No estás obligado a actuar todo lo que sientes.

Cuando se termina una relación de pareja porque la otra persona decidió salirse de ella sin decírnoslo con palabras, pero demostrando a través de sus acciones que no le interesa continuar, nos toca asumir esa realidad y salirnos también de allí. Intentar mantener la relación sólo nos producirá más frustración y sufrimiento al pelearnos con la realidad, por no aceptar que al otro ya no le interesa seguir. Fue su decisión terminar y te lo hizo saber a través de sus acciones. Te toca reconocer esa realidad y continuar tu camino.

También es sabido que uno no deja de querer al otro a pesar de sus acciones y de que la relación se haya terminado. Uno puede seguir amando a ese otro que decidió terminar con hechos la relación, pero entiende que sentir y actuar no es lo mismo. No estamos obligados a actuar todo lo que sentimos. Lo que sentimos es involuntario uno no lo decide, sino que lo reconoce, lo nombra y lo transita. Tenemos el poder de decidir qué sentimientos y emociones queremos actuar. Entre sentir y actuar hay un espacio, ahí se encuentra nuestro nivel de conciencia.

Se necesita hacer acopio de mucha voluntad y compromiso con uno mismo para a pesar de querer y seguir enamorados de ese otro que se ha marchado, decidir no actuar lo que sentimos porque comprendemos que cualquier paso dado en esa dirección para acercarnos al otro, sólo nos traerá más sufrimiento. 

Después de una separación, uno tiende a idealizar al otro y a la relación, sientes un vacío interior que relacionas con quien antes ocupaba ese espacio en tu vida. Es importante darse cuenta de que esa idealización no se corresponde con la realidad. El otro te demostró con acciones que no le interesa seguir en la relación y negarte a aceptar esta realidad sólo te producirá más frustración, decepción y sufrimiento.

Alejarte de las relaciones y las personas que te hacen daño es uno de los mayores actos de amor propio que puedes hacer por ti. Desgraciadamente uno no deja de amar cuando ha sido ese otro quien se marchó de la relación y hay que hacer un esfuerzo consciente para evitar acercarse, buscarlo o tener cualquier contacto con él o ella, pues representa un retroceso en tu recuperación y se trata de evitar hacer eso que te hace daño. 

No intentes olvidar o rechazar el recuerdo y las emociones vinculadas a esa otra persona porque lo que resiste persiste. No se trata de rechazar lo que sentimos sino de aprender a transitarlo. Hay que sentir para poder sanar. Respira para transitar tus emociones: inhalo siento, exhalo suelto, y así varias veces hasta que te sientas mejor. 

La neurociencia nos enseña que nuestro cerebro no sabe olvidar sólo sabe sustituir. Hay que crear nuevas carreteras neuronales, hábitos y prácticas, para recuperar nuestro bienestar. Debemos hacernos de una rutina que favorezca todas esas actividades y estímulos que ayudan a nuestro cerebro a producir los neurotransmisores de la felicidad, los llamados cuatro fantásticos: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. 

Muévete, sal con tus amigos, camina, medita, lee, abraza, baila, escucha música que te anime, viaja, regálate comidas sabrosas, pasea, cumple tus antojos y busca ayuda profesional si así lo consideras. 

Es en los momentos más duros de nuestra vida cuando desarrollamos el músculo de la resiliencia. Esa cualidad tan necesaria para superar los desafíos de la vida y salir fortalecidos como resultado de todo lo que aprendemos en el proceso. De esta etapa se sale con mucho amor propio y responsabilidad emocional. La responsabilidad es capacidad para responder, estarás mejor preparada para continuar el viaje sin depender, conociéndote mejor, conectada con tus necesidades y reconociendo tus miedos, para tomar decisiones basadas en lo que quieres, aquello que es importante para ti y que suma a tu bienestar.

Tú sabías cómo estar y sentirte bien antes de que esa persona llegara a tu vida. Recuerda todo lo que te gustaba de ti y de tu vida antes de él o ella. 

Una de mis mayores certezas de vida es que no estoy sola porque estoy conmigo, me tengo a mi. Es liberador aprender a disfrutar de la propia compañía pues así las relaciones son cuestión de elección y no de necesidad. Y cuando uno elige ya no depende. Esa es la meta para poder superar la dependencia emocional y continuar avanzando en el camino del bienestar.

Entre dos mundos: la relación con uno mismo y su impacto en nuestra vida.

Las respuestas que buscamos afuera están desde siempre dentro de nosotros. Vinimos a este mundo con las capacidades necesarias para vivir en él de la mejor manera posible. Además, contamos en nuestro interior, con el mejor maestro y nuestros sanadores. Es a través de la relación con uno mismo que puedes conectar con tu guía interior, tu sabiduría, tus capacidades y recursos, para aprender a navegar en el rio de la vida.

