En muchas situaciones y circunstancias de la vida uno no escoge las personas con las que tendrá que relacionarse. Durante la etapa escolar y hasta que terminamos nuestros estudios, no escogemos a nuestros compañeros de clases, ni a nuestros profesores y demás personas del área administrativa que podrían tener influencia en los resultados educativos que deseamos obtener durante esta etapa de nuestra vida.
Otro tanto de lo mismo se repite cuando iniciamos nuestra vida laboral. No escogemos quienes serán nuestros compañeros de trabajo, el equipo al que nos integramos, nuestros jefes, los otros jefes y demás personas que participan del ámbito profesional y con las cuales nos relacionamos e interactuamos la mayor parte del día. Todos ellos tendrán determinado nivel de influencia en nuestro camino para lograr aquello que queremos en nuestra vida profesional.
Uno no escoge a las personas que participaran e influyen en esta área de nuestra vida, pero si puedes escoger y decidir cómo quieres que sea la relación con ellas, la actitud con la que respondes a las circunstancias y situaciones que se presentan y vives cada día. No tenemos mucho control sobre lo que va a suceder o cómo van a actuar las otras personas, pero tenemos el control sobre cómo queremos responder.
Casi todas las respuestas que damos a las diferentes situaciones que se nos presentan en la vida podrían agruparse en dos tipos de actitud: la de quejarse y la de aprender.
Cuando asumimos la actitud de quejarnos, asociada a rechazar y juzgar, casi siempre ponemos nuestra atención en lo que está mal, lo que no funciona, lo que nos molesta o desagrada de la persona o la situación. Ante cualquier evento reaccionamos en automático, casi siempre a la defensiva, tomamos lo sucedido de manera personal, intentamos demostrar que tenemos la razón, buscamos quien tiene la culpa, vemos la relación o situación en la dualidad de ganar o perder. Dedicamos la mayor parte de nuestra energía al problema en lugar de buscar una solución. Partimos de ideas preconcebidas y buscamos confirmar en la realidad y la relación, todo aquello que asumimos en nuestro pensamiento, aquello que creemos, nuestra versión de los hechos. Y así también creamos las profecías que se auto-cumplen, porque a través de nuestro pensamiento, nuestras interpretaciones y nuestras acciones, creamos nuestra realidad.
En la actitud de aprender, desarrollamos nuestra capacidad de hacer la pausa que nos permite elegir nuestra respuesta, lo cual nos permite dejar de reaccionar en automático, nos concedemos tiempo y tomamos distancia para valorar y analizar con que opciones contamos, dadas la personalidad del otro y las circunstancias en la que nos encontramos. Asumimos nuestra responsabilidad hacia lo sucedido, observamos, a nosotros, a los otros y nuestras circunstancias de la manera más objetiva posible, intentando separar el hecho de las interpretaciones. Una vez que tomamos la posición de observador, decidimos cómo queremos actuar, nos concentramos en encontrar soluciones y vemos la situación en la perspectiva de ganar-ganar. Se trata de entendernos sin juzgar y elegir nuestras acciones, abriendo la posibilidad para el diálogo y el intercambio, creando un espacio común donde todos puedan exponer lo que piensan o sienten, siendo incluyentes, en el ánimo de construir y colaborar en la solución.
En la vida uno tiene la posibilidad de decidir cómo quiere responder a las situaciones que se presentan. Tómate el tiempo y el espacio que necesites para decidir tus acciones y el camino que deseas andar como respuesta a la situación que se ha presentado. Uno decide qué camino tomar: el de aprender de la relación, la situación y la realidad, o el camino de quejarme y juzgar, de buscar culpables. Uno tiene el poder de decidir dónde pone su energía, si la dedicas al problema o la utilizas al servicio de la solución. Y recuerda que donde pones tu energía, crece.
