Como las nubes en el cielo.

Casi todo el tiempo estamos pensando de manera involuntaria, del mismo modo que respiramos y realizamos muchas otras funciones vitales sin apenas notarlo. Nuestra mente produce pensamientos que nacen, crecen, se acumulan, se repiten y cambian de forma como las nubes en el cielo. Es importante aprender que todos esos pensamientos que generamos de manera espontánea no representan lo que somos y al igual que las nubes en el cielo, no son el cielo. Nuestro Ser, la esencia de lo que somos, en cualquier caso, sería el cielo mas no sus nubes. Los pensamientos forman parte de lo que somos, pero no definen quienes somos.

La mente es un instrumento muy valioso e imprescindible para recorrer el camino de la vida. Y es sólo eso, un instrumento que utilizamos y nos servimos de ella para lograr nuestros propósitos y objetivos en la vida. Su valor reside en que somos nosotros quienes la utilizamos, nos servimos de ella y no a la inversa. Cuando es la mente quien manda, quien lleva el control y determina nuestra vida, entonces le hemos entregado nuestro poder para convertirnos en su subordinado suyo y sufrir las consecuencias. Comenzamos a tener una mente tirana que nos juzga, critica, exige y domina hasta dejarnos agotados y exhaustos.

Hacer consciente nuestros pensamientos nos ayuda a conocer cómo somos y aquellos comportamientos que repetimos en automático, los cuales muchas veces se convierten en saboteadores de nuestro bienestar.

Los pensamientos traen asociados de manera espontánea emociones y muchas veces resulta más fácil reconocer cómo nos sentimos que el pensamiento que lo origina. Podemos constatar y percibir con mayor facilidad las emociones y sentimientos que nos provocan nuestros pensamientos. Se trata de fortalecer nuestro observador interior para poder identificar cuál es el pensamiento que nos produce malestar, inseguridad, tristeza, ansiedad, sorpresa, disgusto, enojo o miedo. ¿Cuáles pensamientos son la causa, los responsables de cómo nos sentimos?

Por lo general, cuando descubrimos que tenemos una marcada tendencia a vivir preocupados o anticipar mentalmente situaciones y escenarios negativos, esto nos provocan inseguridad y ansiedad y lo más probable será que nuestros pensamientos están volcados hacia el futuro. El futuro por definición es incierto porque hay múltiples variables que escapan de nuestro control y otras tantas que son impredecibles. Al vivir angustiados por lo que pueda suceder, esto incrementa la sensación de inseguridad y nos pasamos la mayor parte del nuestras vidas agobiados y rebasados por nuestras angustias y preocupaciones.

Del mismo modo, cuando identificamos que la tristeza es el sentimiento que predomina en nuestro estado de ánimo, es casi seguro que los pensamientos asociados a esta emoción estén anclados en el pasado y por lo general cargados de mucha nostalgia. Llevado de la mano de tus pensamientos, revives de manera inconsciente emociones vinculadas a situaciones anteriores que dejaron en ti la sensación de soledad, carencias, desamparo, abandono y pérdida que experimentaste en el pasado. En esta nueva situación te has enganchado de manera inconsciente al pensamiento que te lleva directa e irremediablemente a sentirte de manera muy similar a lo que sentiste en esas otras experiencias del pasado.

Se trata de darnos cuenta de que detrás de nuestros sentimientos y emociones hay siempre un pensamiento que lo provoca, intentar identificarlo, reconocer cuál es el pensamiento al que nos hemos enganchado para cuestionárnoslos. Podemos preguntarnos: ¿Es esto que estoy pensando cierto? Puedo estar completamente seguro de que es así, ¿Qué es verdad? ¿Qué pasa cuando decido creer este pensamiento? ¿Cómo me sentiría si decido dejar de creer este pensamiento?

Cuando nos identificamos con nuestros pensamientos, sin darnos cuenta pasamos a otorgarle la máxima credibilidad y nos cerramos a otras opciones y posibilidades, nos negamos la oportunidad de considerar otra mirada y otras maneras de interpretar la situación. Al observar nuestros pasamientos podremos darnos cuenta si vivimos aún anclados al pasado y a situaciones de entonces que aún nos producen dolor, nostalgia y tristeza; o si por el contrario estamos viviendo un paso adelante de la vida, volcados hacia el futuro y anticipando escenarios adversos.

La solución inmediata será aprender a centrarnos en el momento presente, poniendo toda nuestra atención en el ahora y desarrollar estrategias personales que nos permitan desconectarnos de aquellos pensamientos vinculados al pasado o al futuro que tienen un impacto emocional negativo en nosotros y seguramente en quienes nos rodean.

Todo lo que sentimos está asociado a un pensamiento que lo origina. Por lo general, la ansiedad es el resultado de pensamientos con exceso de futuro, del mismo modo que la tristeza suele ser producto de pensamientos cargados de pasado. Se trata de hacer consciente que tienes el poder de elegir tus pensamientos. No eres lo que piensas y la calidad de tus pensamientos determina la calidad de tu vida. Usa tu poder. Elige qué pensar.

Como nos lo anticipaba Carl Jung, todo que no hagas consciente seguirá dirigiendo tu vida y lo llamarás destino. Por eso es tan valioso identificar los pensamientos responsables de nuestros estados emocionales para poder hacer consciente todo aquello que nos ayude a implementar estrategias y acciones que nos regresen hacia el camino de la salud y el bienestar. Fortalecer nuestro observador para cuestionar nuestros pensamientos, reconocerlos, saber que están ahí, aceptarlos y dejarlos ir, que sigan su camino… como las nubes en el cielo.

