En la dinámica de casi todas las relaciones humanas y según los diferentes tipos de personalidad, podemos distinguir dos grandes grupos de personas: las que dan y las que reciben amor. Es muy posible que alguna vez hayas escuchado decir eso de que en el amor están los quieren y los que se dejan querer.
La relación con las personas que dan amor suele ser fluida, transparente, agradable y sin mayores conflictos. Estas personas entregan amor de manera natural y sin esfuerzo por lo que suelen ser empáticas, consideradas, cariñosas, cordiales y afectuosas. Estar con ellas resulta muy agradable y de gran satisfacción. Uno se siente cómodo y a gusto en la relación, percibiendo una grata sensación de paz, comprensión y armonía.
Por su parte, la relación con las personas que en el amor esperan recibir, a veces no suele ser tan sencilla, fácil, diáfana, ni apacible porque está cargada de expectativas, se establece bajo las condiciones y necesidades de la persona que está en la actitud de recibir amor. En numerosas ocasiones esta manera de vincularse en el amor suele expresarse como exigencia y manifestarse de manera condicionada.
En toda relación debería existir un equilibro en la dinámica de tres elementos: dar, recibir y pedir. Saber pedir es esencial para construir una relación sana donde la comunicación funcione, porque es muy poco probable que alguien puede adivinarnos el pensamiento. Cuando el pedido de amor se realiza de manera directa, transparente y amable la relación se hace mucho más sencilla y fluida. Uno entiende y considera las necesidades emocionales y afectivas de la otra persona, por lo que nuestra esencia humana sensible al amor y a los otros, casi siempre satisface de manera natural este pedido.
La situación se complica cuando la manera de pedir amor suele ser indirecta y muchas veces se expresa de forma totalmente contraria a lo que la persona en realidad quiere y necesita. El pedido de amor se realiza de manera encubierta, disfrazado de distancia calculada, frialdad, ambivalencia, el juego de me acerco, me aseguro y me alejo, reclamo y rechazo, ataque y defensa. Nos llega en clave y de maneras tan desconcertantes e ininteligibles que resulta muy difícil darnos cuenta de que detrás del enojo castigador, la actitud de superioridad y control, la distancia y la manera tan confusa como nos tratan, hay un pedido de amor de forma equivocada y contraproducente. Las razones por las cuales el pedido de amor se realiza de manera indirecta, ambivalente y encubierta obedece casi siempre al miedo e inseguridades del otro expresados en todas sus variantes: miedo al rechazo, a no recibir lo que queremos, baja tolerancia a la frustración, temor a que te digan que no, o la creencia errónea de que mostrar nuestros sentimientos nos hace vulnerables o débiles.
Sabemos que comprender no justifica y que no tenemos por qué aceptar relaciones en las cuales sentimos que nos tratan mal, nos lastiman, nos manipulan y se ha perdido el equilibro en la dinámica de dar, recibir y pedir.
Entender que hay muchas maneras de pedir amor nos ayuda a mantener y construir nuestras relaciones del modo más sano posible con aquellas personas que su manera de pedir amor y afecto resulta contradictoria o difícil de entender. Se trata de evitar caer en su juego y no reaccionar a su estilo. Dejar de engancharnos, corresponder a su pedido de amor cuando así lo consideremos y sobre todo sin lastimarnos. Para reestablecer el equilibrio… y nuestra paz.
Es importante comprendernos y entender a los otros sin juzgar, siendo considerados con los sentimientos y necesidades de los otros, a la vez que reconocemos lo que queremos y necesitamos nosotros, en aras de mantener el más sano equilibrio en nuestras relaciones. Como nos recuerda aquel mandamiento, amarás a los otros cómo a ti mismo, no más que a ti mismo.
Debemos aceptar la realidad de que cada persona vive su proceso interior psicológico, emocional y espiritual, para evitar juzgar y prevenir engancharnos con aquel pedido de amor que nos llega expresado de la peor manera.
No tenemos el poder de cambiar la personalidad de los otros para que ellos se comporten y nos traten como quisiéramos. No tenemos ese poder, pero tenemos muchos otros poderes en nosotros y en nuestras relaciones, entre ellos no participar de su juego. Cuando se trata de los otros siempre tienes el poder de decidir si quieres o no participar de la relación, que tipo de relación quieres establecer, que nivel de cercanía, cuanto te quieres involucrar, decidir cómo quieres que sea tu parte, tu mitad en esa relación.
Procuremos dedicar nuestro tiempo y energía a nuestro proceso personal y aquello que queremos, haciendo contacto con los otros desde nuestro Ser con todo lo positivo que tenemos para entregar y compartir. Es importante que seamos capaces de relacionarnos con los otros de manera realista, sin juicios, para poder ver a los otros como son y decidir los niveles de relación y cercanía que nos sean posibles tomando en cuenta su impacto en nuestro bienestar.