Hacer que se pueda.

Ya conozco de todas esas verdades tan ciertas. Que la diferencia entre un día malo y uno bueno depende de nuestra actitud. Lo que hace extraordinario a lo ordinario es ese “extra” que está del lado de la voluntad. Que no controlamos lo que sucede afuera, pero podemos decidir cómo queremos responder a esto. Porque lo único que controlamos es nuestra actitud. Que la vida y cuanto en ella acontece es cómo uno quiera mirarla, uno tiene el poder de elegir los lentes que usa para mirar y participar de la vida. Que construimos nuestra realidad a través de los pensamientos que hemos decidido creernos. Porque como pensamos, sentimos y como sentimos, actuamos. Elige pensar aquello que suma a tu proceso y te acerca a tu bienestar. Que somos los únicos responsables de nuestra felicidad y nuestro bienestar, lo cual más que un derecho y una responsabilidad, es un gran privilegio, saber que estás a cargo de tu vida. Eres el protagonista de tu historia. Que poseemos el poder de decidir cómo queremos estar y cómo nos queremos sentir.

Cuantas certezas entendidas y asumidas. Y, aun así, permanece ese deseo primario de dejarse caer, de contar con alguien, un espacio, un lugar, un instante, unos brazos donde simplemente descansar, abandonarse, sentir que has llegado a casa y todo está bien. La ilusión de compartir el viaje. Para acompañarnos y apoyarnos.

Que todo lo que sabemos, sentimos y deseamos deje de ser excluyente, que encontremos la manera de hacerlo compatible, para crear un lugar común donde puedan coexistir verdades y deseos, donde ambos sean posibles y realizables.

El año de la integración.

Este será un año de integración, para reflexionar, asimilar y poner en práctica todo lo que hemos aprendido en el camino de la vida hasta el día de hoy. Un tiempo para hacer propias y conscientes las lecciones recibidas a través de las personas, relaciones y experiencias vividas. De esta manera, podremos conformar nuestro núcleo de sabiduría y guía interior, integrando todas esas lecciones que nos han sido entregadas.

Se trata de armonizar nuestros cuerpos: mental, emocional, físico, espiritual y energético, para alcanzar el equilibro. Porque todo lo que está en equilibro está bien, se siente bien y nos hace bien. Aporta a nuestro proceso y nuestro bienestar. Lograr el equilibro es la meta.

En este proceso de integración, vamos a darnos permiso de sentir también esas emociones que nos producen malestar e incomodidad y que por lo mismo casi siempre negamos o rechazamos, sin darnos cuenta de que aquello que resistes, persiste. Cuando pones resistencia, estás entregando tu energía a lo que intentas evitar y por lo mismo permanece. Cuando lo reconoces y aceptas sin juicios ni críticas, se deshace solo porque ya no recibe la energía que lo sustenta.

Se trata de aprender a transitar las emociones para aprender de ellas. Las emociones son mensajeros que nos vienen a mostrar aquello que aún necesitamos comprender y aprender para evolucionar a un nuevo nivel de consciencia. Es importante recordar que sentir no es lo mismo que actuar. No estas obligado a actuar todo lo que sientes. Tienes al poder de hacer una pausa para decidir qué emociones y sentimientos deseas actuar y de qué manera. Se trata de reconocer nuestras emociones y sentimientos, darnos el permiso de sentir para sanar y aprender las lecciones que nos son entregadas. Cancelemos las palabras de controlar, enfrentar y manejar por el de transitar las emociones, escuchar el mensaje que viene a entregarnos. Desde la pausa podemos controlar y decidir nuestras acciones y nuestra actitud, no las emociones. Las emociones no son ni buenas ni malas, son humanas y nos hacen completos.

Esa emoción que rechazas es un maestro y tiene un propósito en tu vida, está ahí para enseñarte algo, para ayudarte a pasar una asignatura pendiente. Escucha lo que te viene a decir, escucha su mensaje porque es importante para ti, para crecer adentro y vivir mejor. Para evolucionar hacia un nuevo espacio de conciencia.

Procuremos también, integrar nuestro ego, porque representa integrar nuestra mente. La mente es una herramienta muy poderosa e imprescindible para crear nuestra experiencia de vida y nuestra realidad. Es un instrumento súper valioso para ser usado en nuestro beneficio, de la manera que mejor te sirva. Eres tú quien la utiliza para lograr lo que deseas, para hacer realidad tus sueños.

Se trata de mover nuestra energía del Ego y sus representaciones e identificaciones mentales a nuestro Ser, a nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, para vivir y actuar desde allí. Para crear desde nuestro Ser la vida que deseamos vivir, desde allí comunicarnos y compartir en nuestras relaciones. El Ser nos conecta con los otros, desde allí se establece el vínculo interior de afecto y empatía que nos permite hacer contacto con los otros. Para poder ver al otro. Porque mirar es diferente a ver, se mira con los ojos y se ve con el alma.

Todo lo que necesitas está dentro de ti ahora: descúbrelo, reconócelo y úsalo. ¡Bienvenidos al viaje interior!

Obra de todos.

Este espacio cobra vida a través de la presencia de ustedes. Es mi deseo más sincero hacerles llegar a todos y cada uno, mi más profundo agradecimiento por estar aquí y acompañarme en esta experiencia, por ofrecerme la oportunidad de compartir con ustedes enseñanzas y lecciones de vida, lo que aprendemos y desaprendemos en el camino.

Gracias por sus comentarios, visitas y todas sus contribuciones, por hacer suyas y hacer llegar a otros las semillas que aquí voy entregando. Su compañía es mi mejor y mayor inspiración. Me llena de gratitud saber que de alguna manera por pequeña que sea, han hecho suyas las reflexiones, historias y lecciones aquí compartidas, que cada quien sabrá cultivar a su manera y a su debido tiempo. Gracias a todos por el deseo compartido de ser un canal de bendiciones en este mundo.

