No estás obligado a actuar todo lo que sientes.

Cuando se termina una relación de pareja porque la otra persona decidió salirse de ella sin decírnoslo con palabras, pero demostrando a través de sus acciones que no le interesa continuar, nos toca asumir esa realidad y salirnos también de allí. Intentar mantener la relación sólo nos producirá más frustración y sufrimiento al pelearnos con la realidad, por no aceptar que al otro ya no le interesa seguir. Fue su decisión terminar y te lo hizo saber a través de sus acciones. Te toca reconocer esa realidad y continuar tu camino.

También es sabido que uno no deja de querer al otro a pesar de sus acciones y de que la relación se haya terminado. Uno puede seguir amando a ese otro que decidió terminar con hechos la relación, pero entiende que sentir y actuar no es lo mismo. No estamos obligados a actuar todo lo que sentimos. Lo que sentimos es involuntario uno no lo decide, sino que lo reconoce, lo nombra y lo transita. Tenemos el poder de decidir qué sentimientos y emociones queremos actuar. Entre sentir y actuar hay un espacio, ahí se encuentra nuestro nivel de conciencia.

Se necesita hacer acopio de mucha voluntad y compromiso con uno mismo para a pesar de querer y seguir enamorados de ese otro que se ha marchado, decidir no actuar lo que sentimos porque comprendemos que cualquier paso dado en esa dirección para acercarnos al otro, sólo nos traerá más sufrimiento. 

Después de una separación, uno tiende a idealizar al otro y a la relación, sientes un vacío interior que relacionas con quien antes ocupaba ese espacio en tu vida. Es importante darse cuenta de que esa idealización no se corresponde con la realidad. El otro te demostró con acciones que no le interesa seguir en la relación y negarte a aceptar esta realidad sólo te producirá más frustración, decepción y sufrimiento.

Alejarte de las relaciones y las personas que te hacen daño es uno de los mayores actos de amor propio que puedes hacer por ti. Desgraciadamente uno no deja de amar cuando ha sido ese otro quien se marchó de la relación y hay que hacer un esfuerzo consciente para evitar acercarse, buscarlo o tener cualquier contacto con él o ella, pues representa un retroceso en tu recuperación y se trata de evitar hacer eso que te hace daño. 

No intentes olvidar o rechazar el recuerdo y las emociones vinculadas a esa otra persona porque lo que resiste persiste. No se trata de rechazar lo que sentimos sino de aprender a transitarlo. Hay que sentir para poder sanar. Respira para transitar tus emociones: inhalo siento, exhalo suelto, y así varias veces hasta que te sientas mejor. 

La neurociencia nos enseña que nuestro cerebro no sabe olvidar sólo sabe sustituir. Hay que crear nuevas carreteras neuronales, hábitos y prácticas, para recuperar nuestro bienestar. Debemos hacernos de una rutina que favorezca todas esas actividades y estímulos que ayudan a nuestro cerebro a producir los neurotransmisores de la felicidad, los llamados cuatro fantásticos: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. 

Muévete, sal con tus amigos, camina, medita, lee, abraza, baila, escucha música que te anime, viaja, regálate comidas sabrosas, pasea, cumple tus antojos y busca ayuda profesional si así lo consideras. 

Es en los momentos más duros de nuestra vida cuando desarrollamos el músculo de la resiliencia. Esa cualidad tan necesaria para superar los desafíos de la vida y salir fortalecidos como resultado de todo lo que aprendemos en el proceso. De esta etapa se sale con mucho amor propio y responsabilidad emocional. La responsabilidad es capacidad para responder, estarás mejor preparada para continuar el viaje sin depender, conociéndote mejor, conectada con tus necesidades y reconociendo tus miedos, para tomar decisiones basadas en lo que quieres, aquello que es importante para ti y que suma a tu bienestar.

Tú sabías cómo estar y sentirte bien antes de que esa persona llegara a tu vida. Recuerda todo lo que te gustaba de ti y de tu vida antes de él o ella. 

Una de mis mayores certezas de vida es que no estoy sola porque estoy conmigo, me tengo a mi. Es liberador aprender a disfrutar de la propia compañía pues así las relaciones son cuestión de elección y no de necesidad. Y cuando uno elige ya no depende. Esa es la meta para poder superar la dependencia emocional y continuar avanzando en el camino del bienestar.

Finales y comienzos.

Las relaciones casi siempre se terminan un tiempo antes de que alguno de los dos que conforman la pareja sea quien lo diga. A su vez, no siempre a quien le toca decirlo es la parte que ha decidido terminar la relación, si no quien se ha visto obligado a expresarlo dado que el otro de manera pasiva lo ha conducido por ese camino tortuoso en el que ya uno no puede más con la situación de infelicidad que está viviendo. Siempre estamos comunicando, aun sin decir una palabra. Hablamos a través de nuestras acciones o por la falta de estas.

