No estás obligado a actuar todo lo que sientes.

Cuando se termina una relación de pareja porque la otra persona decidió salirse de ella sin decírnoslo con palabras, pero demostrando a través de sus acciones que no le interesa continuar, nos toca asumir esa realidad y salirnos también de allí. Intentar mantener la relación sólo nos producirá más frustración y sufrimiento al pelearnos con la realidad, por no aceptar que al otro ya no le interesa seguir. Fue su decisión terminar y te lo hizo saber a través de sus acciones. Te toca reconocer esa realidad y continuar tu camino.

También es sabido que uno no deja de querer al otro a pesar de sus acciones y de que la relación se haya terminado. Uno puede seguir amando a ese otro que decidió terminar con hechos la relación, pero entiende que sentir y actuar no es lo mismo. No estamos obligados a actuar todo lo que sentimos. Lo que sentimos es involuntario uno no lo decide, sino que lo reconoce, lo nombra y lo transita. Tenemos el poder de decidir qué sentimientos y emociones queremos actuar. Entre sentir y actuar hay un espacio, ahí se encuentra nuestro nivel de conciencia.

Se necesita hacer acopio de mucha voluntad y compromiso con uno mismo para a pesar de querer y seguir enamorados de ese otro que se ha marchado, decidir no actuar lo que sentimos porque comprendemos que cualquier paso dado en esa dirección para acercarnos al otro, sólo nos traerá más sufrimiento. 

Después de una separación, uno tiende a idealizar al otro y a la relación, sientes un vacío interior que relacionas con quien antes ocupaba ese espacio en tu vida. Es importante darse cuenta de que esa idealización no se corresponde con la realidad. El otro te demostró con acciones que no le interesa seguir en la relación y negarte a aceptar esta realidad sólo te producirá más frustración, decepción y sufrimiento.

Alejarte de las relaciones y las personas que te hacen daño es uno de los mayores actos de amor propio que puedes hacer por ti. Desgraciadamente uno no deja de amar cuando ha sido ese otro quien se marchó de la relación y hay que hacer un esfuerzo consciente para evitar acercarse, buscarlo o tener cualquier contacto con él o ella, pues representa un retroceso en tu recuperación y se trata de evitar hacer eso que te hace daño. 

No intentes olvidar o rechazar el recuerdo y las emociones vinculadas a esa otra persona porque lo que resiste persiste. No se trata de rechazar lo que sentimos sino de aprender a transitarlo. Hay que sentir para poder sanar. Respira para transitar tus emociones: inhalo siento, exhalo suelto, y así varias veces hasta que te sientas mejor. 

La neurociencia nos enseña que nuestro cerebro no sabe olvidar sólo sabe sustituir. Hay que crear nuevas carreteras neuronales, hábitos y prácticas, para recuperar nuestro bienestar. Debemos hacernos de una rutina que favorezca todas esas actividades y estímulos que ayudan a nuestro cerebro a producir los neurotransmisores de la felicidad, los llamados cuatro fantásticos: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. 

Muévete, sal con tus amigos, camina, medita, lee, abraza, baila, escucha música que te anime, viaja, regálate comidas sabrosas, pasea, cumple tus antojos y busca ayuda profesional si así lo consideras. 

Es en los momentos más duros de nuestra vida cuando desarrollamos el músculo de la resiliencia. Esa cualidad tan necesaria para superar los desafíos de la vida y salir fortalecidos como resultado de todo lo que aprendemos en el proceso. De esta etapa se sale con mucho amor propio y responsabilidad emocional. La responsabilidad es capacidad para responder, estarás mejor preparada para continuar el viaje sin depender, conociéndote mejor, conectada con tus necesidades y reconociendo tus miedos, para tomar decisiones basadas en lo que quieres, aquello que es importante para ti y que suma a tu bienestar.

Tú sabías cómo estar y sentirte bien antes de que esa persona llegara a tu vida. Recuerda todo lo que te gustaba de ti y de tu vida antes de él o ella. 

Una de mis mayores certezas de vida es que no estoy sola porque estoy conmigo, me tengo a mi. Es liberador aprender a disfrutar de la propia compañía pues así las relaciones son cuestión de elección y no de necesidad. Y cuando uno elige ya no depende. Esa es la meta para poder superar la dependencia emocional y continuar avanzando en el camino del bienestar.