Viaja hacia ustedes un abrazo muy fuerte con mis mejores deseos para el año que recién se estrena. Para que reciban todo cuanto necesiten, alegrías, paz, amor y todas las bendiciones para este nuevo año pleno de posibilidades.

Con amor y gratitud….

Betti Zanetti

Comenzar de nuevo.

Hay etapas en la vida que para ser feliz hay que obligarse. Empieza por poner tu atención en todo aquello que contribuye de alguna manera a tu bienestar, te hace sentir bien, por pequeño o rutinario que te parezca, intenta retener esa sensación agradable momentánea y todo lo que moviliza dentro de ti. Practica la gratitud, identifica todo lo que te gusta, funciona, está bien y es bueno para ti en tu vida. Y recuerda que la gratitud es el camino más corto hacia la felicidad. Las personas agradecidas casi siempre son más felices.

En etapas como esas, en las que no queda de otra que continuar y reinventarse, evita mirar hacia atrás. Deja de creer en los delirios y las trampas de la mente que casi siempre nos cuenta la historia distorsionada por nuestros deseos o aquellos pensamientos que decidimos creernos. Mira hacia adelante, en el camino, al encuentro contigo… un día a la vez.

Ser humanos implica reconocer que tenemos necesidades afectivas y emocionales que no podemos ignorar. Resulta lo más normal y común que busquemos satisfacer estas necesidades a través de nuestras relaciones.  Cuando nuestras necesidades de amor no son satisfechas en nuestra relación de pareja, se produce una sensación de vacío interior, por lo que sentimos frustración, enojo o tristeza. Son esas ocasiones en la cuales estando aún acompañados, nos sentimos solos. Como alguna vez escuché decir, no hay peor soledad que la que se siente cuando estás acompañado. También sucede cuando hemos terminado una relación y el dolor que te produce el vacío que sientes lo asocias a la persona con quien solías llenarlo. Situaciones hay muchas, se trata de estrenar y crear nuevas maneras personales para satisfacer nuestras necesidades y llenar nuestros vacíos, en especial poniendo la atención en nosotros, observando y participando como testigos del mundo exterior, descubriendo aquello que resuena contigo y te hace sentir bien. Se trata de procurarnos y entregarnos aquello que nos permite satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales, sin depender de otro para estar bien. Asumir nuestra responsabilidad con nuestro bienestar y nuestra felicidad.

Cada noche piensa en tres cosas buenas que hayan pasado ese día y las razones por las que consideras han sido buenas para ti. Si puedes escribirlas, mejor aún. Regálate un cuaderno donde puedas anotarlas, el “cuaderno de las cosas buenas” (que no siempre son cosas). Hazlo al menos durante 21 días que según la ciencia es lo que tardamos en crear un hábito. Transcurrido ese tiempo, evalúa el resultado, qué impacto ha tenido en ti.

No tenemos el control de lo que ocurre en nuestra vida, lo único que controlamos es nuestra actitud, cómo nos relacionamos y respondemos a aquello que ocurre afuera.  En el mundo exterior a diario se presentan situaciones e imprevistos que escapan a nuestro dominio y comprensión. Sin embargo, tenemos el poder de elegir cómo queremos responder a lo que ocurre afuera. Despierta a ese poder y úsalo. Desde tu observador puedes hacer una pausa y elegir tus acciones o respuestas.  Es importante entrenarnos y practicar para dejar de reaccionar y comenzar a responder como deseas hacerlo. Practica la pausa, regálate tiempo antes de responder. Recuerda que entre el estímulo la respuesta hay un espacio, donde se muestra tu nivel de conciencia y tu capacidad para hacer esa pausa que te permite dejar de reaccionar, para crear tu experiencia de vida a través de tus respuestas, decisiones, acciones.

Ser feliz es un acto de decisión personal, uno elige ser feliz y para ello, el primer paso es retomar la relación con uno mismo: saber quién eres, cómo eres, qué quieres y qué es importante para ti. La relación contigo es la más importante de tu vida, no sólo por el hecho innegable de que eres la única persona que estará contigo por el resto de tu vida, sino porque todo lo que construyas y vivas en ella será lo que puedas entregar y compartir con los demás.

Entre tu ideal amoroso y lo real: ¿qué depende de ti?

Casi todos tenemos una idea de cómo nos gustaría que fuera nuestra pareja y nuestra relación. Este ideal del amor lo creamos y proyectamos de manera inconsciente en nuestra relación de pareja, y lo usamos como una especie de brújula que nos indica el camino para vivir lo que creemos es el amor.

Durante la primera etapa de la relación amorosa, la etapa del enamoramiento es muy probable que el vínculo de la pareja se construya buscando satisfacer ese ideal. Estamos tan convencidos y cautivados con nuestra idea del amor que casi todo lo que ocurre lo percibimos a través de los lentes de nuestros deseos. Actuamos y vemos todo lo que deseamos que sea, cada paso, cada gesto se produce sin esfuerzo y de manera espontánea en la relación. Tenemos la sensación de que la unión de pareja se construye por sí sola, de manera natural, pareciera que el otro y la relación coincide en una suerte de milagro con nuestro ideal del amor. Nos seduce y fascina la coincidencia mágica entre la realidad y nuestro ideal amoroso. Cobran vida como en un cuento de hadas nuestras expectativas sobre amor en el mundo real, lo cual nos produce inmensa satisfacción y nos lleva a un estado de profundo enamoramiento.

El tiempo no se detiene y del mismo modo continua el decursar natural de la relación. Cada día nos relacionarnos más con la persona real y un poco menos con el ideal que tenemos del otro y del amor. Ambos miembros de la pareja son cada día más reales, más verdaderos y menos idealizados, Comienza así un proceso de separación entre ese ideal creado por nuestra mente a partir de nuestros deseos y expectativas; y la persona real que es y con quien mantenemos nuestra relación de pareja.

A veces y como resultado de este paso del enamoramiento al amor, es posible que nos demos cuenta de que se ha creado una separación entre lo que nos gustaría que fuera, lo que habíamos imaginado, nuestro ideal por una parte y por la otra, la persona real que es y con la que estamos. Esta diferencia entre nuestros deseos y la realidad tiene un impacto emocional significativo en nosotros.