Estamos vivos pero a veces no estamos viviendo, no somos consientes de la vida que se manifiesta desde nuestro interior para participar a plenitud del mundo exterior. Se trata de tomar conciencia, mover la luz hacia nuestro interior, para poder escuchar a nuestra guía interna y reconocer todos los recursos que poseemos con la finalidad última de comenzar a usarlos. Porque no sólo se trata de saber, si no de hacer, de practicar lo aprendido para lograr aquello que deseas y hacer realidad tus sueños.

Aprender a vivir implica la aceptación total de quien soy y cómo soy. Comenzar a comprendernos y dejar de juzgarnos. Es muy importante el trabajo interior para cambiar comportamientos, actitudes y respuestas, comenzar cuestionarios nuestros modelos mentales. Esto traerá como resultado poder evolucionar hacia otro nivel de conciencia, fortaleciendo al observador dentro de cada uno. Nuestro comportamiento está determinado por nuestro tipo de personalidad, el entorno en el que crecimos y el nivel de conciencia que poseemos. Somos los arquitectos de nuestra vida, la cual se construye a partir de nuestro comportamiento, acciones, actitudes y decisiones. Será desde la relación contigo que podrás evolucionar hacia ese nivel de conciencia que te permita crear la vida que tú quieres.

Contrario a lo que pareciera, es a través de la relación con uno mismo que podemos participar más plenamente del mundo exterior. Todo aquello que seas capaz de construir y desarrollar en tu interior, será lo que te permita conectar con el mundo que te rodea y participar de la vida a plenitud. Es en esta relación personal e interior con uno mismo donde se desarrolla la sensibilidad, la capacidad de percepción, las habilidades que necesitas y el entendimiento profundo, para apreciar todo lo que acontece en nuestro entorno, vivirlo y experimentarlo en la amplia gama de las posibilidades que la vida nos ofrece. Todo aquello que descubrimos y construimos en nuestro interior, será lo que podremos compartir y entregar a los que nos rodean. Tú eres el vínculo que articula y expresa la relación entre ambas dimensiones de la existencia: tu mundo interior y tu entorno.

Tan importante como saber cómo eres, es saber cómo quieres llegar a ser. A través de la relación con uno mismo, se abre el camino hacia la evolución personal, para ser tu mejor manifestación y vivir mejor. De este modo, uno decide asumirse como autor y protagonista de un proceso de transformación interior, donde despertar a un nuevo nivel de conciencia que te permitirá lograr aquello que deseas en cualquier área de tu vida. Se trata de que tu vida sea el mejor reflejo de todo lo que has aprendido y evolucionado en tu interior, en la relación contigo mismo.

El siguiente paso.

En la vida no existen errores, sólo lecciones. Y las lecciones se repiten hasta que nos las aprendemos. Así vamos, por fortuna, aprobando asignaturas pendientes en este camino de aprendizaje al que llamamos vida. Uno recibe beneficios por igual de las equivocaciones como de los aciertos, e incluso me atrevería a afirmar que a veces se aprende más de aquello que no resultó como esperábamos o cómo nos habría gustado que fuera.

Cada experiencia, situación y relación en nuestra vida guarda un propósito. Todos los caminos son válidos y los llamados “errores” están en tu vida para entregarte lecciones aún no aprendidas e importantes para ti, decisivas para tu evolución personal hacia un nuevo espacio de conciencia.

Todos estamos evolucionando. Evolucionar trae implícito la posibilidad de equivocarnos. Perdona y perdónate. De muchas maneras todos somos instrumentos para contribuir y ayudar a la evolución personal de nosotros y los otros. Se trata de aprender, crecer y compartir en este camino hacia un nuevo nivel de conciencia.

Esas experiencias que has vivido están ahí para que despiertes y regreses a ti, al encuentro contigo adentro, a la esencia de quién eres. Una vez allí, desde tu Ser podrás decidir cuál es el siguiente paso, tan sólo eso: un paso… No es necesario tener el plan completo, sólo identificar el siguiente paso.

Se trata de aprender a vivir en el presente, un día a la vez y a veces, un instante a la vez. Practicar de manera consiente el observar y estar completamente presentes. Para comenzar, pon toda tu atención en tu respiración, aunque sea por 1 minuto al día, esto te llevará al presente, a conectarte contigo adentro, aquí y ahora. Cada vez que percibas en ti un estado emocional que te supera, pensamientos rumiantes que provocan agotamiento y desanimo, haz una pausa para regresar a ti, a tu Ser, al ahora.