A raíz de la separación, comienza un período de transformación interior para adecuarnos a la nueva realidad. Recuerda que los principios casi siempre llegan disfrazados de finales.

Lo que nadie nos dice después de una separación es que vas a vivir una etapa muy dura y difícil, donde para ser feliz hay que obligarse, tendrás que realizar un esfuerzo deliberado y consciente para intentar estar bien. Es como cuando tenemos que pasar un largo periodo de recuperación a consecuencia de una enfermedad y tenemos que obligarnos para hacer la terapia física y la tanda ejercicios que nos han recetado, para poder recuperar completamente la movilidad o sentirnos como antes. La enfermedad de la cual hay que recuperase en esta ocasión se llama desamor, es devastadora y asola al corazón.

Al principio es posible que tengamos nuestra percepción distorsionada y recordemos nuestro pasado, la relación y al otro como algo muy lindo, casi perfecto y maravilloso. No te engañes. El otro es real y por tanto de seguro hay más de una manera de comportarse o algunos rasgos de su personalidad que en realidad no te gustaban. Lo que extrañas es la sensación de ser amado, el estar en pareja, la rutina creada entre los dos y lo que duele es el vacío. Por tanto asocias el vacío con la persona que antes estaba ahí.

La buena noticia es que vas a salir de esta. Y créelo porque es así. Se trata ahora de poner tu energía y toda tu atención en tu proceso personal para recuperar la autoestima, tu integridad, capitalizar la experiencia aprendiendo del pasado y caminar hacia el futuro. Comenzar a ocuparte de ti, hacer consiente tus necesidades y encargarte de satisfacerlas. Iniciar el camino de la autodependencia.

En esta etapa de recuperación, comienza por hacer cosas que te gusten, actividades placenteras, comparte con tus amigos. Identifica las diferentes áreas que conforman tu vida y comienza a participar de ellas buscando satisfacer en cada una alguna de tus necesidades. Fortalece tu observador para darte cuenta cuando tus pensamientos te llevan de regreso al pasado, cancela los pensamientos negativos y evita mirar hacia atrás.

En esta etapa pueden ocurrir dos cosas. La primera es que intentes demostrarle al otro que te estas recuperando. No lo hagas, eso es mirar hacia atrás. Aunque sea para que el otro vea que estas bien, le estas dando importancia a lo que él o ella piensa de ti y eso ya no te debe interesar. Mira hacia adelante.

Lo segundo que pudiera suceder es que el otro quiera volver. Acá tienes que saber que no es que de repente y por arte de magia el otro se ha vuelto a enamorar de ti, lo que sucede es que también esta sintiendo el vacío y lo relaciona contigo. Busca su alimento afectivo donde lo encontraba antes. Las personas se quieren a partir de lo que conocen del otro, lo que comparten, el tiempo de convivencia, presencia, cariño, atenciones. El amor no crece desde la ausencia y la separación, lo que intenta evitar es el vacío y es muy probable que por eso el otro se ha acercado otra vez.

Es importante que retomes tu vida sin depender de alguien más para ser feliz. Una vez que hayas sanado, será el momento de considerar si el otro posee las cualidades, tipo de personalidad y manera de mirar la vida que para ti son importantes en la persona que deseas sea tu compañero de viaje para la vida.

Sanar es una elección que solo depende de ti, a partir de comprender y vivir nuestro duelo. Se ha cerrado una etapa de tu vida e inicia otra. De ti depende como quieres que sea y ponerte a trabajar para construirla.

El siguiente paso.

En la vida no existen errores, sólo lecciones. Y las lecciones se repiten hasta que nos las aprendemos. Así vamos, por fortuna, aprobando asignaturas pendientes en este camino de aprendizaje al que llamamos vida. Uno recibe beneficios por igual de las equivocaciones como de los aciertos, e incluso me atrevería a afirmar que a veces se aprende más de aquello que no resultó como esperábamos o cómo nos habría gustado que fuera.

Cada experiencia, situación y relación en nuestra vida guarda un propósito. Todos los caminos son válidos y los llamados “errores” están en tu vida para entregarte lecciones aún no aprendidas e importantes para ti, decisivas para tu evolución personal hacia un nuevo espacio de conciencia.

Todos estamos evolucionando. Evolucionar trae implícito la posibilidad de equivocarnos. Perdona y perdónate. De muchas maneras todos somos instrumentos para contribuir y ayudar a la evolución personal de nosotros y los otros. Se trata de aprender, crecer y compartir en este camino hacia un nuevo nivel de conciencia.

Esas experiencias que has vivido están ahí para que despiertes y regreses a ti, al encuentro contigo adentro, a la esencia de quién eres. Una vez allí, desde tu Ser podrás decidir cuál es el siguiente paso, tan sólo eso: un paso… No es necesario tener el plan completo, sólo identificar el siguiente paso.

