Aquel juego tan extraño.

Esa noche se inauguraba la feria en el pueblo. Desde las primeras horas se sentía el bullicio y entusiasmo para tenerlo todo listo y a tiempo a la hora en que iniciaría la gran fiesta. En un ir y venir incesante, la feria mostraba sus primeras formas. Aparecían los puestos para la comida, se ensamblaban los distintos juegos y así sucesivamente se construía aquel espacio para el disfrute y regocijo de todos. La explanada que servía de escenario a la feria poco a poco mostraba otra apariencia, se llenaba de alegría, música, colores y voces.

En el área de los juegos, frente a uno de ellos, en una construcción pequeña y muy parecida a una casita, se habían reunido varios perros del parque a jugar. Uno de ellos estaba parado frente a la puerta pues antes de entrar le gustaba escuchar lo que comentaban sus amigos que subían y bajaban de los juegos con gran frenesí. Allí estuvo un rato aquel perro, quieto frente al juego de la pequeña casa, viendo como entraban y salían sus amigos, los otros perros y a quienes les preguntaba: ¿Te ha gustado? ¿Cómo es? ¿De qué se trata este juego?

Para su asombro y despertando en él una gran curiosidad asombrosa, no comprendía cómo era posible que recibiera respuestas tan disímiles y extremas de unos y otros perros. Hubo algunos que le dijeron: es lo más divertido que existe, te encuentras a muchos otros perros como tú que te saludan, brincan, se alegran y enseguida comienzan a jugar contigo, ¡¡me encantó!! ¡¡¡No te lo pierdas!!! Y otros perros que salían muy disgustados, le decían: es el peor juego que he conocido en mi vida, todos te ladran, te gritan, te agreden, te dan la espalda, están todos muy enojados allá adentro.

El perro que aún no había entrado al juego no salía de su asombro ante comentarios tan diametralmente opuestos sobre un mismo lugar y una misma experiencia. ¿Cómo era posible que aquello que a unos les resultaba la mayor diversión, para otros había sido lo peor que habían conocido? Movido por el deseo de averiguar qué pasaba allí y buscando satisfacer su curiosidad creciente, quiso probar cuanto antes aquel juego tan intrigante. Al llegar a la entrada, se detuvo a mirar el cartel donde aparecía el nombre del juego. Allí pudo leer: “La casa de los espejos”. Y entonces, lo comprendió todo.

Ocurre con bastante frecuencia que así también es la vida, como un espejo que nos devuelve la cara que le ponemos. Escoge bien que cara le pones a la vida porque es muy probable que sea la misma que te regrese de vuelta. Con nuestra actitud creamos nuestra experiencia de vida y nuestra realidad. Es muy posible que aquello que vemos en los otros también sea nuestro, para bien o para mal. Tal vez y sin darnos cuenta, proyectamos en los otros aquello que negamos o rechazamos de nosotros mismos, nuestros temas no resueltos y que habitan casi siempre en nuestro inconsciente. Del mismo modo, lo que nos gusta en los otros, suele ser aquello que nos complace de nosotros mismos. Se trata de detenernos a observar y reflexionar que tanto de lo que vemos afuera y en los otros es también nuestro, para descubrir cómo son los lentes a través de los cuales miramos la vida y cuanto en ella acontece.

Cuántas veces decidimos de manera categórica y unilateral que el otro está mal, que es su culpa, juzgamos al otro y nos llenamos de excusas para justificar nuestro comportamiento, considerando que el problema son los demás. En esos casos, nos vendría muy bien detenernos a analizar nuestra parte, cómo y cuánto hemos contribuido nosotros a la situación o al conflicto que estamos viviendo.

Entreguemos nuestra mejor cara a la vida, la más amplia de nuestras sonrisas, aquello que deseamos que nos sea entregado de vuelta, lo que deseamos recibir. Y a su vez, procuremos tratar a los otros de la manera en que nos gustaría ser tratados. Y tú, ¿qué cara le pones a la vida?

Dejar ir… y la fábula del mono.