Dedica tu atención, tu energía y tus pensamientos a la solución en lugar de consumirte en el problema. Evita victimizarte adjudicando la culpa a otros o las circunstancias. No eres víctima, eres el protagonista de la película de tu vida. Cuando buscas depositar la culpa afuera de ti, te estas privando de la posibilidad de aprender la lección que tiene para ti esa situación o esa relación. Culpar a otros y victimizarse nos impide aprender. Y aquello que no aprendes, es casi seguro que la vida se encargará de que vuelva a suceder, porque las lecciones se repiten hasta que te las aprendes.

Es importante trasladar nuestra atención del problema hacia la solución. Comenzando con el final en mente, eso que deseas lograr, explora cuáles son los caminos, opciones y acciones que te llevarán a alcanzar tu objetivo. Del mismo modo reconoce que te lo impide, se honesto contigo. Identifica qué es posible y qué depende de ti. Ocúpate de lo que está en tus manos, la parte que te toca para hacer realidad lo que quieres.

El primer paso es el más importante porque aun cuando no te lleve a donde deseas llegar, te saca de donde estabas y te permite avanzar en la dirección que tú elijas. No siempre se necesita tener el plan completo para lograr aquello que deseas en tu vida. A veces sólo necesitas hacer una pausa, detenerte por un instante para respirar, confiar y dejar ir. Observar qué ocurre dentro y fuera de ti, en ti y en los otros.

Y entonces, desde tu guía interior decidir cuál es el siguiente paso.

Del Ego al Ser.

Existe una voluntad más fuerte que la del Ego, es la voluntad del Ser. El Ego siempre busca y no encuentra, sus hallazgos son efímeros, traen implícito fecha de caducidad y están predestinado a la desilusión o el desencanto. Porque en la mente todo es temporal, cambiante y pasajero, cargado de expectativas e idealizaciones.

El ego duda, jerarquiza, clasifica, compara, juzga, manipula, se defiende, se atrinchera, quiere tener el control y resulta agotador. Nos drena la energía, sabotea nuestro bienestar y nos conduce al egotamiento. Ese cansancio o hartazgo que resulta de vivir con pensamientos rumiantes cargados de miedos, juicios, quejas e insatisfacciones que nos impiden apreciar y disfrutar de todo lo bueno que la vida nos ofrece.

Las idealizaciones son un mecanismo de escape más que utilizamos cuando no tenemos la capacidad psicológica y emocional de lidiar con la realidad que vivimos. Estas fantasías se desvanecen en el tiempo porque tus temas no resueltos no desaparecen ni se solucionan por más que no los quieras ver, los niegues o los disfraces, en ese intento infructuoso por huir de ti. Por mucho que corras nunca podrás escapar de ti mismo.  La realidad siempre nos alcanza porque su propósito es el de enseñarnos, es nuestra aliada y maestra. A través de ella recibimos las lecciones que necesitamos para pasar esas asignaturas pendientes en el camino de la vida.

El Ser, sin buscar, siempre encuentra porque descubre aquello que vibra en su misma frecuencia, la energía que nos conecta, nos acerca y nos une. Los vínculos que se sostienen desde el alma, transcienden todas las dimensiones de la existencia, el tiempo y el espacio. Es por eso que el amor es una fuerza tan poderosa, porque nace y se alimenta desde el Ser, para llevarnos a trascender y tocar lo infinito. Como también es muy cierto que en ocasiones le ponemos el nombre de amor a lo que no lo es.

La voluntad del Ser conoce cuáles son los caminos, sabe para qué estás aquí y cuál es el mejor paso para ti. Ábrete completamente para recibir todo lo que la vida tiene para ofrecerte. Dedica un tiempo y un espacio en tu vida para la relación contigo, para conectar con tu guía interior, para escuchar la voz de tu intuición. Ahí encontrarás las respuestas. Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora, regálate la oportunidad de descubrirlo, reconocerlo y usarlo.

Establece una rutina para cultivar tu bienestar. Cada mañana inicia tu día agradeciendo y declarando una intención, aquella cualidad, habilidad o manera de ser o estar que deseas practicar y sentir dentro de ti durante ese día. Presta atención a todas esas ocasiones que se te presenten durante ese día y te brindan la oportunidad de practicar tu intención.

Sonríe, de preferencia cada vez que pases por un espejo. Tu cerebro leerá esa sonrisa como verdadera aun cuando sea fingida y se producirá una descarga de endorfinas y serotoninas, los neurotransmisores responsables de la sensación de felicidad y bienestar.

Crea en tu día el momento para estar completamente presente y contigo, aquí y ahora, la puerta para conectar con tu Ser y recibir todo lo que estás buscando afuera. Haz al menos una pausa al día, concéntrate en tu respiración por la longitud de tiempo que te sea posible, puedes comenzar con 1 minuto, será el minuto transformador de tu vida. Repite esta pausa las veces que te sea posible e intenta añadirle tiempo y disfrute a ese espacio de paz interior que has creado para conectar contigo descansando de la mente. Será un muy buen inicio en este camino de bienestar y plenitud desde el alma.