Se trata de aprender a vivir en el presente, un día a la vez y a veces, un instante a la vez. Practicar de manera consiente el observar y estar completamente presentes. Para comenzar, pon toda tu atención en tu respiración, aunque sea por 1 minuto al día, esto te llevará al presente, a conectarte contigo adentro, aquí y ahora. Cada vez que percibas en ti un estado emocional que te supera, pensamientos rumiantes que provocan agotamiento y desanimo, haz una pausa para regresar a ti, a tu Ser, al ahora.

Dedica tu atención, tu energía y tus pensamientos a la solución en lugar de consumirte en el problema. Evita victimizarte adjudicando la culpa a otros o las circunstancias. No eres víctima, eres el protagonista de la película de tu vida. Cuando buscas depositar la culpa afuera de ti, te estas privando de la posibilidad de aprender la lección que tiene para ti esa situación o esa relación. Culpar a otros y victimizarse nos impide aprender. Y aquello que no aprendes, es casi seguro que la vida se encargará de que vuelva a suceder, porque las lecciones se repiten hasta que te las aprendes.

Es importante trasladar nuestra atención del problema hacia la solución. Comenzando con el final en mente, eso que deseas lograr, explora cuáles son los caminos, opciones y acciones que te llevarán a alcanzar tu objetivo. Del mismo modo reconoce que te lo impide, se honesto contigo. Identifica qué es posible y qué depende de ti. Ocúpate de lo que está en tus manos, la parte que te toca para hacer realidad lo que quieres.

El primer paso es el más importante porque aun cuando no te lleve a donde deseas llegar, te saca de donde estabas y te permite avanzar en la dirección que tú elijas. No siempre se necesita tener el plan completo para lograr aquello que deseas en tu vida. A veces sólo necesitas hacer una pausa, detenerte por un instante para respirar, confiar y dejar ir. Observar qué ocurre dentro y fuera de ti, en ti y en los otros.

Y entonces, desde tu guía interior decidir cuál es el siguiente paso.

Cada vida es un libro.

Algunas semanas atrás, tuve la oportunidad de pasar un rato de la mañana en sentada en un parque del centro de la ciudad mientras esperaba que una amiga terminara unas gestiones. Me entretuve mirando a las personas que pasaban a mi lado o caminaban a la distancia. Detenerme a observar la vida en general y a las personas que me rodean en diferentes espacios es algo que suelo realizar con frecuencia. De manera natural y espontánea se activa el observador que llevo dentro cuando estoy esperando en lugares públicos. Constato una vez más que existen tantas historias como personas en este mundo, cada quien con su manera muy particular de interpretar la realidad, sentir y actuar. Un universo de personas con necesidades diferentes intentando estar en esta vida lo mejor posible.

Allí estaba yo, mirando a los otros pasar, cruzar la calle, caminar en diferentes direcciones y seguir de largo… con sus vidas. En ese ir y venir interminable de la existencia. Observaba sus rostros y sus gestos e intentaba descifrar algo de su historia personal, sus amores y desamores, sus alegrías y tristezas, aquello que tiene valor para su vida, lo que les importa y cuánto les importa. Porque cada quien sabe lo que carga en su morral.

Siempre he creído que cada persona es un libro y cada vida una novela inédita de su historia personal, un cúmulo de vivencias, experiencias, relaciones, conflictos interiores, lecciones aprendidas y por aprender. Cada uno escribe día a día el libro de su vida, su novela personal. Diferentes miradas y actitudes frente a los mismos temas tan humanos, existenciales y universales. La diversidad en el mundo de las formas y la unicidad en la dimensión espiritual, compartiendo todos una misma esencia de amor, luz y vida. Para al final confirmar una vez más que lo que nos une será siempre más y mejor que aquello que nos separa.

Para comunicarnos mejor.

En nuestras relaciones personales a veces tomamos decisiones que provocan algún tipo de conflicto o nos vemos inmersos en problemas que debemos solucionar de la mejor manera posible.  Muchas veces las situaciones de conflicto están relacionadas con límites que necesitamos establecer para mantener relaciones saludables en nuestra vida.