Recuerda tus razones.

Las decisiones en la vida hay que tomarlas desde la razón y no desde la emoción porque las emociones son pasajeras y cuando estás se desvanecen, ya nuestra decisión no se sostiene, no existen razones que la sustenten. Es importante recordar y hasta escribir las razones por las que hemos tomado una decisión pues será lo que nos sostenga cuando la emoción haya pasado. 

Las decisiones no son definitivas son sólo un paso más en el camino. La vida es demasiado generosa para darnos ultimátums y casi siempre nos regala otra oportunidad y nuevos aprendizajes. Se trata de disfrutar del camino viviendo en el ahora y capitalizar las experiencias. Elegir aprender de lo sucedido para poder usarlo más adelente. La sabiduría no consiste únicamente en adquirir y acumular conocimientos si no, en ser capaces de usar lo aprendido cuando lo necesitemos.

Todas nuestras decisiones han sido acertadas porque cuando las tomamos no sabíamos lo que aprendimos después. Esa decisión fue la mejor que pudiste tomar con lo que sabias en ese momento.

Se trata de ser compasivos con nosotros mismos, dejar de juzgarnos y aprender a perdonarnos por aquellas decisiones que mirando en retrospectiva no nos agradan o nos hacen sentir mal. Esa decision fue la mejor posible en ese momento de tu vida porque no sabías ni más ni mejor. Perdónate por no saber lo que no sabias hasta que lo aprendiste.

Si somos afortunados, el camino de la vida será  largo y todo el tiempo tomaremos decisiones, desde las más triviales, de manera casi inconsciente o repetitiva, hasta las más trascendentales. Para estas últimas, régalate tiempo contigo, en silencio para conectar con tu guía interior y conocer tus razones y motivos, espera que pase la emoción antes de decidir. Recuerda que las emociones son siempre pasajeras y lo que perdura son las razones por las cuales tomaste esa decisión. 

Ahora sabemos que no existen malas decisiones porque elegimos lo mejor que pudimos con lo que sabíamos en ese momento. Fue recorrer ese tramo del camino, lo que nos permitió aprender esas lecciones necesarias e importantes que podremos usar más adelante para tomar otras decisiones.

¿Desde dónde nos relacionamos?

En las sociedades occidentales aprendimos a relacionarnos desde la carencia, buscando afuera lo que creemos nos falta. Así nos creímos el cuento de la media naranja, donde un otro nos completa. Nos lo enseñaron las películas, las novelas, las series de televisión, las canciones y baladas que romantizan la dependencia emocional. Nos hicieron creer que la felicidad viene de afuera y hasta soñamos con el príncipe azul.

Cuando nos relacionamos desde la carencia, de igual manera se instaura en nuestra vida el miedo permanente a perder eso que hemos decidido creer es la fuente de nuestro bienestar. De este modo, nuestros vínculos se construyen desde el apego que según señalan los budistas es la principal fuente de sufrimiento.

Se trata de redefinir nuestros vínculos desde la certeza de que el amor es un espacio para crecer y compartir, que construimos desde la libertad de elegir y no desde la necesidad y la dependencia a otro. Porque cuando uno necesita ya no elige y el miedo a perder esa felicidad que has puesto afuera de ti, en tu pareja, es una carga muy pesada de sostener y nos causa mucho sufrimiento.

Debemos recordar que una relación siempre es de dos por lo que una sola parte nunca será la responsable del estado de la relación. Lo que el otro decida hacer con su mitad del puente para bien o para mal no es nuestra responsabilidad. Sólo somos responsables de lo que hacemos nosotros. Si el otro decide alejarse, ausentarse, enojarse, mentir o salirse de la relación, esa es su decisión y no somos responsables de los actos de los demás, únicamente de los propios. Hay que aprender a dejar de sentirnos culpables por lo que hace otro.

En realidad, uno nunca pierde a nada ni a nadie en esta vida pues nada se termina solamente se transforma. Cuando asumimos el sentido de temporalidad de todo en esta vida, aprendemos a vivir en el presente, valorando y agradeciendo lo que es. Se acrecienta el disfrute en el ahora y siempre podemos elegir aprender, aún en las peores circustancias.