El año de la integración.

Este será un año de integración, para reflexionar, asimilar y poner en práctica todo lo que hemos aprendido en el camino de la vida hasta el día de hoy. Un tiempo para hacer propias y conscientes las lecciones recibidas a través de las personas, relaciones y experiencias vividas. De esta manera, podremos conformar nuestro núcleo de sabiduría y guía interior, integrando todas esas lecciones que nos han sido entregadas.

Se trata de armonizar nuestros cuerpos: mental, emocional, físico, espiritual y energético, para alcanzar el equilibro. Porque todo lo que está en equilibro está bien, se siente bien y nos hace bien. Aporta a nuestro proceso y nuestro bienestar. Lograr el equilibro es la meta.

En este proceso de integración, vamos a darnos permiso de sentir también esas emociones que nos producen malestar e incomodidad y que por lo mismo casi siempre negamos o rechazamos, sin darnos cuenta de que aquello que resistes, persiste. Cuando pones resistencia, estás entregando tu energía a lo que intentas evitar y por lo mismo permanece. Cuando lo reconoces y aceptas sin juicios ni críticas, se deshace solo porque ya no recibe la energía que lo sustenta.

Se trata de aprender a transitar las emociones para aprender de ellas. Las emociones son mensajeros que nos vienen a mostrar aquello que aún necesitamos comprender y aprender para evolucionar a un nuevo nivel de consciencia. Es importante recordar que sentir no es lo mismo que actuar. No estas obligado a actuar todo lo que sientes. Tienes al poder de hacer una pausa para decidir qué emociones y sentimientos deseas actuar y de qué manera. Se trata de reconocer nuestras emociones y sentimientos, darnos el permiso de sentir para sanar y aprender las lecciones que nos son entregadas. Cancelemos las palabras de controlar, enfrentar y manejar por el de transitar las emociones, escuchar el mensaje que viene a entregarnos. Desde la pausa podemos controlar y decidir nuestras acciones y nuestra actitud, no las emociones. Las emociones no son ni buenas ni malas, son humanas y nos hacen completos.

Esa emoción que rechazas es un maestro y tiene un propósito en tu vida, está ahí para enseñarte algo, para ayudarte a pasar una asignatura pendiente. Escucha lo que te viene a decir, escucha su mensaje porque es importante para ti, para crecer adentro y vivir mejor. Para evolucionar hacia un nuevo espacio de conciencia.

Procuremos también, integrar nuestro ego, porque representa integrar nuestra mente. La mente es una herramienta muy poderosa e imprescindible para crear nuestra experiencia de vida y nuestra realidad. Es un instrumento súper valioso para ser usado en nuestro beneficio, de la manera que mejor te sirva. Eres tú quien la utiliza para lograr lo que deseas, para hacer realidad tus sueños.

Se trata de mover nuestra energía del Ego y sus representaciones e identificaciones mentales a nuestro Ser, a nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, para vivir y actuar desde allí. Para crear desde nuestro Ser la vida que deseamos vivir, desde allí comunicarnos y compartir en nuestras relaciones. El Ser nos conecta con los otros, desde allí se establece el vínculo interior de afecto y empatía que nos permite hacer contacto con los otros. Para poder ver al otro. Porque mirar es diferente a ver, se mira con los ojos y se ve con el alma.

Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora: descúbrelo, reconócelo y úsalo. ¡Bienvenidos al viaje interior!

Para comunicarnos mejor.

En nuestras relaciones personales a veces tomamos decisiones que provocan algún tipo de conflicto o nos vemos inmersos en problemas que debemos solucionar de la mejor manera posible.  Muchas veces las situaciones de conflicto están relacionadas con límites que necesitamos establecer para mantener relaciones saludables en nuestra vida.

Todos tenemos necesidades diferentes que intentamos satisfacer a través de nuestras relaciones afectivas. Nuestras necesidades emocionales están determinadas por nuestro tipo de personalidad, así como nuestras creencias y valores. Habrá, por ejemplo, quien necesite tener la razón, afirmarse en su versión de la historia porque esto les da seguridad y necesita sentirse seguro. Hay otros que su necesidad primaria es tener paz y tratarán casi todo el tiempo de evitar el conflicto, en su creencia errónea de que la paz es la ausencia de conflictos. También están los que necesitan sentirse reconocidos, otros que buscan ser admirados, sobresalir y acaparar todos los reflectores, otros tener poder, ser fuertes, estar al mando, otros sentir que los necesitan, otros sentirse deseados, otros tener control, otros ser únicos, especiales y así sucesivamente. Las relaciones se van articulando sobre la base de las necesidades de quienes participan en ella. No siempre somos conscientes de cuáles son nuestras necesidades básicas en el área afectiva y emocional, estas permanecen en nuestro inconsciente y de igual manera determinan nuestro comportamiento y nuestra elección de pareja. Porque aunque nos resulte difícil de creer, el inconsciente manda…en especial a la hora de relacionarnos.