Todos tenemos necesidades diferentes que intentamos satisfacer a través de nuestras relaciones afectivas. Nuestras necesidades emocionales están determinadas por nuestro tipo de personalidad, así como nuestras creencias y valores. Habrá, por ejemplo, quien necesite tener la razón, afirmarse en su versión de la historia porque esto les da seguridad y necesita sentirse seguro. Hay otros que su necesidad primaria es tener paz y tratarán casi todo el tiempo de evitar el conflicto, en su creencia errónea de que la paz es la ausencia de conflictos. También están los que necesitan sentirse reconocidos, otros que buscan ser admirados, sobresalir y acaparar todos los reflectores, otros tener poder, ser fuertes, estar al mando, otros sentir que los necesitan, otros sentirse deseados, otros tener control, otros ser únicos, especiales y así sucesivamente. Las relaciones se van articulando sobre la base de las necesidades de quienes participan en ella. No siempre somos conscientes de cuáles son nuestras necesidades básicas en el área afectiva y emocional, estas permanecen en nuestro inconsciente y de igual manera determinan nuestro comportamiento y nuestra elección de pareja. Porque aunque nos resulte difícil de creer, el inconsciente manda…en especial a la hora de relacionarnos.

La comunicación es el medio para interactuar en todas nuestras relaciones. A través de la comunicación el vínculo se construye y permanece. Como dice el refrán, hablando la gente se entiende o al menos se enteran de que no se entienden. Cuando nos comunicamos con los demás, el “qué” es igual de importante que el “cómo” por lo que resulta crucial lograr el balance entre forma y contenido. Nos comunicamos para algo, es decir, hay un propósito y una intención en el diálogo. La manera cómo expresamos aquello que deseamos comunicar hace la diferencia y será decisivo para que logremos o no nuestro propósito.

Resulta muy buen punto de partida tener claro nuestro propósito, qué es lo que deseamos lograr con esa conversación y encontrar la manera más eficaz para transmitirlo. Valorar cuáles son las opciones que tenemos y elegir la que mejor nos garantice que logremos el resultado que deseas alcanzar con esa conversación. A continuación les presento otras recomendaciones que hacen del intento por comunicarnos y entendernos algo más simple y asertivo.

Es muy recomendable intentar sustituir los “pero” por “y”. El “pero” casi siempre invalida a la frase que lo precede y quien lo escucha solo recibe y procesa el mensaje después del “pero”.  El “y” suaviza el mensaje sobre todo restándole la carga negativa que podría proporcionarle el “pero” que impide que el otro incorpore lo positivo en la frase que le precedía. Es muy probable que cada uno de nosotros tenga algunos ejemplos en su vida con lo cual clarificar esto.

También resulta muy útil hablar en primera persona. Eliminar los “tú” que casi siempre traen un gustillo a reclamo. Esto es lo que se conoce como el Yo mensaje o “I message”, hablar en primera persona de lo que quieres, lo que sientes, lo que percibes, tu punto de vista, aquello que deseas, todo lo que “si” y lo que “no” en la relación en cuestión. Cada frase podría iniciar con:  A mí o me: A mí me pasa…A mí me molesta…A mí me lastima…A mí me enoja… A mí me gustaría…Me siento… Me afecta… Me parece…Me pone triste…Me gusta…etc. Con la genuina intención de contactar con el otro creando un espacio para el diálogo.

Siguiendo esta línea, busquemos evitar los términos absolutos como el “nunca” o “siempre”, “todo” “nada” y suavizarlos en el “casi” que resulta muy útil para evitar que el otro se atrinchere. Buscar el punto de encuentro mediante frases como “Pareciera, tengo la sensación”… sin interpretarnos y procurando hacer contacto con el otro desde nuestro Ser, haciendo a un lado al Ego que nos separa, divide y juzga.

Los problemas y conflictos son parte de la vida y de las relaciones con la pareja, la familia, los amigos, los conocidos y nuestros colegas del trabajo. Aprender a solucionar los problemas y conflictos comunicándonos de la mejor manera, constituye una de las habilidades más importantes que podemos adquirir y desarrollar en la vida en aras de mejorar nuestras relaciones. Para ello debemos observar, aprender y practicar todos los días. Cada día es una oportunidad para hacerlo mejor y para ser como nos gustaría, con nosotros y en todas nuestras relaciones.

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Cuando quieras recibir, dilo.

Todos tenemos sueños y deseos que anhelamos sean realizados en nuestra vida. Esperamos que una ocasión especial, un cumpleaños, un aniversario sean celebrados de determinada manera. Son momentos en los que en nuestro interior deseamos nos fuera expresado y entregado aquello que nos gustaría recibir por y para nuestro agrado.  Aquello que nos ilumina y alimenta el alma, que nos hace sentir queridos. Cada quien tiene necesidades diferentes, necesidades de todo tipo. Una vez satisfechas las necesidades básicas que nos garantiza la supervivencia del cuerpo físico, buscamos satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales, casi siempre a través de nuestras relaciones.

Es muy humano tener expectativas en nuestras relaciones. Las expectativas son aquello que deseamos y esperamos recibir de los otros y están directamente vinculadas a nuestras necesidades. Nuestras expectativas suelen ser poco realistas pues nacen de nuestros deseos e idealizaciones, por lo que casi siempre estas vienen acompañadas de cierta desilusión cuando no recibimos aquello que esperamos.