Se trata de reconocer que uno se relaciona desde la plenitud y el disfrute, para compartir todo lo que somos sin necesitar que otro me complete o me entregue aquello que necesito. Porque me reconozco capaz, quiero y puedo entregármelo yo, porque me asumo protagonista de mi vida y creadora de mi felicidad.

El apego y las expectativas nos generan mucho sufrimiento, ambos parten de creencias erróneas y limitantes que sabotean nuestro bienestar y nuestra autoestima. Acá aparece ese concepto imprescindible que es la pareja interna. Para ello debemos observar y reconocer cómo es la relación que tengo conmigo, cómo me hablo, qué me digo, si me critico, me juzgo, me saboteo; o me acepto, me felicito, me cuido y me mimo. Se trata de hacer consciente mi diálogo interior y su impacto en mi bienestar.

A partir de este nuevo espacio de conciencia, vamos a reconstruir el vínculo con nosotros mismos desde la aceptación de todo lo que me gusta y no me gusta de mí. Sin juicios y con profunda compasión que no es otra cosa que comprendernos sin juzgar. Reconocer mis necesidades y elegir cómo, cuándo y con quién voy a satisfacerlas. Aprender a transitar las emociones y gestionar mis vacíos desde la certeza del “yo puedo” que es la base de la autoestima. El “yo puedo” tiene diferentes dimensiones: yo puedo sola, yo puedo aprender, yo puedo pedir ayuda, yo puedo delegar. Comenzar a hacer uso de todas sus variantes porque desde el “yo puedo” me siento capaz y se cultiva la confianza básica que es una cualidad imprescindible para caminar por la vida.

Una vez que hemos creado la pareja interna, nos relacionamos con el mundo desde la plenitud y con la libertad de elegir. Aprendemos a disfrutar de la propia compañía y dejamos de depender. Ya no nos sentimos solos. Asumimos que somos creadores de nuestro bienestar y nuestra felicidad comprendiendo que nadie me va a querer cómo me quiero yo, que nadie me va a cuidar cómo me cuido yo, que nadie me va a respetar cómo me respeto yo, que nadie me va a mimar cómo me mimo yo. Porque esa es mi primera responsabilidad.

Y si todo lo anterior viniese también de afuera pues será dos veces bueno, sabiendo que tengo la garantía de que me lo he entregado primero yo. Recibo el amor, el cuidado, el apoyo, el mimo y la compañía que viene de afuera con gratitud y sin depender de esto para sentirme bien, simplemente reconociendo que suma a mi bienestar.

Se trata de salir al mundo a comer sin hambre, eligiendo alimentarme de lo que me hace bien. Uno tiene el poder de elegir de qué se quiere nutrir. Elige alimentarte de todo lo que sume a tu luz y tu bienestar, evita aquello que sabotea tu paz. El autocuidado parte por observar para luego poder elegir cómo me quiero nutrir, todo aquello que incorporo a mi vida a través de los sentidos y los lentes con los que miro e interpreto lo que ocurre afuera.

Es importante reconocer nuestras creencias limitantes, los condicionamientos familiares y sociales y aquellos mandatos externos que sabotean nuestro bienestar. Procuremos construir vínculos sanos reconociéndonos completos y capaces, con el propósito de compartir y nunca desde la carencia. Aprendamos a relacionarnos por placer y por disfrute para compartir sin depender. Liberarnos de la dependencia emocional es uno de los mejores regalos que podemos hacernos en esta vida, para viajar más ligeros y ser un poco más felices.

Para fortalecer la confianza en ti.

La confianza es el antídoto del miedo. Tu necesidad de seguridad se satisface cuando desarrollas la confianza en ti y en el proceso de la vida. La confianza básica es la cualidad que te va a permitir sentirte segura o seguro.

Está comprobado a través de la neurociencia que el miedo y la confianza utilizan la misma vía neurológica en nuestro cerebro. Esta vía la puedes usar para experimentar el miedo o la confianza, pero sólo una de estas dos emociones podrá utilizar esta vía, nunca las dos al mismo tiempo. Esto implica realizar un esfuerzo consciente y decidir usar esta vía neurológica para experimentar y desarrollar la confianza en ti. Se trata de hacer consciente aquello que deseas cambiar para practicarlo y practicarlo hasta que lo logres.