Y es así como a golpe de realidad y con el consiguiente costo emocional, vamos descubriendo que estamos a mitad de camino entre la relación que deseamos vivir y la relación que en realidad tenemos, con el consiguiente saldo desfavorable de insatisfacción que se manifiesta de diferentes maneras. Comenzamos a vivir sin darnos cuenta y de manera cíclica ese la dinámica que nos lleva desde la ilusión, los deseos y la esperanza hacia la cuesta descendente de frustración, enojo, malestar, tristeza o desilusión. Y así sucesivamente, otra vez vuelta a empezar en este círculo vicioso con su cuota de infelicidad. Todo lo anterior, nos conduce de manera inevitable a plantearnos decisiones importantes en nuestra relación de pareja.

Si llegados a este punto deseamos encontrar soluciones dentro de la relación, debes comenzar por hacerle saber al otro cómo te sientes, decir aquello que quieres y qué es importante para ti. De esta manera saber si será posible vivir y satisfacer dentro de esa relación aquello que es importante para ti. Una relación se construye en base acuerdos que nos permiten crear ese lugar común donde encontrarse, para realizar y compartir aquello que si es posible para los dos en la relación de pareja.

El paso del enamoramiento al amor es todo un desafío para cualquier relación de pareja. Inevitablemente comenzamos a relacionarnos con la persona real y el amor ya no solo es un sentimiento sino también es una decisión, tomada desde la claridad y la comprensión mutua, de manera consciente. Se trata de poder ver al otro, a uno mismo y a la relación como realmente son en lugar de mirarla distorsionada a través de nuestros deseos y lo que queremos que sea. En la etapa del amor, el vínculo se mantiene de igual manera por el deseo y también por la voluntad de querer estar presente, compartir y crecer juntos en la relación. Viviendo el amor como un proceso, donde el destino final es el camino y viceversa, donde cada instante es una oportunidad para construir el vínculo que deseamos.

Se trata de asumir la relación como un proceso para reafirmarnos en la decisión de querer estar con el otro, con el real y a partir de allí, realizar aquello que deseas vivir con tu pareja. Es importante aprender de uno mismo y del otro a través de todas las situaciones que se van presentando cada día. Porque es a través de esta convivencia diaria que tenemos la oprtunidad de aprender cómo somos y cómo no somos, nosotros y el otro.

Una relación es un espacio para crecer a través de este aprendizaje mutuo, continuo y dinámico. También el sitio para compartir todo cuanto sea posible en las distintas dimensiones de la relación de pareja. Es el lugar donde se establece la conexión con el otro para crear el vínculo interior que nos sustenta.

No somos responsables de cumplir con el ideal que se ha creado el otro en su mente porque este ideal es fruto de su fantasía, allí fue concebido y no es posible meternos en la mente de otro para poder realizar exactamente los deseos de su imaginación.  Además, este ideal es eso, únicamente pensamientos y una persona es un ser vivo, real y multidimensional por lo que nunca podrá ser reducido a un pensamiento. Resulta mucho más sano y positivo, querer y poder vernos cómo realmente somos, mirar a la persona real para desde allí construir nuestra relación de pareja.

Puede ocurrir que en esta nueva etapa en la que nos relacionamos cada vez más con la persona real, nos demos cuenta de que esta no sea con quien quieres compartir tu vida, no es tu compañero de viaje. Llega el momento de continuar el viaje por tu cuenta, agradeciendo al otro y a la relación por todo lo vivido y aprendido.

También puede suceder que si quieres continuar en la relación y sin embrago esto no es posible, porque una relación siempre es de dos, no será suficiente con que tú lo quieras, la otra parte también tiene que estar presente y participar. El bote necesita que los dos remos se muevan a la par, pues cuando es sólo uno de los dos el que rema, este se queda dando vueltas en el mismo lugar sin lograr avanzar hacia ninguna parte. La energía y la ilusión de la parte que rema y realiza todo el esfuerzo por mantener a flote la relación se consume irremediablemente.

Se trata de hacer una pausa y detenernos a observar, para poder reconocer todo lo que ocurre dentro y fuera de ti. Poner atención para saber qué quieres y descubrir si esto será posible o no en esa relación y con esa persona.

Tener un ideal amoroso, expectativas, ilusiones, necesidades, deseos, pedir aquello que quieres en la relación, es parte consustancial a nuestra naturaleza humana, expresa la persona que somos. Se trata de darse cuenta si esto es posible de realizar en la relación de pareja que tenemos, si podrás vivir eso que es importante para ti junto a esa persona. Porque no todos queremos lo mismo en el amor, cada uno tiene necesidades diferentes y ama a través de la persona que es y cómo es.

Cada uno es responsable de decidir qué hacer y cómo conducirse con relación a su ideal del amor porque desde el principio este ha sido creado por uno mismo, fuimos nosotros quienes decidimos creer en él y tomarlo como guía en el amor. No hemos venido a este mundo para satisfacer el ideal amoroso o las expectativas que tienen los otros sobre cómo somos o cómo deberíamos ser. Y esto va de ida y vuelta, los otros tampoco son responsables de cumplir con nuestras expectativas e idealizaciones. Se trata de poder vernos, amarnos y aceptarnos cómo somos y en base a esto tomar nuestras decisiones de pareja.

Escucha a tu guía interior para saber qué quieres, qué es importante para ti y qué es posible en esa relación de pareja. Confiar en uno y en el proceso de la vida. Porque en esta vida todo sucede a su debido tiempo, ni antes ni después. Todo cuanto vivimos guarda un propósito y puedes estar seguro de que allí hay lecciones de vida importantes para ti. Para llegar a ese estado de paz interior que alcanzamos cuando podemos ver y comprender lo positivo que nos ha sido entregado a través de cada experiencia y cada relación. La felicidad pasa a través de amar la realidad y querer lo que es.