Cuentan que, en un lugar de África, los cazadores tienen una manera muy sencilla para atrapar a los monos. Van dejando en el camino un rastro de cacahuates y frutas que ya conocen les gusta mucho a los monos. Este camino llega hasta un pequeño agujero en un árbol. Allí depositan el resto de los cacahuates y será donde más tarde atraparán al mono.
El mono va siguiendo el rastro, recogiendo los cacahuates hasta llegar al pequeño hueco en el árbol. Allí introduce la mano y llena todo su puño con los cacahuates que se encuentra adentro. Cuando intenta sacar la mano, no puede al haber cerrado el puño para llevarse los cacahuates con él. Como mantiene el puño firmemente cerrado le resulta imposible sacar su mano por un agujero tan pequeño. El mono lucha y se desespera sin darse cuenta de que para poder liberarse solo necesita abrir su mano, dejar ir. Y así, al no poder comprender que solo tiene que abrir su mano y soltar los cacahuates para ser libre, es apresado por los cazadores.
Cuando escuché esta fábula recordé tantas ocasiones en las cuales nos encontramos atrapados de la misma manera que el mono. Sujetamos con fuerza y nos aferramos a situaciones y relaciones, con nuestros puños firmemente cerrados y en detrimento de nuestro bienestar.
Esta historia llevada al ámbito de los seres humanos y nuestras relaciones ilustra de manera elocuente como en ocasiones no nos damos cuenta de que nuestra liberación y bienestar sólo depende de soltar, de abrir nuestra mano para dejar ir. Desprendernos para dejar de sufrir y liberarnos de todo aquello que nos impide estar bien.
La manera más sencilla de soltar nuestros apegos es a través del profundo compromiso y práctica de conectarnos con el ahora, para vivir, ser y estar en el momento presente. Una de las maneras más utilizada para lograr estar en el ahora es a través de nuestra respiración. Pones toda tu atención en inhalar y exhalar y permaneces así durante unos minutos para de este modo regresar a tu Ser interior en el momento presente. Otra manera es a través de poner concentrarnos en la palma de las manos o la planta de los pies o ambas por unos minutos, hasta que tienes la sensación de estar en plena consciencia del momento presente. Existen otras maneras y cada uno podrá encontrar la suya. Se trata de darnos cuantas cuando no estamos en el presente para regresarnos a él una y otra vez. Estar en el ahora en realidad significa regresarnos de manera recurrente al momento presente. Y el mejor método será siempre el que a ti te funcione.
Cada final es un nuevo comienzo. En lugar de preocuparnos y llenarnos de ansiedad por lo que viene después o qué será lo siguiente, abracemos el momento presente con una actitud abierta y genuina curiosidad, con el propósito de aprender las lecciones que nos ofrece la experiencia o la situación que estamos viviendo. Son lecciones importantes y necesarias para nuestro crecimiento personal, para lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, para realizar todo nuestro potencial. Se trata de convertirnos en observadores de nosotros, de todo aquello que vivimos en nuestro interior y de aquello que acontece afuera, en el mundo exterior. Donde quiera que estés, estar completamente allí, viviendo con presencia total esa experiencia para aprender las lecciones que nos ofrece. En esta vida no existen errores, solo lecciones y estas se repiten hasta que nos las aprendemos.
Nuestra vida es como un río, viajamos llevados por la corriente y se trata de aprender a disfrutar en sus aguas. Cuando nos resistimos nuestro cuerpo se tensa y nuestra alma se contrae, nos hacemos pesados y nos hundimos. Naveguemos con confianza y en paz, con nuestra fe y nuestras certezas, fluyendo con el proceso de la vida. Respira, conecta contigo, confía y fluye en paz en la corriente del río de la vida ….viajas en tu río y todo está bien.

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Conflictos y soluciones.

En ocasiones nos encontramos en momentos de la vida, situaciones o conflictos donde nos preguntamos: ¿qué hacer? Nadie en esta vida te conoce mejor que tú. Has vivido contigo cada uno de los días de tu vida, por lo que nadie podría tener mejor respuesta que la tuya a esa pregunta. Lo que les funciona a los otros, no necesariamente tiene por qué funcionarte a ti. Casi todos al final o desde el principio actuamos según aquello en lo que creemos y no por lo que los otros nos digan. Como ese refrán que nos recuerda que nadie escarmienta por cabeza ajena. Es por ello que resulta tan valioso encontrar tus respuestas y tus soluciones a los conflictos, en especial aquellos vinculados a tus relaciones. Es importante de encontrar tu manera de ser, estar y conducirte en situaciones específicas e importantes para ti.

No tenemos el poder de cambiar la personalidad de los otros, ni de modificar la manera cómo se comportan con nosotros, ni de transformar sus decisiones o solucionar sus conflictos interiores. Si tenemos otros poderes, muy valiosos e importantes para nosotros en todas nuestras relaciones. Podemos decidir cómo queremos que sea nuestra mitad, diseñar nuestra parte en esa relación, estableciendo límites saludables, siendo responsables de nosotros mismos y de nuestro bienestar emocional. Podemos decidir cómo queremos reaccionar a aquello que sucede y cómo responder a lo que nos afecta en nuestras relaciones.