El autoconocimiento te permite reconocer tus capacidades y fortalezas para establecer metas realistas en las diferentes áreas de tu vida. Cuando alcanzas esas metas sentirás esa sensación de logro que alimenta la motivación que necesitas para fortalecer la confianza en ti y dar el siguiente paso. Celebra siempre tus logros por pequeños que te parezcan. Allí está la energía que necesitas para seguir avanzando en el camino de la vida. A su vez, a través del autoconocimiento recibes el gran regalo de aceptarte a ti mismo sin juicios ni críticas que es la base del amor propio.

Otro de los beneficios del autoconocimiento es que te permite saber qué quieres y qué no quieres, reconocer lo que mereces y lo que no estás dispuesto a aceptar. Y de este modo, establecer límites saludables en nuestras relaciones, para poder decir “no” sin miedo a que el otro se enoje y dejar de sentirnos culpables por no complacer o hacer lo que otro nos pide, o por no cumplir con sus expectativas y exigencias.

La confianza se desarrolla cuando te sientes capaz de encontrar soluciones a los retos del camino, usando tus recursos internos y externos, con el deseo genuino de aprender de la experiencia y beneficiarte de lo sucedido, al hacer consciente las lecciones recibidas para usarlas. Se trata de reconocer con humildad que hay muchas cosas que no sabemos y activar la motivación por aprenderlas. La confianza se expresa en nuestra capacidad de adaptación y flexibilidad para responder a las situaciones que se nos presenten en el camino, desde el “yo puedo”. Practicando la pausa antes de responder a lo que acontece afuera.

El “yo puedo” se presenta en diferentes modalidades y resulta muy valioso hacer uso de cada una de ellas según se requiera y dadas las circunstancias. El “yo puedo” contrario a lo que generalmente se cree, no significa únicamente que yo puedo solo, sino que incluye el yo puedo pedir ayuda, yo puedo aprender, yo puedo delegar, yo puedo preguntar, yo puedo darme tiempo, e incluso yo puedo equivocarme. Este último representa darnos permiso para equivocarnos sin criticarnos ni juzgarnos, reconociendo que en esta vida no hay errores sino lecciones, si tenemos la voluntad para aprender de lo sucedido.

Uno de los recursos internos imprescindible para cultivar la confianza en uno mismo es conectar con tu guía interior. Para ello debes regalarte tiempo para estar contigo y escuchar tus respuestas y tus razones, personales y únicas que te sostendrán y guiaran para tomar tus propias decisiones, aquellas que te representan, resuenan contigo y expresan lo que tú quieres. Asumiendo el miedo a equivocarnos pues evolucionar trae implícito equivocarse. Es imposible aprender sin cometer errores. Aprender y equivocarse son las dos caras de una misma moneda. Siempre que elijas aprender la lección que hay detrás de cada experiencia, los errores se trasforman en enseñanzas valiosas y necesarias para continuar creando tu experiencia de vida.

Llegamos a este mundo con todo lo que necesitamos dentro de nosotros para recorrer de la mejor manera este camino al que llamamos vida. Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora, son semillas en tu interior por cultivar. Algunas han germinado ya como resultado de todo cuanto has vivido, otras debes identificarlas para comenzar a regarlas y atenderlas para que crezcan. Es importante cultivar aquello que deseas crezca y florezca en tu jardín personal.

Otro aspecto importante para fortalecer la confianza en ti es mantener un enfoque realista lo cual significa aceptar la realidad para sacar el mejor provecho de ella. La aceptación es un acto valiente donde decido asumir y ocuparme de mi bienestar para seguir adelante, lograr lo que deseo disfrutando del proceso, un día a la vez. Se trata de enfocarnos más en el proceso que en el resultado ya que existen múltiples variables que escapan a nuestro control e influyen en el resultado final. Es el proceso lo que está en nuestras manos, pongamos nuestra atención en lo que depende de nosotros.

Un ejercicio práctico y muy eficaz para calmar la ansiedad es conectarte con el momento presente poniendo toda tu atención en la respiración. Coloca tus manos en tu pecho, una encima de la otra, repitiendo cuando inhalas “siento”, y cuando exhalas “suelto”, hasta que te sientas en paz.