Está en tus manos y de ti depende, asegurarte de que exista al menos una persona en este mundo para quien lo que tú quieres en el amor sea importante, que lo tome en cuenta y haga cuanto sea posible por hacerlo realidad.

Esa persona eres tú…

Aquel juego tan extraño.

Esa noche se inauguraba la feria en el pueblo. Desde las primeras horas se sentía el bullicio y entusiasmo para tenerlo todo listo y a tiempo a la hora en que iniciaría la gran fiesta. En un ir y venir incesante, la feria mostraba sus primeras formas. Aparecían los puestos para la comida, se ensamblaban los distintos juegos y así sucesivamente se construía aquel espacio para el disfrute y regocijo de todos. La explanada que servía de escenario a la feria poco a poco mostraba otra apariencia, se llenaba de alegría, música, colores y voces.

En el área de los juegos, frente a uno de ellos, en una construcción pequeña y muy parecida a una casita, se habían reunido varios perros del parque a jugar. Uno de ellos estaba parado frente a la puerta pues antes de entrar le gustaba escuchar lo que comentaban sus amigos que subían y bajaban de los juegos con gran frenesí. Allí estuvo un rato aquel perro, quieto frente al juego de la pequeña casa, viendo como entraban y salían sus amigos, los otros perros y a quienes les preguntaba: ¿Te ha gustado? ¿Cómo es? ¿De qué se trata este juego?

Para su asombro y despertando en él una gran curiosidad asombrosa, no comprendía cómo era posible que recibiera respuestas tan disímiles y extremas de unos y otros perros. Hubo algunos que le dijeron: es lo más divertido que existe, te encuentras a muchos otros perros como tú que te saludan, brincan, se alegran y enseguida comienzan a jugar contigo, ¡¡me encantó!! ¡¡¡No te lo pierdas!!! Y otros perros que salían muy disgustados, le decían: es el peor juego que he conocido en mi vida, todos te ladran, te gritan, te agreden, te dan la espalda, están todos muy enojados allá adentro.

El perro que aún no había entrado al juego no salía de su asombro ante comentarios tan diametralmente opuestos sobre un mismo lugar y una misma experiencia. ¿Cómo era posible que aquello que a unos les resultaba la mayor diversión, para otros había sido lo peor que habían conocido? Movido por el deseo de averiguar qué pasaba allí y buscando satisfacer su curiosidad creciente, quiso probar cuanto antes aquel juego tan intrigante. Al llegar a la entrada, se detuvo a mirar el cartel donde aparecía el nombre del juego. Allí pudo leer: “La casa de los espejos”. Y entonces, lo comprendió todo.

Ocurre con bastante frecuencia que así también es la vida, como un espejo que nos devuelve la cara que le ponemos. Escoge bien que cara le pones a la vida porque es muy probable que sea la misma que te regrese de vuelta. Con nuestra actitud creamos nuestra experiencia de vida y nuestra realidad. Es muy posible que aquello que vemos en los otros también sea nuestro, para bien o para mal. Tal vez y sin darnos cuenta, proyectamos en los otros aquello que negamos o rechazamos de nosotros mismos, nuestros temas no resueltos y que habitan casi siempre en nuestro inconsciente. Del mismo modo, lo que nos gusta en los otros, suele ser aquello que nos complace de nosotros mismos. Se trata de detenernos a observar y reflexionar que tanto de lo que vemos afuera y en los otros es también nuestro, para descubrir cómo son los lentes a través de los cuales miramos la vida y cuanto en ella acontece.

Cuántas veces decidimos de manera categórica y unilateral que el otro está mal, que es su culpa, juzgamos al otro y nos llenamos de excusas para justificar nuestro comportamiento, considerando que el problema son los demás. En esos casos, nos vendría muy bien detenernos a analizar nuestra parte, cómo y cuánto hemos contribuido nosotros a la situación o al conflicto que estamos viviendo.

Entreguemos nuestra mejor cara a la vida, la más amplia de nuestras sonrisas, aquello que deseamos que nos sea entregado de vuelta, lo que deseamos recibir. Y a su vez, procuremos tratar a los otros de la manera en que nos gustaría ser tratados. Y tú, ¿qué cara le pones a la vida?

Reivindicando nuestro lado vulnerable.

Para muchos de nosotros la conexión que sentimos y creamos con aquellas personas que queremos es uno de los pilares fundamentales de nuestras relaciones. Establecer ese vínculo interior con aquellas personas que forman parte de nuestro universo afectivo, es la manera en que deseamos construir la relación, con mayor autenticidad y cercanía. Esta conexión se establece sobre todo cuando nos sentimos vistos, desde el deseo sincero de que el otro realmente nos vea, lo cual, en ocasiones, puede hacernos sentir vulnerables, en ese intento de desnudarnos desde adentro.

Parte de aquello que impide construir la conexión que deseamos en nuestras relaciones es la creencia de no ser cómo deberíamos ser, una cierta inconformidad o no aceptación de nosotros mismos que nos impide mostrarnos cómo somos. En nuestro interior creemos que al mostrarnos cómo somos, el otro va a conocer o ver algo en nosotros que no nos hará merecedores de la conexión que deseamos. Ese sentimiento conocido de “no soy suficiente”, hay algo en mí que no me gusta o no está bien o no es como debería ser o cómo me gustaría que fuera y que, por lo mismo, no le gustará al otro. Ese pensamiento saboteador que nos impide aceptarnos tal y cómo somos, incluyendo aquello de nosotros que no nos gusta o nos gustaría fuera diferente.

Y así, muchas veces y sin apenas darnos cuenta, nos creamos un ideal muy elevado de cómo deberíamos ser. Una especie de perfeccionismo interior que impide que nos sintamos a gusto y satisfechos con todo lo que somos. Se establece en uno cierta necesidad no confesada pero casi siempre actuada, de estar a la altura de ese ideal de nosotros mismos que nos hemos creado y creído sobre cómo deberíamos ser.