Una vez que sabemos lo que queremos, lo que esperamos de una relación y de las personas que nos rodean, lo más saludable y efectivo será encontrar la manera de hacerle saber los otros aquello que queremos recibir y cómo deseamos que nos sea entregado. Cuando reconoces aquello que anhelas y lo comunicas de la mejor manera al otro o los otros, estas asumiendo la responsabilidad contigo de procurarte y entregarte lo que es importante para ti, te estás haciendo cargo de satisfacer y atender a tus necesidades.

La opción de entregarnos a nosotros mismos lo que queremos recibir de los demás es también válida y lograríamos cierta satisfacción a nivel material, la realización en el mundo material del objeto del deseo. Quedaría aún por satisfacer la parte emocional vinculada al objeto físico y que se expresa a través de él. El regalo es el medio para expresar y recibir muchas otras entregas afectivas y emocionales. Es el símbolo a través del cual comunicar sentimientos, por lo que cuando nos lo entregamos a nosotros mismos estamos satisfaciendo la parte material pero no nuestras necesidades emocionales y afectivas, nuestro sustento interior.

El regalo, la salida a cenar, la celebración y los detalles son el medio a través del cual satisfacemos nuestras necesidades y deseos de sentirnos valorados, reconocidos, amados, acompañados, vistos o cualquiera que sea aquello que quieras recibir y sentir en tu relación. Claro que siempre puedes ir y entregártelo tú, lo cual te proveerá la satisfacción material de poseer aquello que te gusta, sin embargo, quedará insatisfecha la parte sentimental que le otorga otro sentido y relevancia al hecho u objeto.

Es por ello que la comunicación resulta tan crucial y  significativa en todas nuestras relaciones. Se trata de encontrar la mejor manera de decir y pedir a los otros lo que deseamos vivir en la relación, aquello que queremos recibir. Es una oportunidad para acercarnos al otro, ganar presencia y valía en la relación y en nuestra vida. Será la manera de tomarnos en cuenta, atender a nuestras necesidades y comunicarlas, expresar aquello que queremos y es importante para nosotros. Enseñarle a los otros cómo quieres que te quieran. Habremos alcanzado el nivel y calidad más altos de comunicación, el día que sientas que puedes hablar con el otro como si hablaras contigo mismo.

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Dejar ir… y la fábula del mono.

Cuentan que, en un lugar de África, los cazadores tienen una manera muy sencilla para atrapar a los monos. Van dejando en el camino un rastro de cacahuates y frutas que ya conocen les gusta mucho a los monos. Este camino llega hasta un pequeño agujero en un árbol. Allí depositan el resto de los cacahuates y será donde más tarde atraparán al mono.
El mono va siguiendo el rastro, recogiendo los cacahuates hasta llegar al pequeño hueco en el árbol. Allí introduce la mano y llena todo su puño con los cacahuates que se encuentra adentro. Cuando intenta sacar la mano, no puede al haber cerrado el puño para llevarse los cacahuates con él. Como mantiene el puño firmemente cerrado le resulta imposible sacar su mano por un agujero tan pequeño. El mono lucha y se desespera sin darse cuenta de que para poder liberarse solo necesita abrir su mano, dejar ir. Y así, al no poder comprender que solo tiene que abrir su mano y soltar los cacahuates para ser libre, es apresado por los cazadores.
Cuando escuché esta fábula recordé tantas ocasiones en las cuales nos encontramos atrapados de la misma manera que el mono. Sujetamos con fuerza y nos aferramos a situaciones y relaciones, con nuestros puños firmemente cerrados y en detrimento de nuestro bienestar.
Esta historia llevada al ámbito de los seres humanos y nuestras relaciones ilustra de manera elocuente como en ocasiones no nos damos cuenta de que nuestra liberación y bienestar sólo depende de soltar, de abrir nuestra mano para dejar ir. Desprendernos para dejar de sufrir y liberarnos de todo aquello que nos impide estar bien.
La manera más sencilla de soltar nuestros apegos es a través del profundo compromiso y práctica de conectarnos con el ahora, para vivir, ser y estar en el momento presente. Una de las maneras más utilizada para lograr estar en el ahora es a través de nuestra respiración. Pones toda tu atención en inhalar y exhalar y permaneces así durante unos minutos para de este modo regresar a tu Ser interior en el momento presente. Otra manera es a través de poner concentrarnos en la palma de las manos o la planta de los pies o ambas por unos minutos, hasta que tienes la sensación de estar en plena consciencia del momento presente. Existen otras maneras y cada uno podrá encontrar la suya. Se trata de darnos cuantas cuando no estamos en el presente para regresarnos a él una y otra vez. Estar en el ahora en realidad significa regresarnos de manera recurrente al momento presente. Y el mejor método será siempre el que a ti te funcione.
Cada final es un nuevo comienzo. En lugar de preocuparnos y llenarnos de ansiedad por lo que viene después o qué será lo siguiente, abracemos el momento presente con una actitud abierta y genuina curiosidad, con el propósito de aprender las lecciones que nos ofrece la experiencia o la situación que estamos viviendo. Son lecciones importantes y necesarias para nuestro crecimiento personal, para lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, para realizar todo nuestro potencial. Se trata de convertirnos en observadores de nosotros, de todo aquello que vivimos en nuestro interior y de aquello que acontece afuera, en el mundo exterior. Donde quiera que estés, estar completamente allí, viviendo con presencia total esa experiencia para aprender las lecciones que nos ofrece. En esta vida no existen errores, solo lecciones y estas se repiten hasta que nos las aprendemos.
Nuestra vida es como un río, viajamos llevados por la corriente y se trata de aprender a disfrutar en sus aguas. Cuando nos resistimos nuestro cuerpo se tensa y nuestra alma se contrae, nos hacemos pesados y nos hundimos. Naveguemos con confianza y en paz, con nuestra fe y nuestras certezas, fluyendo con el proceso de la vida. Respira, conecta contigo, confía y fluye en paz en la corriente del río de la vida ….viajas en tu río y todo está bien.