La comunicación es el medio para interactuar en todas nuestras relaciones. A través de la comunicación el vínculo se construye y permanece. Como dice el refrán, hablando la gente se entiende o al menos se enteran de que no se entienden. Cuando nos comunicamos con los demás, el “qué” es igual de importante que el “cómo” por lo que resulta crucial lograr el balance entre forma y contenido. Nos comunicamos para algo, es decir, hay un propósito y una intención en el diálogo. La manera cómo expresamos aquello que deseamos comunicar hace la diferencia y será decisivo para que logremos o no nuestro propósito.

Resulta muy buen punto de partida tener claro nuestro propósito, qué es lo que deseamos lograr con esa conversación y encontrar la manera más eficaz para transmitirlo. Valorar cuáles son las opciones que tenemos y elegir la que mejor nos garantice que logremos el resultado que deseas alcanzar con esa conversación. A continuación les presento otras recomendaciones que hacen del intento por comunicarnos y entendernos algo más simple y asertivo.

Es muy recomendable intentar sustituir los “pero” por “y”. El “pero” casi siempre invalida a la frase que lo precede y quien lo escucha solo recibe y procesa el mensaje después del “pero”.  El “y” suaviza el mensaje sobre todo restándole la carga negativa que podría proporcionarle el “pero” que impide que el otro incorpore lo positivo en la frase que le precedía. Es muy probable que cada uno de nosotros tenga algunos ejemplos en su vida con lo cual clarificar esto.

También resulta muy útil hablar en primera persona. Eliminar los “tú” que casi siempre traen un gustillo a reclamo. Esto es lo que se conoce como el Yo mensaje o “I message”, hablar en primera persona de lo que quieres, lo que sientes, lo que percibes, tu punto de vista, aquello que deseas, todo lo que “si” y lo que “no” en la relación en cuestión. Cada frase podría iniciar con:  A mí o me: A mí me pasa…A mí me molesta…A mí me lastima…A mí me enoja… A mí me gustaría…Me siento… Me afecta… Me parece…Me pone triste…Me gusta…etc. Con la genuina intención de contactar con el otro creando un espacio para el diálogo.

Siguiendo esta línea, busquemos evitar los términos absolutos como el “nunca” o “siempre”, “todo” “nada” y suavizarlos en el “casi” que resulta muy útil para evitar que el otro se atrinchere. Buscar el punto de encuentro mediante frases como “Pareciera, tengo la sensación”… sin interpretarnos y procurando hacer contacto con el otro desde nuestro Ser, haciendo a un lado al Ego que nos separa, divide y juzga.

Los problemas y conflictos son parte de la vida y de las relaciones con la pareja, la familia, los amigos, los conocidos y nuestros colegas del trabajo. Aprender a solucionar los problemas y conflictos comunicándonos de la mejor manera, constituye una de las habilidades más importantes que podemos adquirir y desarrollar en la vida en aras de mejorar nuestras relaciones. Para ello debemos observar, aprender y practicar todos los días. Cada día es una oportunidad para hacerlo mejor y para ser como nos gustaría, con nosotros y en todas nuestras relaciones.

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Cuando quieras recibir, dilo.

Todos tenemos sueños y deseos que anhelamos sean realizados en nuestra vida. Esperamos que una ocasión especial, un cumpleaños, un aniversario sean celebrados de determinada manera. Son momentos en los que en nuestro interior deseamos nos fuera expresado y entregado aquello que nos gustaría recibir por y para nuestro agrado.  Aquello que nos ilumina y alimenta el alma, que nos hace sentir queridos. Cada quien tiene necesidades diferentes, necesidades de todo tipo. Una vez satisfechas las necesidades básicas que nos garantiza la supervivencia del cuerpo físico, buscamos satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales, casi siempre a través de nuestras relaciones.

Es muy humano tener expectativas en nuestras relaciones. Las expectativas son aquello que deseamos y esperamos recibir de los otros y están directamente vinculadas a nuestras necesidades. Nuestras expectativas suelen ser poco realistas pues nacen de nuestros deseos e idealizaciones, por lo que casi siempre estas vienen acompañadas de cierta desilusión cuando no recibimos aquello que esperamos.

Una vez que sabemos lo que queremos, lo que esperamos de una relación y de las personas que nos rodean, lo más saludable y efectivo será encontrar la manera de hacerle saber los otros aquello que queremos recibir y cómo deseamos que nos sea entregado. Cuando reconoces aquello que anhelas y lo comunicas de la mejor manera al otro o los otros, estas asumiendo la responsabilidad contigo de procurarte y entregarte lo que es importante para ti, te estás haciendo cargo de satisfacer y atender a tus necesidades.