Como consecuencia de este ideal elevado del yo, comenzamos a sentirnos incomodos con nuestro lado vulnerable sin darnos cuenta de que la inseguridad, la timidez, la vergüenza, el temor a mostrarme como soy y los miedos son inherentes a nuestra naturaleza humana y por demás, común a todas las personas. Todos de una u otra manera y en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido así.

La buena noticia es que justo porque nuestro lado vulnerable nos humaniza, del mismo modo nos ofrece la posibilidad de sentir empatía hacia los demás, comunicarnos afectivamente con los otros, ser sensibles y desarrollar cualidades tan valiosas y necesarias como la compasión, la bondad, la ternura, la generosidad, la solidaridad. Nos permite hacer contacto con los sentimientos del otro para crear la conexión interior que sustenta la relación.

Para lograr que esta conexión exista debemos permitir que nos vean tal y cómo somos, lo cual significa mostrarnos con la mayor autenticidad que nos sea posible. Elegir participar en la relación cómo realmente somos y dejar a un lado los pensamientos saboteadores sobre cómo deberíamos ser.

Una relación siempre es de dos por lo que mostrarte cómo realmente eres para crear la posibilidad de ser visto seria la mitad que queda de tu lado, tu parte en la relación. Lo que no depende de ti es que el otro realmente te vea, pues eso lo determina quién y cómo es el otro. Los lentes a través de los cuales mira la vida. Sucede a veces que por mucho que lo deseamos y hagamos para ser vistos, el otro sencillamente no nos ve porque no puede o no quiere o no le interesa. O las tres razones al mismo tiempo. Cualquiera que sea el caso, creo que siempre nos hará mucho bien y nos dará mucha satisfacción saber que uno hizo su parte, todo cuanto estuvo en sus manos para ser vistos, en favor de la conexión que desea sentir y vivir en la relación.

Para muchas personas esas etapas de mayor vulnerabilidad han resultado despertares espirituales en su vida, verdaderos procesos de transformación interior desde donde han renacido para vivir, amar y ser de manera plena, disfrutando cada momento y viviendo completamente presente en el ahora.

Es así como la vulnerabilidad nunca será sinónimo de abatimiento, debilidad, sufrimiento, inseguridad o poca valoración de uno mismo. Nuestro lado vulnerable es, sobre todo, un espacio de aceptación y amor hacia uno mismo desde el cual renacer, la puerta hacia la empatía, la alegría y la felicidad, para vivir en el presente y en plenitud. Reconocer nuestra vulnerabilidad nos permite incorporar una perspectiva más amplia a nuestra vida y cuanto en ella acontece. Nos permite estrenar una mirada nueva. Es una manera muy sabia de reinventarse en el camino para ser, estar y vivir mejor.

Además, la vulnerabilidad está intrínsecamente vinculada a la creatividad. Desde allí han nacido las mejores canciones, poemas, libros, piezas musicales y obras de arte en todas sus manifestaciones. Casi todo lo que nos conmueve, nos toca por dentro y nos alimenta el alma, proviene o pasa por nuestro lado vulnerable, que nos permite sentir y hacer contacto. Vibrar en la misma frecuencia.

La manera más común que utilizamos para lidiar con la sensación de vulnerabilidad es intentar anestesiarnos, para de este modo dejar de sentir aquellos sentimientos que nos producen dolor, enojo, incomodidad y malestar. Es así como elegimos dejar de sentir todos aquellos sentimientos o emociones que no queremos como la tristeza, frustración, miedo, desilusión, vacío, resentimiento o soledad.

El problema es que uno no puede elegir qué sentimientos y emociones quiere sentir y cuáles no. Nos hay manera de seleccionar cuando optamos por anestesiarnos, por lo que cuando eliges desconectarte de lo que sientes, te anestesias para todo, dejas de sentir aquello que no quieres, pero también dejas de sentir lo que si quieres. Es así como te privas de sentir alegría, gratitud, felicidad, confianza, satisfacción entre muchas otras emociones que iluminan y dan color a nuestra vida. Esta desconexión con el lado más amable en nosotros y cuanto nos rodea, nos conduce irremediablemente a estar alejados, sin motivación, en piloto automático y con muy poca ilusión para participar de la vida. Se trata de darnos cuenta de que el método de anestesiarnos que hemos elegido es justamente lo que nos está impidiendo experimentar también todo lo bueno que si deseamos vivir. Se trata de comenzar a otorgarnos el permiso para sentir y aprender a transitar nuestras emociones.

Tu lado vulnerable no te hace débil, te hace humano, te hace completo. La vulnerabilidad es parte de ti, expresa mucho de la valentía y el coraje que tienes para conectar con esta parte tan íntima y mostrarla, porque crees en ti y te aceptas cómo eres. Se trata de abandonar la necesidad de ser perfecto en favor de vivir y construir la conexión que deseamos en nuestras relaciones.

Esta conexión nos ofrece la posibilidad de sentirnos vistos, amados y aceptados, nos permite confiar en el otro, sentirnos seguros hasta el punto de bajar nuestras defensas, porque lo que nos une y sostiene es superior a cualquier cosa que pudiera ocurrir. La conexión que nos permite sentir y vivir el amor incondicional. Tener la certeza que hemos llegado a casa y que no importa lo que pase, todo estará bien. Esa conexión afectiva profunda e interior es posible gracias a nuestro lado vulnerable, desde allí se crea la posibilidad para ese encuentro de las almas. Esa unión que trasciende y nos hace plenos.

Reconocer nuestra vulnerabilidad nos permite experimentar todos nuestros sentimientos y emociones de la manera más saludable, construir el vínculo con los otros desde la conexión que deseamos sentir. Nos ofrece una oportunidad para practicar la gratitud y la aceptación, reconociendo que nos sentimos vivos porque podemos sentir, con la certeza de que todo tu valor radica en la persona que eres y cómo eres siempre será suficiente. Nuestra vulnerabilidad nos permite poder vivir a plenitud cada momento y poco a poco ir liberándonos de los miedos e inseguridades que no nos impiden sentirnos completos y conectar con el otro. De este modo, podremos crear el vínculo en nuestras relaciones desde todas las posibilidades de encuentro y realización que nos ofrece nuestro lado vulnerable.

