientos sin identificarnos con ellos, simplemente reconocer aquel o aquellos pensamientos que nos provocan sufrimiento para cuestionarlos, aprender de ellos y dejarlos ir. De este modo ya no tendrán mayor impacto en nuestro bienestar. Es cuando elegimos creemos un pensamiento desfavorable lo que nos lleva a sentirnos mal, es ahí cuando inicia nuestro peregrinar hacia el sufrimiento.

Las expectativas y el apego suelen estar casi siempre asociados a las interpretaciones y pensamientos que generan gran parte de nuestro sufrimiento. Nuestras expectativas representan aquello que nos gustaría, ese ideal que esperamos y deseamos ocurra. Nuestro sufrimiento es directamente proporcional al nivel de nuestras expectativas. Mientras mayor sea el espacio entre nuestra idealización y la realidad, mayor será la cuota de sufrimiento, porque participamos de la vida desde un ideal que evidentemente no coincide con la realidad. Acá es donde resulta imprescindible practicar la aceptación como un proceso activo, para tener un enfoque objetivo y sacar el mejor provecho de la realidad, dejar de pelearnos con ella para encontrar la manera de estar lo mejor posible.

El apego es el resultado de relacionarnos desde la carencia. Intentamos llenar nuestros vacíos desde el exterior. De este modo y sin darnos cuenta, vivimos con el miedo permanente a perder aquello que hemos creído es la fuente de nuestro bienestar. Y acá llegamos al cuento del gato que se muerde la cola porque relacionarnos desde el miedo y la necesidad nos genera dependencia y mayor infelicidad. Todos tenemos vacíos y se trata de aprender a gestionarlos desde nuestro interior, llenándolos de nosotros mismos, reconociendo que tenemos el poder de elegir cómo queremos vivir.

Otras de las maneras más rápidas y efectivas para pasarla mal es compararnos y quejarnos, por la sencilla razón que estamos poniendo nuestra atención en lo que nos falta, en aquello que no está o que se presenta de manera diferente a cómo nos gustaría y deseamos que fuera. Las comparaciones son odiosas e injustas porque casi siempre comparamos el pedacito luminoso y deseable que podemos percibir de los otros, con todo lo que no nos gusta o quisiéramos fuese diferente en nosotros o en nuestra vida. Comparamos peras con manzanas por lo que casi siempre salimos perdiendo. Damos una interpretación equivocada a la realidad y ponemos nuestra atención en aquella parte que no nos satisface, aquella situación o relación que se presenta distinta a como quisiéramos o nos gustaría que fuera.

A su vez, resulta imprescindible aprender a transitar nuestras emociones. Observarnos, reconocerlas, identificar y cuestionar el pensamiento que nos provoca esa emoción, aprender de ella para liberarla, dejarla ir. Las emociones son mensajeros que nos viene a enseñar algo valioso y necesario para nuestra evolución hacia un nuevo nivel de conciencia. Cuando nos damos el permiso de sentir y transitar nuestras emociones, podemos llegar al origen de nuestro sufrimiento, de nuestra herida, para aprender las lecciones de vida importantes para nosotros que están ahí, en nuestro núcleo de sabiduría.

Otra manera rápida y efectiva para dejar de sufrir es conectarnos con el momento presente y comenzar a agradecer por todo lo que forma parte de nuestra vida. En el momento que ponemos toda nuestra atención en el ahora y en la gratitud, nos conectamos a nuestra esencia, entramos en un espacio interior de paz que nos produce bienestar. Todos los pensamientos, emociones y acciones que surjan desde este estado, tendrán un efecto positivo, nos conducirán a un mayor nivel de conciencia y de autoconocimiento en el camino hacia nuestro crecimiento personal.

En lo profundo de nuestras heridas se encuentran las lecciones que necesitamos aprender, el espacio de conciencia y la energía que requerimos para seguir avanzando en el camino de la vida. Todos podemos practicar la pausa para transitar nuestras emociones. El sufrimiento sólo habita en nosotros cuando no nos cuestionamos aquello que decidimos creernos y que nos hace daño. Son las interpretaciones desfavorables que damos a lo que ocurre en nuestro entorno lo que origina la emoción que experimentamos. Se trata de identificar aquel pensamiento que nos provoca sufrimiento para cuestionarlo y aprender la lección que nos viene a enseñar, para crecer y sanar desde adentro. Para dejarlo ir…como a las nubes en el cielo.