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Amor: los que lo dan y los que lo toman.

En la dinámica de casi todas las relaciones humanas y según los diferentes tipos de personalidad, podemos distinguir dos grandes grupos de personas: las que dan y las que reciben amor. Es muy posible que alguna vez hayas escuchado decir eso de que en el amor están los quieren y los que se dejan querer.

La relación con las personas que dan amor suele ser fluida, transparente, agradable y sin mayores conflictos. Estas personas entregan amor de manera natural y sin esfuerzo por lo que suelen ser empáticas, consideradas, cariñosas, cordiales y afectuosas. Estar con ellas resulta muy agradable y de gran satisfacción. Uno se siente cómodo y a gusto en la relación, percibiendo una grata sensación de paz, comprensión y armonía.

Por su parte, la relación con las personas que en el amor esperan recibir, a veces no suele ser tan sencilla, fácil, diáfana, ni apacible porque está cargada de expectativas, se establece bajo las condiciones y necesidades de la persona que está en la actitud de recibir amor. En numerosas ocasiones esta manera de vincularse en el amor suele expresarse como exigencia y manifestarse de manera condicionada.

En toda relación debería existir un equilibro en la dinámica de tres elementos: dar, recibir y pedir. Saber pedir es esencial para construir una relación sana donde la comunicación funcione, porque es muy poco probable que alguien puede adivinarnos el pensamiento. Cuando el pedido de amor se realiza de manera directa, transparente y amable la relación se hace mucho más sencilla y fluida. Uno entiende y considera las necesidades emocionales y afectivas de la otra persona, por lo que nuestra esencia humana sensible al amor y a los otros, casi siempre satisface de manera natural este pedido.

La situación se complica cuando la manera de pedir amor suele ser indirecta y muchas veces se expresa de forma totalmente contraria a lo que la persona en realidad quiere y necesita. El pedido de amor se realiza de manera encubierta, disfrazado de distancia calculada, frialdad, ambivalencia, el juego de me acerco, me aseguro y me alejo, reclamo y rechazo, ataque y defensa. Nos llega en clave y de maneras tan desconcertantes e ininteligibles que resulta muy difícil darnos cuenta de que detrás del enojo castigador, la actitud de superioridad y control, la distancia y la manera tan confusa como nos tratan, hay un pedido de amor de forma equivocada y contraproducente. Las razones por las cuales el pedido de amor se realiza de manera indirecta, ambivalente y encubierta obedece casi siempre al miedo e inseguridades del otro expresados en todas sus variantes: miedo al rechazo, a no recibir lo que queremos, baja tolerancia a la frustración, temor a que te digan que no, o la creencia errónea de que mostrar nuestros sentimientos nos hace vulnerables o débiles.

Sabemos que comprender no justifica y que no tenemos por qué aceptar relaciones en las cuales sentimos que nos tratan mal, nos lastiman, nos manipulan y se ha perdido el equilibro en la dinámica de dar, recibir y pedir.

Entender que hay muchas maneras de pedir amor nos ayuda a mantener y construir nuestras relaciones del modo más sano posible con aquellas personas que su manera de pedir amor y afecto resulta contradictoria o difícil de entender. Se trata de evitar caer en su juego y no reaccionar a su estilo. Dejar de engancharnos, corresponder a su pedido de amor cuando así lo consideremos y sobre todo sin lastimarnos. Para reestablecer el equilibrio… y nuestra paz.