Ligas y Olas.

Esta historia comienza hace miles de años. Cuenta la leyenda que los hombre venían de Martes y las mujeres de Venus. Un buen día, hombres y mujeres fueron enviados a la Tierra. Después de haber transcurrido todos esos miles de años y como era de esperar, ambos olvidaron su origen pero aún pueden reconocer que son diferentes. Con esta introducción de novela fantástica y mitología planetaria, presentó su libro al mundo hace algunos años un reconocido psicoterapeuta quien basó su teoría en todos los estudios de caso que tuvo la oportunidad de conocer en su consultorio, a través de su experiencia ejerciendo como terapeuta para parejas durante casi toda su carrera profesional.

Como todo aquello que decidimos creer pasa a ser cierto, quiero tomar esta referencia como punto de partida para reconocer las diferencias entre hombre y mujeres, las cuales han sido muy comentadas, avaladas y expuestas en trabajos de todo tipo e investigaciones científicas basadas en estudios neurológicos, estructura del cerebro, conexiones neuronales, composición hormonal y bioquímica que determina las razones por las cuales hombre y mujeres, piensan, sienten, actúan y tienen necesidades diferentes.

Las generalizaciones son injustas porque ponemos a todos en el mismo saco, por eso aunque estas diferencias de género están fundamentadas en estudios de campo, información científica y investigaciones académicas, me gusta dejar un margen a la posibilidad a que no sea siempre así para todos. Estas características expresan de manera general algunas diferencias, lo cual no significa que todos los hombres sean de una manera y todas las mujeres de otra. Algo similar a la estatura de las personas, en promedio la estatura del hombre es superior a la de la mujer, lo cual no significa que todos los hombres sean más altos que las mujeres, porque sabemos que existen mujeres más altas que muchos hombres.

Cada quien podrá reconocer y sentir desde su intuición que tanto de todo esto sobre las diferencias entre hombres y mujeres es cierto, según aquello que resuene dentro de si mismo con su verdad interior y considere válido según su experiencia personal.

Resulta que los hombre son como ligas, en determinadas situaciones y etapas de su vida se alejan de su pareja para experimentar la sensación de libertad que necesitan y para solucionar de manera individual aquel proceso personal que están viviendo en su interior, a veces de manera consiente y otras no. Los hombres buscan ser queridos y aceptados por sus habilidades y estos espacios en solitario les permiten reasegurar, confirmar y fortalecer sus habilidades y capacidades, aquello por lo que quieren ser reconocidos y valorados.

Por su parte, las mujeres son como olas, subimos y bajamos, oscilando en el amplio espectro de los estados emocionales posibles, desde los más luminosos, elevados y positivos hasta aquellos más profundos de dolor, soledad y tristeza. Las mujeres buscan ser queridas por sus sentimientos, por lo que poder expresar y compartir sus sentimientos, es un tema fundamental en su vida de pareja, necesitan ser escuchadas.

Y es así como se establece una dinámica en las relaciones en la cual los hombres manejan la distancia como ligas que se acercan y se alejan, mientras las mujeres suben y bajan en sus estados emocionales como las olas y la marea.

Como parte de esta diferencia, es muy común que cuando se presenta una situación especifica, los hombres lo interpretan como problema a solucionar y las mujeres como un espacio donde poder expresar lo que sienten, donde ser escuchadas como muestra de validación de sus sentimientos y su proceso emocional. Ellos que se identifican con sus habilidades y capacidades, entre estas la de solucionar los problemas, quieren que la conversación sea concreta y enfocada algo en especifico, orientada a solución. Ellas no esperan llegar a ningún otro lugar ni solución, únicamente necesitan ese espacio donde se sienten escuchadas y validados sus sentimientos y estados emocionales, el reconocimientos a lo que están sintiendo. Cada grupo busca ser reconocido de manera diferente.

En esas etapas que los hombre se apartan de la relación para solucionar sus temas o vivir experiencias necesarias para ellos, les molesta la compañía expresada en ayuda o asistencia por parte de su pareja. Quieren estar solos. Las mujeres por el contrario cuando se encuentran en la parte baja de la ola es cuando más necesitan de compañía. La compañía en esta etapa representa el apoyo y la presencia que la mujer desea sentir de su pareja. Ellas no necesitan soluciones porque no ven la situación como un problema si no como un espacio donde compartir y expresar lo que sienten.

Una vez reconocida e identificada esta diferencia en cuanto a cercanías, distancias y oscilaciones es importante que ambos dejen de tomar estas etapas de manera personal. En realidad lo que esta ocurriendo no necesariamente tiene que ver con el otro, si no con lo está viviendo y necesitando cada miembro de la pareja en su interior, en su proceso individual.

Es así que cuando la mujer está en la parte baja de la ola y necesita sentir la presencia, atención y apoyo de su pareja, este en su experiencia como liga interpreta que ella necesita su espacio y su tiempo para estar sola, vivir su proceso por separado y encontrar sus respuestas. Esta lectura basada en la óptica masculina de alejarse genera un sentimiento de soledad y debilita en la mujer la conexión con su pareja, lo cual conduce a que ella se hunda aún más en su estado.

Por su parte, cuando el hombre se aleja para vivir esta etapa en solitario, reasegurar sus habilidades y encontrar soluciones, la mujer en su experiencia de ola intenta acompañarlo, estar más presente, busca que este se comunique, cuente lo que le ocurre para asistirlo en su proceso, lo cual es justamente lo opuesto a lo que el otro necesita, pues se siente invadido en su espacio, coartado en su libertad y puesta en duda su capacidad y habilidades para solucionar cualquiera que sea su tema.