Perdonar a los otros para liberarse uno mismo.

Recuerdo aquella historia en la que dos viejos amigos se reúnen después de varios años sin verse cuando uno de ellos se entera con profundo pesar que su amigo está muy enfermo, en fase terminal. Al conocer sobre la gravedad de su amigo, el otro decide ir a visitarlo cuanto antes para pasar un rato juntos y hacerle compañía. Es así como durante la visita los dos amigos recuerdan anécdotas del pasado, conversan sobre su vida de entonces y los eventos en lo que se forjó su amistad.

En este recuento de sus vidas, rememoraban cuando se conocieron hace ya muchos años en una cárcel, siendo ambos prisioneros de guerra. Después de una larga pausa reflexionando sobre el tiempo que compartieron en prisión, el amigo le pregunta al enfermo: ¿Y tú, ya los perdonaste? A lo que el otro responde con todo el peso de su dolor y enojo: No, nunca los voy a perdonar. Al escuchar la respuesta del enfermo, su amigo con profunda tristeza le contesta: Entonces todavía te tienen prisionero.

El perdón es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotros mismo en esta vida. Es el camino para sanar y liberarnos de aquello que no hace sufrir y nos impide ser felices. Perdonamos porque nos merecemos y queremos ser libres, más allá de los otros y del pasado, deseamos sanar nuestras heridas para vivir a plenitud nuestro presente, sin lastres. Nos concedemos la libertad para dejar de estar atados a un pasado, situación o personas que nos producen sufrimiento e infelicidad. Perdonar es un acto de amor propio donde decidimos dejar ir aquella experiencia del pasado que afecta nuestro bienestar.

Cuando perdonamos esto no significa que aprobemos o estemos de acuerdo con lo sucedido, que validemos las acciones de los otros; si no que comprendemos y aceptamos lo ocurrido y elegimos quedarnos con lo más valioso de la experiencia que serán siempre sus lecciones. Dejamos de esforzarnos por tener un mejor pasado y decidimos aprender de lo vivido. Capitalizar la experiencia.

A través del acto de perdonar podemos salir de este atolladero emocional que nos ancla al pasado, para comenzar a vivir nuestra vida entregando toda nuestra atención y energía al presente, para dejar de estar prisioneros y limitados por lo ocurrido. Dejamos de entregarle a los otros y al pasado el poder de influir para mal nuestra vida, arruinar nuestro presente y contaminar nuestra alma.

Del mismo modo que no pondrías ni un gramo de veneno en tu comida, no permitas que el rencor y el resentimiento envenenen tu alma.

Perdonar sólo depende de ti, de que tú quieras hacerlo. Es algo que sólo tú puedes hacer por ti.  Se trata de ofrecer el perdón a todo aquello que haya causado dolor y sufrimiento, con la profunda convicción que tanto nosotros como los otros y las circunstancias, hemos sido instrumentos, el medio y canal, a través del cual son entregadas y recibidas aquellas lecciones importantes y necesarias para nuestro crecimiento personal.

Perdona y perdónate porque todos estamos evolucionando y evolucionar trae implícito equivocarse. Perdonar es algo que hacemos por nuestro bienestar, por nosotros y para nosotros.  Es primero que todo, un gran acto de amor por ti y si en el proceso resulta que le puede servir o beneficiar a alguien más, entonces será dos veces bueno.

La vida que tú elijas.

Nuestras acciones son el puente que conectan nuestros sueños con la realidad. Es a través de aquello que hacemos que podemos realizar y vivir lo que deseamos en esta vida y en este mundo. Nuestras acciones definen el camino para llegar a donde queremos estar en cuerpo y alma.  Cualquiera que sea la meta en tu vida, llegarás allí a través de lo que hagas en el momento presente.  Son tus acciones las que te llevaran a lograr aquello que deseas.  Cuando digo acciones, considero un muy amplio espectro de estas que va desde el Hacer más concreto y físico, hasta el Ser más introspectivo y espiritual. Tus acciones estarán dirigidas hacia aquellos espacios en ti y de tu vida en los que quieras crecer, cambiar, avanzar, aprender y compartir. Para encontrar el deseado equilibrio entre Ser y Hacer.

