A Gabriel García Márquez
Nadie como tú para navegar con absoluta libertad en los mares desconocidos de la palabra, para fluir a tu antojo en aguas inexploradas, hilvanando frases mágicas y reales donde narrar lo indescriptible. El universo de las palabras puesto al servicio de los sentimientos, en ese acierto tan tuyo, único y personal de traducir lo que habita en el alma para expresar lo indecible. Eres la transfiguración del milagro y el talento, la huella eterna de lo divino en este mundo. La esperanza de la vida y la certeza del amor infinito como amuleto irreverente desafiando a la soledad.
Leerte siempre será un deleite superior donde encontrarle sentido a esta existencia, para resonar con lo mejor de nosotros mismos, en ese recinto interior donde confluye en armonía lo humano y lo divino, donde constatar nuestro sentido de pertenencia e identidad. Compartir la travesía en cada una de tus historias, fue la prueba irrefutable de la existencia del alma. Tus libros crearon ese espacio sin tiempo donde encontrarnos y comulgar, desde la esencia del Ser.
El opuesto de morir no es vivir, en realidad lo contrario de morir es nacer. La muerte es un paso más en el camino de la vida y su verdadero significado es transformación, para continuar el viaje esta vez desde otra dimensión y quedarnos por siempre habitando en el amor y luz, en la memoria perenne y lo infinito. En el corazón de quienes nos acompañaron en el camino.
Hubo un antes y un después cuando llegaste a mi vida. Creció mi mundo, esta vez hacia adentro y para siempre, me llevaste de la mano en un viaje sin retorno hacia la plenitud de mi alma. Gracias por enseñarme a volar, por iluminar con historias mi espacio interior, por llevarme a vivir en el universo real de los sueños y mantenerme por siempre fiel a la magia de los sentimientos. Me quedo en tu paz.