Es importante comprendernos y entender a los otros sin juzgar, siendo considerados con los sentimientos y necesidades de los otros, a la vez que reconocemos lo que queremos y necesitamos nosotros, en aras de mantener el más sano equilibrio en nuestras relaciones. Como nos recuerda aquel mandamiento, amarás a los otros cómo a ti mismo, no más que a ti mismo.

Debemos aceptar la realidad de que cada persona vive su proceso interior psicológico, emocional y espiritual, para evitar juzgar y prevenir engancharnos con aquel pedido de amor que nos llega expresado de la peor manera.

No tenemos el poder de cambiar la personalidad de los otros para que ellos se comporten y nos traten como quisiéramos. No tenemos ese poder, pero tenemos muchos otros poderes en nosotros y en nuestras relaciones, entre ellos no participar de su juego. Cuando se trata de los otros siempre tienes el poder de decidir si quieres o no participar de la relación, que tipo de relación quieres establecer, que nivel de cercanía, cuanto te quieres involucrar, decidir cómo quieres que sea tu parte, tu mitad en esa relación.

Procuremos dedicar nuestro tiempo y energía a nuestro proceso personal y aquello que queremos, haciendo contacto con los otros desde nuestro Ser con todo lo positivo que tenemos para entregar y compartir. Es importante que seamos capaces de relacionarnos con los otros de manera realista, sin juicios, para poder ver a los otros como son y decidir los niveles de relación y cercanía que nos sean posibles tomando en cuenta su impacto en nuestro bienestar.

equilibro dar y recibir

Aceptar nuestro enojo.

El enojo es un sentimiento y como cualquier otro sentimiento, no está ni bien ni mal y ni guarda relación con juicio moral alguno. Los sentimientos son sólo eso, lo que sentimos. No existe “bien o mal” en nuestros sentimientos, sólo en nuestras acciones y en nuestro comportamiento, en función del impacto que esto tiene para uno mismo y para quienes nos rodean.

Desde pequeños, en especial a las niñas, nos hicieron saber, creer y sentir de muchas maneras que enojarse estaba mal. Muchas de nosotras recordamos frases como: las niñas bonitas no se enojan, no te enojes que te ves fea, te enojas por todo, saca de ti a la niña mala… Y así crecimos, creyendo que enojarse estaba mal, representaba a una falta o un defecto en nosotras, por lo cual dejábamos de ser buenas o bonitas o más terrible aún, perdíamos la aprobación y el amor de las personas que queríamos. Nuestro enojo provocaba que dejáramos de sentirnos aceptadas y amadas.

Sin darnos cuenta comenzamos a reprimir o a negar nuestro enojo. Pero los sentimientos como los problemas no desaparecen porque uno no les preste atención, suele suceder todo lo contrario, por lo general crecen. Siguen ahí por más que nos empeñemos en mirar hacia otro lado.  El enojo que no queramos mirar hoy, lo tendremos que enfrentar más adelante y este suele salir en el peor momento o de la peor manera.

Recuerdo ahora una frase de alguno de esos griegos sabios que dice: cuando nos enojamos casi nunca es con la persona correcta, ni en el momento adecuado, ni en la justa medida. ¡Que cierto! Muchas veces desquitamos nuestro enojo y todas las frustraciones asociadas a este, con quien no tiene nada o muy poco que ver con su causa real. La cuerda siempre se rompe por el lado más débil y muchas veces actuamos nuestro enojo con quien no es.

Cuando te digan que no te enojes puedes explicar que estás en tu derecho de hacerlo y es tu deseo vivir tus sentimientos porque son parte importante de ti. Si es el otro quien tiene dificultades para lidiar y sobrellevar tu enojo, ese no es tu problema. No tienes que ser tú quien se reprima, deje de ser cómo eres y de sentir tus sentimientos para beneficio de los demás, para que los demás estén a gusto. Porque lo que nunca será saludable para ti es negar o reprimir tus sentimientos y vivir en función de cumplir con las expectativas que los otros se han formado sobre ti y cómo deberías ser.

Si estamos enojados, está muy bien sentirlo y validar ese sentimiento, es lo que nos mantiene emocionalmente sanos. Es muy saludable aprender a lidiar con nuestros enojos sin hacernos daño ni lastimar, ni a nosotros ni a los otros. Cuando aceptamos y entendemos nuestro enojo, estamos previniendo que este se endurezca y se transforme en resentimiento o barril de pólvora.

Resulta muy recomendable aprender a manejar el enojo de manera que sea beneficioso para nosotros y para nuestras relaciones. El enojo como cualquier sentimiento también tiene su lado positivo, sólo depende de cómo decidas encausarlo. El enojo es positivo cuando se transforma en motor, te pone en movimiento, te ayuda a establecer límites saludables para ti en tus relaciones y te provee la energía que necesitas para avanzar en la vida.