Tus pensamientos son muy importantes porque constituyen el detonador de tus acciones y los responsables directos de cada una de tus emociones y tu proceder. Detrás de cada emoción hay un pensamiento que la provoca, sólo que estos viajan tan de prisa y son tan poco explícitos, que nos cuesta trabajo reconocerlos e identificarlos. Los pensamientos juegan un papel fundamental en la realidad que nos creamos; escoge los buenos, los mejores, aquellos que te permitan avanzar en la dirección que elijas, para alcanzar y realizar aquello que deseas lograr en tu vida. Los pensamientos condicionan nuestra actitud para recorrer el camino de la vida, rigen nuestro sentir y nuestra conducta en cada situación. Recuerda que la calidad de tus pensamientos determina la calidad de tu vida.

Del mismo modo que el camino más corto hacia la felicidad es la gratitud, el camino más corto y directo para sentirnos muy infelices es quejarnos, compararnos y asumir el papel de víctima de las circunstancias y/o con los que nos rodean. En realidad, las cosas no “te” pasan, las cosas pasan, uno decide cómo interpretarlo y a partir de ahí eliges tu respuesta, cómo te vas a relacionar con lo sucedido. Las situaciones se nos presentan como una escuela para nuestro aprendizaje y crecimiento personal, para que salga a la luz lo mejor de nosotros mismos. Para superar asignaturas pendientes en el camino de la vida. Nos ofrecen la oportunidad de reconocer y utilizar todos nuestros talentos, capacidades y recursos interiores para encontrar soluciones y lograr lo que deseamos.

Se trata de darse cuenta, para cambiar la actitud de juzgar, quejarnos y compararnos por la de aprender de la situación, de la relación, de las personas y de nuestras circunstancias. Dejar de lamentarnos y encontrar otra manera de mirar la realidad para aprender de ella, para quedarnos con lo más valioso detrás de cada experiencia: la lección que nos regala.

Nuestra vida se construye en base a las decisiones que hemos ido tomando a lo largo del camino. Porque siempre elegimos, aun cuando no lo hacemos también estamos eligiendo. Es cierto que no todas nuestras decisiones son o han sido conscientes y que no haya sido no significa que no pueda ser. Se trata de hacer del proceso de toma de decisiones un acto consciente para regresar a ti el poder de elegir tus respuestas y tu actitud, la manera en que te relacionas con la realidad. Para dejar de reaccionar y comenzar a responder practicando la pausa, ese espacio de sabiduría que media entre lo que ocurre afuera y cómo respondemos.

Aquello que no queremos aceptar es nuestra principal causa de sufrimiento. Aceptar la realidad no significa resignarse. Resignarse es una actitud conformista y pasiva que alimenta el resentimiento y la desesperanza. La aceptación es dejar de pelearnos con la realidad para sacar el mejor provecho de la situación incluso cuando no estemos de acuerdo, ni aprobemos lo sucedido. Es la capacidad de aprender de la experiencia, la relación y tus circunstancias para evolucionar hacia un nuevo nivel de conciencia e implica un arduo trabajo personal, de mucha voluntad y compromiso con nuestro bienestar. Lo más fácil es resignarse pues es un acto pasivo que no representa ningún esfuerzo, me victimizo o busco culpables afuera o las dos cosas; mientras que la aceptación implica asumir nuestra responsabilidad para desarrollar la resiliencia, aprender, crecer y sacar el mejor provecho de la realidad.