La opción de entregarnos a nosotros mismos lo que queremos recibir de los demás es también válida y lograríamos cierta satisfacción a nivel material, la realización en el mundo material del objeto del deseo. Quedaría aún por satisfacer la parte emocional vinculada al objeto físico y que se expresa a través de él. El regalo es el medio para expresar y recibir muchas otras entregas afectivas y emocionales. Es el símbolo a través del cual comunicar sentimientos, por lo que cuando nos lo entregamos a nosotros mismos estamos satisfaciendo la parte material pero no nuestras necesidades emocionales y afectivas, nuestro sustento interior.

El regalo, la salida a cenar, la celebración y los detalles son el medio a través del cual satisfacemos nuestras necesidades y deseos de sentirnos valorados, reconocidos, amados, acompañados, vistos o cualquiera que sea aquello que quieras recibir y sentir en tu relación. Claro que siempre puedes ir y entregártelo tú, lo cual te proveerá la satisfacción material de poseer aquello que te gusta, sin embargo, quedará insatisfecha la parte sentimental que le otorga otro sentido y relevancia al hecho u objeto.

Es por ello que la comunicación resulta tan crucial y  significativa en todas nuestras relaciones. Se trata de encontrar la mejor manera de decir y pedir a los otros lo que deseamos vivir en la relación, aquello que queremos recibir. Es una oportunidad para acercarnos al otro, ganar presencia y valía en la relación y en nuestra vida. Será la manera de tomarnos en cuenta, atender a nuestras necesidades y comunicarlas, expresar aquello que queremos y es importante para nosotros. Enseñarle a los otros cómo quieres que te quieran. Habremos alcanzado el nivel y calidad más altos de comunicación, el día que sientas que puedes hablar con el otro como si hablaras contigo mismo.

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Dejar ir… y la fábula del mono.

Cuentan que, en un lugar de África, los cazadores tienen una manera muy sencilla para atrapar a los monos. Van dejando en el camino un rastro de cacahuates y frutas que ya conocen les gusta mucho a los monos. Este camino llega hasta un pequeño agujero en un árbol. Allí depositan el resto de los cacahuates y será donde más tarde atraparán al mono.
El mono va siguiendo el rastro, recogiendo los cacahuates hasta llegar al pequeño hueco en el árbol. Allí introduce la mano y llena todo su puño con los cacahuates que se encuentra adentro. Cuando intenta sacar la mano, no puede al haber cerrado el puño para llevarse los cacahuates con él. Como mantiene el puño firmemente cerrado le resulta imposible sacar su mano por un agujero tan pequeño. El mono lucha y se desespera sin darse cuenta de que para poder liberarse solo necesita abrir su mano, dejar ir. Y así, al no poder comprender que solo tiene que abrir su mano y soltar los cacahuates para ser libre, es apresado por los cazadores.
Cuando escuché esta fábula recordé tantas ocasiones en las cuales nos encontramos atrapados de la misma manera que el mono. Sujetamos con fuerza y nos aferramos a situaciones y relaciones, con nuestros puños firmemente cerrados y en detrimento de nuestro bienestar.
Esta historia llevada al ámbito de los seres humanos y nuestras relaciones ilustra de manera elocuente como en ocasiones no nos damos cuenta de que nuestra liberación y bienestar sólo depende de soltar, de abrir nuestra mano para dejar ir. Desprendernos para dejar de sufrir y liberarnos de todo aquello que nos impide estar bien.
La manera más sencilla de soltar nuestros apegos es a través del profundo compromiso y práctica de conectarnos con el ahora, para vivir, ser y estar en el momento presente. Una de las maneras más utilizada para lograr estar en el ahora es a través de nuestra respiración. Pones toda tu atención en inhalar y exhalar y permaneces así durante unos minutos para de este modo regresar a tu Ser interior en el momento presente. Otra manera es a través de poner concentrarnos en la palma de las manos o la planta de los pies o ambas por unos minutos, hasta que tienes la sensación de estar en plena consciencia del momento presente. Existen otras maneras y cada uno podrá encontrar la suya. Se trata de darnos cuantas cuando no estamos en el presente para regresarnos a él una y otra vez. Estar en el ahora en realidad significa regresarnos de manera recurrente al momento presente. Y el mejor método será siempre el que a ti te funcione.
Cada final es un nuevo comienzo. En lugar de preocuparnos y llenarnos de ansiedad por lo que viene después o qué será lo siguiente, abracemos el momento presente con una actitud abierta y genuina curiosidad, con el propósito de aprender las lecciones que nos ofrece la experiencia o la situación que estamos viviendo. Son lecciones importantes y necesarias para nuestro crecimiento personal, para lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, para realizar todo nuestro potencial. Se trata de convertirnos en observadores de nosotros, de todo aquello que vivimos en nuestro interior y de aquello que acontece afuera, en el mundo exterior. Donde quiera que estés, estar completamente allí, viviendo con presencia total esa experiencia para aprender las lecciones que nos ofrece. En esta vida no existen errores, solo lecciones y estas se repiten hasta que nos las aprendemos.
Nuestra vida es como un río, viajamos llevados por la corriente y se trata de aprender a disfrutar en sus aguas. Cuando nos resistimos nuestro cuerpo se tensa y nuestra alma se contrae, nos hacemos pesados y nos hundimos. Naveguemos con confianza y en paz, con nuestra fe y nuestras certezas, fluyendo con el proceso de la vida. Respira, conecta contigo, confía y fluye en paz en la corriente del río de la vida ….viajas en tu río y todo está bien.