Una vez que la situación se presenta lo primero es reconocer cuáles son mis pensamientos asociado a lo que ha ocurrido, qué preguntas me hago, qué nos decimos a nosotros mismos. En la actitud de quejarnos y juzgar casi siempre nos preguntamos: ¿qué está mal? ¿quién tiene la culpa? ¿cuáles son las faltas o defectos del otro? ¿cómo puedo demostrar que tengo la razón? Reaccionamos a lo sucedido tomándolo de manera personal, nos ponemos a la defensiva, criticamos al otro y nos concentramos en lo que consideramos sus defectos o deficiencias y todo aquello que nos molesta. Limitamos el espacio para participar y debatir porque nos empeñamos en imponer nuestro punto de vista, en convencer en lugar de escuchar al otro o los otros. Anulamos la posibilidad de un diálogo constructivo.
La buena noticia es que siempre podemos pasar de la posición de juzgar y quejarnos a la de aprender. Reorientar la brújula para pasarnos al camino de aprender de nosotros, del otro, de la relación y de la situación. Aprender trae implícito equivocarnos. Perdona y perdónate porque en la vida no existen errores, sólo lecciones y las lecciones se repiten hasta que nos las aprendemos.
Casi todos reaccionamos en automático en la actitud de quejarnos y juzgar, buscamos los culpables afuera, actuamos desde nuestro ego, en nuestra mente interpretamos, asumimos, juzgamos y criticamos. Se trata de aprender y practicar la actitud de aprender de cada situación y en cada relación. Cambiar nuestra manera de acercamos y solucionar los problemas, de mirar y entender a las personas. Abrir nuevas puertas hacia otras posibilidades.
Nuestra capacidad para reconocer y aceptar cuando estamos en la posición de quejarnos es lo más importante y decisivo para lograr fortalecer y practicar nuestra habilidad para cambiar hacia la actitud de aprender.
Cuando las situaciones se presenten podemos hacernos preguntas que nos conduzcan al camino de aprender: ¿Qué está pasando? ¿Qué quiero lograr? ¿Cuáles son mis opciones? ¿Qué puedo aprender? ¿Qué es posible? ¿Qué recursos tengo para lograr lo que quiero? ¿Quién me puede ayudar? ¿Qué es lo valioso de esto que ha sucedido? ¿De que soy responsable? Dada las circunstancias, ¿qué puedo hacer para lograr lo que quiero? ¿Cuáles son los hechos? Separar los hechos de las interpretaciones. ¿Qué estoy asumiendo? ¿De qué otra manera puedo ver lo que está sucediendo? ¿Cuál podría ser el acuerdo para encontrar una solución y avanzar? Descubrir nuevas opciones y posibilidades, poniendo nuestra atención en la solución, con la voluntad de contribuir y colaborar para lograrlo.
En cada situación de la vida siempre tendremos la opción de elegir cómo queremos responder, elegir nuestra actitud: si optamos por el camino de quejarnos y juzgar o tomamos la decisión de aprender de lo sucedido. Se trata de observar, a nosotros y a los otros, tomar tiempo y distancia y elegir nuestra actitud y nuestras acciones. Practicar nuestra habilidad de estar consciente del momento presente, para poder ejercer el poder de elegir. Se trata de asumir nuestra responsabilidad como protagonista de nuestra vida y dejar de victimizarnos buscando los culpables afuera.
En aras de vivir mejor, tener mejores relaciones y ser felices, encontremos la manera de tomar el camino de aprender en lugar de quejarnos y juzgar. Con el beneficio adicional de ser más eficientes y eficaces en nuestra vida profesional porque muchas veces nuestros logros profesionales dependen del esfuerzo conjunto del equipo con el que trabajamos y no únicamente de nuestro trabajo en solitario.
Podemos elegir nuestra actitud porque tenemos la posibilidad de cambiar nuestros pensamientos, observándolos y cambiando nuestras preguntas para decidir cómo actuar en lugar de simplemente reaccionar. Hacernos aquellas preguntas que nos conduzcan a la actitud de aprender, donde se abre nuestra mente, nuestros ojos y nuestros corazones a nuevas opciones y posibilidades. A partir de aquí, elegir acciones constructivas y positivas que nos ayuden a lograr aquello que deseamos. El verdadero cambio en nuestra actitud y nuestro comportamiento comienza con el cambio en nuestra manera de pensar.