Se trata de encontrar nuestro acomodo y bienestar en una realidad cambiante a través de desarrollar la confianza en uno mismo. También practicar la gratitud que nos permite disfrutar del presente y valorar todo lo que tenemos. Venimos a esta vida a estar y a sentirnos bien, a ser felices. La felicidad es un estado de paz y satisfacción interior con uno y con la vida. Tienes el don de la alegría, el disfrute, la felicidad y la gratitud para recorrer el camino de la vida. Usa tus dones para crear la vida que deseas.

Hay que dejar ir a quien no hace nada para quedarse.

Tendemos a culparnos cuando la relación no funciona desde la creencia errónea de que somos responsables del estado de la relación. Y eso no es cierto porque una relación siempre es de dos, por más que te desvivas sólo llegas hasta la mitad, la otra mitad y sus decisiones para bien o para mal no dependen de ti.

De la manera en que se comportan y actúan los otros expresa cómo son ellos por lo que no depende de ti, y por lo mismo no eres responsable. Sólo podemos ser responsables de nuestra mitad de la relación y de lo que hacemos con ella. Y es ahí́ donde debemos poner nuestra atención y agradecer por no tener en nuestra vida a quien no le interesa estar. Y si el otro no quiere, no puede o no le importa y eso es lo que decide y actúa, no es mi responsabilidad. Hay que dejar de sentirse culpable por las decisiones y lo que hacen o dejan de hacer los otros. Nuestra responsabilidad es cuidar de nosotros en el sentido más amplio. Practicar el amor propio y dejar de juzgarnos.

#bettilifecoach

Foto: Jorge A. Calderón

Aceptar no es resignarse.

Resignarse es una actitud conformista y pasiva que alimenta el resentimiento y la desesperanza. La aceptación es dejar de pelearnos con la realidad para sacar el mejor provecho de la situación incluso cuando no estemos de acuerdo, ni aprobemos los sucedido. Es la capacidad de aprender de la experiencia, la relación y tus circunstancias. Es crecer para evolucionar a un nuevo nivel de conciencia e implica un trabajo personal, de voluntad por elección. Lo más fácil es resignarse pues es un acto pasivo que no representa ningún esfuerzo mientras que la aceptación implica voluntad para desarrollar la resiliencia, aprender, crecer y sacar el mejor provecho de la realidad.

Foto: Jorge A. Calderón

Darnos permiso para sentir.

Lo más saludable que puedes hacer es darte el permiso para experimentar todos tus sentimientos, emociones e impulsos. Porque sentir no es lo mismo que actuar. Uno descubre lo que siente y decide sus acciones. Entre sentir y actuar hay una pausa, ahí reside tu poder y tu consciencia, úsa esa pausa!
Cuando tengas sentimientos o emociones que te provocan malestar, incomodidad o que simplemente no quieras sentir, permítete experimentarlos en lugar de rechazarlos. Dale la bienvenida a eso que estás sintiendo, reconócelo, habla con él, pregúntale, qué me vienes a enseñar? Agradécele cómo el maestro que es porque viene a entregarte algo que necesitas para sanar y crecer adentro.
El impulso está demostrado que dura entre 20 y 30 segundos, déjalo estar contigo, respíralo durante ese tiempo, sin rechazarlo, habla con él, dile hola, acá eres bienvenido, está bien para mi que estés aquí, preguntánle, qué me vienes a enseñar?
Cuando rechazamos lo que sentimos o nuestros impulsos, lo que experimentamos entonces no es la emoción sino el rechazo y su respuesta neurología es más cortisol y adrenalina en nuestro cerebro lo que de manera crónica nos enferma física y mentalmente. Y eso que rechazas y quieres evitar aparecerá nuevamente porque lo que resistes, persiste.
Permitirte experimentar lo que sientes es crear un patrón de salud. Cuando respires para experimentar tus impulsos dirige tu atención hacia los nuevos hábitos que deseas crear, tus razones para elegir esos nuevos hábitos y el beneficio de hacerlo. Pon tu atención en lo que desear lograr o crear y evita el rechazo o la reprensión interna que nos enferma. El palabras de Jung, lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.
Date el permiso de experimentar todo lo que sientes para avanzar en tu proceso de crecimiento personal con aceptación y flexibilidad, sin juicios, con el genuino deseo de aprender para crecer, para vivir mejor.
#bettilifecoach

Foto: Jorge A. Calderón

Cómo manejar la ansiedad?