Escucha a tu enojo, él te está diciendo algo. Te está hablando de alguna necesidad, querencia o carencia no atendida. Te está diciendo qué quieres y qué necesitas, te está enseñando a ganar presencia y respeto en tu vida, a cuidarte y a ocuparte de ti.

Siente tu enojo, vívelo sin sentirte culpable, aprende de él, libéralo y libérate.

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No Expectations

Esta fue la frase con la que me rescaté aquella mañana cuando iba de camino a llevar a mis hijas a la escuela. Me vino en inglés porque en la ciudad donde vivo se pasa del inglés al español con tanta facilidad que pareciera que ambos idiomas son parte de un mismo lenguaje, mucho más amplio y abarcador.  Me repetía como un mal mantra varias ideas, bastante desalentadoras, sobre el curso que comenzaré en unas semanas.  Esto como todo lo nuevo y que además implica un cambio, se había apoderado de gran parte de mis pensamientos. Y allí andaba yo rumiando preocupaciones y volcada al futuro, anticipando situaciones difíciles y proyectando mis dudas. Así que me bastó esta frase contundente para romper con este círculo vicioso y pernicioso de la mente.

Para mí la espiritualidad es esa conexión interior con nuestro Ser y la energía vital del universo que se manifiesta en el exterior de múltiples maneras y formas diversas. Creo que todo y todos estamos interconectados a una misma y única esencia de energía y vida. Las experiencias que nos sacan de nuestra zona de confort nos ayudan a darnos cuenta de cuánto hemos avanzado y cuánto podemos avanzar aún en el camino de la espiritualidad con todo lo bueno que ello implica. Son oportunidades para fortalecer el músculo de la fe, la confianza en uno mismo y en el proceso de la vida.

Me hizo sentir mejor la decisión de anular mis expectativas, cancelar los pensamientos perjudiciales y quedarme con la certeza de que estoy con Dios (o como le llames aquello en lo que crees) y me tengo a mí para encontrar soluciones y superar todo lo que el futuro me depare. Porque todo cuanto viva me hará crecer. Tengo una profunda fe en la vida y sus planes, por un lado, y del otro, en mí y mis recursos.

La única garantía que uno tiene en esta vida es uno mismo, la confianza en uno, en sus capacidades y recursos, internos y externos, para poder superar las situaciones adversas del camino. El propósito es aprender de la experiencia y atesorar lo aprendido para usarlo más adelante por si hiciera falta. También compartir las lecciones recibidas con aquellos que podrían beneficiarse de lo aprendido para avanzar y encontrar soluciones en su propio camino.

Unas horas más tarde estaba muy a gusto conversando en un desayuno con unas amigas. Al rato de comenzar la plática una de ellas comenta la desilusión que sentía porque había esperado una respuesta más cercana y cálida de un grupo nuevo que venía conociendo, para que este participara en los eventos que ella organiza.  Me regrese directo y sin escala a pensar otra vez en las expectativas y todas las desilusiones derivadas de estas cuando no se cumplen. Nuestras elevadas expectativas sobre eventos, experiencias y personas nos llevan casi siempre y de manera irremediable a pasarla mal, en especial cuando la realidad se queda bastante por debajo de lo que nos gustaría.

Las expectativas son parte de nuestra naturaleza humana, todos esperamos y nos ilusionamos con aquello que deseamos ocurra. Se trata de tener expectativas con cierta dosis de realismo que nos ayuden a vivir en el presente, un día a la vez, cada día con lo que trae y lo que toca, con gratitud y aceptación. Si vas a esperar, espera lo mejor de ti que quedará expuesto en cada experiencia de la vida. Las lecciones aprendidas en cada paso del camino nos han convertido en la persona que somos hoy. Por eso la vida es nuestro mejor gurú.

Al final será regresar a lo básico: encontrar el equilibrio entre presente y futuro. Expectativas y realidad. Aprendiendo a disfrutar del proceso sin aferrarnos a un resultado específico, para dejar de pelearnos con la realidad cuando esta resulte diferente. Otra de mis certezas de vida es que todo lo que está en equilibrio está bien. Cuando digo está bien voy más allá de cualquier juicio moral, significa que nos hace bien, contribuye a nuestro bienestar.

Tener expectativas es muy humano, como tantas otras cosas que también son muy humanas y no por ello nos hacen más felices o ni siquiera nos ayudan a sentirnos bien.  Creo que a todos nos vendría bien comenzar a reconocer aquellas actitudes, hábitos y trampas del ego que nos impiden vivir en el ahora, limitando nuestro bienestar y nuestro disfrute por la vida.  La buena noticia es que darnos cuenta es el primer paso para cambiar aquello que no nos hace bien y comenzar a ejercitar aquellas cualidades y hábitos que sumen a nuestro proceso de crecimiento personal y redunden en nuestro bienestar.

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