Ningún puente se sostiene de un sólo lado.

Nuestras relaciones afectivas se construyen sobre cuatro pilares fundamentales: el amor, la comunicación, el respeto y la confianza. Cuando alguno de estos fundamentos esenciales y básicos de la relación desaparece, del mismo modo se deteriora la relación.

El amor es siempre el mismo y sólo cambia de nombre según sea la persona hacia quien va dirigido. Es por eso que hablamos de amor de madre, de hija, entre hermanos, de familia, de amigos y de pareja. El amor de pareja tiene además un componente adicional que lo hace único y diferente con relación a los otros tipos de amor: la atracción física, que también le llaman la química entre dos personas. Esta cualidad tan especial es lo que le confiere ese aire mágico que nos seduce y fascina, esa mezcla dulce de sentimientos y deseo que no podemos explicar y sólo quienes lo han vivido pueden comprenderlo.

Uno de los componentes más frágiles en cualquier relación es la confianza. La confianza es como un cristal muy delicado, una vez que se quiebra es muy difícil repararlo y aun cuando lo logremos, siempre se verán las grietas que debilitan y lastiman la relación. La confianza se gana, depende del otro que confiemos o no en él o ella, es el otro a través de sus acciones quien se hace merecedor o no de nuestra confianza. Cuando entregamos nuestra confianza a otra persona, debemos hacerle saber que tiene en sus manos algo muy valioso e importante, por lo que deberá poner el mayor empeño y cuidado para protegerla.

Una relación es de dos, bidireccional, de ida y vuelta en la dinámica de dar y recibir. A veces nos volcamos completamente en mantener y alimentar una relación sin darnos cuenta que no sólo estamos haciendo nuestra parte, si no también la del otro. Nos hemos pasado de nuestra mitad y estamos trabajando en el terreno del otro para mantener la relación. Esta actitud es autodestructiva y contraproducente porque al final terminamos agotados, enojados y resentidos con nosotros y con el otro, porque no estamos recibiendo lo que deseamos, queremos y necesitamos en la relación.

Esperamos recibir del otro lo que hemos olvidado procurarnos a nosotros mismos. Nos hemos apartado y olvidado de nosotros, hemos dejado a un lado nuestro proceso, bajamos la cortina a nuestras necesidades para satisfacer las del otro. Asumimos de manera inconsciente la creencia errónea de que si me afano y desvivo en procurarle satisfacción y felicidad al otro, este hará lo mismo para conmigo y recibiré tanta felicidad como la que estoy entregando.  Nos olvidamos que la felicidad es un asunto interior por lo que no somos responsables de la felicidad de los otros, ni los otros de la nuestra. Pretenderlo de otro modo sólo nos traerá frustración garantizada.

En estos casos resulta muy saludable regresar a uno mismo, hacer tu parte y dejar que el otro asuma la suya si quiere y si le interesa la relación. Si cuando dejamos de ser la única parte activa en función de mantener la relación esta deja de existir, nos queda claro que la relación se mantenía gracias a nuestro amor y esfuerzo. La verdad triste y sin remedio.  Es por ello que uno se siente tan profundamente infeliz y solo en esa dinámica de dos donde sólo participa uno. Porque ningún puente se sostiene de un solo lado.

En esta vida todo tiende al equilibro, por lo que mientras más activo es una de las partes de la relación, más pasiva suele comportarse la otra. Se trata de encontrar el equilibrio para vivir relaciones que se traduzcan en bienestar y salud emocional.

Todo lo anterior no es exclusivo de la relación de pareja, es aplicable a todas nuestras relaciones, en sus diferentes variantes de amor. El tema de la confianza es algo que he conversado mucho con mis hijas, ahora que van creciendo y reclaman por más espacios de libertad. Que como todo derecho lleva implícito, responsabilidad.

Una relación es un espacio para crecer y compartir. Es insano y no es amor pretender que el otro me cure, se haga cargo de mí, solucione mis problemas y carencias, encuentre las respuestas a mis dudas, disipe mis inseguridades o me procure la felicidad que tanto añoro. Todo esto es parte de nuestro proceso personal y por tanto somos los únicos responsables de hacerlo y de lograrlo. Es nuestra responsabilidad individual e intransferible, para crecer y ser mejores personas, para sentirnos bien con nosotros y con nuestra vida. Una vez que nos hacemos responsables de nosotros, podremos participar de una relación donde compartir, crecer y ofrecer al otro todo lo que somos.

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