La ansiedad es un síntoma no es la causa, su origen es la inseguridad. La verdadera solución está en trabajar en la causa del problema y no en combatir su manifestación externa: la ansiedad. Cuando solucionamos el origen, el síntoma si no desaparece al menos se minimiza. Para las personas que padecen de ansiedad por su tipo de personalidad, su necesidad básica es tener seguridad. Para satisfacer su necesidad de seguridad deben fortalecer la confianza en sí mismos y en el proceso de la vida, conectando con su guía interior para descubrir su propio camino, desde la certeza de que uno puede y es capaz de encontrar soluciones y superar las situaciones difíciles en la vida. Porque en esta vida todo tiene solución, todo pasa y todo son aprendizajes necesarios para evolucionar hacia un nuevo nivel de consciencia.

Se trata de dejar de buscar satisfacer nuestra necesidad de seguridad en el exterior porque el exterior se encuentra en constante cambio y transformación. Casi nada de lo que ocurre afuera depende de uno puesto que existen múltiples variables que escapan a nuestro control y no dependen de uno. Lo único que está en nuestro control es poder practicar la pausa para decidir cómo vamos a responder a lo ocurrido. Para ello, debemos desarrollar la confianza en uno mismo para responder de manera asertiva a las situaciones que se presenten en nuestro entorno. Entre el estímulo y la respuesta haya un espacio, allí está la pausa que te permite dejar de reaccionar y comenzar a responder desde otro nivel de conciencia. Practica la pausa.

Donde pones tu atención crece pues la atención es energía y le estas entregando energía a lo que deseas eliminar, logrando el efecto contrario. Lo que resistes, persiste. Lo primero es dejar de poner resistencia a lo que no me gusta o quiero cambiar, aceptarlo, abrazarlo y fluir con esa realidad que nos sirve de brújula y recordatorio para reorientar nuestra atención a lo que quiero lograr. En lugar de combatir la ansiedad, se trata de practicar la confianza, creer en ti, conectar con tu guía interior, tu intuición y sabiduría, contigo adentro, estar completamente presente en el aquí y el ahora. Hazte consciente de tu respiración, inhala y exhala para conectar con el momento presente. Se trata de poner tu atención, intención y energía en construir lo que queremos lograr en lugar de resistir lo que no queremos.

¿Qué significa conectar con tu guía interior? Confiar en ti. Saber qué quieres y qué no quieres, cuál es tu opinión, cómo lo ves tú, qué piensas tú al respecto, qué es importante para ti, qué depende de mi. Para saber todo esto necesitas pasar tiempo contigo, para conocerte y encontrar tus respuestas. Nuestra vida se construye en base a las decisiones que vamos tomando en el camino.  Entre aciertos y equivocaciones vamos creando nuestra experiencia de vida. Prefiero equivocarme haciendo aquello que yo creo, que haciendo lo que me dice otro. Porque seré yo quien viva las consecuencias. Es muy válido y sabio escuchar otras opiniones y conocer otras experiencias sin perder de vista que es solo eso, una opinión, no es la verdad. Una vez que consideres diferentes perspectivas y opciones, regálate tiempo para estar contigo y que tus decisiones representen aquello que tú crees y lo que tú quieres. Sin miedo a equivocarnos, pues no existen errores solo lecciones y estas se repiten hasta que nos las aprendemos Evolucionar implica equivocarse.

Todos llegamos a este mundo con las semillitas en nuestro interior de todas las cualidades que necesitamos para crear nuestra mejor experiencia de vida. Se trata de identificar las semillas que quieres cultivar, regándola todos los días, poniéndole tu atención, practicar y practicar para que crezca.

En esta vida la única garantía que tenemos es a nosotros mismos y nuestra certeza de saber que independientemente de lo que ocurra afuera podremos encontrar la manera de estar bien, aprender y crecer con cada experiencia. Tenemos la capacidad de resiliencia que nos permite superar las adversidades, recuperarnos, aprender y salir fortalecidos de las experiencias difíciles y dolorosas de la vida. Es importante, dejar de criticarnos y juzgarnos y en su lugar, comenzar a cultivar aquello que deseamos que crezca en nuestro jardín. Hacernos responsables de desarrollar aquellas cualidades que deseamos tener para satisfacer nuestra necesidad de seguridad.