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Amor: los que lo dan y los que lo toman.

En la dinámica de casi todas las relaciones humanas y según los diferentes tipos de personalidad, podemos distinguir dos grandes grupos de personas: las que dan y las que reciben amor. Es muy posible que alguna vez hayas escuchado decir eso de que en el amor están los quieren y los que se dejan querer.

La relación con las personas que dan amor suele ser fluida, transparente, agradable y sin mayores conflictos. Estas personas entregan amor de manera natural y sin esfuerzo por lo que suelen ser empáticas, consideradas, cariñosas, cordiales y afectuosas. Estar con ellas resulta muy agradable y de gran satisfacción. Uno se siente cómodo y a gusto en la relación, percibiendo una grata sensación de paz, comprensión y armonía.

Por su parte, la relación con las personas que en el amor esperan recibir, a veces no suele ser tan sencilla, fácil, diáfana, ni apacible porque está cargada de expectativas, se establece bajo las condiciones y necesidades de la persona que está en la actitud de recibir amor. En numerosas ocasiones esta manera de vincularse en el amor suele expresarse como exigencia y manifestarse de manera condicionada.

En toda relación debería existir un equilibro en la dinámica de tres elementos: dar, recibir y pedir. Saber pedir es esencial para construir una relación sana donde la comunicación funcione, porque es muy poco probable que alguien puede adivinarnos el pensamiento. Cuando el pedido de amor se realiza de manera directa, transparente y amable la relación se hace mucho más sencilla y fluida. Uno entiende y considera las necesidades emocionales y afectivas de la otra persona, por lo que nuestra esencia humana sensible al amor y a los otros, casi siempre satisface de manera natural este pedido.

La situación se complica cuando la manera de pedir amor suele ser indirecta y muchas veces se expresa de forma totalmente contraria a lo que la persona en realidad quiere y necesita. El pedido de amor se realiza de manera encubierta, disfrazado de distancia calculada, frialdad, ambivalencia, el juego de me acerco, me aseguro y me alejo, reclamo y rechazo, ataque y defensa. Nos llega en clave y de maneras tan desconcertantes e ininteligibles que resulta muy difícil darnos cuenta de que detrás del enojo castigador, la actitud de superioridad y control, la distancia y la manera tan confusa como nos tratan, hay un pedido de amor de forma equivocada y contraproducente. Las razones por las cuales el pedido de amor se realiza de manera indirecta, ambivalente y encubierta obedece casi siempre al miedo e inseguridades del otro expresados en todas sus variantes: miedo al rechazo, a no recibir lo que queremos, baja tolerancia a la frustración, temor a que te digan que no, o la creencia errónea de que mostrar nuestros sentimientos nos hace vulnerables o débiles.

Sabemos que comprender no justifica y que no tenemos por qué aceptar relaciones en las cuales sentimos que nos tratan mal, nos lastiman, nos manipulan y se ha perdido el equilibro en la dinámica de dar, recibir y pedir.

Entender que hay muchas maneras de pedir amor nos ayuda a mantener y construir nuestras relaciones del modo más sano posible con aquellas personas que su manera de pedir amor y afecto resulta contradictoria o difícil de entender. Se trata de evitar caer en su juego y no reaccionar a su estilo. Dejar de engancharnos, corresponder a su pedido de amor cuando así lo consideremos y sobre todo sin lastimarnos. Para reestablecer el equilibrio… y nuestra paz.

Es importante comprendernos y entender a los otros sin juzgar, siendo considerados con los sentimientos y necesidades de los otros, a la vez que reconocemos lo que queremos y necesitamos nosotros, en aras de mantener el más sano equilibrio en nuestras relaciones. Como nos recuerda aquel mandamiento, amarás a los otros cómo a ti mismo, no más que a ti mismo.