En estas situaciones, la mujer deberá entregar el espacio y el tiempo que el hombre necesita en esa etapa. Lo que normalmente sucede es que una vez que la liga se estiró hasta donde lo necesitaba, regresará a su estado anterior como si nada hubiese sucedido, siendo el mismo de siempre y comportándose de igual manera.

El hombre por su lado deberá darse cuenta cuando su pareja está en la parte baja de la ola para procurarle el apoyo y la compañía que ella necesita, sin darle soluciones ni animarla, pues esto de alguna manera invalida su proceso y demerita su estado emocional, ella sólo necesita ser escuchada para sentirse acompañada. De este modo que el hombre comprenda cuando su pareja está viviendo un proceso interior de esclarecimiento y reacomodo emocional para evitar tomarlo de manera personal y dejar de sentirse criticado o señalado.

Se trata de reconocer las diferencias para tenerlas en cuenta en aras de comprendernos mejor en nuestra relación de pareja. Construir el vínculo poniendo nuestra atención en lo que ocurre dentro y fuera de nosotros, en el otro, para poder vernos y escucharnos, entender cómo somos. Para de este modo crear ese espacio de conexión y encuentro donde la relación que deseamos vivir sea posible.

Como las nubes en el cielo.

Casi todo el tiempo estamos pensando de manera involuntaria, del mismo modo que respiramos y realizamos muchas otras funciones vitales sin apenas notarlo. Nuestra mente produce pensamientos que nacen, crecen, se acumulan, se repiten y cambian de forma como las nubes en el cielo. Es importante aprender que todos esos pensamientos que generamos de manera espontánea no representan lo que somos y al igual que las nubes en el cielo, no son el cielo. Nuestro Ser, la esencia de lo que somos, en cualquier caso, sería el cielo mas no sus nubes. Los pensamientos forman parte de lo que somos, pero no definen quienes somos.

La mente es un instrumento muy valioso e imprescindible para recorrer el camino de la vida. Y es sólo eso, un instrumento que utilizamos y nos servimos de ella para lograr nuestros propósitos y objetivos en la vida. Su valor reside en que somos nosotros quienes la utilizamos, nos servimos de ella y no a la inversa. Cuando es la mente quien manda, quien lleva el control y determina nuestra vida, entonces le hemos entregado nuestro poder para convertirnos en su subordinado suyo y sufrir las consecuencias. Comenzamos a tener una mente tirana que nos juzga, critica, exige y domina hasta dejarnos agotados y exhaustos.

Hacer consciente nuestros pensamientos nos ayuda a conocer cómo somos y aquellos comportamientos que repetimos en automático, los cuales muchas veces se convierten en saboteadores de nuestro bienestar.

Los pensamientos traen asociados de manera espontánea emociones y muchas veces resulta más fácil reconocer cómo nos sentimos que el pensamiento que lo origina. Podemos constatar y percibir con mayor facilidad las emociones y sentimientos que nos provocan nuestros pensamientos. Se trata de fortalecer nuestro observador interior para poder identificar cuál es el pensamiento que nos produce malestar, inseguridad, tristeza, ansiedad, sorpresa, disgusto, enojo o miedo. ¿Cuáles pensamientos son la causa, los responsables de cómo nos sentimos?

Por lo general, cuando descubrimos que tenemos una marcada tendencia a vivir preocupados o anticipar mentalmente situaciones y escenarios negativos, esto nos provocan inseguridad y ansiedad y lo más probable será que nuestros pensamientos están volcados hacia el futuro. El futuro por definición es incierto porque hay múltiples variables que escapan de nuestro control y otras tantas que son impredecibles. Al vivir angustiados por lo que pueda suceder, esto incrementa la sensación de inseguridad y nos pasamos la mayor parte del nuestras vidas agobiados y rebasados por nuestras angustias y preocupaciones.

Del mismo modo, cuando identificamos que la tristeza es el sentimiento que predomina en nuestro estado de ánimo, es casi seguro que los pensamientos asociados a esta emoción estén anclados en el pasado y por lo general cargados de mucha nostalgia. Llevado de la mano de tus pensamientos, revives de manera inconsciente emociones vinculadas a situaciones anteriores que dejaron en ti la sensación de soledad, carencias, desamparo, abandono y pérdida que experimentaste en el pasado. En esta nueva situación te has enganchado de manera inconsciente al pensamiento que te lleva directa e irremediablemente a sentirte de manera muy similar a lo que sentiste en esas otras experiencias del pasado.

Se trata de darnos cuenta de que detrás de nuestros sentimientos y emociones hay siempre un pensamiento que lo provoca, intentar identificarlo, reconocer cuál es el pensamiento al que nos hemos enganchado para cuestionárnoslos. Podemos preguntarnos: ¿Es esto que estoy pensando cierto? Puedo estar completamente seguro de que es así, ¿Qué es verdad? ¿Qué pasa cuando decido creer este pensamiento? ¿Cómo me sentiría si decido dejar de creer este pensamiento?

Cuando nos identificamos con nuestros pensamientos, sin darnos cuenta pasamos a otorgarle la máxima credibilidad y nos cerramos a otras opciones y posibilidades, nos negamos la oportunidad de considerar otra mirada y otras maneras de interpretar la situación. Al observar nuestros pasamientos podremos darnos cuenta si vivimos aún anclados al pasado y a situaciones de entonces que aún nos producen dolor, nostalgia y tristeza; o si por el contrario estamos viviendo un paso adelante de la vida, volcados hacia el futuro y anticipando escenarios adversos.

La solución inmediata será aprender a centrarnos en el momento presente, poniendo toda nuestra atención en el ahora y desarrollar estrategias personales que nos permitan desconectarnos de aquellos pensamientos vinculados al pasado o al futuro que tienen un impacto emocional negativo en nosotros y seguramente en quienes nos rodean.

Todo lo que sentimos está asociado a un pensamiento que lo origina. Por lo general, la ansiedad es el resultado de pensamientos con exceso de futuro, del mismo modo que la tristeza suele ser producto de pensamientos cargados de pasado. Se trata de hacer consciente que tienes el poder de elegir tus pensamientos. No eres lo que piensas y la calidad de tus pensamientos determina la calidad de tu vida. Usa tu poder. Elige qué pensar.