Foto: Jorge A. Calderón.

Cada quien construye su mitad del puente.

Una relación siempre es de dos, y por lo mismo, ambas partes son responsables del estado de la relación. No se trata de repartir culpas cuando alguna de las partes no se siente a gusto en la relación pues lo bueno, lo malo, lo feo o lo bonito toca a partes iguales. Ambos son responsables de trabajar por la relación y crear ese espacio común donde lo positivo de uno y del otro sea posible.

El autoconocimiento es uno de los puntos de partida en el camino del crecimiento personal. En la medida que logro separar mi proceso de los otros, puedo reconocer cómo soy y cómo son los demás. Es importarte entender que nuestro comportamiento está determinado por el tipo de personalidad, el entorno en el que crecimos y nuestro nivel conciencia. Esto ultimo resulta decisivo en la conducta humana, pues una persona con un tipo de personalidad determinada se comportará de manera muy diferente según sea su nivel de conciencia, lo cual a su vez expresa su nivel de salud dentro de su tipo de personalidad.

Cada tipo de personalidad tiene una manera diferente de interpretar lo que ocurre y participar de la vida, cada tipo de personalidad usa lentes diferentes para mirar la vida y tiene una necesidad básica predominante. Todos, de manera consiente o no, buscamos satisfacer nuestras necesidades a través de nuestro comportamiento y nuestras decisiones.

Resulta importante recordar que los demás no están en contra tuyo, si no que están a favor de ellos. De la manera que el otro se comporta en la relación, nos indica cómo es esa persona, cuáles son sus necesidad y valores. No te lo esta haciendo a ti, está simplemente siendo él o ella. Por más que le intentes, le muevas y le hagas para que la lechuza despierte, esta no abrirá el ojo hasta que caiga la noche. Y así, el elefante aplasta, el león ruge, la jirafa se pierde por el eucalipto y el pez te moja. Cada uno está siendo él o ella. El pez no te salpica para molestarte, simplemente es pez y no tiene otra manera de ser y estar que no sea mojado.

En el momento en que puedes ver a los otros como son, sabrás que esperar, dejaras de engancharte y de pedir peras al olmo. Se abrirá un espacio de comprensión y entendimiento en el cual lo que haga el otro tendrá un menor impacto emocional para ti.

Mas allá de cuánto te quieren, se trata de comprender que cada uno quiere y se relaciona a través de su tipo de personalidad. Muchas veces no es que la otra parte no te quiera, si no que expresa su afecto a través de la persona que es. En algunas situaciones su manera de comportarse puede ser interpretada como desamor. No todos los tipos de personalidad su necesidad predominante es afectiva o emocional, por eso son menos expresivos o afectuosos, mas distante, puede ser que su necesidad predominante sea de seguridad por lo que buscan en sus relaciones sentir que tienen el control, que la relación se establezca bajo sus condiciones y de esta manera satisfacer su necesidad de seguridad.

Los otros siempre nos dicen como son, sólo que lo interpretamos a través de cómo somo nosotros y por eso no lo comprendemos o lo idealizamos. Cuantas veces nos descubrimos esperando que los otros actúen y se comporten de manera similar a como lo haríamos nosotros en esa situación. Y así nos encontramos a medio camino entre la realidad y lo que nos gustaría que fuera, esa distancia entre mi idea y la realidad se nos llena de desilusión y frustraciones.

Pelearse con la realidad genera mucho sufrimiento por eso es tan importante tener un enfoque realista en nuestras relaciones y poder ver a los otros cómo son, para construir nuestras relaciones tomando en cuanta cómo es la otra mitad. Por mucho que te desvivas sólo llegaras hasta tu mitad, la otra mitad de la relación no es tus manos ni depende de ti y será construida a su manera por la otra parte.