Debemos aceptar la realidad de que cada persona vive su proceso interior psicológico, emocional y espiritual, para evitar juzgar y prevenir engancharnos con aquel pedido de amor que nos llega expresado de la peor manera.

No tenemos el poder de cambiar la personalidad de los otros para que ellos se comporten y nos traten como quisiéramos. No tenemos ese poder, pero tenemos muchos otros poderes en nosotros y en nuestras relaciones, entre ellos no participar de su juego. Cuando se trata de los otros siempre tienes el poder de decidir si quieres o no participar de la relación, que tipo de relación quieres establecer, que nivel de cercanía, cuanto te quieres involucrar, decidir cómo quieres que sea tu parte, tu mitad en esa relación.

Procuremos dedicar nuestro tiempo y energía a nuestro proceso personal y aquello que queremos, haciendo contacto con los otros desde nuestro Ser con todo lo positivo que tenemos para entregar y compartir. Es importante que seamos capaces de relacionarnos con los otros de manera realista, sin juicios, para poder ver a los otros como son y decidir los niveles de relación y cercanía que nos sean posibles tomando en cuenta su impacto en nuestro bienestar.

equilibro dar y recibir

Aceptar nuestro enojo.

El enojo es un sentimiento y como cualquier otro sentimiento, no está ni bien ni mal y ni guarda relación con juicio moral alguno. Los sentimientos son sólo eso, lo que sentimos. No existe “bien o mal” en nuestros sentimientos, sólo en nuestras acciones y en nuestro comportamiento, en función del impacto que esto tiene para uno mismo y para quienes nos rodean.

Desde pequeños, en especial a las niñas, nos hicieron saber, creer y sentir de muchas maneras que enojarse estaba mal. Muchas de nosotras recordamos frases como: las niñas bonitas no se enojan, no te enojes que te ves fea, te enojas por todo, saca de ti a la niña mala… Y así crecimos, creyendo que enojarse estaba mal, representaba a una falta o un defecto en nosotras, por lo cual dejábamos de ser buenas o bonitas o más terrible aún, perdíamos la aprobación y el amor de las personas que queríamos. Nuestro enojo provocaba que dejáramos de sentirnos aceptadas y amadas.

Sin darnos cuenta comenzamos a reprimir o a negar nuestro enojo. Pero los sentimientos como los problemas no desaparecen porque uno no les preste atención, suele suceder todo lo contrario, por lo general crecen. Siguen ahí por más que nos empeñemos en mirar hacia otro lado.  El enojo que no queramos mirar hoy, lo tendremos que enfrentar más adelante y este suele salir en el peor momento o de la peor manera.

Recuerdo ahora una frase de alguno de esos griegos sabios que dice: cuando nos enojamos casi nunca es con la persona correcta, ni en el momento adecuado, ni en la justa medida. ¡Que cierto! Muchas veces desquitamos nuestro enojo y todas las frustraciones asociadas a este, con quien no tiene nada o muy poco que ver con su causa real. La cuerda siempre se rompe por el lado más débil y muchas veces actuamos nuestro enojo con quien no es.

Cuando te digan que no te enojes puedes explicar que estás en tu derecho de hacerlo y es tu deseo vivir tus sentimientos porque son parte importante de ti. Si es el otro quien tiene dificultades para lidiar y sobrellevar tu enojo, ese no es tu problema. No tienes que ser tú quien se reprima, deje de ser cómo eres y de sentir tus sentimientos para beneficio de los demás, para que los demás estén a gusto. Porque lo que nunca será saludable para ti es negar o reprimir tus sentimientos y vivir en función de cumplir con las expectativas que los otros se han formado sobre ti y cómo deberías ser.

Si estamos enojados, está muy bien sentirlo y validar ese sentimiento, es lo que nos mantiene emocionalmente sanos. Es muy saludable aprender a lidiar con nuestros enojos sin hacernos daño ni lastimar, ni a nosotros ni a los otros. Cuando aceptamos y entendemos nuestro enojo, estamos previniendo que este se endurezca y se transforme en resentimiento o barril de pólvora.

Resulta muy recomendable aprender a manejar el enojo de manera que sea beneficioso para nosotros y para nuestras relaciones. El enojo como cualquier sentimiento también tiene su lado positivo, sólo depende de cómo decidas encausarlo. El enojo es positivo cuando se transforma en motor, te pone en movimiento, te ayuda a establecer límites saludables para ti en tus relaciones y te provee la energía que necesitas para avanzar en la vida.

Escucha a tu enojo, él te está diciendo algo. Te está hablando de alguna necesidad, querencia o carencia no atendida. Te está diciendo qué quieres y qué necesitas, te está enseñando a ganar presencia y respeto en tu vida, a cuidarte y a ocuparte de ti.

Siente tu enojo, vívelo sin sentirte culpable, aprende de él, libéralo y libérate.

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