Resulta decisivo para crear nuestra mejor experiencia de vida, conectarse con uno mismo adentro, con ese espacio de paz, luz y amor dentro de ti, tu esencia, tu verdadera naturaleza que además te vincula con aquello en lo que crees.  En tu Ser se encuentra la esencia de vida y energía que unifica y conecta a todo lo que existe en el universo.  Esa conexión profunda e interior con nuestro centro y esencia, será lo que nos permita trascender para formar parte de todo, para vivir y actuar desde tu verdadero Ser de paz, amor, luz y sabiduría. Para crear la vida que tú elijas.

Dejar ir… y la fábula del mono.

Cuentan que, en un lugar de África, los cazadores tienen una manera muy sencilla para atrapar a los monos. Van dejando en el camino un rastro de cacahuates y frutas que ya conocen les gusta mucho a los monos. Este camino llega hasta un pequeño agujero en un árbol. Allí depositan el resto de los cacahuates y será donde más tarde atraparán al mono.
El mono va siguiendo el rastro, recogiendo los cacahuates hasta llegar al pequeño hueco en el árbol. Allí introduce la mano y llena todo su puño con los cacahuates que se encuentra adentro. Cuando intenta sacar la mano, no puede al haber cerrado el puño para llevarse los cacahuates con él. Como mantiene el puño firmemente cerrado le resulta imposible sacar su mano por un agujero tan pequeño. El mono lucha y se desespera sin darse cuenta de que para poder liberarse solo necesita abrir su mano, dejar ir. Y así, al no poder comprender que solo tiene que abrir su mano y soltar los cacahuates para ser libre, es apresado por los cazadores.
Cuando escuché esta fábula recordé tantas ocasiones en las cuales nos encontramos atrapados de la misma manera que el mono. Sujetamos con fuerza y nos aferramos a situaciones y relaciones, con nuestros puños firmemente cerrados y en detrimento de nuestro bienestar.
Esta historia llevada al ámbito de los seres humanos y nuestras relaciones ilustra de manera elocuente como en ocasiones no nos damos cuenta de que nuestra liberación y bienestar sólo depende de soltar, de abrir nuestra mano para dejar ir. Desprendernos para dejar de sufrir y liberarnos de todo aquello que nos impide estar bien.
La manera más sencilla de soltar nuestros apegos es a través del profundo compromiso y práctica de conectarnos con el ahora, para vivir, ser y estar en el momento presente. Una de las maneras más utilizada para lograr estar en el ahora es a través de nuestra respiración. Pones toda tu atención en inhalar y exhalar y permaneces así durante unos minutos para de este modo regresar a tu Ser interior en el momento presente. Otra manera es a través de poner concentrarnos en la palma de las manos o la planta de los pies o ambas por unos minutos, hasta que tienes la sensación de estar en plena consciencia del momento presente. Existen otras maneras y cada uno podrá encontrar la suya. Se trata de darnos cuantas cuando no estamos en el presente para regresarnos a él una y otra vez. Estar en el ahora en realidad significa regresarnos de manera recurrente al momento presente. Y el mejor método será siempre el que a ti te funcione.
Cada final es un nuevo comienzo. En lugar de preocuparnos y llenarnos de ansiedad por lo que viene después o qué será lo siguiente, abracemos el momento presente con una actitud abierta y genuina curiosidad, con el propósito de aprender las lecciones que nos ofrece la experiencia o la situación que estamos viviendo. Son lecciones importantes y necesarias para nuestro crecimiento personal, para lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, para realizar todo nuestro potencial. Se trata de convertirnos en observadores de nosotros, de todo aquello que vivimos en nuestro interior y de aquello que acontece afuera, en el mundo exterior. Donde quiera que estés, estar completamente allí, viviendo con presencia total esa experiencia para aprender las lecciones que nos ofrece. En esta vida no existen errores, solo lecciones y estas se repiten hasta que nos las aprendemos.
Nuestra vida es como un río, viajamos llevados por la corriente y se trata de aprender a disfrutar en sus aguas. Cuando nos resistimos nuestro cuerpo se tensa y nuestra alma se contrae, nos hacemos pesados y nos hundimos. Naveguemos con confianza y en paz, con nuestra fe y nuestras certezas, fluyendo con el proceso de la vida. Respira, conecta contigo, confía y fluye en paz en la corriente del río de la vida ….viajas en tu río y todo está bien.

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