Del mismo existen diferentes tipos y niveles de relación en cada área de la vida: familiar, social, laboral y demás. Una vez que podemos ver a los otros y conocer cómo son, estaremos en mejores condiciones para decidir el nivel de cercanía o distancia para cada relación y el tipo de vínculo que deseas crear. Se trata de construir nuestras relaciones tomando conciencia de nuestra mitad, eligiendo y trabajando por crear nuestra parte de la manera que mejor nos represente y exprese cómo somos, entregando lo mejor de nosotros mismo porque ahí reside nuestra satisfacción. Al comprender que nuestras acciones nos definen y uno tiene el poder de elegir desde un nuevo nivel de conciencia cómo quiere que sea su mitad. Al mismo tiempo que dejar de sentirnos responsables o culpables por lo que decidan hacer los otros con su mitad. Cada quien va contruyendo su mitad del puente a su imagen y semejanza. Procuperemos mantener un enfoque realista minimizando las expectativas y tomando en cuenta cómo es el otro para saber qué esperar, siendo realistas y sin sentirnos culpables.

Pasando de las expectativas a la intención.

Existen dos enfoques para acercase y participar de la vida. El primero es tomando en cuenta la realidad y el segundo es desde nuestra idealización.

Cuando nos acercamos a la vida con una postura realista, deseamos ver la realidad tal y como es, lo menos distorsionada o influenciada por nuestro deseos. Aceptamos la realidad cual se nos presenta e intentamos adaptarnos a lo que esta nos ofrece, descubriendo y aprendiendo lo que la realidad, a través de las circunstancias, experiencia o personas, nos entrega. Este enfoque requiere poner distancia y fortalecer nuestro observador para adquirir la información necesaria que nos permita tomar buenas decisiones, esas que contribuyen a nuestro bienestar y están en sintonía con lo que queremos.

Cuando participamos de la vida a través de nuestra idealización, tenemos muchas probabilidades de frustrarnos y decepcionarnos cada vez que la realidad no se corresponda con lo que debería ser o nos gustaría que fuera. Existen contadas ocasiones en las cuales la realidad coincide exactamente con lo que hemos imaginado pues las ideas son eso, ideas o pensamientos creados por nosotros desde la imaginación.

La realidad nos guste o no, es la que es y termina por imponerse por más que deseemos que sea diferente, estos despertares se presentan como golpes de realidad y nos conducen a un reajuste emocional entre nuestro deseos y la realidad. Cuando una prueba de realidad nos hace darnos cuentas del desfase o distancia entre nuestro ideal y lo que en realidad es, sentimos mucha tristeza y desilusión, por lo que necesitamos un tiempo para procesar lo ocurrido y adecuarnos a la nueva realidad.

Pelearse con la realidad genera mucho sufrimiento por eso resulta tan importante incorporar una dosis de realismo a nuestra mirada para poder ver y aceptar la realidad tal y como se presenta, para sacar el mejor provecho de lo que nos ofrece.

El enfoque idealizado casi siempre está cargado de expectativas y como ya sabemos, de la mano de las expectativas llegan las desilusiones. Resulta más conveniente y beneficioso cambiar nuestras expectativas por la intención.

Existen diferencias significativas entre las expectativas y la intención.

Desde las expectativas, ponemos toda la atención en el resultado y objetivo a lograr. La meta a alcanzar es lo más importante. La intención distribuye la atención, tomando en cuenta también al proceso, haciéndonos conscientes del “para qué” o propósito de ese camino, qué deseo lograr con lo que estoy haciendo, va más allá del resultado final. Se valoran y reconocen los logros por pequeños o rutinarios que nos parezcan en cada paso del camino, en función de lo que aprendemos y su repercusión en nuestro desarrollo personal. El proceso es igual de importante que el resultado final.

Las expectativas tienden a ser rígidas y poco flexibles, la intención nos permite adaptarnos a lo que va ocurriendo en la medida que avanzamos en esa dirección.

Mientras la expectativas generan apegos, la intención marca una dirección en la que nos abrimos a considerar otras opciones y posibilidades para lograr el resultado deseado.

Una vez que reconocemos las diferencias entre expectativas e intención y la repercusión que ambas tienen en nuestro bienestar, estaremos mucho mejor preparados para modificar nuestra manera de acercamos y participar de la vida, estableciendo la intención como faro y guía para lograr aquello que deseamos y disfrutar de cada paso en el camino.