Nota: Las preguntas relacionadas con la práctica de cuestionarnos nuestros pensamientos como método para dejar de identificarnos con ellos y recuperar nuestro bienestar emocional, han sido recreadas a partir de la teoría denominada The Work de Byron Katie en su libro, Loving what is.

Foto: Jorge A. Calderón

La atención hace milagros.

Cuando nos preguntan cuál es nuestro recurso más valioso, lo más común es que digamos el tiempo, el dinero, los conocimientos, la información o algún otro. Casi siempre olvidamos tomar en cuenta uno de los recursos más preciado que poseemos: la atención. Su valor no reside en que sea un recurso precisamente escaso, por el contrario, podemos tenerla en la cantidad que así lo deseemos según nos dediquemos a desarrollarla, practicarla y dirigirla hacia nosotros y a los demás. Su valor reside en que muy pocos hemos aprendido a utilizarla para obtener los mejores resultados, aquello que deseamos lograr en nuestra vida y en nuestras relaciones. 

La atención nos permite darnos cuenta de todo aquello que resulta importante en cualquier área de nuestra vida y en nuestras relaciones, poniendo la mirada hacia nosotros y hacia nuestro entorno. Una mirada neutral, sin juicios ni prejuicios, con el propósito sincero de aprender y entender sobre nosotros y los otros, para lograr objetivos en nuestra vida y en nuestras relaciones. Cuando hablo de relaciones me refiero al más amplio espectro de nuestra interacción en cualquier área de la vida: profesional, personal, familiar, de pareja y todas las demás en las cuales participamos.

Cuando diriges la atención hacia ti, fortaleces tu posición como observador para aprender cómo eres, identificar tus pensamientos más comunes y emociones asociadas a estos, identificar cuáles son tus necesidades, validar tus sentimientos, reconocer cuáles son tus creencias, valores, aquello que has asumido, los comportamientos que repites en automático, todo lo que permanece en tu inconsciente y que de muchas maneras determina tu vida y tus decisiones. Mientras más y mejor te conozcas, mejor preparado estarás para tomar decisiones que te conduzcan a lograr aquello que deseas lograr en tu vida.  Porque nuestra vida se construye en base a nuestras decisiones.

Prestar atención a todos estos temas personales te llevará a hacerlos consciente lo cual es el primer y más importante paso para cambiar o modificar aquello que afecta a tu bienestar e impide que logres lo que deseas en cualquier área de tu vida y en tus relaciones. Se trata de convertirte en espectador activo de tu proceso personal en todas sus dimensiones: escuchando a tu cuerpo físico, observando tus pensamientos, reconociendo tus emociones y sentimientos y apreciando lo que acontece en el mundo exterior.

La atención dirigida hacia los otros es el puente sobre el cual se construyen nuestras relaciones. La mejores. Esta se expresa como presencia en muchas maneras, no únicamente física, si no través de la comunicación, la cercanía, el entendimiento sin juzgar, acompañando, apoyando y escuchando. Para poder ver y hacer contacto con el otro. Lo que muchas veces se ha denominado tiempo de calidad que no es otra cosa que el tiempo y la atención que entregas y compartes con aquellos que quieres.

La atención también resulta imprescindible para aprender en el camino de la vida. Las lecciones son variadas, múltiples e ilimitadas y nos son entregadas en todo tipo de presentaciones y envolturas a las que llamamos experiencias. El aprendizaje como parte intrínseca de la evolución personal, al igual que todos aquellos conocimientos y habilidades que aprendemos durante nuestra etapa escolar, requiere que dediquemos toda nuestra atención al proceso y a sus enseñanzas. Cada experiencia que vivimos tiene al menos una lección valiosa e importante para nuestro crecimiento personal.

La buena noticia es que la atención, como la concentración, se practica, se desarrolla y se fortalece para poder utilizarla en nuestra vida diaria, incorporándola a nuestro estilo de vida. La atención es como un músculo. Para desarrollar nuestra capacidad de atención es necesario practicarla y ejercitarla todas las veces que nos sea posible, apartando un tiempo y un espacio del día para esto, comprobando si estamos completamente presentes en cualquier actividad que realizamos por más sencilla y rutinaria que nos parezca y en especial, cuando estamos en compañía de otras personas. Comprobar que estamos completamente presentes en el aquí y el ahora, identificando dónde hemos puesto nuestra atención en ese momento.

Se trata de observar para decidir dónde pones tu atención según aquello que deseas lograr en tu vida y en tus relaciones, porque donde pones tu atención crece. Dedica tu atención a aquello que deseas que exista, crezca y permanezca en tu vida. 

Nuestra atención, expresada en presencia, es el mejor regalo que podemos entregar a quienes queremos en nuestra vida. A través de la atención que entregamos al otro se construye, fortalece y se hace real el vínculo en nuestras relaciones.

Parte inseparable de nuestra esencia humana la constituye la necesidad de conexión. Esta se realiza y expresa a través de la atención entregada a nosotros y a nuestras relaciones. La atención viaja en ambas direcciones, hacia nuestro interior y hacia nuestro entorno.  Es el recurso más valioso con que contamos para hacer esta conexión posible y real, el puente para comunicarnos y construir un mejor vínculo: la relación profunda y verdadera con nosotros y con todos aquellos que queremos.