Como nos lo anticipaba Carl Jung, todo que no hagas consciente seguirá dirigiendo tu vida y lo llamarás destino. Por eso es tan valioso identificar los pensamientos responsables de nuestros estados emocionales para poder hacer consciente todo aquello que nos ayude a implementar estrategias y acciones que nos regresen hacia el camino de la salud y el bienestar. Fortalecer nuestro observador para cuestionar nuestros pensamientos, reconocerlos, saber que están ahí, aceptarlos y dejarlos ir, que sigan su camino… como las nubes en el cielo.

Nota: Las preguntas relacionadas con la práctica de cuestionarnos nuestros pensamientos como método para dejar de identificarnos con ellos y recuperar nuestro bienestar emocional, han sido recreadas a partir de la teoría denominada The Work de Byron Katie en su libro, Loving what is.

Foto: Jorge A. Calderón

La atención hace milagros.

Cuando nos preguntan cuál es nuestro recurso más valioso, lo más común es que digamos el tiempo, el dinero, los conocimientos, la información o algún otro. Casi siempre olvidamos tomar en cuenta uno de los recursos más preciado que poseemos: la atención. Su valor no reside en que sea un recurso precisamente escaso, por el contrario, podemos tenerla en la cantidad que así lo deseemos según nos dediquemos a desarrollarla, practicarla y dirigirla hacia nosotros y a los demás. Su valor reside en que muy pocos hemos aprendido a utilizarla para obtener los mejores resultados, aquello que deseamos lograr en nuestra vida y en nuestras relaciones. 

La atención nos permite darnos cuenta de todo aquello que resulta importante en cualquier área de nuestra vida y en nuestras relaciones, poniendo la mirada hacia nosotros y hacia nuestro entorno. Una mirada neutral, sin juicios ni prejuicios, con el propósito sincero de aprender y entender sobre nosotros y los otros, para lograr objetivos en nuestra vida y en nuestras relaciones. Cuando hablo de relaciones me refiero al más amplio espectro de nuestra interacción en cualquier área de la vida: profesional, personal, familiar, de pareja y todas las demás en las cuales participamos.

Cuando diriges la atención hacia ti, fortaleces tu posición como observador para aprender cómo eres, identificar tus pensamientos más comunes y emociones asociadas a estos, identificar cuáles son tus necesidades, validar tus sentimientos, reconocer cuáles son tus creencias, valores, aquello que has asumido, los comportamientos que repites en automático, todo lo que permanece en tu inconsciente y que de muchas maneras determina tu vida y tus decisiones. Mientras más y mejor te conozcas, mejor preparado estarás para tomar decisiones que te conduzcan a lograr aquello que deseas lograr en tu vida.  Porque nuestra vida se construye en base a nuestras decisiones.

Prestar atención a todos estos temas personales te llevará a hacerlos consciente lo cual es el primer y más importante paso para cambiar o modificar aquello que afecta a tu bienestar e impide que logres lo que deseas en cualquier área de tu vida y en tus relaciones. Se trata de convertirte en espectador activo de tu proceso personal en todas sus dimensiones: escuchando a tu cuerpo físico, observando tus pensamientos, reconociendo tus emociones y sentimientos y apreciando lo que acontece en el mundo exterior.

La atención dirigida hacia los otros es el puente sobre el cual se construyen nuestras relaciones. La mejores. Esta se expresa como presencia en muchas maneras, no únicamente física, si no través de la comunicación, la cercanía, el entendimiento sin juzgar, acompañando, apoyando y escuchando. Para poder ver y hacer contacto con el otro. Lo que muchas veces se ha denominado tiempo de calidad que no es otra cosa que el tiempo y la atención que entregas y compartes con aquellos que quieres.

La atención también resulta imprescindible para aprender en el camino de la vida. Las lecciones son variadas, múltiples e ilimitadas y nos son entregadas en todo tipo de presentaciones y envolturas a las que llamamos experiencias. El aprendizaje como parte intrínseca de la evolución personal, al igual que todos aquellos conocimientos y habilidades que aprendemos durante nuestra etapa escolar, requiere que dediquemos toda nuestra atención al proceso y a sus enseñanzas. Cada experiencia que vivimos tiene al menos una lección valiosa e importante para nuestro crecimiento personal.

La buena noticia es que la atención, como la concentración, se practica, se desarrolla y se fortalece para poder utilizarla en nuestra vida diaria, incorporándola a nuestro estilo de vida. La atención es como un músculo. Para desarrollar nuestra capacidad de atención es necesario practicarla y ejercitarla todas las veces que nos sea posible, apartando un tiempo y un espacio del día para esto, comprobando si estamos completamente presentes en cualquier actividad que realizamos por más sencilla y rutinaria que nos parezca y en especial, cuando estamos en compañía de otras personas. Comprobar que estamos completamente presentes en el aquí y el ahora, identificando dónde hemos puesto nuestra atención en ese momento.

Se trata de observar para decidir dónde pones tu atención según aquello que deseas lograr en tu vida y en tus relaciones, porque donde pones tu atención crece. Dedica tu atención a aquello que deseas que exista, crezca y permanezca en tu vida. 

Nuestra atención, expresada en presencia, es el mejor regalo que podemos entregar a quienes queremos en nuestra vida. A través de la atención que entregamos al otro se construye, fortalece y se hace real el vínculo en nuestras relaciones.

Parte inseparable de nuestra esencia humana la constituye la necesidad de conexión. Esta se realiza y expresa a través de la atención entregada a nosotros y a nuestras relaciones. La atención viaja en ambas direcciones, hacia nuestro interior y hacia nuestro entorno.  Es el recurso más valioso con que contamos para hacer esta conexión posible y real, el puente para comunicarnos y construir un mejor vínculo: la relación profunda y verdadera con nosotros y con todos aquellos que queremos.