Regálate tiempo para estar contigo, reflexionar y explorar todo lo vinculado a la relación desde el pasado hasta hoy, un recorrido de ida y vuelta. Tal vez podrás reconocer un patrón o una dinámica establecida en la relación, lo común, aquello que casi siempre sucede y ha sido la norma en la relación. Recuerda y analiza cómo ha sido esa relación, cómo te has sentido y las reacciones que tenido la otra persona para contigo en situaciones similares en el pasado que puedan servirte de referencia. Se trata de beneficiarte de tus experiencias pasadas para encontrar la manera de solucionar situaciones presentes. Explorar qué podrías hacer diferente si deseas lograr un resultado diferente.

Hay personas que tienen la capacidad de sacarnos de nuestro centro, crear interferencias emocionales en nosotros y movernos fuera de balance. Es por ello que recordar cómo somos cuando nos sentimos a gusto y siendo nosotros mismos en otras relaciones es muy buen inicio para identificar aquello que queremos lograr en esta situación en específico.

Pregúntate, adentro y profundo, ¿qué quieres hacer? ¿Cómo quieres actuar? ¿Cuál sería la solución para ti, el resultado que deseas para el conflicto o situación que estas viviendo? ¿Qué podrías hacer diferente para lograr eso que deseas? Reflexiona sobre tus propósitos, aquello que deseas lograr. Es muy probable que sean más de uno, escríbelos en orden de importancia para ti.

Lo más común es que muchas veces no tenemos claro lo que queremos. Cuando aún no sabes exactamente lo que quieres, casi siempre sabes y tienes muy claro lo que no quieres. Este siempre puede ser un buen referente, saber aquello que deseas evitar, que no quieres para ti, ni que suceda en tu vida, por lo que tomar acciones para prevenirlo es igualmente válido y eficaz.

Una vez que puedes identificar el final deseado, el estado de la relación a donde deseas llegar, puedes comenzar a explorar los caminos para llegar allí. Cuáles son tus fortalezcas, cualidades y talentos que te van a ayudar a lograr lo que deseas y que estos te sirvan de apoyo y guía. Úsalos. Del mismo modo, considera las diferentes opciones y la mejor manera para lograr aquello que quieres. Muchas veces resulta muy útil para alcanzar lo que queremos comenzar con el final en mente, para encaminar nuestros pasos en esa dirección.

Procura identificar al menos tres opciones diferentes de cómo hacerlo, te sorprenderás de tu creatividad para encontrar soluciones. Ahora, piensa en el efecto que podrían tener estas acciones, las consecuencias probables de cada una de ellas. Cuál sería la más efectiva, la que mejor te garantice que logres el resultado que deseas. Tú eres la persona mejor informada sobre el efecto que podrían tener en ti, en el otro y para la relación cada una de las opciones que consideres como solución, porque tú has vivido dentro de la relación y tienes experiencias pasadas para poder anticipar su resultado.

Escoge aquella acción o acciones que mejor te ayuden a lograr lo que deseas y ponlas en práctica. Si el resultado no es el esperado siempre puedes reorientar la brújula y corregir el rumbo hasta que poco a poco, haciendo camino al andar como nos enseñó el poeta, logres aquello que deseas.

Cada experiencia es una oportunidad para aprender y crecer. Detrás de cada vivencia y relación en nuestra vida hay una lección importante y necesaria para nosotros. Incluso aquellas personas con las que tenemos una relación muy difícil y complicada tienen un propósito en nuestra vida, existe una razón por la cual ellas están presentes en nuestra vida. Se trata de encontrar la lección detrás de la persona y de lo que nos sucede. Vivir esta experiencia como una oportunidad de aprendizaje para crecer y avanzar en el camino hacia nuestro crecimiento personal.

Esas situaciones que vivimos en la cual tenemos que tomar decisiones importantes sobre nosotros y nuestras relaciones, son una oportunidad para poner límites saludables y asumir la responsabilidad con nosotros y aquello que deseamos lograr. Una de las mejores ocasiones para hacer el bien, entregar lo mejor y ayudar a los demás se presenta cuando nos hacemos responsables de nuestra vida y nuestro bienestar, a la vez que ofrecemos al otro igual oportunidad para hacer lo mismo.

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